Como dije en mi
entrada anterior, estuve en la abadía de Saint-Pierre de Moissac asistiendo a las celebraciones de los treinta años del
Ensemble Organum, un grupo que ha contribuido como quizá ningún otro a renovar nuestros conocimientos de la música religiosa medieval, no solo por devolver a la vida el importante repertorio litúrgico que existía con anterioridad a la extensión de lo que habitualmente conocemos como canto gregoriano, sino también por aportar una sonoridad mucho más convincente a la música de conventos y catedrales, y también por poner de relieve en el territorio sonoro una circunstancia que desde hace tiempo se viene subrayando en la arquitectura y en las artes plásticas: la decisiva importancia de la fusión entre lo clásico y lo orientalizante que se da en la cultura del Imperio Romano tardío (esto es, el que ya conoce la plena integración entre la Iglesia Católica y el poder civil) como base de la Edad Media cristiana e incluso de parte de la musulmana.
De esta última circunstancia viene, obviamente, la peculiar sonoridad del grupo, que algunos equivocadamente podrían achacar a la procedencia argelina de su fundador y director, Marcel Pérès (
entrevista), o a su condición de musulmán practicante, cuando en realidad todas sus elaboraciones teóricas y aplicaciones prácticas sobre emisión, tempi y ornamentación están basadas en rigurosos estudios musicológicos que, pese a resultar arriesgados por su novedad, distan de la provocación y -esto es fundamental- son de una musicalidad admirable por su comunicatividad y fuerza expresiva. Otra cosa es que no debamos convertirnos en talibanes de sus planteamientos, toda vez que nos movemos en un repertorio en el que la convivencia de enfoques interpretativos no ya complementarios, sino por completo divergentes, sea necesaria para acercarnos a una realidad, la de la música medieval, mucho más escurridiza de lo que pensamos.
Treinta años, decía, celebrados al mismo tiempo que las fiestas jacobeas. De hecho, las actividades ya habían comenzado un día antes de mi llegada con un homenaje a los más antiguos cantantes del Organum: Malcolm Bothwell, Josep Benet, Josep Cabre, Lycourgos Angelopoulos y Antoine Sicot. La siguiente jornada, música desde las seis de la mañana hasta la medianoche. Quien esto suscribe llegó desde Toulouse a tiempo de escuchar, a las cinco de la tarde, un breve pero fascinante concierto doble: primera parte de canto bizantino -con el mismísimo Angelopoulos derrochando enorme arte a pesar de su edad- y segunda de polifonías corsas.
El necesario descanso en el hotel me hizo poder seguir solo el final de las Primeras Vísperas de Santiago, que son las que se incluyen en el recientemente recuperado
Codex Calixtinus. Por cierto, no fueron ofrecidas por el grupo que las grabó en disco con Pérès, obviamente el propio Organum, sino el mucho más nutrido Coro del CIRMA, esto es, el formado por estudiantes que se reúnen durante unos días al año bajo la dirección del maestro argelino para aprender a poner en práctica sus maneras. Ya cerca de las once vino lo más sobrecogedor: con la iglesia gótica de Saint-Pierre iluminada solo con velas, todos los músicos participantes en la jornada se distribuyeron en diferentes lugares de la ancha nave del templo para realizar un particular diálogo de estilos y timbres (viola da gamba, laúd, corneto, órgano, coro…) que resultó de todo punto fascinante.
A las ocho y media de la mañana siguiente, ya 25 de julio, pude asistir al oficio de las Laudes de Santiago con el concurso musical Pérès, un grupo de miembros del CIRMA y del Organum y unas monjas -de la congregación María Madre de la Iglesia- que cantaban divinamente. Obviamente el himno jacobeo
Dum pater familias y el conductus
Congaudeant catholici (este último la única pieza a tres voces del
Codex, como bien saben los aficionados) fueron los platos fuertes de la ceremonia desde el punto de vista musical. A las diez y media, Misa de Santiago con toda su liturgia y los sacerdotes correspondientes: esta es la mejor manera de apreciar semejante repertorio, en su contexto y no como piezas aisladas de concierto.
A las doce, Ensemble Organum y Coro del CIRMA unían sus fuerzas para interpretar una obra del propio Pérès,
Terres Incertaines, que hasta ahora solo se había interpretado completa en una ocasión, allá en su estreno hace algunos lustros en Royaumont. En la partitura hubo momentos magníficos -los más inquietantes y ominosos- y otros que no tanto, pero el conjunto funcionó muy bien. El público se mostró atento y disciplinado. Público de todas las edades, como pueden ver ustedes en la foto adjunta.
A las seis y cuarto de la tarde estuve en las Segundas Vísperas de Santiago. Y por la noche, en una “soirée” especial por los treinta años del Organum que no era sino una cena de bufet frío en la que pudimos participar -entre músicos, simpatizantes y sospecho que más de un peregrino a Santiago- unas ciento cincuenta personas. Gente que parecía toda bastante maja y desprejuiciada, la verdad: así da gusto. Al final se arrancaron a cantar, claro, aunque yo y mis acompañantes estábamos muy cansados y vimos poco del medio improvisado espectáculo que arrancó durante los postres. Ah, ¡auténtico a más no poder Gianni de Gennaro!
Como al día siguiente por la mañana no había nada de música, aprovechamos para visitar el románico de Souillac y Cahors, regresando a Moissac a través de una ruta campestre de asombrosa belleza paisajística, dicho sea de paso: si ustedes se limitan a las autopistas se perderán gran parte del encanto del lugar.
Ya para terminar, esa tarde del jueves 26 tuvimos un concierto del Ensemble Organum de nuevo en la iglesia de Saint-Pierre para celebrar específicamente los treinta años. El “programa sorpresa” fue el previsible, ineludible y muy deseado recorrido por los principales repertorios que ha abordado el grupo: canto viejo romano, Escuela de Notre-Dame, polifonías sacras y profanas de la era gótica, algo de Renacimiento… Todo ello cantado por un Ensemble más nutrido de lo que acostumbra e incorporando, junto a las voces más recientes, a los veteranos arriba citados, lo que le dio un plus de emotividad al evento. Curiosamente Pérès permaneció siempre sentado entre el público, incluso cuando interpretaron una fascinante pieza suya llena de tensión sonora, aunque al final salió para recibir los aplausos, hacer un poco de esas desconcertantes polifonías corsas que les salen tan bien, y finalmente tocar una pieza renacentista al órgano que ponía punto y final a un homenaje merecidísimo y lleno de belleza.
Nosotros a la mañana siguiente seguimos nuestra ruta por Albi, Carcasona y Toulouse, es decir, por tierra de cátaros, trovadores y la lengua de oc, pero esa es otra historia que no tiene cabida aquí.