He hablado un poquito de la Philharmonia Orchestra en la entrada anterior, pero ahora quiero seguir haciéndolo sobre su titular Santti-Matias Rouvali atendiendo a las grabaciones que a disposición de todos ha puesto la formación londinense. Llego así, después del Shostakovich y del Tchaikovsky ya comentados, al registro con más morbo: la suite de 1945 –es decir, la larga y retocada en la orquestación, no la habitual de 1919– de El pájaro de fuego de Stravinsky, precisamente la obra que tocará en la segunda parte de sus conciertos de Sevilla y Zaragoza; en Madrid harán la Sinfonía de Cesar Franck.
Un nueve sobre diez para la recreación. Grosso modo, un director tiene tres puntos a dónde mirar cuando tiene que poner en sonidos esta página: a la herencia del pasado –Rimsky particularmente–, a los paralelismos con el repertorio impresionista –el ballet es de 1910– y al Stravinsky futuro. El maestro finlandés canta con delectación y vuelo lírico las melodías, pero no se se deja llevar por la voluptuosidad sinfónica y el apasionamiento del Romanticismo. Sí que hay contactos con el Impresionismo, no tanto en lo que al interés por atmósfera y al uso de una pincelada difuminada se refiere como en la búsqueda de sonoridades ligeras, un punto aéreas, en las que un toque leve puede adquirir mucho significado. Y mira, sin lugar a dudas, a lo que va a deparar el futuro del compositor, aunque no a la violencia de Le Sacre sino a la agilidad, el nervio y el carácter incisivo de Petrushka, no en balde la obra que ocupa la otra mitad del disco.
Dicho esto, lo que hay que admirar en esta tan refinada como bulliciosa recreación es la claridad que consigue quien la orquesta ya oficialmente llama Santtu: de las treinta lecturas –entre suites y grabaciones del ballet completo– que conozco de esta página, solo a Pierre Boulez y Klaus Mäkelä les he escuchado algo de semejante transparencia, aunque hay que puntualizar que ellos consiguen algunas frases aún más reveladoras mientras que nuestro artista nos descubre otras. Y no, no es cosa de los ingenieros de sonido. Lo micrófonos no están "metidos en el instrumento", como pasa en las grabaciones de Currentzis. El oyente percibirá enseguida que Rouvali se lo ha currado muchísimo y que la orquesta se encuentra a la altura. ¿Reparos? Sí que los hay. Los portamentos en la Berceuse resultan de una molesta blandura. En el número final, lo que podemos llamar "himno de la liberación" suena con esa articulación recortada por la que optaba el propio Stravinsky en esta edición de 1947 y que él mismo subrayó en su registro; a mí no me termina de convencer, pero teniendo la sanción del compositor no hay nada que objetar. Y las dos grandes pausas en la coda me parecen innecesarias y efectistas. Por lo demás, impresionante labor.
La recreación de Petrushka –versión de 1947, con el final alternativo– va en la misma línea de agilidad, nervio y carácter incisivo. Justo lo que la página necesita. Sin embargo, aquí las cosas funcionan menos bien. A mi entender, y por mucho que haya que aplaudir el riesgo de ofrecer algo personal, Santtu se toma demasiadas libertades en los tempi y en la agógica. Algunas decisiones interesan y otras nos hacen levantar una ceja. Tampoco termina de convencer la expresión, que necesita un enfoque más decidido, bien hacia la calidez de las emociones, bien hacia el sarcasmo. En cualquier caso, otra vez uno termina quitándose el sombrero ante la claridad conseguida, más aún teniendo en cuenta las complicaciones de esta página de habilísimo tejido polifónico.
Las grabaciones son de gran calidad –amplia gama dinámica– y se encuentran con facilidad en la red. De Petrushka pueden ustedes prescindir, porque hay mucha competencia, pero yo El pájaro no me lo perdería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario