sábado, 2 de agosto de 2025

Giulini dirige Falla y Ravel, en nuevo reprocesado

Otra fabulosa recuperación en el que el nuevo reprocesado permite disfrutar mucho más del arte de Carlo Maria Giulini en la etapa en que grababa para EMI: El amor brujo de Manuel de Falla y Rapsodia española y Pavana para una infanta difunta de Ravel. La orquesta, claro está, es la fabulosa (New) Philharmonia de tiempos de Klemperer.


Este disco ya lo comenté aquí mismo, pero puedo ahora matizar algunas cosas. Victoria de los Ángeles. La soprano barcelonesa no parece, a priori, la cantante más adecuada para esta página, pero su maravillosa crema vocal y su admirable línea de canto ganan la partida. En cualquier caso, lo que interesa es lo que Giulini hace con Falla. El maestro se olvida de todo pintoresquismo españolista e interpreta la partitura bajo los mismos parámetros con los que se acercaba al repertorio impresionista por aquellas fechas: con lentitud, estatismo, enorme concentración, prodigioso análisis de texturas y una fuerza interna tan contenida como intensa. Un poco como si el titular de la orquesta estuviera escondido en una esquina del Kingsway Hall, vigilando, aunque sin la genialidad del de Breslau y aportando una importantísima dosis de cantabilidad genuinamente latina. El resultado, maravilloso. 

Las dos obras de Ravel se grabaron en Abbey Road ya en 1966, y ahora suenan de maravilla. Adoptando unos tempi lentísimos que le facilitan realizar un soberbio, literalmente insuperable análisis de líneas y texturas, pero sin descuidar la tensión interna del discurso la concentración es enorme, el de Barletta ofrece una Rapsodia española extremadamente depurada en lo sonoro y abiertamente “antirromántica” en su estética: como en su Debussy de años atrás con la misma orquesta, y al igual que hace en Falla, su apuesta es la de encontrar un lenguaje interpretativo propio para el repertorio impresionista que pusiera de relieve la novedad del lenguaje. Para ello pone el estatismo, el peso de los silencios y el distanciamiento expresivo por delante de otras consideraciones, pero sin olvidar esa mezcla de elegancia y naturalidad en el fraseo que caracterizan su batuta. Podrán preferirse lecturas más coloristas y animadas, pero esta es modélica en su línea. Extraño que cuando Giulini vuelva a la página con la Filarmónica de Los Ángeles lo hará de manera distinta y mucho menos convincente. 

Lentísima, de una depuración extrema, también muy estática la Pavana. Su poesía es elegantísima, de nuevo un punto distanciada, pero atenta a la ternura y a la delicadeza. La orquesta suena con el toque difuminado que esta música necesita sin caer en el error de lo ingrávido. El trompa, increíble.

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