sábado, 29 de marzo de 2025

El pájaro de fuego, de Stravinsky: discografía comparada del ballet completo

Aun sin entusiasmarme hasta el punto en que lo hacen Petrushka y La consagración de la primavera, prodigios de inventiva y personalidad que aún mantienen toda su frescura, El pájaro de Fuego me parece una maravilla. ¿Que al propio Igor Stravinsky no le terminaba de convencer y prefería sus tres suites? Pues vale, pero a mí me parece que la versión íntegra es preferible. Hay mucha, muchísima belleza en ella como para dejar cosas en el camino.

La interpretación musical, como ya dije en una entrada anterior, puede discurrir por tres senderos. El de Stravinsky en su faceta de director es el que han seguido más maestros: aristas, aspereza y mirar hacia sus dos siguientes ballets. Otro consiste en atender a la deuda más que evidente con la música rusa anterior, particularmente con su maestro Rimsky-Korsavok. Aún queda otra opción, que es la de buscar paralelismos con el mundo impresionista francés, aún en plena ebullición allá por su estreno en la Ópera de París en 1910. Ni que decir tiene que la mayoría de los maestros suelen tirar en una dirección o en otra, aunque hay quienes han intentado alcanzar una síntesis entre las citadas posibilidades. El oyente no debe renunciar a ninguna de ellas si quiere comprender todo lo que entierra esta música, así que ahí va una lista que puede servir de ayuda.

Dos cosas antes de seguir. Primera, que no se haga mucho caso de las puntuaciones del uno al diez. Por ejemplo, ¿por qué he puesto un ocho a Boulez Nueva York y un diez a este mismo maestro con Chicago, si aun siendo muy distintas están casi igual de bien dirigidas? Pues por la orquesta, pero bien podía subir al nueve a la primera por lo atractivo de su enfoque y bajar un punto a la segunda por su relativa frialdad. Insisto, no se lo tomen muy en serio. Segunda, hay muchas grabaciones que se me han quedado en el tintero: las dos de Haitink, las tres de Salonen, la primera de Ansermet, la segunda de Dorati, la de Litton, la de Nelsons, la dos de Roth... Otra vez será.


1. Dorati/Sinfónica de Londres (Mercury, 1959). Esta interpretación, que suena estupendamente para la época, goza de un enorme prestigio. Sin ir más lejos, es una de las tres grabaciones –las otras las protagonizan Ansermet, Salonen y Boulez– que Santiago Martín califica de referenciales en su magnífica monografía sobre Igor Stravinsky publicada dentro de las Guías Scherzo. A mí me parece que no hay para tanto. Cierto es que la interpretación, de tempi rápidos y fraseo muy ágil, posee una frescura, un nervio y una incisividad que la hacen muy atractiva y, mirando hacia el futuro mucho antes que al pasado de la música rusa al que esta partitura tanto debe, anticipan el mundo efervescente, anguloso y gamberro de Petrushka; incluso por momentos parece que estamos escuchando pre-ecos de Le Sacre. Pero el maestro de Budapest –cincuenta y tres años por aquel entonces– se queda bastante corto en sensualidad, en atmósfera y en evocación poética, como también en grandeza cuando llega la coda final. Tampoco la London Symphony era por entonces la formidable máquina que es ahora, ni la batuta posee ese refinamiento y esa depuración sonoras que otros maestros han demostrado en tiempos más recientes al acercarse a la misma página; incluso la Danza infernal resulta un poco chapucera, para qué vamos a engañarnos. (8)

2. Stravinsky/Sinfónica de Columbia (Sony, 1961). Este registro conserva el incuestionable interés de saber cómo quería Don Igor, o al menos cómo quería a sus ochenta años, que se interpretara el Pájaro. La respuesta es sencilla: rapidito y con mucha incisividad, subrayando aristas, optando a veces por la sequedad –recortados, ásperos y nada grandiosos acordes en el final– y alejándose todo lo posible de referentes románticos o impresionistas para mirar a lo que él mismo haría en el futuro. Por tanto, este testimonio es de imprescindible conocimiento. Quien pretenda encontrar sensualidad, misterio y poesía, o quien desee analizar con perfecta claridad todo el entramado orquestal, que busque en otra parte. (7)


3. Ansermet/New Philharmonia (Decca, 1968). Si no me fallan los datos, esta fue la última grabación que realizó en su vida el maestro suizo. Las circunstancias fueron muy diferentes a las de la mayor parte de su discografía: en vez del Victoria Hall de Ginebra, el Kingsway Hall de Londres con la formidable ingeniería de Kenneth Wilkinson, y en lugar de su Orchestre de la Suisse Romande, nada menos que la New Philharmonia. Y ahí está el gran morbo del asunto. ¿Cómo sonaría en manos del maestro suizo la orquesta de Klemperer? Respuesta: de manera muy distinta, por no decir opuesta. Porque Ansermet, cuya técnica superlativa queda aquí –y en el disco complementario de los ensayos- muy en evidencia, sustituye la incisividad y el granito del maestro de Breslau –también la aspereza bien entendida de Barbirolli– por puro terciopelo dentro de la más ortodoxa tradición francesa. Ideal para ofrecer una lectura lenta, llena de atmósfera, mucho más interesada por lo que el cuento tiene de misterio, de perfume oriental, de evanescencia y hasta de ternura que por la narración teatral, la asperezas y los contrastes. Vamos, todo lo contrario de lo que hizo el propio Igor Stravinski en su registro de 1961. ¿Hizo mal Ansermet? Yo creo que en absoluto: esta música debe muchísimo a la tradición rusa y también puede interpretarse de esta forma. (9)


4. Ozawa/Orquesta de París (EMI, 1973). Enorme sorpresa esta lectura, pues de la combinación de la batuta curvilínea y elegante del maestro oriental con la sonoridad de particular sensualidad francesa de la orquesta parisina podría esperarse una mirada desde el impresionismo. Pues no. Sin menoscabo de que el tratamiento orquestal sea de enorme depuración sonora, es la del joven Ozawa una recreación rápida, incisiva en la tímbrica y de marcado carácter narrativo. Ni “romántica” ni “expresionista”: teatral. Y dicha con enorme convicción expresiva, sin espacio para la blandura o el efectismo. Se podrá echar de menos más misterio en el arranque, o mayor magia poética en la canción de cuna, pero globalmente el resultado es muy alto nivel, y una opción muy interesante para quienes se acercan por primera vez a la obra: es una de las interpretaciones, junto con las muy posteriores de Dudamel en Salzburgo y de Mäkelä con esta misma orquesta parisina, que mejor narra la historia. La toma posee una amplia gama dinámica, pero la ausencia de graves es una importantísima limitación, también en el SACD de Esoteric. ¡Lástima que no se recupere la cuadrafonía original! (9)


5. Boulez/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1975). Esta interpretación, la primera de las cinco que nos ha dejado Boulez del ballet completo, es muy distinta de las posteriores. Por supuesto que ya encontramos aquí el alejamiento del lenguaje “romántico” esperable en el maestro francés, como también esa espectacular radiografía sonora que le caracterizaba: admirable, en este sentido, el trabajo con una New York Philharmonic a las que les realiza exigencias mucho mayores que las de Bernstein cuando aquel era titular. Sin embargo, lo cierto es que los tempi son relativamente rápidos (44’04’’), las sonoridades angulosas e incisivas, la teatralidad elevada y la inmediatez expresiva considerable, todo ello en una lectura que, como las demás hasta aquella fecha con la excepción de Ansermet, se decanta por apuntar hacia el Stravinsky aristado: tremenda la entrada en el palacio de Kachei. La toma no es mala, pero al realizarse a volumen alto pierde en gama dinámica. (8)


6. Colin Davis/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1978). Entrando en la madurez interpretativa a sus cincuenta y un años, el maestro británico –aún sin ser nombrado caballero– se enfrenta de manera directa a la grabación del propio Stravinsky. Los tempi son relativamente lentos. La sonoridad es cálida y suntuosa. La atmósfera se encuentra cargada –soberbia la introducción–. Las melodías vuelan con amplitud y un carácter muy evocador. La tímbrica es variada, sensual y no muy amiga de las aristas. La narración se sustituye por la evocación. Nunca ha sonado esta música tan cerca de Sheherezade. ¿Discutible? Mucho, por la unilateralidad del concepto, aunque no se piensen ustedes que se trata de una recreación blanda: la Danza infernal, magnífica, posee toda la fuerza requerida, aunque está claro que el maestro prefiere recrearse en la Berceuse. La formación holandesa deja clara su proverbial maleabilidad bajo una batuta que la trata con enorme elegancia, destilando belleza bien recogida por una toma de alto nivel. (8)


7. Dohnányi/Filarmónica de Viena (Decca, 1979). El maestro berlinés es uno de los que más se arriesgan a interpretar esta página, y quizá el que se aproxima en mayor manera al Stravinsky posterior. Ni atmósfera, ni sensualidad, ni carácter narrativo. Lo que nos encontramos es una recreación angulosa, afiladísima, muy incisiva en la tímbrica y de un enorme sentido del ritmo en la que, lejos de detenerse ante los aspectos narrativos y poéticos de la página, se adopta una óptica abstracta que pone de relieve los aspectos más avanzados de la escritura. Ello no impide a la batuta frasear con enorme elegancia, trabajar con extrema minuciosidad los detalles y ofrecer una Berceuse particularmente lenta y concentrada. Aunque pudiera parecer lo contrario, la Filarmónica de Viena se muestra ideal para el concepto de Dohnányi. Excelente toma digital realizada en la Sofiensaal de la capital austriaca, aunque le falta un poco de gama dinámica. (9)


8. Ozawa/Sinfónica de Boston (EMI, 1983). Punto de inflexión en la discografía: en lugar de buscar la herencia de la tradición rusa o, por el contrario, de mirar hacia adelante y anticipar lo que llegará poco después, lo que hace el maestro oriental es subrayar los paralelismos con el universo impresionista, ofreciendo por ende una lectura sensual y curvilínea, un punto aérea en su sonoridad, de un colorismo muy refinado –increíble la orquesta bostoniana, la más francesa de entre las norteamericanas-, muy atenta al misterio y más sugerente que propiamente narrativa, lo que no le impide resultar incisiva y bulliciosa cuando debe –magnífico el juego de las princesas con las manzanas de oro– ni desatar grandes explosiones en la Danza infernal. Lo peor es la toma sonora, seca y plana, cortesía del equipo formado por el productor Suvi Raj Grubb y el ingeniero de sonido Christopher Parker. (9)


9. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1984). Toma sonora sensacional para una interpretación que opta claramente por abordar la obra como un cuento naif, lleno de inocencia y de delicadeza –quizá en exceso–, mirando sin complejos a la música rusa del pasado inmediato para desplegar sonoridades exóticas y refinadas de enorme sugestión tímbrica. Eso sí, no siempre dotadas de la suficiente emotividad: escúchese por ejemplo la Berceuse, tratada con asombrosa nitidez en las texturas sin resultar del todo poética. O el final, brillante pero sin la suficiente grandeza. En cualquier caso, el fino olfato de Dutoit y su virtuosística batuta garantizan resultados de alto nivel. (9)

10. Nagano/Sinfónica de Londres (Virgin, 1991-92). Lectura que destaca por su elevado sentido del color y de las texturas, así como por su batuta al mismo tiempo afilada y elegante, analítica al tiempo que poética, también un punto distanciada. En cierto modo puede relacionarse con lo que va a hacer el Boulez tardío, aunque en su elegancia “oriental” recuerda a Ozawa. La toma sonora, muy baja, posee una elevadísima gama dinámica. (9)


11. Boulez/Sinfónica de Chicago (DG, 1992). Este es otro Boulez. Más lento (46’09’’), menos inmediato, mucho más hermético. No se interesa por la herencia romántica, ni por los parentescos impresionistas. Tampoco le preocupa, al contrario que en su registro anterior, mirar al futuro. Lo suyo es el análisis puro y duro: de timbres, de texturas, de ritmos. Y también de melodías, magníficamente cantadas. Todo ello expuesto con la depuración sonora más perfecta que se pueda imaginar, en absoluta sintonía con una orquesta insuperable, amén de muy controlada para evitar cualquier exceso. Al arranque, al igual que en Nueva York más rápido de la cuenta, le falta misterio. El final, sin embargo, esta vez es muchísimo mejor, de imponente grandeza sin rastro de pesadez o exhibicionismo. Todo lo demás, siempre en la línea objetiva impuesta por el maestro, es de un gusto exquisito y no deja de ofrecer delicadeza y poesía cuando es necesario. Toma sonora de espectacular gama dinámica y estupendos graves. (10)

12. Robert Craft/Philharmonia (Naxos, 1996). La carátula reza que se trata de la primera grabación mundial de la versión original de 1910, sin retoques. Bueno. Lo interesante es que, siendo confidente y colaborador de Stravinsky, el estadounidense obvia los aspectos más incisivos de esta música que tanto le interesaban al compositor en su faceta de intérprete para mirar tanto al pasado ruso como a la contemporaneidad francesa, ofreciendo una lectura muy lírica y evocadora, por momentos de una extraordinaria sensualidad –Ronda de las princesas, un tema tomado de Rimsky– delicada sin amaneramientos y no exenta de animación ni de sentido narrativo, a la que por desgracia le falta garra en la Danza infernal, poesía la canción de cuna y, sobre todo, grandeza en un final algo precipitado. La orquesta, por entonces sin titular –entre Sinopoli y Dohnányi se encontraba– no parece encontrarse en su mejor momento. En SACD la toma ofrece carnosidad y relieve, sin toda la claridad deseable. (8)


13. Tilson Thomas/San Francisco (RCA, 1998). El maestro norteamericano deja bien clara su habitual sintonía con el compositor ofreciéndonos una interpretación al mismo tiempo elegante, refinada y teatral, con garra dramática, de elevadísimo sentido del color y de las texturas, que en su fraseo incisivo y con nervio mira claramente hacia el Stravinsky posterior. Dentro de este elevado nivel, hay algunos pasajes que podían estar mejor resueltos, como una Canción de cuna que pierde el pulso en exceso o un final no muy convincente. (8)

 

 

14. Gergiev/Filarmónica de Viena (DVD TDK, 2000). Notable interpretación caracterizada por su fraseo nervioso, su tímbrica incisiva y, sobre todo, por su vitalidad, garra y maravilloso carácter narrativo. Por desgracia, y como era de esperar, Gergiev no se para a matizar mucho en lo expresivo, se interesa poco por la sensualidad que desprende la obra y se muestra poco concentrado cuando debe, por lo que se pierde tanto en atmósfera como en lirismo. También hay, aunque en momentos contados, algún detalle de brutalidad marca de la casa. (8)


15. Boulez/Sinfónica de Chicago (DVD TDK, 2000). No se aprecian diferencias sustanciales con respecto al audio ocho años anterior. Sigue faltando un poco de misterio en la introducción y, en general, de sensualidad y de magia poética, pero a cambio tenemos una arquitectura perfecta, una depuración sonora extrema, un sentido del ritmo admirable y una capacidad de análisis realmente insuperables; el juego de las princesas con las manzanas de oro, la Danza infernal y el final alcanza un portentoso nivel. La gran ventaja aquí es ver además de escuchar, pese a que la realización visual no es la mejor posible: se ve demasiado a Boulez y poco a la orquesta. La imagen, eso sí, es estupenda para un DVD, y portentosa la toma sonora pese a que el surround no es auténtico. (10)


16. Boulez/Filarmónica de Viena (DVD CMajor, 2008). Otra vez Boulez en su línea “de madurez”. Otra vez, sí, pero todavía mejor que antes: a la depuración sonora, claridad, sentido del ritmo y elegancia de sus grabaciones con los chicagoers añade ahora una mayor dosis de “emoción”, no a la manera efervescente y teatral de su ya antiguo registro en Nueva York, sino añadiendo una dosis no pequeña de sensualidad, de poesía –memorable Ronda de las princesas– e incluso de atención a los aspectos impresionistas de la página. Todo ello, beneficiándose de una increíble orquesta que sabe sonar tanto incisiva como “francesa”, en perfecta complicidad con unos primeros atriles que aportan enorme musicalidad, y dentro de una arquitectura soberbiamente planificada en su discurso horizontal hasta alcanzar un final brillante y grandioso sin rastro de ampulosidad. La acústica es algo rara, pero se beneficia del surround. (10)


17. Gergiev/Orquesta del Mariinsky (DVD Bel Air, 2008). Gergiev dirige de manera muy vistosa, con elevado sentido teatral y contagioso dinamismo, haciendo además gala de un rico sentido del color que atiende tanto a lo sensual como a lo incisivo, pero pasa aprisa y corriendo sobre los aspectos líricos, melódicos y evocadores de la partitura, fraseando de manera rutinaria y sin delectación. Muy mal la Danza infernal, donde no solo se muestra bruto, sino que además incurre en la blandura en su segmento lírico. Interesante la coreografía original de Fokin; hay belleza en escenografía y vestuario. (6)

18. Boulez/Orquesta de París (DVD Idéale y Medici TV, 2008). En diciembre de 2008 el maestro baja a la pirámide del Museo del Louvre para ofrecer ante dos mil personas, sentadas en el suelo, su última recreación de la obra. No hay novedad con respecto a la filmación salzburguesa de unos meses atrás, salvo puntualizar que la Orquesta de París, sin ser Viena, resulta idónea para explorar las conexiones de la partitura con el universo impresionista. La filmación de Andy Sommers es menor mareante de lo previsible y saca un admirable provecho de la espectacularidad del recinto. Lástima que la toma deje que desear. (10)

19. Dudamel/Filarmónica de Los Ángeles (DG, 2013). El maestro venezolano ofrece una recreación de trazo curvilíneo, colores pastel, embriagadora atmósfera y delicadísima poesía que se olvida de los aspectos más visionarios de esta música y subraya lo que tiene de feérico, incluso de naif, y entregándose por completo a lo amoroso en una Ronda de las princesas tierna y emotiva como jamás se haya escuchado. Siendo el trazo muy fino, se podrá echar de menos la increíble depuración sonora de un Boulez, así como el sentido de la incisividad que ofrecía el maestro francés, pero en su línea esta recreación es prodigiosa. Una toma particularmente atmosférica resta aristas y añade sensualidad a esta interpretación. El sonido en Atmos es portentoso, pero a medio camino el volumen baja y pasajes decisivos como la Danza infernal o el final pierden fuerza. Qué cosas. (9)

20. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2014). Nunca maestro personal, en el sentido de que renuncia a visiones subjetivas o excesivamente unilaterales, Sir Simon ofrece una muy notable labor “de síntesis” en la que se dan de la mano la magia feérica, la sensualidad, la garra teatral el sentido de la narración y -también- la agresividad aquí imprescindible en determinados momentos, todo ello haciendo gala un impresionante dominio de una batuta con la que trabaja de maravilla a la orquesta. Extrañamente, en los momentos más líricos evidencia una cierta falta de concentración, incluso de vuelo poético, mientras que la Danza infernal acaba con algo de barullo y el Finale no es todo lo grandioso que debería ser. En contrapartida, los primeros atriles berlineses se implican con una expresividad probablemente más intensa y acertada que los de cualquier otra orquesta que haya abordado esta obra. (8)


21. Morlot/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2017). Ya sé que resulta un tópico, pero esta vez es verdad: director francés, versión francesa. Al menos hasta cierto punto. La sensualidad en el fraseo y la tímbrica se ponen en primer plano, el colorido se difumina –aunque hay aristas cuando son necesarias-, el fraseo es curvilíneo y la elegancia se impone dentro de una visión marcadamente feérica, de refinadísima poesía, sin perder por ello sentido narrativo. Falta quizá un poco de personalidad, o al menos de variedad en la expresión, como también un trabajo con las texturas que, siendo de muy considerable calidad, no alcanza el virtuosismo un Boulez o –como veremos– Kirill Petrenko con esta misma orquesta, pero esas relativas insuficiencias las compensan unos primeros atriles que, siempre en sintonía con la opción de la batuta, vuelven a dar una lección de virtuosismo y sensibilidad expresiva. (8)


22. Dudamel/Filarmónica de Viena (Vienna Philharmonic Records, 2020). Esta grabación en vivo en el Festival de Salzburgo, técnicamente soberbia (¡qué relieve alcanza la percusión!), permite a Dudamel ofrecernos una visión distinta a la suya siete años anterior en Los Ángeles. Ahora se interesa menos por la sensualidad, por la atmósfera y por la paleta impresionista para decantarse por una tímbrica más incisiva, una mayor vivacidad en la exposición y, desde luego, un carácter narrativo mucho más marcado. La frescura, la riqueza en el color y la inmediatez expresivas se ponen, de esta forma, por encima de otras consideraciones. Lo interesante es que todo ello lo consigue sin perder un ápice de elegancia, de refinamiento y de finura en el trazo, también de ternura y de elevación poética, y obteniendo de la Wiener Philharmoniker una respuesta casi tan espectacular como la que conseguía Boulez. El resultado, una de más atractivas interpretaciones recogidas en disco, pero con un reparo: la edición es limitada y cara. ¿Solución? Apuntarse a la plataforma se streaming Symphony y ver la versión en vídeo, que además viene con sonido 5.1. (10)

23. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Blu-ray y Digital Concert Hall, 2021). Después de las increíbles radiografías realizadas por Boulez, parecía imposible ir más allá en lo que a claridad, exactitud y depuración sonora se refiere. La formación berlinesa y la increíble técnica de batuta de su titular igualan semejantes logros, y se diría incluso que los superan en riqueza del color y en sensibilidad para las texturas. Otra cosa es la interpretación propiamente dicha: Petrenko se muestra animado, narrativo a la par que elegante, e incluso sabe atender al sentido del humor, pero cuando se trata de destilar misterio –el arranque, sobre todo–, sensualidad y vuelo lírico, se queda bastante corto. ¿Cómo le ocurrió a Dudamel en Salzburgo? No, no es mismo. El venezolano no resultaba soso en absoluto, antes lo contrario, pero este señor sí. El final, como Morlot con la misma orquesta cuatro años atrás, lo plantea como le gustaba hacerlo al propio Stravinsky: cuadriculado y restando grandeza. (8)


24. Mäkelä/Orquesta de París (Decca, 2022). Sin llegar al grado extremo de claridad y depuración sonora que consiguieron Boulez y Petrenko, el maestro finlandés se le acerca muchísimo en este sentido y añade un sentido del color más rico, mayor variedad expresiva y –sobre todo– un sentido teatral considerablemente más desarrollado. La recreación de Mäkelä sabe ser al mismo tiempo sinfonismo puro y ballet puro. Ese es el milagro: encontramos una radiografía maravillosa de la escritura orquestal, fascinante paleta tímbrica y sentido de la brillantez en su justa medida, pero también mucha, muchísima narración, todo ello expuesto con un sentido del matiz expresivo fuera de serie. Ayuda una toma de lujo que sabe situar los micrófonos cerca para que no se pierda un detalle, pero ahí hay detrás un soberbio trabajo tanto técnico como expresivo formidable que demuestra que nos encontramos ante un director de enorme potencial y, no vayamos a dejarla en segundo lugar, ante una Orquesta de París que se encuentra en el mejor momento de su historia. ¿Algún reparo? El final lo encuentro demasiado rápido: me hubiera gustado más solemne. (10)

 

25. Mäkelä/Orquesta de París (Medici TV, 2024). En marzo de 2024 Klaus Mäkelä y los de París ofrecen un concierto en el Carnegie Hall con al mismo programa Stravinsky de su disco dos años anterior. El Pájaro recibe una interpretación de nuevo sensacional, pero da la impresión de que no llega a la increíble altura del audio. Quizá la razón se encuentre en la toma, mucho menos buena: es posible que los ingenieros de Decca fueran en no pequeña medida responsables de la increíble calidad de aquel registro. El final vuelve a ser algo apresurado. En cualquier caso, se agradece muchísimo disfrutar con imágenes de esta recreación llena de inmediatez y sensualidad. (9)

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