No iba a escribir nada sobre el Réquiem de Mozart que se ofreció en el Teatro Villamarta el día 14 de marzo. Total, está muy bien que el aforo se llene, que la gente se acerque a la música y que el coro local cumpla la ilusión de cantar esta obra maestra. Lo que el crítico de turno piense no tiene la más mínima importancia al lado de todo esto. Pero claro, leo la siguiente crítica (?) en Ópera Actual y no puedo dejar de cabrearme. Porque una cosa es lo dicho antes, crear afición, y otra muy distinta poner el listón en lo más bajo. No, en Jerez se debe aspirar a mantener un nivelito. No se puede aplaudir todo como si tuviéramos delante a la Filarmónica de Viena.
Y es que la Filarmónica de Málaga se mostró muy discreta a la hora de hacer justicia a una partitura que exige una depuración sonora muy especial. Lo mismo debo decir de Elena Salvatierra, que dirigió con muy buen gusto pero fue incapaz de mantener el mínimo de tensión exigible: todo sonó plano, aburrido, mortecino. "Un velatorio más que un réquiem", me decía un veterano y experto melómano local. Pues sí. El Coro del Teatro Villamarta, flojo e incluso menos que eso: hubo galimatías en algún momento -creo que fue la fuga del Hosanna-. Mal la soprano, discretos mezzo y barítono. Lo único realmente bueno fue el tenor, de emisión particular -a lo Robert Tear, para que ustedes me entiendan- pero muy firme, valiente y con clase.
Total, un muermo considerable. Seguirá pareciéndome bien que se hagan cosas así, pero no que se le tome el pelo al personal presentando como bueno algo abiertamente mediocre.
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