jueves, 7 de junio de 2018

Rattle dirige Widmann, Lutoslawski y Brahms

Esta noche ofrece el Auditorio Nacional de Madrid lo que los organizadores, con toda justicia, llaman “el concierto del año”: Sir Simon Rattle con la Filarmónica de Berlín. Todo un acontecimiento que hay que agradecer a Ibermúsica, aunque la cruda realidad es que muchos buenos melómanos se quedarán sin asistir por motivos puramente económicos: a 210 euros la entrada más cara y 50 la más barata –como expliqué por aquí, sale más barato escuchar a la Filarmónica de Viena en la Musikverein–, el asunto es como para pensárselo dos veces. No me extraña que, en el momento de escribir estas líneas, queden aún 99 butacas libres.


Felizmente, quienes por esta y por otras razones no podemos acudir tenemos la oportunidad de calibrar a través de la Digital Concert Hall los resultados artísticos que con el mismo programa estos artistas alcanzaron en el concierto del pasado 27 de mayo en la Philharmonie. ¿Y cómo salieron las cosas? Magníficamente en lo que a la orquesta se refiere, pero de manera irregular en lo que compete a Sir Simon. Como era de esperar, porque de su Tercera de Lutowslawski y de su Primera de Brahms ya teníamos noticias.

Eso sí, antes de que se sirvieran los dos platos fuertes se presentaba un estreno mundial de Jörg Widmann, de quien algo he dicho en este blog hace muy poquito. Danza sobre el volcán ha resultado ser una página magníficamente escrita que, en su brevedad, sabe conciliar un lenguaje digamos “moderno” con la brillantez sonora, la inmediatez expresiva, el virtuosismo y hasta la espectacularidad; atrapa de principio a fin y se disfruta muchísimo. Es, además, una obra muy divertida, pero aquí debo callar para no hacer ningún spoiler.

De la magistral Sinfonía nº 3 de Lutoslawski realicé una comparativa en este blog en la que, al actualizarla, incluí la versión de Rattle y los berlineses ofrecida por la misma Digital Concert Hall allá por 2012. Puedo repetir palabra por palabra lo que entonces escribí:
"Sir Simon toma como modelo claro la realización del propio autor con la misma orquesta de 1985, y consecuentemente ofrece –armado de una técnica de batuta portentosa y secundado por una orquesta pletórica de facultades– una realización ante todo lírica y sensual, fascinante en el tratamiento de las texturas y muy emotiva, aunque quizá al británico se le va un poco la mano a la hora de “romantizar" la obra; un poco más de incisividad, de mala leche y de garra dramática en determinados no le hubiera venido mal a esta interpretación quizá un punto más amable de la cuenta, pero en cualquier caso de espléndido nivel."
¿Algo que añadir? Sí: que esta vez me ha gustado todavía más que antes por la manera que tiene Rattle de revelar, colorear y otorgar significación expresiva a las texturas de esta fascinante página; también por la calidez e incluso la emotividad de determinados pasajes, aunque los relativos reparos que entonces puse también siguen vigentes.

Del Brahms de Rattle también hablé en el blog, y no precisamente para bien, a raíz de su integral en disco compacto registrada por EMI en 2008. Escribía entonces que “este Brahms es puro sonido. (…) La arquitectura está perfectamente trazada, sin altibajos en las tensiones. Y la habitual extroversión del director británico, cuyas ganas de comunicar logran como siempre enganchar al oyente, se ve sensatamente acompañada por un notable sentido de lo otoñal (…) Pero Rattle se queda ahí, en un brillante y extremadamente virtuosísimo espectáculo sonoro que no trasciende en absoluto. (…) Su Brahms seduce y a ratos engancha, pero resulta insincero y, la postre, no emociona”.

Los apuntes que por aquel entonces tomé sobre su lectura de la Sinfonía nº 1 coinciden bastante con lo que he apreciado en esta recreación diez años posterior. La introducción resulta bastante lineal, desarrollándose a partir de ahí un primer movimiento de enorme corrección que se beneficia de la que sencillamente es la mejor orquesta del orbe para esta página, pero sin que la garra y la sinceridad terminen de hacer su aparición: en las grandísimas versiones de la página (Solti, Bernstein/Viena, Giulini/Viena, Barenboim/Berlín) hay frases muchísimo más aprovechadas, la flexibilidad se hace más evidente, se alcanza mayor fuerza visionaria en los picos dramáticos y, desde luego, se aprecia un lenguaje mucho más inequívocamente brahmsiano.

En el segundo lo mejor vuelve a ser la orquesta, por sonoridad global y por la excelsitud de sus solistas, mientras que la batuta se queda en la superficie: todo hermosísimo pero sin ese peculiar lirismo agridulce que esta música necesita. El tercero me ha gustado más que el de antes: lo encuentro irreprochable en su ortodoxia.

La introducción al cuarto me sigue pareciendo mejorable; la enunciación del tema principal tampoco posee la calidez y la nobleza que asociamos con él, pero en seguida Rattle se pone las pilas y termina ofreciendo un Finale con muchísimo gancho en el que, felizmente, no he encontrado los excesos de hace una década, cuando quedaba demasiado patente el deseo de epatar con metales y percusión. También ahora la toma sonora es más satisfactoria, pues la de los ingenieros de EMI parecía subrayar en exceso los timbales y las frecuencias graves en general.

En definitiva, un placer absoluto escuchar a esta orquesta en estos repertorios, como en cualquier otro: los asistentes al concierto de esta noche se lo pasarán en grande. Pero Rattle, se mire por donde se mire, sigue siendo muchísimo mejor director en la música del siglo XX que en la de la centuria anterior.

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