viernes, 5 de agosto de 2011

Barenboim y la WEDO en Ronda, 2011

El concierto ofrecido por la West-Eastern Divan Orchestra el sábado 30 de junio en la localidad malagueña de Ronda, cuyo comentario se me había quedado en el tintero, no puede juzgarse bajos los mismos parámetros que el del día después en el Maestranza sevillano (enlace) debido a la deficiente acústica de la Plaza de Toros, por cierto la más antigua de España: aunque por fortuna al final se optó por no amplificar el sonido, el aire libre hace muy difícil el empaste y crea desequilibrios difíciles de solventar. De ahí que la WEDO no sonase ni mucho menos de la manera extraordinaria con que lo hizo al día siguiente, aunque a esto hay que añadir que sus miembros, en el que era el primer concierto público de esta edición, no parecían estar en plena forma ni del todo concentrados; sin duda a lo largo de la gira terminarán de pulir determinados aspectos técnicos en sus recreaciones de las sinfonías Cuarta y Séptima de Beethoven.

Barenboim Ronda 2011

Dicho esto, la dirección de Daniel Barenboim respondió plenamente a su categoría como uno de los más grandes intérpretes beethovenianos que se han conocido (enlace), haciendo gala de un rigor arquitectónico, una seguridad en el trazo, una belleza sonora y una fogosidad encomiables, como también de una profundidad que se aleja por completo de cualquier tentación de exhibicionismo y defiende a la música del sordo genial como lo que es: una maravillosa fusión entre reflexión humanística y catarsis emocional. Esto último es justamente lo que mejor define su recreación de la Séptima Sinfonía, muy alejada aquí tanto de la mera “cabalgada” que ven en ella muchos directores como de esa “apoteosis de la danza” de la que hablara Wagner no se sabe muy bien por qué. Toda la interpretación estuvo llena de detalles de interés, destacando en este sentido el tratamiento del doble trío del scherzo, si bien hemos de reconocer que la del año pasado en la Mezquita de Córdoba (enlace) alcanzó una electricidad y una riqueza de matices aún superior.

Personalmente me quedo con la Cuarta Sinfonía que la antecedió en Ronda, dirigida con elevada inspiración y una “magia espiritual” que distanció la obra de sus innegables raíces clásicas para centrarse en el mundo expresivo del Beethoven maduro. Cierto es que al scherzo le faltó un punto de incisividad, incluso de rusticidad -aunque fue portentoso su trío-, pero a cambio la introducción del primer movimiento alcanzó una concentración impresionante y todo el Adagio alcanzó un vuelo poético que solo ha sido superado por un Schmidt-Isserstedt, un Bernstein o un Celibidache. Musicalísimas las intervenciones solistas, que Barenboim modeló con admirable plasticidad. Lástima que el público rondeño aplaudiera entre movimientos.

Antes de comenzar el programa oficial contamos con la intervención de la Orquesta Al-Andalus, esto es, la plantilla juvenil de la WEDO, reducida en tamaño y con una notable cantidad de niños entre sus integrantes. Es su única aparición en toda la gira, y la intención no es tanto ofrecer una gran interpretación a los oyentes como la de darle a estos chavales la oportunidad de conocer “de verdad” qué significa tocar en una orquesta delante de un público que ha pagado una entrada. Por si fuera poco, Barenboim escogió La Sinfonía Haffner, que como todas las de su autor resulta particularmente difícil de tocar. Con semejante acústica no se puede decir que la Al-Andalus sonara bien, pero lo cierto es que se alcanzó el objetivo señalado. ¿Y la “interpretación” propiamente dicha, es decir, la labor de Barenboim? Pues magnífica, siempre en la línea de ese Mozart rotundo, denso y dramático que tanto le gusta el de Buenos Aires. Si se acepta que esas grabaciones que todos tenemos en mente de Furtwängler o Celibidache dirigiendo a orquestas mediocres son magnificas, lo mismo podemos decir de esta 35 de Mozart que se escuchó en Ronda.

Ah, preciosa la iluminación de la plaza de toros y muy agradable la temperatura. Como nota negativa, el retraso en el comienzo de la función -fue culpa de Barenboim, como se dicho en El País- y la terrible antipatía de varios de los miembros de seguridad contratados por la Real Maestranza de Ronda. Esos detalles deben cuidarse.

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