domingo, 19 de octubre de 2025

De la belleza

Escribía esta mañana que vivimos entre basura estética. Y lo afirmaba movido en buena parte pro la cantidad de versiones abiertamente feas, por no decir voluntariamente feístas, de la Sinfonía nº 8 o 9 de Franz Schubert, Inacabada o Incompleta, o como ustedes quieran llamarla, hechas por intérpretes "de instrumentos originales" que me he ido tragando en estos últimos días. No dudo que detrás de ellas suele haber sesudos argumentos musicológicos. Además, coincido en que esta música por completo genial no puede quedarse en la mera seducción tímbrica y melódica. Pero al final uno termina harto de esas cuerdas sin vibrar por completo inexpresivas, esos ataques excesivamente incisivos, esos bramidos de los metales, esos contrastes violentos, esos timbales bien de extrema sequedad, bien explosivos y en primerísimo plano, ese tratamiento de la orquesta a hachazo limpio, esa insistencia en quebrar el discurso y causar sobresaltos... 

Y hete aquí que tropiezo en YouTube con un testimonio consolador. Seiji Ozawa y la Filarmónica de Viena en el Suntory Hall de Tokio en 2016. Es de lo poco que dirigió ese día: del resto se encargó Zubin Mehta. El testimonio es precario desde el punto de vista audiovisual: la imagen que han subido es de mala calidad, y el audio, además encontrarse tímbricamente distorsionado, adolece de una compresión dinámica tan grande quem hay que estar todo el tiempo con el mando a distancia subiendo y bajando el volumen. Pero merece la pena.

Resulta entrañable ver a un Ozawa físicamente hecho polvo sacando fuerzas para hacer aquello que más le gusta en complicidad con una de sus orquestas más queridas. Y merece la pena (re)descubrir que esta música sí que puede ser hermosa. Increíblemente hermosa. Casi tan hermosa como la que se escuchó el otro día con Barenboim y la Filarmónica de Berlín. Bajo la dirección de Ozawa la D. 759 suena elegantísima, redonda y depuradísima en la sonoridad, tímbricamente incomparable (¡qué violonchelos!) pese a la referida distorsión, natural en la planificación, cantable a más no poder en el fraseo y todo eso que ustedes ya saben. Lo interesante es que, aun sin ser la suya una interpretación precisamente a tumba abierta, hay también tensión interna, sabor agridulce, drama y desazón.

Al final, uno se pregunta si los Jacobs, Venzago, Herreweghe, Emelyanychev, Savall y Heras-Casado de turno, con sus versiones completamente historicistas o de tercera vía a medio camino entre lo blando, lo frívolo, lo brutal o lo espasmódico, no estarán recurriendo a efectos baratos sencillamente porque "lo otro" no son capaces de hacerlo a la altura de los directores realmente grandes. Incluso cabe la posibilidad de que nos estén tomando el pelo. Y comparen, comparen cómo suenan los Wiener Philharmoniker con la sonoridad de la técnicamente magnífica (¡qué duda cabe!) Orquesta Barroca de Friburgo, o con la de la Orquesta de los Campos Elíseos, con Le Concert des Nations... o con la Barroca de Sevilla. ¿Se ha vuelto sordo todo el mundo, o qué? Aunque luego claro, a uno de estos directores le dan un Premio Nacional de Música y todos a practicar, como dice un amigo mío, la laudatio-fellatio. Lo dicho: vivimos entre toneladas de basura estética.

Vivimos entre basura estética

Esta entrada es para disculparme por la nula actualización del blog en estos últimos días: no tengo tiempo libre más que para ir escuchando diferentes versiones de la Inacabada de Schubert. Eso sí, aprovecho para demostrarles que vivimos entre toneladas de basura estética. Pongan el siguiente vídeo y procuren no reírse demasiado.



sábado, 11 de octubre de 2025

Obertura de Oberón, de Weber: discografía comparada

Iba a proseguir el hilo de la entrada anterior comentando el histórico concierto de Barenboim y la Filarmónica de Berlín de la semana pasada, ya disponible en la Digital Concert Hall, pero han sido tantas las versiones que a tal efecto he ido escuchando a lo largo de los últimos días de la obertura de Oberón de Carl Maria von Weber varias veces la del argentino que me decido a presentar los resultados de la audición en forma d discografía comparada.

Antes de proseguir, conviene recordar que esta ópera en tres actos se estrenó en el Covent Garden en 1826, habiendo adquirido su obertura una difusión mucho mayor que la obra lírica en su integridad. No debe extrañar, por ello, que en la lista que comienza a continuación aparezcan la mayoría de los directores de primera fila. Una pena que no exista ningún testimonio de Giulini dirigiéndola.



1. Walter (YouTube, 1931). Morbazo enorme: ver y escuchar al judío Walter dirigiendo en Berlín en 1931. Tengo dudas sobre la orquesta, porque aunque en los comentarios alguien afirma que se trata de la Filarmónica de Berlín, en el rótulo del vídeo reza que Bruno Walter es “Generalmusikdirector”. ¿Vemos quizá a la de la Städtische Oper, actual Deutsche Staatsoper, de la que el maestro era entonces titular? La versión musical, muy briosa y contrastada, no es convence en absoluto por su rapidez y carácter machacón, si bien hay que aplaudir la intención de Walter de remansarse en la sección central; la voluntad le dura poco, por desgracia. (4)



2. Furtwängler/Filarmónica de Viena (EMI, 1950). Producción de Walter Legge realizada en la Musikverein que nos presenta al mejor Furt tardío y “de estudio”, esto es, un dechado de nobleza, de sensualidad, de amplitud melódica y de magia poética en perfecta combinación con el brío y el impulso dramático que la página necesita, todo ello aderezado con el dominio de la agógica (¡qué rubatos!) marca de la casa del inolvidable maestro berlinés. El nuevo reprocesado permite disfrutar sin especiales problemas de la sonoridad de la orquesta. (10)



3.  Böhm/Filarmónica de Viena (Decca, 1951). Aunque puede influir la toma a la que le va haciendo falta un nuevo reprocesado que recoja mejor las dinámicas, da la sensación de que a Karl Böhm la orquesta le suena más claramente vienesa que a Furtwängler, particularmente en una introducción en la que la tímbrica plateada de la cuerda hace maravillas. Por lo demás, otra espléndida lectura "con denominación de origen", bien equilibrada entre elegancia y vigor dramático, irreprochable en el trazo y de gran belleza. Faltan solo la personalidad y la flexibilidad particular de su colega: el de Graz siempre fue un poco adusto. (8)



4. Szell/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1952). La mejor tradición centroeuropea llega a New York de la mano de un Szell de cincuenta y cuatro años que, como siempre, prima la perfección por encima de la emoción, pero que también evidencia irreprochable gusto y buen instinto a la hora de equilibrar los ingredientes expresivos tan distintos entre sí que alberga está página: hermosa y concentrada la introducción, tan brioso como elegante el resto. En cualquier caso, la orquesta no es nada del otro jueves y él mismo, ya con el instrumento increíble que todos asociamos a su arte, alcanzará una mayor inspiración que aquí. La toma es discreta. (7)



5. Toscanini/Sinfónica de la NBC (RCA, 1952). Otro europeo en Nueva York, pero este muchísimo menos cuidadoso y bastante más vulgar. Aunque no siempre, la verdad sea dicha: don Arturo dirige bien la introducción, paladeada con elegancia y atenta a la plasticidad orquestal. El problema llega con la sección rápida: el de Parma se echa a correr de manera desbocada nada que ver con el autocontrol de Szell, convirtiendo la electricidad en verdadera razón de ser y pasando por encima de las posibilidades melódicas de la música. Y lo hace con discutibilísimo gusto, enfatizando de manera grosera los metales y planteando las transiciones con brocha gorda. Ofrece la incuestionable claridad que es marca de la casa, cierto es, pero para eso mejor acudir a lo que el maestro húngaro hizo el mismo año. (5)



6. Sawallisch/Orquesta Philharmonia (EMI, 1958). Sawallisch aún no había cumplido los treinta y cinco cuando se puso a las órdenes de Walter Legge para hacer exactamente eso para lo que el productor discográfico había creado la Philharmonia: alcanzar el mayor nivel de perfección técnica posible. Lo consiguió. Además de eso, el maestro bávaro ofreció una enorme solidez en el trazo concentrado, firme, sin precipitaciones, equilibrio expresivo y bien gusto. La inspiración poética, lástima, se quedó por el camino: él no tenía culpa de que tan solo dos años después vendría Klemperer a demostrar que se podía sacar mucho más partido de la página. La toma es un estéreo correcto para la época que sufre bastante distorsión; una pena que Warner no se haya animado a realizar un nuevo reprocesado de este material. (8)



7. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1960). La relativa relación temática de esta página con El sueño de Mendelssohn se da también en lo interpretativo, porque lo que el genial maestro de Breslau hizo con la partitura mendelssohniana que ilustraba la obra teatral de Shakespeare enlaza en buena medida con la concentración llena de magia feérica de la introducción, con la manera de combinar sonoridades graníticas con la máxima agilidad, transparencia y depuración sonora posibles, con la fuerza interna intensa pero ajena al arrebato pasional y con la poesía al mismo tiempo tremenda cuadratura del círculoelegantísima y severa que despliega en esa obertura de Weber. Le falta, eso sí, ese punto de sensualidad y de humanismo que había conseguido Furtwängler y de los que mucho más tarde harán gala Celibidache y Barenboim. El sonido ha quedado bastante aceptable con la alta definición de 2023, pese a ser un poco lejano. (9)



8. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1960). Podría esperarse que esta lectura se viese perjudicada por las precipitaciones del Bernstein juvenil, pero no: la introducción se encuentra expuesta con sosiego, plasticidad en el tratamiento de la cuerda y magia poética. Luego sí que Lenny de desmelena, pero a pesar del carácter un tanto primario del trazo su inconfundible mezcla de frescura y comunicatividad termina ganando la partida. La toma adolece de una importante distorsión tímbrica, si bien la alta resolución del nuevo reprocesado resulta muy bienvenida. (7)



9. Szell/Orquesta de Cleveland (CBS, 1963). Esta vez con una toma de sonido a la altura de las circunstancias y respaldado por la increíble orquesta que él mismo fue forjando con paciencia, el maestro de Budapest repite y mejora su notabilísimo acercamiento, francamente sólido en el trazo y muy certero en lo expresivo, que solo en comparación con lo que habían hecho un Furtwängler o un Klemperer dejar entrever que hay más literalidad que poesía en los resultados. (8)



10. Kubelik/Sinfónica de la Radio Bávara (DG, 1963). Desde el registro de Furtwängler no se escuchaba una introducción tan inspirada, no ya por su concentración, sino particularmente por su sensualidad, humanismo y magia poética. Una pena que seguidamente al maestro checo se le vaya la mano en lo que a electricidad y energía se refiere: está muy bien que el planteamiento aúne vigor, fuerza y rusticidad bien entendida, aportando igualmente una dosis muy interesante de frescura y desparpajo que se aleja un tanto de lo que habían hecho un Böhm, un Szell o un Klemperer, pero hay más nerviosismo de la cuenta y se echan en falta el autocontrol de los citados maestros. Toma con distorsión: le va haciendo falta un nuevo reprocesado. (7)



11. Szell/Orquesta de Cleveland (Sony, 1970). Aceptable toma en vivo realizada en Tokio para una lectura en la misma línea que la que el maestro y su orquesta realizaron en estudio, sólida y bien trabajada, pero lo cierto es que la inspiración parece algo menos: junto con la energía, el empuje y el entusiasmo están también esa tendencia a los ataques secos y el fraseo enjuto propios de Szell. (7)



12. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1971). Una tos nos hace pensar que la toma, con más soplido de fondo y distorsión de lo esperado, podría ser en directo. Pero no: estamos en la Jesus-Christus-Kirche y el ingeniero es Günter Hermanns. Simplemente, las cosas no se hicieron bien. Y es una pena, porque la interpretación es de altura. Las secciones en piano están dichas con una certera mezcla de sensualidad y depuración sonora, mientras que las extrovertidas son puro brío, opulencia y rotundidad, siempre con la más perfecta planificación. Todo ello, por descontado, dentro de un enfoque marcadamente sinfónico mucho músculo en la sonoridad en el que el deleite en los grandes contrastes dinámicos y una contundencia excesiva juegan en contra. Puro Karajan, en definitiva. (8)



13. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1973). Ante todo, es necesario destacar el soberbio nivel técnico que alcanzan el maestro húngaro y la orquesta a la que había llegado tres años atrás: hay que esperar a que la Filarmónica de Berlín ofrezca sus interpretaciones con Petrenko, Weigle y Barenboim para escuchar algo con tan alto grado de depuración sonora, seguridad, brillantez y belleza. En lo expresivo, sorprende que el por entonces todavía algo nervioso Sir George paladee con semejante concentración la mágica introducción de la obra, trabajando a la cuerda con enorme plasticidad y haciendo un uso muy sutil de los reguladores. Por descontado, el resto es puro Solti sanguíneo y vital, muy apoyado en el ímpetu rítmico y la incisividad de los ataques, brillante en el mejor de los sentidos, pero capaz de sujetar bien las riendas no siempre lo conseguía y de ofrecer matices que eviten caer en la linealidad en la que incurrieron otros directores con parecidos planteamientos. Equilibrada y natural la toma realizada en el Medinah Temple, cortesía del gran Kenneth Wilkinson. (9)



14. Celibidache/Filarmónica de Múnich (EMI, 1985). Va lento el maestro rumano (10:45). Lento y algo parsimonioso, a decir verdad: en 2025 Barenboim le superará en minutaje, pero no dará esa sensación de morosidad. Pero importa poco, porque lo importante es que Celi se decide a plantar cara a la tradición de abordar la página desde una perspectiva eminentemente extrovertida, briosa e incisiva, tratando a la música con un vuelo melódico, una sensualidad y un carácter efusivo que hasta entonces no había sido puesto tan de relieve. Con el resultado tiene mucho que ver el fraseo mórbido, flexible y plenamente orgánico de una batuta que se las sabía todas a la hora de poner matices, otorgar sentido expresivo a los colores, planificar transiciones y atender a la claridad perfecto equilibrio polifónico sin dar la sensación de que esta se encuentra en el punto de mira. Eso sí, la orquesta tiene importantes limitaciones y sus primeros atriles en modo alguno se pueden comparar con los que más adelante lucirá la Filarmónica de Berlín en sus diferentes filmaciones. (10)



15. Norrington/The London Classical Players (EMI, 1988). Pionera propuesta historicista para hacer Weber sin vibrato y con instrumentos originales. A mi entender no hacía ninguna falta, pero también es cierto que Sir Roger conecta bastante bien con el carácter bullicioso y efervescente de esta música, que cuida de manera apreciable la sonoridad, que frasea sin precipitaciones y que presta más atención que otros maestros famosos a esa importante sección lenta central que permite aliviar tensiones y preparar las venideras. Eso sí, la expresividad más bien insulsa de la cuerda y la tendencia a la levedad que eran de esperar están ahí, para disgusto del oyente tradicional, y como a su vez tampoco hay aquí ninguna de esas “gamberradas” que tanto le gusta a la actual kale barroka, esta recreación en su momento presuntamente atrevida se ha quedado un poco en tierra de nadie. (7)



16. Sinopoli/Staatskapelle de Dresde (DG, 1995). Uno de los directores más injustamente tratados por una parte de la crítica y de algunos músicos, ahí están las venenosas declaraciones de Teresa Berganza fue el malogrado Sinopoli, quien aquí ofrece una interpretación de perfecto estilo y considerable inspiración. Sobresale en ella toda la sección introductoria, cierto es que algo pimpante en lo que podemos denominar “marcha élfica”, pero de una sensualidad y belleza rara vez escuchada; las calidades tímbricas de la orquesta sajona tienen mucho que ver, claro está. Por lo demás, cierta tendencia a lo curvilíneo en el fraseo que es marca de la casa y mucho fuego bien controlado. Una mayor atención a la claridad, eso sí, se hubiese agradecido. (8)



17. Barenboim/Filarmónica de Israel (DVD Euroarts, CD Sony, Stage+, 1996). En este concierto por el 60 aniversario de la formación israelí Daniel Barenboim se ocupó únicamente de la obra que abría el programa. Y lo hizo con enorme acierto, hasta el punto de que aportó uno de los mejores registros hasta la fecha. No en lo que se refiere a la ejecución, ciertamente, porque la orquesta no es gran cosa y dista de ofrecer la limpieza y belleza sonora de otras formaciones, pero sí en lo interpretativo: enorme dosis de misterio y sensualidad embriagadora en la introducción, mágicas texturas feéricas más adelante y, ya en el resto de la partitura, un equilibrio perfecto entre músculo y agilidad, pero sobre todo entre fuego y voluptuosidad lírica. Sí, es cierto que en toda la parte extrovertida se echa de menos mayor personalidad, pero lo compensa la atención prestada a la sección lírica intermedia, que paladea con primor. (9)



18. Sinopoli/Staatskapelle de Dresde (Hänssler, 1998). Lo mismo de tres años atrás, solo que esta vez no se trata de una grabación “en estudio” en la Lukaskirche sino otra en directo en la Semperoper. Suena peor, así que resulta prescindible. (8)



19. Haitink/Orquesta del Covent Garden (YouTube, 1999). Esta filmación televisiva de la etapa en que fue titular de la Royal Opera recuérdese: lugar del estreno– es perfecto testimonio de arte justamente calificado de “objetivo” que caracterizaba al maestro holandés: extraordinaria solidez en la construcción, gusto irreprochable y renuncia a dejar una huella personal, bien en forma de creatividad, bien en la voluntad de subrayar unos aspectos por encima del otro. Por eso mismo resulta quizá un poquito lineal, dentro de su considerable nivel. (8)



20. Jansons/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall y Stage+, 2000). Filmación en Tokio, de buen sonido e imagen por debajo de los estándares de hoy día, en la que Mariss Jansons deja constancia de su enorme solvencia y profesionalidad, como también de un gusto irreprochable en el que no hay espacio para las precipitaciones ni los excesos en que incurrían directores mucho más famosos, pero en la que tampoco terminan de aflora la poesía que anida en los pentagramas: todo en su sitio, y ya está. (7)



21. Thielemann/Filarmónica de Viena (DG, 2002). Hay que agradecerle al maestro berlinés que apueste por una lectura amplia de tempi en la que la cantabilidad, y no el carácter trepidante por el que apuesta la mayoría de las batutas, se ponga en primer plano en esta recreación en la que la belleza sonora de los Wiener Philharmoniker es otra baza fundamental. Pero en ella reside, paradójicamente, lo discutible del resultado: a Herr Thielemann le va la marcha en este sentido y se recrea de manera excesivamente narcisista en los mimbres que tiene a su disposición, por no decir que incurre en lo preciosista e incluso en lo relamido. Lástima. (7)



22. Neeme Järvi/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2010). Grata sorpresa la del patriarca de los Järvi, en esta ocasión mucho más que un concertador con oficio. Hay en su lectura sonoridad apropiada, solidez en el trazo y equilibrio expresivo, pero también apreciable musicalidad y buen gusto: las melodías están bien cantadas, el impulso vital se encuentra sólidamente controlado e impera el buen gusto. Eso sí, ni el tratamiento orquestal resulta particularmente refinado ni la poesía alcanza todo su potencial: nunca fue lo suyo. Gloriosos los primeros atriles. (8)



23. Jansons/Filarmónica de Berlín (Blu-ray Euroarts y Digital Concert Hall, 2017). Repetición de la jugada, esta vez una filmación en Pafos, en la hermosísima costa de Chipre. La imagen es ahora superior, el sonido menos bueno. ¿Y la interpretación? Pues a pesar de las soberbias intervenciones de los primeros atriles, más artesanía de primera calidad que arte propiamente dicho. Demasiada competencia discográfica como para prestarle atención al resultado. (7)



24. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2021). Reveladora la comparación de esta lectura del nuevo titular de os Berliner Philharmoniker con la de Neeme Järvi once años anterior: el maestro ruso alcanza una dosis superior de refinamiento, agilidad, transparencia y belleza tímbrica, pero en lo expresivo se muestra mucho menos centrado: los momentos líricos le resultan preciosistas antes que sensuales, mientras que cuando hay que galopar la noble elegancia que exige Weber se ve sustituida por cierta tendencia a lo saltarín, incluso a lo frívolo; eso sí, derrochando electricidad tanto en lo puramente audible como en la gestualidad sobre el podio. Menos mal que ahí están otra vez esos descomunales solistas para poner el listón muy alto. (8)



25. Weigle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2025). Sin salirnos de las filmaciones disponibles en esta plataforma, se diría que la recreación del maestro berlinés gesto sereno, sobrio y atento, sin necesidad de montar el numerito es una combinación de la musicalidad, el equilibrio y el control de Neeme Järvi con la depuración sonora, el virtuosismo y la belleza de un Kirill Petrenko, superando ampliamente a este último en lo que a amplitud melódica, nobleza y vuelo poético se refiere. Solo le falta un poquito más de personalidad e imaginación. Una vez más, es difícil concebir una orquesta mejor y más idónea para la presente partitura; es de justicia aplaudir de manera especial las intervenciones de la trompa de Yun Zeng, que repetirá el prodigio tan solo siete meses más tarde con Barenboim. (9)



26. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2025). Barenboim después de la pandemia. El Barenboim más lento. El menos severo, el menos empeñado en convertir la interpretación musical en un ejercicio de reflexión sobre el dolor. El más abierto a la luz, a la sensualidad, a la delectación melódica. El más conciliador. Y también el más genial posible. Los 9:30 minutos he restado los aplausos de la lectura en Tel Aviv se transforman en 11:17, ahí es nada. Se puede echar de menos el carácter trepidante de entonces, pero la música respira como no lo ha hecho en ninguna otra versión, los increíbles solistas de la orquesta tocan con una musicalidad y desinhibición incomparables, la sensualidad se multiplica sin que en ningún momento se roce el narcisismo, la nobleza más humanística sustituye a la rítmica implacable por la que se decantan la mayoría de los directores, y en toda la sección introductoria se alcanza una magia poética insólita, aunque quizá sea la sección lírica central en la que se realiza un descubrimiento en toda regla: ni una sola de las batutas que hemos visto desfilar, quizá ni siquiera la de Celibidache, llegó a intuir toda la música que aquí había. Por lo demás, Barenboim aporta sutilísimos, casi imperceptibles juegos agógicos y dinámicos que otorgan una sensación de naturalidad, de libertad y de fluidez en el discurso que no se evidencia en esas otras recreaciones antedichas, empezando por la de Karajan. Todo ello servido por una orquesta técnicamente perfecta en el archivo de la plataforma se ha corregido un levísimo roce del portentoso trompa que se presenció en directo, bellísima en su sonoridad y, curiosamente, menos oscura y más tornasolada que en otras ocasiones, como si el maestro quisiera remarcar su pertenencia a la gran tradición germánica e incluso que sonara… pues eso, a su antigua Staatskapelle de Berlín. ¿Quizá tenga algo que ver que esta vez el concertino fuera precisamente Wolfram Brandl, justo el de la citada formación? (10)

jueves, 9 de octubre de 2025

Daniel Barenboim, segundo estilo tardío

Llevo ya tiempo analizando la existencia de un "estilo tardío" en el arte de Daniel Barenboim. Desde esta entrada de 2011, concretamente. En ella citaba la referencia que, acercándose a las últimas sonatas de Schubert, hacía Luis Gago al libro de Edward Said sobre semejante fenómeno estético perfectamente identificable en numerosos genios de la creación artística, y planteaba esa misma evolución hacia territorios digámoslo así esenciales y desmaterializados podría apreciarse en las maneras de hacer del artista de Buenos Aires.

Con el tiempo me fui asentando en mis convicciones, y dos años más tarde ya le dediqué un par de entradas (aquí y aquí) a ese estilo tardío barenboimiano a propósito de sendos conciertos en Granada. El asunto estaba claro: el maestro que reivindicaba la música como conflicto a partir de unos imperativos no solo estéticos, sino también éticos, daba paso a un artista que ya no necesitaba adoptar posiciones extremas; que sabía y quería encontrar la reconciliación y el equilibrio llamémosle "clásicos"; que ya no tenía reparos en poner en primer plano la belleza sonora, la sensualidad, la ternura e incluso el encanto sin por ello renunciar a la potencia dramática ni menos aún al carácter reflexivo de la música.

Entiendo que en semejante devolución no habría ningún deseo de imitar a los Furtwängler, Giulini o Celibidache tardíos, a pesar de los obvios paralelismos, por la sencilla razón de que si de una voluntad de mímesis se tratase, el cambio se hubiera producido mucho antes. Se trata de una evolución natural, que insisto en ello es común a un buen número de grandes artistas y que tiene toda su lógica, aunque también es verdad que puede haber "detonantes" que muevan en esa dirección. En este caso concreto, para mí está claro que la clave se encuentra en el estudio de los dos libros de El clave bien temperado de Johann Sebastian Bach a principios del nuevo siglo. ¿Le inspiró tal vez el carácter al mismo tiempo eminentemente abstracto y altamente expresivo de la obra bachiana? ¿Lo hizo también la naturaleza de su polifonía, en el sentido de que solo la perfecta integración de las partes puede conducirnos a un análisis acertado de nuestro objeto de estudio? Lo cierto es que su arte como director y como pianista fue perdiendo en radicalidad y ganando en riqueza conceptual; también en belleza, en hondura y en inspiración poética.

Pero hete aquí que llegaron, de manera sucesiva, la pandemia global y varias enfermedades que van minando su fortaleza física. Y se produce un nuevo giro. ¿Un "segundo estilo tardío"? Sí, exactamente eso. O quizá una nueva vuelta de tuerca sobre el anterior. Esta vez el asunto se hace muy evidente para toda suerte de melómanos debido a la considerable ralentización de los tempi, aunque ni mucho menos se trata solo de eso. Algunos ignorantes, confundiendo el tocino con la velocidad, hablan de decadencia, incapacidad para mantener la tensión interna y cosas semejantes, cuando se trata justo de lo contrario. Su última grabación de las sinfonías de Schumann podría ser un ejemplo, como también sus cuatro sinfonías de Brahms con la Filarmónica de Berlín en la Digital Concert Hall serie aún superior a los dos registros, primero audio y después vídeo, que tiene con la Staatskapelle. Lo mismo se puede decir de las tres últimas sinfonías de Mozart con las huestes de La Scala, tristemente desaparecidas del streaming, aunque los testimonios supremos son para mí la Grande de Schubert y la Heroica de Beethoven que le he disfrutado en dos veranos sucesivos en Bremen al frente de la WEDO. Curiosamente, se cierra el círculo: Luis Gago le escucha la página beethoveniana en Salzburgo y, por completo deslumbrado, habla también de estilo tardío (crítica en El País).

Así las cosas, estaba claro que lo que iba a pasar en el programa de la pasada semana al frente de la Filarmónica de Berlín, si es que finalmente se terminaba celebrando después de sufrimientos varios y una aparatosa caída del maestro que le hizo cancelar anteriores compromisos. Se celebró. Barenboim accedió al podio en condiciones de fragilidad extrema, pero no quiso ayuda. Incluso renunció a la banqueta. El vídeo, ya disponible en la Digital Concert Hall, evidencia el avance del maldito párkinson y la escasa cantidad de movimientos físicos a la hora de dirigir. También el brillo en los ojos, la fuerza de un pequeño gesto. Y se produjo el milagro: Barenboim no solo hizo de las obras de Weber, Schubert y Beethoven realizaciones superiores, muy superiores o aplastantemente superiores a las que él mismo había hecho con anterioridad, sino que se elevó a lo más alto de los últimos cien años de la dirección de orquesta con una verdadera apoteosis de este "segundo estilo tardío". Se lo cuento en la próxima entrada.

sábado, 4 de octubre de 2025

Barenboim volvió a hacerlo

Una caída le hizo suspender su último concierto. Parecía que su carrera estaba concluida. Sus detractores se frotaban las manos. Y ha vuelto, señoras y señores. Con serios problemas para moverse, pero Daniel Barenboim ha vuelto, esta vez al frente de la Filarmónica de Berlín, y con Weber, Schubert y Beethoven en los atriles. Dirigiendo de pie, por cierto. La silla estaba ahí, pero no quiso usarla. 

Primero, una obertura de Oberón magnífica, del mejor estilo "tradicional", sobresaliendo unos pasajes líricos realmente sublimes. Tengo que repasar la versión de Furtwängler: no sé si esta es todavía mejor. En la segunda parte, Séptima de Beethoven en la línea de sus últimas interpretaciones con la WEDO, pero con una orquesta abiertamente superior y más inspiración (¡sí, más todavía!) por parte de la batuta. 

Entremedias, la mejor Inacabada/Incompleta de Schubert que yo haya escuchado, aplastantemente superior a las propias grabaciones del argentino y solo comparable, si acaso, a los registros de Klemperer y Bohm con la Filarmónica de Viena. Ahora sí, toda la ternura, espiritualidad y humanismo que antes se le escapaban al maestro están perfectamente recogidas. ¡Y de qué manera!

Intentaré escribir algo más dentro de unos días, cuando se me pase el trauma. Solo una cosa: los primeros atriles tocaron con una libertad, un vuelo melódico y una inspiración como pocas veces he escuchado en estas obras. Me dice mi amigo Pepe que el oboe es español, Juan Pechuán. Bravísimo. Ah: mañana a la una, hora peninsular, es la repetición. NO SE LO PIERDAN. 

martes, 30 de septiembre de 2025

Tres piezas para orquesta, de Alban Berg: discografía comparada

Otra comparativa al hilo de la recuperación del vídeo de Daniel Barenboim en Berlin de 1991: las Tres piezas para orquesta de Alban Berg. Adoro esta música desde hace muchos años, pero hasta ahora no me había metido a fondo en ella. No ha sido fácil: la mayoría de las versiones, gran parte de las cuales ya conocía, he tenido que volver a escucharlas una, dos y hasta tres veces.

Para mí, ha sido un verdadero redescubrimiento. ¿Y qué he descubierto? Pues algo tan obvio como ignorado por demasiados melómanos: que esta música son muchas cosas a la vez, que es impresionismo pero que también mira hacia atrás en el tiempo, hacia los lados y hacia adelante, y que por ende resulta imprescindible escuchar interpretaciones muy distintas entre sí para entrenarse de qué va el asunto. Pero claro, para ello lo primero que hay que echarle es un poquito de voluntad y dejarse de prejuicios. Con decirles a ustedes que hace años, después de una función en el Maestranza, el actual presidente de la Asociación de Amigos del Teatro Villamarta me dijo que toda la música de Lulu era auténtica basura.... Por no hablar de esos críticos de la propia Sevilla que se mueven en el mismo nivel de intelectual, como ese inefable Carlos Tarín que escribió más o menos literalmente que Pedro Halffter debería dejar de llevar al escenario hispalense esas cosas raras iba precisamente por Lulu y los Schreker, Zemlinsky y tal y poner más zarzuela... Así están las cosas.




1. Rosbaud/Sinfónica de la SWR (Praga Digitals, 1957). La discreta toma monofónica no permite valorar correctamente una realización que se intuye de alto nivel. Los tempi son más rápidos de la cuenta, cierto es, y por ende se desaprovechan ciertas posibilidades de la partitura, pero la música se encuentra en permanente ebullición sin que por ello resulte como ocurrirá con otros maestros en exceso aparatosa. La tímbrica es la adecuada, y cada una de las frases de los diferentes bloques sonoros que van interviniendo parecen tener vida propia. Solo queda por ver la tecnología ahí es limitación insalvable hasta qué punto logró claridad este gran maestro que se dejó la piel defendiendo lo que en su momento fue música de vanguardia. (9)



2. Craft/Sinfónica de Columbia (CBS, 1960?). Editada en 1961, esta grabación tenía un interés eminentemente pedagógico: explicar a los melómanos norteamericanos cómo era esta música. Y lo hizo Robert Craft aportando inmediatez, comunicatividad y crispación, Nada de domesticar la partitura para hacerla más digerible. Demostró también una enorme atención a la claridad, esta última bien puesta de relieve gracias a una toma que, tras el nuevo reprocesado en alta definición, ha demostrado ser de considerable calidad para la época. El problema es que va tan rápido que muchas, muchísimas posibilidades expresivas de la partitura se las pasa por alto. Además, las transiciones se encuentran realizadas con trazo grueso, a los clímax se llega por acumulación de decibelios y el misterio brilla por su ausencia. Tampoco es que Craft pudiera contar precisamente con grandes referencias fonográficas que le permitieran indagar mucho en la obra: estaba solo ante el peligro y, como se ha dicho antes, su objetivo era enseñar más que hacer poesía. Misión cumplida. (6)



3. Rosbaud/Orquesta del Concertgebouw (YouTube, 1962). No sé si existe una fuente oficial de la que procede este audio tomado en vivo, pero lo cierto es que suena peor que el registro oficial de Rosbaud de 1957. Así las cosas, la única aportación del testimonio es la enorme calidad que aporta la formación holandesa (¡los metales cortan como cuchillos!) a la algo unilateral, pero a todas luces formidable, labor del maestro de Graz. (9)



4. Dorati/Sinfónica de Londres (Mercury, 1962). El maestro de Budapest se enfrenta al mismo reto que Robert Craft, pero cuenta con una orquesta superior -a la que realiza considerables demandas- y demuestra bastante más técnica e instinto a la hora de planificar el tejido sinfónico, al tiempo que coincide con él en la voluntad de no limar asperezas sin tener por ello necesidad de caer en grandes visceralidades o en excesos: su recreación se encuentra más que centrada en lo expresivo. Otra cosa es que, en comparación con lo que ha venido después, se echen de menos tanto las atmósferas más o menos malsanas como el lirismo sí, lirismo, aunque sea expresionista que, como más tarde demostrarán otras batutas, también anidan en esta partitura. La reciente recuperación de la toma a 192 kHz hace justicia a la fama de la serie Living Presence. (8)



5. Boulez/Sinfónica de la BBC (CBS, 1967). Boulez es el que es, un músico en el que el análisis distanciado prima sobre otras consideraciones, pero en esta recreación, sin renunciar en modo alguno a sus maneras, se implica en la música para ofrecer una recreación que no es en absoluto lírica, sensual ni seductora; tampoco rabiosamente expresionista, pero sí tensa e implacable, inquietante cuando debe, cargada de malos presagios y eso por descontado de un refinamiento sonoro sin igual. Ni que decir tiene que un esfuerzo intelectual semejante pide lo mismo a un oyente al que no se realiza concesión alguna. Toma sonora con soplido de fondo y distorsión tímbrica, pero más “carnosa” que la posterior de los mismos intérpretes. (9)



6. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1970). Sin alcanzar los niveles de análisis y refinamiento de un Boulez, el joven Abbado nos ofrece una interpretación de una inmediatez y expresividad extraordinarias, netamente expresionista en la sonoridad y en el discurso horizontal, pero no por ello deja de apuntar claramente, en determinadas frases, las deudas tanto con el pasado romántico como con el mundo del impresionismo, revelándonos así hasta qué punto esta música se aleja del mero ejercicio intelectual y conectando, en cierto modo, con el universo sarcástico, grotesco y voluntariamente vulgar del Mahler más atrevido. Eso sí, hay una cierta tendencia a epatar con la acumulación de decibelio que apunta las maneras excesivamente exhibicionistas del Abbado posterior. (9)



7. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1972). Dicen que el maestro salzburgués pagó de su bolsillo las grabaciones que hizo de la Segunda escuela de Viena. Hay que agradecérselo, porque poner estas músicas en el sello amarillo con el nombre de Karajan en la portada era una manera de dejar claro a todos los aficionados no a los melómanos más exquisitos, que ya estaban muy enterados que los Schönberg, Webern y Berg eran ya verdaderos clásicos. Musicalmente se tomó en serio el asunto y construyó, en el caso de estas Tres piezas, una interpretación que sabe aunar refinamiento y espectacularidad, rebosante de detalles sugestivos y dotada de todas las asperezas necesarias nada de domesticar la partitura, aunque también es verdad que los clímax, aun llenos de nervio, suenan antes aparatosos que verdaderamente dramáticos. En cierto modo, la batuta apunta en excesivas direcciones sin una idea clara detrás de la obra. La toma, realizada en la Jesus-Christus Kirche, es correcta sin más, lo que significa que no hace justicia a las enormes demandas de la obra. Tampoco lo hace en el SACD de Esoteric. (8)



8. Colin Davis/Sinfónica de la Radio de Baviera (Philips, 1983). Podría pensarse que Sir Colin exploraría la vertiente más lírica de esta música, pero no. Todo lo contrario: el maestro británico se lanza a por una recreación particularmente agitada en la que, más extraño aún, se echan de menos claridad en los tutti y preparación para los grandes clímax. también es verdad que la orquesta no está muy allá, y que tampoco la toma de sonido contribuye precisamente a disfrutar del trabajo realizado. (7)



9. Boulez/Sinfónica de la BBC (CBS, 1985). El grandísimo músico francés extrema su postura para ofrecernos una interpretación versión expresionista, escarpada e implacable a más no poder, cuya tensión implacable nos conduce a clímax abrumadores aun siempre dentro de una arquitectura minuciosamente planificada mucho mejor que Colin Davis, pese a que el enfoque no es distinto- y manteniendo una claridad proverbial. Impresionante el control de la orquesta, a la que hace sonar con un color adecuadamente virulento. ¿En exceso? No, porque hay coherencia con la visión adoptada. Otra cosa es que su visión resulte en exceso unilateral: esta música es más rica en la expresión de lo que aquí parece. La toma sonora ofrece amplia gama dinámica para ello se optó sabiamente por un volumen bajísimo, pero resulta bastante distanciada, sin mucho relieve y algo áspera en la tímbrica. Una pena: no hace justicia a la interpretación. (9)



10. Ashkenazy/Sinfónica Alemana de Berlín (Decca, 1990). La orquesta toca muy bien, Ashkenazy sostiene muy bien el pulso sin nerviosismo ni caídas de tensión y se mueve dentro de un irreprochable idioma expresionista que sabe no confundir con la acumulación de decibelios ni la aparatosidad, pero la sensación que desprende esta lectura es la de estar dicha de pasada y para cubrir el expediente, sin aprovechar apenas la música y con escasísima inspiración. Toma excepcional, eso sí: ¡cómo suena el golpe de martillo conclusivo! (7)



11. Abbado/Filarmónica de Viena (DG, 1992). Veintidós años después de su registro londinense, Abbado sigue demostrando una considerable afinidad a una música a la que sabe dotar de colores variados, no necesariamente incisivos, aportando quizá un punto adicional de sensualidad al tiempo que alcanza picos de tensión que vuelven a tener muchos nervios y, como en la ocasión anterior, más deseo de epatar que naturalidad. En cualquier caso, recreación de altura en la que se echa de menos una mayor claridad de texturas. ¿Culpa de la batuta, que ya por entonces empezó a dejarse de interesar por esas cosas, o más bien de una toma sonora en la que los ingenieros del sello amarillo decididamente no supieron estar a la altura? (8)



12. Gielen/Sinfónica de la SWR (Hänssler, 1993). La visión de Michael Gielen resulta inevitablemente expresionista -el gran giro interpretativo en esta página de la mano de Sinopoli aún está por llegar-, pero venturosamente su batuta no confunde tensión con decibelio, ni agitación con nerviosismo. El trazo es firme, la planificación resulta lógica y natural, las texturas se encuentran bien trabajadas y la música resulta cercana, comunicativa, no un mero ejercicio intelectual. Ahora bien, ni se alcanza la fuerza que habían conseguido un Boulez y un Abbado su primera grabación ni se aprecia la magia sonora y expresiva de otros que vendrán después. (8)



13. Metzmacher/Sinfónica de Bamberg (EMI, 1995). Interesantísimo paso adelante el que da el maestro de Hannover tomándose las cosas con calma y, sin renunciar en absoluto al expresionismo de la página, explorando los aspectos más misteriosos y atmosféricos de la misma. Por desgracia, las cosas no funcionan del todo bien, en parte por una deficiente planificación de las tensiones, de manera particular en un tercer movimiento cuyos primeros minutos son de pulso muy irregular para luego precipitarse en la sección central, en parte por una toma de sonido en absoluto a la altura de las circunstancias. (7)



14. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 1997). Con absolutamente asombrosa calidad de imagen y sonido para la época, se recupera una filmación japonesa aunque en la propia Philharmonie de Berlín en la que Barenboim demuestra no solo una técnica suprema a la hora de planificar la arquitectura, sino que se revela como el maestro que, hasta ese momento, más indagaba en el potencial expresivo de las notas. Pero mucho ojo, que para ello no necesita ofrecer un fraseo nervioso, una tímbrica particularmente áspera o unos clímax estruendosos. No, no es ése su camino. Hay potencia, músculo y muchísimo pathos en su propuesta, pero todo ello se alcanza a través de una concepción muy orgánica del fraseo en la que una minuciosa planificación de las tensiones y el peso armónico de la polifonía son fundamentales. Además, en su realización encontramos también una atmósfera al mismo tiempo turbia y sugerente se puede pensar en La Valse, se aprecian de manera particular las conexiones con el pasado mahleriano y se indaga en ese misterio por el que ya se interesó Metzmacher en su fallida recreación para, de esta forma, ir avanzando hacia una nueva manera de entender la partitura. Eso sí, todo ello desde una óptica abiertamente dramática: Barenboim tiene muy claro que esta música sale del dolor. La orquesta le suena particularmente poderosa, densa incluso, sin que ello signifique en modo alguno que la claridad se encuentre desatendida. (10)



15. Barenboim/Sinfónica de Chicago (CSO, 1997). Esta toma en vivo correcta sin máses posterior en nueve meses a la interpretación berlinesa de Barenboim. Las he escuchado seguidas y no aprecio grandes diferencias en su calidad, aunque quizá sí en sus cualidades: la norteamericana pierde un poco de lirismo, pero a cambio alcanza algo más de virulencia. Dicho de otra manera: el virtuosismo de los chicagoers es para no dar crédito, pero los Berliner Philharmoniker resultan más adecuados para las intenciones expresivas de Barenboim. En cualquier caso, la circulación de este doble CD es muy limitada, así que el registro queda reservado a los muy interesados en el arte de Barenboim. (9)



16. Sinopoli/Staatskapelle de Dresde (Teldec, 1997). Decisiva renovación interpretativa la que realiza el maestro veneciano: en lugar de subrayar las asperezas expresionistas y cargar el discurso de electricidad, se dedica a explorar atmósferas antes misteriosas que opresivas; a indagar en las posibilidades de una tímbrica que también no necesariamente tiene que ser siempre incisiva; a desplegar un fraseo curvilíneo y flexible en el que a veces puede haber mucho de sensualidad, incluso de lirismo; a dejar en evidencia los paralelismos con el mundo impresionista como también, al mismo tiempo y sin que ello resulta contradicción, en descubrirnos las conexiones con los sonidos estáticos, abstractos y visionarios de un Anton Webern. Por eso mismo su visión, sin la inmediatez ni la garra de otras, resulta tan fascinante: una mirada al mismo tiempo al pasado, al presente y al futuro. La toma sonora es muy buena, pero se queda algo corta en los grandes clímax. (9)



17. Gatti/Orquesta del Concertgebouw (RCO, 2005). Una toma sonora rica en carne cortesía de la alta definición y de amplia gama dinámica, pero también algo confusa, no termina de hacer justicia a un trabajo técnico que parece globalmente notable por parte de Gatti. Ya en el plano puramente expresivo, el maestro italiano alcanza gran nivel en los dos primeros movimientos, que plantea atendiendo de manera especial a los aspectos más sensuales y oníricos de la música sin descuidar por ello su vertiente expresionista. Interesa mucho menos el tercero: ahí le pueden las prisas y la particularmente grotesca sección central de la marcha queda desaprovechada. (8)



18. Vladimir Jurowski/Filarmónica de Londres (DVD Ideale, 2007). Cierto es que la orquesta no es comparable a las grandísimas que han registrado esta obra y que la batuta tampoco presenta una inspiración particular, pero esta lectura resulta modélica por su manera de sintetizar, con muy buena factura la sección más encrespada de la marcha se precipita un poco y apreciable convicción expresiva todas las facetas de esta música, con particular atención a lo que tiene de intensa sin necesidad de meter mucho ruido. La toma sonora se realizó a un volumen considerablemente bajo para garantizar la amplia gana dinámica que demanda la partitura; escuchada en 5.1 es excelente. La imagen, por desgracia, deja bastante que desear. (8)



19. Albrecht/Filarmónica de Estrasburgo (Pentatone, 2008). Nacido en Hannover al igual que Metzmacher, Marc Albrecht coincide con su paisano en el deseo de combinar lo expresionista de la escritura sobre todo en el tercer movimiento con la vertiente más misteriosa de la página, dejando a la música respirar y generar atmósferas. Toma nota, además, de la lección de Sinopoli, recreándose no solo en angulosidades, sino también en líneas curvas. Le sale mejor que a Metzmacher, pero aun así le faltan tanto la electricidad de los grandes maestros de la llamémosla de esta manera “línea dura”, como la capacidad de fascinación poética de quienes se han interesado por los aspectos más líricos de los pentagramas. Buen trabajo de texturas con una orquesta que se beneficia de la magnífica toma de Pentatone: el golpe de martillo que cierra la página, sin ser el más tremendo de los que se hayan escuchado, suena imponente. (8)





20. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, Proms 2010). Lectura ante todo vitalista, comunicativa, de gran inmediatez y fuerza expresiva, rica y con sus adecuadas aristas en la paleta tímbrica, que alcanza un apreciable punto de equilibrio entre el pasado y el presente, entre la sensualidad y el desgarro expresionista. ¿Más atenta al trazo global que al análisis de las texturas? No es posible decirlo, porque Sir Simon y los suyos juegan contra la problemática acústica del Royal Albert Hall y, por si fuera poco, se ven perjudicados por una toma de dinámicas comprimidas. Tampoco la resolución de la imagen es precisamente buena.  Mejor esperar a otra oportunidad: habrá un par de ellas. (9)



21. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2011). Nueve meses después del concierto de los Proms, se repite la jugada en casa con una toma de mucho mayor calidad que, esta vez sí, permite disfrutar plenamente de la soberbia plasticidad con las que el maestro trabaja la masa orquestal, a la que hace sonar sensualísima o plagada de aristas según las circunstancias lo demandan, todo ello dentro de una visión inmediata, emocionante y muy fácil de disfrutar, como también controladísima y enormemente depurada. (9)



22. Gatti/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2014). Como ha se ha comentado su registro "oficial" con la Concertgebouw, vamos a centrarnos en comparar con lo que suizo el titular de la orquesta al frente de la cual ahora se pone. Con respecto a las versiones de Rattle, se ha perdido de manera considerable en vida, en comunicatividad y en riqueza expresiva. También en variedad de colores y en plasticidad del tratamiento orquestal. En los dos movimientos iniciales se ha ganado, quizá por optar por tempi más reposados, en atención al peso de los silencios y en sentido del misterio, sin que la “vida” interna de la música, su capacidad comunicativa, lleguen a aflorar. En el tercero, como en su grabación holandesa, priman el decibelio y el trazo grueso. (8)



23. Tilson Thomas/Sinfónica de San Francisco (SFM, 2015). Otro maestro de técnica soberbia especialmente cualificado para la música del siglo XX. Y otra gran versión, pues. Esta se caracteriza por su enorme pálpito vital, su voluptuosidad sonora y su ardor expresivo, como quizá también por poner de relieve la importancia que el elemento “vulgar” tiene en esta música. Todo ello se puede decir de otra manera: Tilson Thomas es quien más explora las decisivas conexiones de la partitura con Gustav Mahler, mirando mucho antes al pasado inmediato y a los no desdeñables toques “cinematográficos” de la partitura así lo reconoce el maestro en el vídeo de presentación que a la música del futuro. Como todo ello el norteamericano lo hace con enorme inmediatez y brillantez bien entendida, los resultados atrapan de principio a fin, aunque no es menor verdad que un trazo más refinado y un trabajo más minucioso tanto de texturas como de tensiones se hubiese agradecido. Toma de sonido con impresionantes frecuencias graves. (9)



24. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2016). Han pasado cinco años desde la anterior recreación de Rattle. La orquesta no es exactamente la misma, y él quizá tampoco: sus tempi relativamente rápidos, su comunicatividad y su atención a los diferentes pliegues expresivos de la música siguen ahí, pero hay quizá un trabajo todavía más refinado de timbres y texturas, un sentido aún más desarrollado de la sensualidad e incluso mayor sentido orgánico en la arquitectura. ¿Quizá también una ligera tendencia al hedonismo? Incluso podría ser que se haya perdido algo de esa visceralidad expresionista que consideramos consustancial a esta música, pero que a la postre no tiene por qué ser el ingrediente esencial de la misma. Sea como fuere, esta es la interpretación más comunicativa, más rica en sugerencias y, por qué no decirlo, más emotiva de todas las escuchadas, amén de una de las más increíblemente bien tocadas. En definitiva, la que más me gusta. La calidad de imagen es ahora aplastantemente superior a las anteriores de Rattle, y hay sonido Dolby Atmos, pero no se llega a la altura asombrosa de la filmación que los japoneses le hicieron a Barenboim. ¡Lástima! (10)



25. Afkam/Sinfónica de la Radio de Frankfurt (YouTube, 2019). Además de un espléndido dominio del tejido orquestal, el maestro alemán hace gala de una especial sintonía expresiva con el universo de Berg en esta interpretación fresca y de enorme inmediatez expresiva que desprende espontaneidad por los cuatro costados. En este sentido, no es la lectura en la que más lógica orgánica adquieren cada uno de los breves segmentos que se van yuxtaponiendo en cada uno de los movimientos; aparecen algo inconexos, incluso. Tampoco es la más hiriente en su sonoridad -no lo necesita-, ni se interesa de manera particular por las atmósferas. Pero sí es una de las que mejor “teatraliza” la música, consiguiendo que las frases adquieran vida propia, que respiren como si formaran parte de un sprechgesang particularmente bullicioso en el que varias voces dialogan otra gritando, ora susurrando, a veces superponiéndose hasta generar la mayor confusión, pero siempre con el deseo de expresar algo concreto. ¿Es la de Afkam, por tanto, la versión más operística y menos sinfónica? Sí, podría decirse así. (9)



26. Andrew Davis/Sinfónica de la BBC (Chandos, 2022). El bueno de Sir Andrew amaba este repertorio -ahí está su espléndida Lulu-, y eso se nota en esta recreación dicha sin prisas, atenta a cada frase y cada recoveco, sensible a la atmósfera y al vuelo lírico de la música, como si hubiese querido sintetizar las aportaciones discográficas de las últimas décadas. Dicho esto, ni su batuta posee la variedad tímbrica de otras ni se muestra capaz de planificar esos clímax de tensión llenos de garra que esta música necesita. Tampoco la orquesta, siendo buenísima, tiene los primeros atriles de las filarmónicas de Berlín o Viena, esos que son capaces de convertir cada intervención en una obra de arte. Soberbia la ingeniería del sello británico. (8)



27. Adès/Filarmónica de Viena (Platoon, 2022). Hacía falta una grabación con los Wiener Philharmoniker cuya tecnología hiciera justicia a una orquesta a la que esta música en buena medida pertenece. Y nos llega, con toma esta vez espléndida, de la mano de quien menos uno podía esperarse, un Thomas Adès que, además de demostrar una técnica colosal -naturalidad del discurso, claridad, sensibilidad para las texturas-, revela muchas cosas nuevas profundizando en un aspecto concreto de la propuesta que en sui momento realizó Sinopoli: encontrar el lirismo de la partitura. Cierto es que Rattle ya había avanzado en ese sentido, pero el compositor y director londinense va más allá y nos descubre una poesía de altísimos vuelos que entronca con la gran tradición vienesa, que tiene incluso su punto de decadentismo lo había en la pintura de Klimt, sin ir más lejos y que nos descubre un Berg mucho menos rabioso, menos abrumado por las circunstancias, más ensoñado y evocador, al tiempo que plagado de inquietantes sugerencias. La interpretación hubiera sido redonda si hubiera alcanzado mayor electricidad en los grandes clímax: aun fascinante, su visión termina siendo algo unilateral. Y no se entiende bien que el gran golpe de martillo final no alcance el protagonismo que se merece. (9)



28. Cambreling/Sinfónica de la SWR (SWR Classic, 2022). Se comprende que Sylvain Cambreling caiga mal a mucha gente, no tanto porque su ex Gerard Mortier le enchufara en todas partes, sino porque como director resulta de lo más irregular: está el petardo monumental (¡Mozart!), está el director tan aseado como aburrido y está el director genial. En este registro de estudio es el tercero el que aparece: sacado petróleo de una orquesta que no es precisamente de primera, pero que se comporta mejor como algunas más famosas que aparecen en esta misma lista, el maestro francés otorga sentido expresivo a cada línea instrumental al tiempo que traza una arquitectura global irreprochable para ofrecernos una recreación muy poderosa, densa en lo expresivo, muy cargada en la atmósfera y con un especial olfato para el color. ¿Mirando un poco hacia cierta música francesa? Puede que algo haya de eso, pero resumiendo mucho yo diría que su lectura se aleja mucho de las de un Boulez y un Abbado para terminar siendo una especie de síntesis entre Barenboim y Sinopoli. Interesantísimo. (9)



29. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2023). Mediocre como es en buena parte del repertorio más tradicional, Kirill nos ofrece una de las más interesantes interpretaciones de estas Tres piezas para orquesta. Por un lado, porque es quien mejor consigue la síntesis entre tradición postromántica y expresionismo sin escorarse hacia ninguno de los dos lados; con la misma orquesta se ha ido a más en lo que se refiere al sentido del misterio Karajan, al carácter doliente de esta música Barenboim o a la “seducción” del oyente Rattle, pero ninguna consigue tan ajustado punto de equilibrio. Por otro, porque es quien realiza el más asombroso trabajo de texturas, el más rico y acertado en colorido, también el más refinado, sin que ello signifique perderse en vericuetos ni desatender el trazo global, en todo momento natural y ajeno a inconvenientes nerviosismos. ¿Qué le falta? Emoción: dentro de su altísimo nivel, el resultado es algo frío. Justo lo contrario que la de Afkam arriba comentada, menos virtuosística y calculada, pero más expresiva. Sensacional imagen 4K y sonido Dolby Atmos. (9)




30. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2023). Tres semanas después de la versión en la Philharmonie de Berlín, repetición de la jugada en el Suntory Hall de Tokio. La toma de sonido es no solo superior a la anterior e incluso a la que los japoneses le realizaron a Barenboim, sino la más perfecta que ha conocido nunca esta obra. Así las cosas, uno puede disfrutar a tope del soberbio trabajo técnico por parte de todos los intérpretes, sencillamente el no va más en lo que a planificación y ejecución se refiere. Quien busque mayor intensidad expresiva, que acuda a otros maestros. (9)

De la belleza

Escribía esta mañana que vivimos entre basura estética. Y lo afirmaba movido en buena parte pro la cantidad de versiones abiertamente feas, ...