domingo, 6 de abril de 2025

Piano de Ravel por Ashkenazy

He querido completar la audición de anoche con este disco dedicado íntegramente a Maurice Ravel en el que Vladimir Ashkenazy realiza su segundo registro, diecisiete años posterior, de Gaspard de la nuit. No hay cambio de concepto: sigue siendo un acercamiento temperamental y contrastado que no quiere moverse dentro de la ortodoxia impresionista y prefiere, por decirlo de alguna manera, mirar un tanto a ese mundo de Rachmaninov tan extraordinariamente afín al pianista de Gorki. Parece, en cualquier caso, que en los dos primeros números hay un grado adicional de depuración sonora, si bien la sensación puede deberse a una toma que, realizada en un Kingsway Hall al que le quedaba ya poco tiempo de vida, resulta muy superior a la antigua. Una vez más, Scarbo es lo que mejor le sienta a las maneras del maestro, que ofrece una regulación del sonido y unas transiciones para quitarse el sombrero.

Si la "cara A" fue registrada en abril de 1982, la "cara B" es de junio de 1983. Muy atractiva la Pavana para una infanta difunta: belleza sonora sin blanduras, mezcla de naturalidad y firmeza en el fraseo, concentración un punto distanciada y final abiertamente dramático que nos deja con el corazón en un puño. Lo mejor llega con los Valses nobles y sentimentales, una soberbia interpretación en la que el dominio del rubato, y de la flexibilidad agógica en general, permite lucirse a un Ashkenazy que sabe mostrarse tan elegante y señorial como delicado: justo lo que esta obra necesita. Una vez más, la belleza sonora está garantizada sin que ello suponga la menor concesión al hedonismo, y solo se puede echar de menos un punto más de magia poética debido a la falta de relativa sintonía del intérprete con este repertorio. No importa demasiado: recomiendo escuchar este registro.

sábado, 5 de abril de 2025

Ashkenazy a los veintiocho: Chopin, Debussy, Ravel

Para esta noche he escogido casi al azar, de entre los tres grandes cajones que Decca tiene dedicados a Vladimir Ashkenazy, una grabación realizada en Londres en julio de 1965 con obras de Chopin, Debussy y Ravel. Cumplía entonces veintiocho años y el de Gorki demostraba un talento muy considerable, aunque también ciertos aspectos que tendría que madurar.

En el Scherzo nº 4 del compositor polaco sorprende gratamente el irreprochable estilo chopiniano del joven pianista, como también la variedad de un sonido que es capaz de modelar a su antojo. Ahora bien, la tendencia a dejarse llevar por el virtuosismo se hace evidente con las no pocas frases que resultan algo cuadriculadas, o al menos no todo lo flexibles que deberían; cuando le corresponde destilar lirismo sí que se muestra muy acertado. Justo lo que ocurre en el Nocturno nº 17 del mismo autor, en el que Ashkenazy ofrece toda esa flexibilidad, esa delectación poética y esa concentración que anuncian a quien más adelante va a ser un magnífico y muy completo intérprete de Chopin.

Pese a que difícilmente le identifiquemos como recreador de la música de Claude Debussy, nuestro artista nos ofrece, en lo que era ya la cara B del vinilo original, una singular y atractiva recreación de L'Isle joyeuse. Ciertamente es capaz de aligerar el sonido de su piano y de ofrecer enormes sutilezas tímbricas, pero decide huir de la ortodoxia impresionista para ofrecernos una lectura densa en lo sonoro, tensa en el fraseo, llena de ángulos, sanguínea en el temperamento y de clímax apasionado. La técnica, por lo demás, no ofrece fisuras: maravillosa la manera de planificar las dinámicas.

Moviéndose por el mismo sendero, Gaspar de la nuit resulta en exceso desigual. Ondine interesa por sonar con belleza y evitar preciosismos, pero no termina de destilar magia poética. En Le Gibet hay carácter obsesivo, mas no atmósfera malsana. El gran triunfo llega con Scarbo, en el que la tensión armónica, el sentido de los contrastes, la intensa teatralidad y el nervio bien controlado del pianista logran hacer milagros. ¿Y los dedos? Sencillamente perfectos a pesar de la extrema dificultad de la obra. No, no debe extrañar en absoluto que Ashkenazy terminase realizando semejante carrera.

La ROSS con Nuno Coelho

Jueves y viernes de esta semana la Sinfónica de Sevilla ha ofrecido Fairy Tale de Sofia Gubaidúlina, el Concierto para flauta de Carl Nielsen y La consagración de la primavera de Igor Stravinsky bajo la dirección de Nuno Coelho. Vicent Morelló Broseta ha sido el solista. Una vez más, la señora de Relaciones externas de la orquesta ha decidido que un servidor no era digno de consideración, así que fui, compré mi entrada, escuché el concierto y me volví.

De esta manera, las actividades de la formación hispalense se quedan otra vez sin reseña en este blog, que no es poco leído. ¿Me fastidia? Mucho. Primero, porque creo no conocer precisamente mal este repertorio (por aquí anda mi discografía comparada del ballet de Stravinsky). Segundo, porque he defendido mucho a esta orquesta durante bastantes años, pero me encuentro con que estoy fuera de la nómina de críticos oficiales por decisión unilateral de una persona que me detesta, mientras que sí que cuenta con unos señores que de manera muy activa ha atacado a la formación e incluso sueñan con que esta se disuelva y sea sustituida por la Barroca de Sevilla para el repertorio que va hasta el primer tercio del siglo XIX –ya se lo andan  pidiendo– y con una Bética Filarmónica reforzada para el resto.

"Olvídate, esa señora estará ahí hasta su jubilación", me decía alguien. Pues sí. Pero yo pienso seguir ejerciendo mi derecho al pataleo ad aeternam, piensen lo que piensen.

jueves, 3 de abril de 2025

Sinfonía en tres movimientos, de Stravinsky: discografía comparada

La Wikipedia, aunque en inglés, deja ciertas cosas bien claras (enlace al texto original):

Stravinsky, que rara vez reconocía inspiraciones extramusicales para su música, se refirió a la composición como su "sinfonía de guerra". Afirmó que la sinfonía era una respuesta directa a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial tanto en Europa como en Asia. El primer movimiento se inspira en un documental sobre las tácticas japonesas de tierra quemada en China. El tercer movimiento trata de imágenes de soldados alemanes haciendo el paso de la oca y del creciente éxito de las fuerzas aliadas.

El material procede de proyectos que Stravinsky había abandonado o reorganizado. La presencia del piano en el primer movimiento procede de un concierto para piano que quedó incompleto. La música para arpa ocupa un lugar destacado en el segundo movimiento, utilizando temas que había escrito para la adaptación cinematográfica de la novela de Franz Werfel La canción de Bernadette. En un principio, se contactó informalmente con Stravinsky para escribir la partitura de la película. El 15 de febrero de 1943 comenzó a escribir la música para la escena de la "Aparición de la Virgen". Sin embargo, nunca se firmó un contrato con él y el proyecto fue a parar a Alfred Newman, que ganó un Oscar. El tercer movimiento une los dos primeros dando el mismo protagonismo al piano y al arpa.
El asunto tiene su miga. ¿No era Stravinsky ese mismo que dijo que la música no significa nada? El paralelismo con Pablo Picasso, más allá de las relaciones artísticas entre ambos, me parece evidente: los dos exploraron formas al margen de cualquier significación, pero cuando llegaron los tiempos de guerra no dudaron en recurrir a las fórmulas que ellos mismos habían contribuido a desarrollar para ponerlas al servicio de la expresión, e incluso descripción. Dicho esto, nada malo hay en probar diferentes ópticas interpretativas. Todo lo contrario, porque las relaciones que se pueden establecer son múltiples y solo con una riqueza de enfoques se puede apreciar todo lo que esta partitura estrenada en 1946 por el propio artista alberga en su interior.

  1. Stravinsky/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1946). Esta grabación tiene un enorme valor documental. Primero, por corresponderse con la fecha y los intérpretes del estreno. Segundo, porque deja muy claro que el compositor, por mucho que dijese que la interpretación no existe, no quiere una recreación analítica ni distante, sino abiertamente comprometida: la aspereza, la rabia, el desgarro e incluso la brutalidad se ponen por delante de cualquier otra consideración. Así las cosas, ¿tenemos derecho a pedir acercamientos más ajenos a las circunstancias históricas que vieron nacer estas notas? Creo que sí. (7)




  2. Stravinsky/Sinfónica de Columbia (Sony, 1961). Esta nueva recreación del propio compositor es muy preferible a la anterior, no solo porque suena muchísimo mejor y alcanza una mayor depuración en la puesta en sonidos –aun así, ninguna maravilla-, sino porque suaviza hasta cierto punto la innecesaria violencia extrema de entonces para dar cabida al misterio, e incluso al lirismo que la música alberga. Sigue primando el expresionismo, pero parece evidente que existen otros caminos que explorar. (9)




  3. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1962). No deja de resultar una paradoja que la versión de Klemperer sea más stravinskiana que las del propio Stravinsky. Entiéndase con ello que es menos inmediata y visceral, más distanciada. También considerablemente más intelectual, y al mismo tiempo –no es contradicción– más irónica y con mayor retranca. Pero no por eso le faltan precisamente (¡todo lo contrario!) tensión interna, vigor rítmico y carácter opresivo. En cualquier caso, lo más digno de admiración es la manera en la que el de Breslau disecciona el entramado de la partitura, en la que individualiza y colorea de manera expresiva cada una de las líneas, poniendo de relieve mejor que nadie –antes y después de él– la magistral escritura de esta página. A destacar muy especialmente lo que hace con el Andante, en el que con la complicidad de las inigualables maderas de la Philharmonia destila una mezcla de sensualidad y de espiritualidad inquietante que en cierto modo nos acerca a La canción de Bernadette sin hacer la menor concesión a lo naif. Muy buen reprocesado el de 2023, aunque resta un poco de distorsión. (10)



  4. Dutoit/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1981). Tratándose de Dutoit en Stravinsky, tenemos garantizadas gran factura técnica –aunque ejecuciones mejor clarificadas se han escuchado– y apreciable implicación expresiva, lejos de esa solvencia un tanto rutinaria con que se acerca a otros repertorios. Lo interesante es que en esta obra aporta algo distinto: la conexión francesa. Sí, algo –o mucho– debió de quedarle a Igor de sus experiencias parisinas, y eso lo pone de relieve la batuta en una recreación especialmente ágil –apreciable efervescencia en el movimiento conclusivo–, delicada en muchos momentos, de enorme refinamiento tímbrico y hasta con su punto de levedad bien entendida, sin por ello desatender, porque los contrastes se encuentran muy bien marcados, a los que esta música tiene de tensión dramática. Una toma sensacional hace aún más atractivo el resultado. (9)



  5. Bernstein/Filarmónica de Israel (DG, 1982). Extraño: ni la orquesta ni Lenny están, en este concierto en vivo muy bien grabado por los ingenieros del sello amarillo, muy allá en lo puramente técnico: se echan de menos tanto limpieza en las texturas como nervio interno. En este sentido, los movimientos extremos resultan un poco deslavazados, o al menos carentes de esa garra que han alcanzado con otros maestros, si bien no vamos a regatearle a Bernstein un excelente tratamiento expresivo de las maderas. Lo del Andante es más grave: siendo muy interesante que la batuta explore atmósferas y subraye la vertiente lírica de la página, el desenfoque estilístico es evidente y por momentos se roza la blandura. (7)



  6. Colin Davis/Sinfónica de la Radio de Baviera (Philips, 1985). Puede parecer un tópico, pero es la verdad: el maestro británico renuncia a una visión expresionista de la página para mirar hacia la etapa neoclásica el compositor. No por ello ofrece una lectura domesticada o escasa de nervio, en modo alguno, pero sí que intenta sacar a flote lo que en esta música hay de elegancia, de espiritualidad e incluso de vuelo lírico. Y no solo en el segundo movimiento: algunas frases del primero resultan reveladoras. Por lo demás, el trabajo lo realiza con apreciable sentido del ritmo y trabajando con pinceles finos para desmenuzar todas y cada una de las líneas del entramado orquestal, como si fuera un “Boulez con corazón”. Una pena que la orquesta, rindiendo a buen nivel, no se encuentre a la altura de las más grandes que han abordado la página. (9)




  7. Rozhdestvensky/Sinfónica de Londres (Nimbus, 1987). Interpretación algo lenta, muy atmosférica, sensual en el segundo movimiento y de un humor no solo socarrón, sino también agrio. Flojea el primer movimiento, que necesita mayor nervio y tensión interna, pero globalmente interesa. La toma sonora, de volumen bajísimo, es algo difusa. (8)




  8. Salonen/Orquesta Philharmonia (Sony, 1989). Va con prisas el maestro finlandés. No por ello deja de atender a la limpieza y claridad de ejecución, cosa fácil por la conjunción entre una técnica de batuta admirable y una orquesta que sigue teniendo unas maderas portentosas, pero sí que es cierto que no se preocupa mucho de atmósferas, poesía o espiritualidad. La suya es una interpretación muy afilada en lo sonoro y efervescente, bulliciosa a más en poder en su desarrollo horizontal, nerviosa en no pequeña medida y dotada de una mezcla de ironía y carácter implacable muy atractiva. Quien busque desgarro dramático, no lo encontrará aquí. (8)



  9. Tilson Thomas/Sinfónica de Londres (Sony, 1991). Vista desde la distancia, la interpretación de Tilson Thomas parece una síntesis entre las hasta aquí reseñadas, añadiendo un punto de espiritualidad y candidez en el segundo movimiento que nos recuerda que esa música tuvo su origen en la banda sonora que iba a realizar para el filme La canción de Bernardette. Todo ello lo consigue el maestro con el lenguaje más apropiado y una espontaneidad que niega el carácter intelectual que muchos han querido ver en la música stravinskiana. (9)



  10. Ashkenazy/Sinfónica de la Radio de Berlín (Decca, 1991). Extremadamente irregular en su trayectoria como director de orquesta, el de Gorki aquí se arriesga, y acierta por completo, al ofrecer una recreación retorcida y feísta, cargada de atmósfera siniestra y malos presagios, un poco a la manera del propio Stravinsky, solo que haciendo gala de una depuración sonora muchísimo mayor. Ni siquiera baja la guardia en el segundo movimiento, que destila mucha sensualidad pero no deja de atender a los pliegues irónicos e inquietantes que alberga. En el tercero, grotesco a más no poder, resulta más fácil que nunca imaginar a los nazis desfilando al paso de la oca. Una toma sonora absolutamente portentosa –tremenda la percusión, muy presente el piano, transparencia total– termina convirtiendo este registro en uno de los más recomendables de la discografía. (9)


  11. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1993). Vigor rítmico, incisividad en la tímbrica y en el fraseo, transparencia, electricidad muy controlada y una extraordinaria inmediatez expresiva son las conocidas virtudes de un Sir Georg, y estas resultan sencillamente las ideales para interpretar la Sinfonía en tres movimientos, que recibe aquí una lectura tan expresiva como ajena a cualquier devaneo más o menos “romántico”, amén de expuesta por batuta y orquesta con un virtuosismo superlativo. Podrán preferirse enfoques más “espirituales” en el segundo movimiento –pienso en la recreación de Boulez con la misma orquesta–, pero es difícil resistirse ante la garra de Solti en los dos extremos. Lástima que la toma sonora, realizada a volumen muy bajo, sea un poco extraña aun dentro de una incuestionable calidad. (10)




  12. Boulez/Filarmónica de Berlín (DG, 1996). ¿Considera usted que esta partitura es música y solo música? He aquí su interpretación de referencia: objetividad, distanciamiento expresivo y el más depurado análisis se imponen por encima de otras consideraciones, sin por ello renunciar al sentido del ritmo ni a las aristas sonoras que esta música demanda. Ahora bien, los movimientos extremos carecen de esa electricidad, esa inmediatez y esa rusticidad bien entendida que algunos –o muchos– asociamos a esta página, mientras que el segundo, antes que distendido, se encuentra lleno de interrogantes. (8)



  13. Gielen/Sinfónica de la SWR (Hänssler, 2003). Consciente de que no tiene delante a la mejor orquesta del orbe, el maestro austriaco se lanza en plancha a realizar un exhaustivo trabajo técnico en el que todas las líneas queden perfectamente definidas, la orquesta frasee con el ritmo en los huesos y cada una de las intervenciones solistas ofrezca tanta intensidad con intención expresiva. Lo consigue plenamente, y además añade una buena dosis de incisividad y gran tensión interna sin necesitar por ello escorarse hacia lo virulento ni de renunciar a un cierto carácter de abstracción que, paradójicamente, esta música salida de imágenes cinematográficas muy concretas, parece demandar. ¡Qué enorme sabiduría la de Gielen, además de técnica, a la hora de enfrentarse a este repertorio! La toma es excelente. (9)



  14. Rattle/Filarmónica de Berlín (EMI, 2007). El maestro británico siempre evitó ofrecer un Stravinsky distante e intelectualizado. Tampoco se interesó de manera especial por los aspectos más ásperos de su escritura. Por eso mismo su recreación, aun desplegando un formidable sentido del ritmo, lo que ofrece es una perfecta mezcla entre frescura, garra y sensualidad, de tal modo que la partitura suena con una enorme inmediatez expresiva. (9)



  15. Rattle/Filarmónica de Berlín (DVD y Blu-ray Euroarts, 1 mayo 2008). Sir Simon repite, esta vez en la Gran Sala del Conservatorio de Moscú, una lectura fresca, juvenil y llena de vitalidad que, sin renunciar a lo dramático, desprende chispa, jovial sentido del humor y ganas de vivir. En cualquier caso, lo que llama la atención es la sensualidad, el misterio e incluso el lirismo que es capaz de extraer en el Andante. El portentoso nivel de los solistas berlineses tiene mucho que ver con el resultado. (9)




  16. Boulez/Sinfónica de Chicago (CSO, 2009). Trece años han pasado desde su registro para DG. Sorprendentemente en un director que no cambió mucho en última la etapa de su trayectoria, el concepto ahora ha variado. La circunstancia se aprecia ya desde los primeros compases, en los que los metales intervienen con mayor fuerza y agresividad. Poco a poco se percibe que la idea general de Boulez sigue ahí, como también su incomparable talento para desmenuzar los pentagramas, pero asimismo se aprecia que la tensión interna es mayor, el tono general más sombrío y la expresión menos distante, dado cierto paso –sin llegar a ser Klemperer, claro está– a la aspereza y la ironía. De incluso la impresión de que el Andante, aun sin optar bajo ningún concepto por una espiritualidad cándida, parece más efusivo. ¿Se dejó llevar el maestro por la idea de que, en el fondo, esta música sí que significa algo? Podría ser, aunque también puede tratarse de unos chicagoers que tocan menos cohibidos, con mayor descaro e implicación que sus compañeros berlineses, como si quisieran recordar los tiempos con Solti. La toma posee unos graves de impresión, pero resulta –como la anterior– un poquito turbia. (9)




  17. Gergiev/Sinfónica de Londres (LSO Live, 2009). Aunque no haga uso precisamente de pinceles finos, aquí hay que apreciar cómo Gergiev sabe ofrecer rusticidad bien entendida, energía y sentido del ritmo dentro de una lectura que mira en gran medida hacia Le Sacre, teniendo en cuenta no solo la brutalidad sonora sino también la atmósfera turbulenta y el carácter opresivo de su genial ballet. Lástima que la toma sonora resulte más bien opaca. (8)



  18. Tilson Thomas/New World Symphony (YouTube, 2018). Al frente de una espléndida orquesta de jóvenes, un MTT que acababa de cumplir los setenta y tres vuelve a ofrecer su admirable lectura “de síntesis” en la que, aun sin ninguna genialidad por su parte, logra destilar y equilibrar lo que de dramático, sensual, lúdico, poético, irónico y desgarrador –de todo ello hay– se esconde en esta música haciendo gala de una frescura y una inmediatez irresistibles, siempre dentro del más irreprochable estilo. Asombrosa imagen 4K, sonido sensacional y disponibilidad gratuita en YouTube. ¿Qué más se puede pedir? (9)



  19. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Blu-ray y Digital Concert Hall, 2020). El virtuosismo supremo tanto de orquesta como director permite alcanzar un nivel superlativo en lo que a claridad y depuración sonora se refiere. Interpretativamente la cosa no funciona muy bien, porque por una vez Petrenko se aparta de su tendencia a suavizar la música, o al menos a reducirla en cafeína, y ofrece una recreación acertadamente angulosa e incisiva, irreprochable en su vigor rítmico, amén de atenta a los aspectos tanto melódicos como espirituales de esta música tan poliédrica. Dicho esto, la comparación con lo que otros compañeros han logrado extraer de los pentagramas pone en evidencia ciertas limitaciones por parte del maestro ruso: no es que quiera mantener el mismo distanciamiento que Boulez adoptara con la misma orquesta, sino que se queda algo corto a la hora de comunicar. Se puede ser más electrizante, también más sensual misterioso, y sin duda ofrecer una dosis mayor de mala leche. O quizá falte, sencillamente, una idea expresiva más clara detrás de la ejecución. (9)



  20. Hannigan/Filarmónica de la Radio de Francia (YouTube, 2024). Cortesía de Radio France nos llega, con soberbia calidad visual, esta filmación para lucimiento de su orquesta. Objetivo no logrado: siendo una muy buena formación, queda a distancia de las grandísimas orquestas que han tocado esta música tan necesitada del más extremo virtuosismo y de no poca implicación expresiva. Tampoco Barbara Hannigan parece poseer la técnica más depurada a la hora de sacar partido de los medios a su disposición, menos aún a la hora de poner matices. Dicho esto, la por tantas cosas extraordinaria soprano acierta completamente en el estilo de Stravinsky, al tiempo que se muestra certera a la hora de explorar en subtexto. No se distancia en exceso, pero tampoco quiere forzar nada: en los dos primeros movimientos deja que la música fluya por sí misma, con naturalidad y holgura –bien cantado el Andante–, mientras que en el tercero, aun sin conseguir la máxima electricidad en la recta final, se muestra bastante más dramática e intensa que otras figuras de la dirección más reputadas. (8)

 

martes, 1 de abril de 2025

La Philharmonia, Santtu y Perianes en el Maestranza: Finis Gloriae Mundi

De la mano de su titular Santtu-Matias Rouvali ha llegado la Philharmonia Orchestra al Teatro de la Maestranza por tercera vez, después de las visitas con Giuseppe Sinopoli en 1993 y con Pedro Halffter en 2005. Hay que recordarlo: la orquesta de Karajan, Klemperer, Muti, Dohnányi y Salonen. La orquesta de multitud de grabaciones de referencia que atesoramos los discófilos. Una de las grandes europeas. Es necesario traerlo otra vez a la memoria porque llega en medio de la total indiferencia por parte de la prensa local, para la que semejante acontecimiento no parece motivo de celebración. Le estimula mucho más, con diferencia, el Festival de Música Antigua, o que la Orquesta de Cámara de Bormujos se pase a la kale barroka, esto es, a las maneras “históricamente informadas” del non-vibrato y del ñic-ñic non stop. Para eso, todos los parabienes habidos y por haber, a veces publicando su reseña en dos y hasta en tres (!) medios diferentes. No hay que extrañarse: son los mismos medios que mostraban su rechazo a que tuviéramos todos los años a uno de los más grandes músicos del último medio siglo, un tal Daniel Barenboim, o que reclamaban en tiempos del citado Halffter “menos cosas raras” (por lo del repertorio del primer tercio del XX) “y más zarzuela”. Me refiero a Diario de Sevilla y ABC respectivamente, por si alguien no capta “la indirecta”. Lo peor de todo es que el desinterés parece ser compartido por el público, que abarrotó las tres funciones de La Verbena de la Paloma y se dio tortas para escuchar a Anna Netrebko, pero que dejó a medio llenar a la Orquesta del Gewandhaus de Leipzig, a Ismael Jordi y a una Philharmonia que, por si fuera poco, ha venido con otra gloria local: Javier Perianes. ¿De verdad que por ser de Nerva hay gente que no se ha enterado de que es uno de los mejores pianistas del mundo? Alucinante. 

El Maestranza ha hecho muy bien en recuperar las grandes orquestas: no puede haber teatro con ciertas aspiraciones que no cuente de vez en cuando con alguna formación de primera fila, al igual que debe hacer producciones propias de ópera o recuperar patrimonio musical local con independencia de su calidad. Pero a nadie se le escapa que después de estas calvas en el patio de butacas el proyecto está condenado a su desaparición.

Me decía un amigo que al público no hay que reprocharle nada, que va a lo que quiere. Cierto. Que la crisis se da a nivel mundial. Pues también. Pero no es menos verdad que se podría hacer una labor de promoción que no se hace. Porque a algunos no les da la real gana, habría que añadir. ¿Acaso no es noticia que una orquesta de semejante categoría visite Sevilla? Y si no es ni mucho menos tan popular como la Wiener Philharmoniker o Ana Netrebko, ¿no habría que explicarle al previamente al personal que estamos ante algo de muchísimo interés o calidad? Parece que no. Y eso puede conducir –va a conducir: son los tiempos de la motosierra de Trump y Milei– al triunfo del pensamiento reaccionario. Si algo no interesa, las instituciones públicas no tienen por qué ofrecerlo. Quien quiera exquisiteces, que se las pague, y si no puede, que se conforme con escuchar los discos. No, no es broma: esto último se lo he leído a un crítico local. Abandonad toda esperanza, diríamos si nos pusiésemos en plan Dante, aunque como el Hospital de la Caridad está justo detrás del Maestranza (¡ahí sí que está el gran Barroco sevillano!), mejor lo hacemos a la manera de Miguel de Mañara: Finis Gloriae Mundi. En fin, vamos al concierto.

Más o menos se sabía como iba a estar, porque hay testimonios fonográficos. Ya he comentado aquí cómo Javier Perianes se enfrenta al Concierto para piano nº 5, Egipcio, de Camille Saint-Saëns, a raíz de una pequeña comparativa discográfica que me ha permitido apreciar cuál es el peligro a la hora de interpretar esta música: trivializarla con un fraseo en exceso nervioso, toque en exceso aéreo y carácter excesivamente lúdico. Nuestro artista evita los tres, porque su toque sabe no perder densidad armónica y su discurso horizontal posee una concentración asombrosa, aunque debo advertir ahora que no ha sido “muy Perianes” al abordarlo. Más bien me ha recordado –nadie se escandalice por la comparación, el onubense es uno de los grandes– las maneras de hacer de Arthur Rubinstein, lo que implica una interesantísima mezcla entre elegancia, fuego tan intenso como controlado y hedonismo a la hora de gozar de melodías y colores. Combinación difícil, casi cuadratura del círculo, pero factible. ¿Un Saint-Saëns señorial? Algo así. Virilidad no reñida con delicadeza, intensidad alejada de los fuegos artificiales, hondura sin intención de perder la luminosidad del discurso, delectación melódica que sabe no ceder al narcisismo… y mucha, mucha belleza sonora. Todo ello servido con un toque particularmente variado y expuesto –puede haber alguna nota falsa, eso no alcanza la menos significación– con una facilidad insultante, como si se estuviera paseando por las teclas del piano. A veces al pianista miraba al patio de butacas con cara extraña, como si algo le inquietara, pero lo que allí se escuchaba trasmitía un enorme placer por hacer música, amén de una palpitación vital (¡qué tercer movimiento más sanguíneo!) fuera de lo común. Orquesta y director hicieron un trabajo no genial –en algún momento el piano tapó determinadas líneas de las maderas–, pero sí de alto nivel.


Tampoco el onubense fue “muy Perianes” en la primera propina, una Danza del fuego discutible, reveladora y quizá genial en la que dejó a un lado evocaciones atmosférica y subrayó con valentía ritmos y angulosidades –toque macizo, sin llegar a lo percutivo– para mirar cara a cara al universo de Bartók. En la segunda y última sí que fue él mismo: el célebre Nocturno de las Piezas líricas de Grieg. Ni a Gilels ni a Gavrilov, referencias en este repertorio, se lo he escuchado con semejante grado de inspiración. Pura magia sonora en la que una increíble capacidad para regular el sonido del instrumento se unía a una concentración que le permitía mantener las tensiones a pesar de la lentitud del tempo escogido. Un prodigio irrepetible.

Suite de El pájaro de fuego en la segunda parte. Versión 1945, habría que puntualizar: orquestación aligerada –y más barata–, inclusión del maravilloso pasaje del juego de las princesas con las manzanas de oro y acordes finales de la sección conclusiva muy recortados. El maestro finlandés ofreció lo mismo que en el disco aquí comentado, esto es, una de las posibles visiones de esta partitura particularmente poliédrica. Ni el romanticismo denso y voluptuoso de Colin Davis, ni el sentido narrativo del más temprano Ozawa, ni la electricidad del Boulez de los setenta. Menos aún la seca violencia del propio Igor Stravinsky. Santtu –con su nombre de pila le promociona la orquesta– miró al universo impresionista con una pincelada particularmente ligera y ágil mediante la cual las angulosidades de la escritura se transformaban en elegantísimas curvas, el tejido se aclaraba y la interpretación perdía carácter teatral para convertirse en un exquisito estudio de timbres y texturas. Fue una recreación aérea –por fortuna no excesivamente leve–, muy bella y en cierto modo abstracta que, efectivamente, miró al Impresionismo, pero entendiendo ese estilo no como evocación de atmósferas más o menos sensuales y misteriosas, sino como indagación en las cualidades expresivas de la pincelada, muy mirando hacia el futuro. Ya saben, lo que Boulez hacía cuando dirigía a Debussy y a Ravel pensando en sus propias Notations. No, no es casualidad de que a quien más me recordara ayer Santtu recreando El pájaro fuera al Boulez de su colaboración con Chicago.

Primera propina en la misma línea: esa tontería maravillosa que es la Circus Polka del propio Stravinsky en interpretación nuevamente refinadísima, delineada de manera meridiana, muchísimo más elegante que propiamente circense, en la que el juego virtuosístico de ritmos y colores quedaba maravillosamente expuesto. Todo un lucimiento, para eso la tocaron, por parte de metales y percusión de la orquesta londinense. Las maderas, siendo de calidad, me gustaron un poco menos a lo largo del concierto. ¿Y la cuerda? Para ella fue la segunda propina, una Danza húngara nº 1 de Brahms que, con independencia de determinadas decisiones de la batuta, nos hizo disfrutar de un empaste, una tersura y una redondez que nos dejó maravillados. Disfrutemos de lo escuchado: puede que tardemos lustros en escuchar una máquina de hacer música de semejante categoría en el Maestranza.

Fotografías: Guillermo Mendo/Teatro de la Maestranza

domingo, 30 de marzo de 2025

Concierto para piano nº 5 , Egipcio, de Saint-Saëns: discografía comparada

Mañana lunes comienza Javier Perianes una gira con la Orquesta Philharmonia que en la que ha decidido tocar el Concierto para piano nº 5 , Egipcio, de Camille Saint-Saëns. Buena excusa para hacer una pequeña discografía comparada. ¿Realmente es necesario poner a unos frente a otros? ¿No se puede disfrutar de cada propuesta de manera aislada? Creo que no. Al fin y al cabo, cada interpretación musical no es sino una exploración, una propuesta de visión de una realidad inaprensible que solo se materializa cada vez que se la hace sonar, pero que siempre suena distinta. Cada lectura es una aproximación necesariamente parcial cuya naturaleza solo se pone de relieve comparándola con otras aproximaciones no menos parciales. Concretando: por mucho que, en este caso concreto, la grabación de Sviatoslav Richter con Christoph Eschenbach le parezca a un servidor la más profunda y emotiva de todas, sería erróneo monumental pensar que con ella basta y sobra. Solo una aproximación plural nos puede ofrecer una visión no del todo inexacta de la realidad. De cualquier realidad, dicho sea de paso.


  1. Richter. Kondrashin/Orquesta Juvenil de Moscú (varios sellos, 1952). Increíble que el pianista que más ha acertado con esta obra sea el que un melómano cualquiera menos hubiera identificado con Saint-Saëns: Sviatoslav Richter. Ni su toque “duro” de pura escuela soviética –o rusa, o como ustedes la quieran calificar– ni su temperamento escarpado, dramático y por completo alejado de cualquier concesión a la galería son a priori adecuados para el repertorio francés. Su acierto, sin embargo, es grande, por paradójico que resulte… o quizá precisamente por eso. Porque lo que hace el ucraniano es limpiar de polvo y paja la partitura, obviar lo que tiene de decorativo y quedarse con la esencia emocional de las notas, que plasma con asombrosa limpieza digital, perfecto cálculo de las tensiones, cantabilidad plena sin que ello signifique narcisismo y mucha, muchísima pasión. Justo la que inyecta un Kondrashin que tampoco quiere saber nada del estilo, pero que llena la música de entusiasmo y no deja de atender a los pliegues del segundo movimiento, cuyo final sabe ver siniestro. Por lo demás, excelente rendimiento el que obtiene de la orquesta de jóvenes. Mucho ojo con el streaming: circulan versiones del registro que presentan grandes desigualdades técnicas entre sí. (9)



  2. Rogé. Dutoit/Royal Philharmonic (Decca, 1978). El maestro suizo nos ofrece la interpretación francesa por excelencia: delicada en el mejor de los sentidos, elegantísima, muy sensual y con un apreciable punto de ligereza tanto sonora como expresiva, lo que puede gustar más o menos pero, desde el punto de vista estilístico, resulta irreprochable. Junto a él, un joven Pascal Rogé se muestra muy sensato y sensible, alejado por completo del mero virtuosismo aunque tampoco, todo hay que decirlo, especialmente limpio en el toque ni variado en la expresión. A destacar, en cualquier caso, el sabor siniestro que los dos músicos son capaces de extraer del segundo movimiento, así como el vigor que –al contrario que en el inicial– quieren aportar al último. Espléndida la orquesta, muy bien modelada por la batuta y estupendamente grabada por los ingenieros de Decca. (8)



  3. Collard. Previn/Royal Philharmonic (EMI, 1986). De nuevo la RPO, aun mucho menos bien grabada que ocho años atrás, se muestra como un instrumento virtuosístico, dúctil y muy apropiado para esta página, aunque en esta ocasión bajo la batuta de un Previn que consigue esa dificilísima cuadratura del círculo que necesita el repertorio francés de entresiglos: con él hay delicadeza, ensoñación, melancolía y hasta cierto carácter alado cuando es necesario, pero también vigor, tensiones y sentidos de los contrastes, consiguiendo así una lectura más equilibrada, convincente y emotiva que la de Dutoit. Jean-Philippe Collard, sin ser Richter, hace gala de una agilidad formidable, gran sensibilidad para la poesía y apasionamiento bien controlado, convirtiéndose a la postre en uno de los más irreprochables intérpretes de la página. (9)



  4. Richter. Eschenbach/Sinfónica de la Radio de Stuttgart (Hänssler, 1993). Un milagro. Cuarenta y un años después del ya comentado testimonio con Kondrashin, el pianista ucraniano deja en mantillas su propia recreación y vuela muy por encima de cualquier otro pianista –de antes y de después– con una recreación que sigue manteniendo el rigor y el carácter dramático que caracterizan su arte, pero que añade una dosis muy considerable de cantabilidad, de humanismo, de sensualidad e incluso de delicadeza bien entendida, corrigiendo frases que antaño le quedaban algo mecánica y ofreciendo aquí y allá detalles de sutilísima poesía que, alejadas por completo de la trivialidad o el mero hedonismo, nos descubren las muchas bellezas ocultas en esta partitura. Le ayudan los tempi lentos de un Eschenbach que comparte el enfoque íntimo y recogido del solista, dirige con trazo fino y apuesta por el perfume atmosférico y vagamente impresionista –con toques orientalizantes– de una obra que no en balde se escribió en 1896, pero sin que el carácter difuminado de la pincelada signifique ausencia de claridad. Todo lo contrario: la manera en que desmenuza esta música no se le ha escuchado a ningún otro director, como tampoco su efusividad en el canto melódico. A destacar el toque de amargor en la conclusión del segundo movimiento. En el tercero se pueden echar de menos la chispa y el optimismo vital de otros maestros, pero a cambio su mirada otoñal destila una ternura y emotividad insólitas. Una lástima que la toma, correspondiente a un evento que tuvo lugar el 30 de mayo de 1995 en el que también se ofreció el Concierto en fa de Gershwin (¡qué cosas!), no sea ninguna maravilla. (10)



  5. Thibaudet. Nelsons/Orquesta del Concertgebouw (YouTube, 2011). Esta filmación puede gustar mucho –a mí me entusiasmó en su momento- por la vitalidad de su concepto y la inmediatez expresiva de su realización, pero si comparamos con otros registros de pueden poner reparos. Estos no van dirigidos al por entonces aún joven Andris Nelsons, quien sin necesidad de bucear en pliegues expresivos realiza una asombrosa labor de reivindicación de la floja partitura poniendo al servicio de la misma no solo una irreprochable técnica de batuta con la que materializar sus creativas ideas, sino también una gran dosis de intensidad, fuerza y entusiasmo que se evidencia con claridad en el muy expresivo rostro del maestro, pero también en la manera de paladear con voluptuosidad las melodías y ofrecer una verdadera orgía de colores –rutilante la orquesta– sin perder de vista la elegancia y el peculiar sentido del equilibrio que este repertorio demanda. El problema está en Jean-Yves Thibaudet: su toque es de enorme limpieza, posee enorme técnica a la hora de modelar el sonido y sabe ofrecer toda esa particular delicadeza que el repertorio francés demanda al tiempo que canta algunas frases con un vuelo poético sobrecogedor, pero el nerviosismo hace en demasiadas ocasiones mella en su fraseo, echándose de menos concentración y sobrando fuegos artificiales. Tampoco termina de convencer ese carácter lúdico, algo frívolo por momentos, con el que aborda los movimientos extremos de la partitura. Para algunas sensibilidades puede resultar refrescante que su óptica prescinde de densidades para lanzarse sin rubor a lo bullicioso de esta música, pero a la postre termina resultando superficial. (8)


  6. Perianes. Tausk/Sinfónica de Galicia (YouTube, 2022). Pianista apolíneo por naturaleza y vocación, pero no por ello precisamente parco en tensión interna y sentido de los contrastes, el de Nerva hace gala de un fraseo de enorme limpieza y de un toque de asombrosa riqueza –yo diría que la mayor que se ha escuchado en esta página– para ofrecernos una recreación en la que el equilibrio y la belleza sonora se ponen por delante de otras consideraciones. Al menos lo hace así en el Allegro animato, lejos tanto de la serenidad y hondura de un Richter –inalcanzable aquí y en toda la obra– como de la efervescencia de un Thibaudet; la búsqueda de la elegancia y del sabor netamente francés, en cualquier caso, no le impiden ofrecer algunas frases de sublime poesía. Perianes parece cambiar de tercio en el Andante, arrancando con un fuego –controladísimo–, una potencia sonora y un sentido dramático considerables para luego alternar entre pasajes de increíble hermosura en los que hace gala de esa mágica sensibilidad que es marca de la casa con otros en los que los arabescos resultan particularmente encrespados. Sanguíneo a tope –es decir, ortodoxia pura y dura– el Molto allegro conclusivo, pleno de empuje sin caer en la tentación de quedarse lo lúdico– ni perder claridad expositiva, en todo momento excepcional. El holandés Otto Tausk se preocupa más de la globalidad –pulso muy bien sostenido– que del detalle, echándose de menos la claridad de líneas que, por poner un ejemplo, conseguirá Klaus Mäkelä tan solo un año después. En cualquier caso, extrae un formidable partido de la orquesta gallega, que quiere hacer sonar con músculo y no ligera: me parece un acierto. En lo expresivo se muestra muy implicado, moviéndose con convicción entre los distintos ambientes de la partitura; bellísimo su canto en el segundo movimiento, aunque para mi gusto los leves portamentos que incluye son prescindibles. (9)


  7. Rogé. Luisi/Sinfónica de la NHK (YouTube, 2023). Nada menos que cuarenta y cinco años después de su grabación con Dutoit, Pascal Rogé –setenta y dos tacos ya– demuestra seguir siendo un notabilísimo intérprete de la obra, con las mismas virtudes e insuficiencias que en la ocasión anterior. En este sentido, y con todo lo que ha llovido desde entonces, se pueden echar de menos agilidad, variedad en el toque, efervescencia e incluso brillantez, pero también se agradece, y muchísimo, que su fraseo sea cálido, concentrado, efusivo y por completo alejado de frivolidades y nerviosismos varios. Eso sí, el tema “del Nilo” podría estar dicho con mayor emotividad. Luisi se pone al servicio del solista ofreciendo una recreación apolínea, ligera en el mejor de los sentidos, muy bella y dotada de nobleza en el fraseo. Total, la versión opuesta a la de Thibaudet y Nelsons. Imagen problemática, toma sonora irreprochable. (8)


  8. Kantorow. Mäkelä/Orquesta de París (Medici TV, 2023). Dedos finos y larguísimos permiten al joven Alexander Kantorow –veintiseis años– ofrecer una enorme agilidad digital que, junto con una extraordinaria técnica a la hora de regular el sonido en volumen y densidad, se ponen al servicio de una interpretación muy distinta de la de Perianes y Rogé, al tiempo que cercana –sin llegar a sus extremos– a la de Thibaudet. Es decir, efervescencia, incisividad, contrastes marcados y un nervio interno que por momentos se aproxima al nerviosismo, y que en el movimiento conclusivo le hace arrancar de manera excesivamente lúdica –por no decir frívola– para luego ir escorándose a lo meramente virtuosístico. Toca de maravilla, ciertamente, y es difícil resistirse ante su brillantez y comunicatividad, pero entiendo que a esta recreación le falta madurez. Lo mismo puede decirse de Klaus Mäkelä. Algo menos joven que el solista e igualmente bien dotado en la técnica, cosa que demuestra ofreciendo una meridiana clarificación del entramado orquestal, ofrece una lectura que busca y consigue esa sonoridad francesa tan peculiar basada en la ligereza sonora y expresiva, pero a mi entender se pasa de la raya: Fabio Luisi conseguía lo mismo ofreciendo mayor concentración y un fraseo más efusivo. (8)

Réquiem de Mozart en el Villamarta: fue mediocre

No iba a escribir nada sobre el Réquiem de Mozart que se ofreció en el Teatro Villamarta el día 14 de marzo. Total, está muy bien que el aforo se llene, que la gente se acerque a la música y que el coro local cumpla la ilusión de cantar esta obra maestra. Lo que el crítico de turno piense no tiene la más mínima importancia al lado de todo esto. Pero claro, leo la siguiente crítica (?) en Ópera Actual y no puedo dejar de cabrearme. Porque una cosa es lo dicho antes, crear afición, y otra muy distinta poner el listón en lo más bajo. No, en Jerez se debe aspirar a mantener un nivelito. No se puede aplaudir todo como si tuviéramos delante a la Filarmónica de Viena.

Y es que la Filarmónica de Málaga se mostró muy discreta a la hora de hacer justicia a una partitura que exige una depuración sonora muy especial. Lo mismo debo decir de Elena Salvatierra, que dirigió con muy buen gusto pero fue incapaz de mantener el mínimo de tensión exigible: todo sonó plano, aburrido, mortecino. "Un velatorio más que un réquiem", me decía un veterano y experto melómano local. Pues sí. El Coro del Teatro Villamarta, flojo e incluso menos que eso: hubo galimatías en algún momento -creo que fue la fuga del Hosanna-. Mal la soprano, discretos mezzo y barítono. Lo único realmente bueno fue el tenor, de emisión particular -a lo Robert Tear, para que ustedes me entiendan- pero muy firme, valiente y con clase.

Total, un muermo considerable. Seguirá pareciéndome bien que se hagan cosas así, pero no que se le tome el pelo al personal presentando como bueno algo abiertamente mediocre.

Piano de Ravel por Ashkenazy

He querido completar la audición de anoche con este disco dedicado íntegramente a Maurice Ravel en el que Vladimir Ashkenazy realiza su seg...