Pensaba que la Missa in tempore belli o Paukenmesse de Franz Joseph Haydn a cargo de Leonard Bernstein y la Orquesta y Coro de la Radio de Baviera editada en CD por Philips era la misma del Blu-ray de CMajor/Unitel. Pues no: la filmación se realizó en un momento indeterminado de 1984 en la Basílica de Ottobeuren, mientras que la versión de audio es un registro en vivo del 28 de septiembre de ese mismo año en la Herkulessaal de Múnich. He hecho muy bien en comprármela de segunda mano en Berlín por un solo euro, en un mercadillo dominical de la Isla de los Museos, porque volver a este testimonio –entiendo que, a pesar de lo dicho, lo que se escucha en uno u otro formato es parecido– me ha supuesto una conmoción.
En parte por la música: creo que hasta ahora no me he enterado de lo grandísima que es. Quizá a veces olvidamos que la secuencia cronológica no es primero Haydn, después Mozart y más tarde Beethoven, sino Haydn, Mozart, Haydn otra vez y finalmente Beethoven. Esta Hob. XXII:9 es de 1796-97. El de Salzburgo había dejado incompleto su Réquiem en 1791. Al sordo de Bonn le quedaban dieciséis años para su Misa en Do, escrita –al igual que la obra que nos ocupa– para Nikolaus Esterhazy II; para iniciar la Solemnis le faltaban veintitrés. Haydn no solo hizo gala, como explican las magníficas notas de la carpetilla, de una gran imaginación, de un formidable tratamiento de la orquesta y de una relación renovada entre solistas vocales y coro. Creo que también se lanzó sin red hacia un mundo expresivo que aún estaba por llegar, igual que décadas atrás había hecho con las Sinfonías Sturm un Drang.
Por eso mismo no me parece que la interpretación, que es lo otro que me ha dejado tocado, sea un disparate estilístico. El maestro mira claramente
hacia adelante, impregnando los pentagramas de tensión, fuerza y cierto
carácter gótico, y acentúa los aspectos dramáticos de la partitura: en la
pequeña entrevista de la filmación Lenny hablaba de drama interior, diferenciándolo claramente de
la teatralidad. Todo ello sin dejar de mostrarse extraordinariamente brillante,
entusiasta y luminoso cuando las circunstancias lo requieren, y de recrearse como
sólo él sabía hacerlo en la cantabilidad, la brillantez y el espíritu dionisíaco
de la obra.
Un genial Agnus Dei (¡qué manera de jugar con las dinámicas, en
perfecta sintonía con el espléndido timbalero!) impregnado de pathos, de
súplica y de dolor hasta culminar en “Dona Nobis Pacem” de brillantez
inusitada, deja bien clara la implicación del maestro con esta música. Por
descontado que la sonoridad es robusta, musculada y voluptuosa, pero por
fortuna esto no implica pesadez ni ausencia de claridad.
Buen nivel el del Coro
de la BR. En los solistas no tanto, porque la parte más exigente es la del bajo y en ella encontramos a un soso y engolado Hans Sotin. Estupenda Brigitte Fassbaender, y bastante correctos
Judith Blegen y Claes Ahnsjö. La toma no es particularmente buena, pero consulto mis notas y compruebo que el sonido grabado en Ottobeuren dejaba que desear en lo que a gama dinámica se refiere. Da igual: escuchen esta música hasta que se también se convenzan de que estamos ante una obra maestra.
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