viernes, 1 de agosto de 2025

¿Se oía bien en los odeones clásicos? Rigoletto en Atenas

Siempre me hice esa pregunta, si la cosa funcionaba en los odeones griegos y romanos, esos edificios parecidos a los teatros pero incluyendo una cubierta para facilitar la audición musical. Pues bien, el pasado domingo 27 de julio tuve la oportunidad de escuchar Rigoletto de Verdi en el Odeón de Herodes Ático de Atenas, del año 161 d.C. y situado al pie de la acrópolis. Sí, ese mismo en el que se filmó un impactante Primero de Brahms con Rattle, Barenboim y la Filarmónica de Berlín, aunque el recinto ya se utilizaba para conciertos desde mucho antes: por ahí circulan fotos del joven Karajan. Y ya tengo la respuesta: se oía perfectamente. No con un elevado volumen, pero sí con nitidez. Las condiciones distan de ser las adecuadas para una ópera, pero lo cierto es que el sonido de orquesta y voces llegaba a la perfección a las grandas más altas, en las que un servidor andaba situado. Todo ello en un auditorio de cerca de cinco mil espectadores que ya no tiene su cubierta original. ¡Sin necesidad de amplificación! Yo lo preferí así, desde luego: mucho mejor escuchar con volumen bajo pero con claridad y sin distorsión que sufrir los desequilibrios que conlleva la ingeniería. En diez minutos te acostumbras y disfrutas de manera aceptable de la música.

Algo tendré que decir sobre la función. Era la primera de cuatro, con dos electos distintos, dentro del Festival de Atenas y Epidauro. Un evento anual no precisamente desdeñable, dicho sea de paso. Hace dos años, en aquel viaje que no pude concluir, tenía entradas para escuchar a Lang Lang con Christoph Eschenbach. Ahora me he podido quitar también esa espinita, la de ver algo en el Odeón, y me ha tocado lírica. Hubiera preferido lo de la otra vez, por aquello de los intérpretes, pero tampoco es que le haga ascos precisamente a uno de los más perfectos, inspirados y geniales títulos de toda la historia de la ópera. Y lo escuché en un contexto que lo devolvía a sus orígenes, a la de espectáculo popular: se notaba que entre los miles de asistentes había muchos que no conocían este título cuchicheo generalizado cuando comenzó La donna é mobile, aplausos nada más empezar el sobreagudo, lo que no impidió que hubiera silencio durante la función. 

Los resultados, decía. Pues irregulares, como no podía ser de otra forma. Producción y cuerpos estables eran los de la Ópera Nacional de Grecia. Digna orquesta, muy buen coro y batutero de turno, un tal Derrick Inouye, procurando que aquello sonara medianamente bien sin parar en consideraciones expresivas.

Me dicen que Dimitri Platanias es una gloria lírica nacional. Vale. Yo lo que escuché fue una voz gastada y engolada en manos de un intérprete sin canto legato, incapaz de matizar y mediocre como actor. Muy bien, por el contrario, Nina Minasyan: voz bonita, más ligera que lírica, ideal para el Caro nome y suficiente para el resto. Cantó con mucha propiedad y buen gusto delineando una Gilda frágil, pero sin ñoñerías. Magnífico encargándose del Duca el tenor armenio Liparit Avetisyan, de instrumento con carne, enorme cantabilidad en el fraseo y exhibicionista solo en su punto justo. Quizá le faltara reflejar el punto de malicia que necesita el personaje, pero el asunto no es fácil. Dos o tres deslices vocales apenas empañaron una actuación modélica. Correcta la Maddalena de Oksana Volkova, y muy alto nivel en el resto; mención especial para el soberbio Sparafucile de Petros Magoulas.

La propuesta escénica era una reposición. Firmaba una señora, Katerina Evangelatos, lo que en este título es una ventaja: fue muy buena la idea de mostrar muy ensangrentadas las enaguas de Gilda tras su violación porque de una violación se trata y de convertir esta prenda en un objeto de vergüenza ante su padre. Creo que los varones no entendemos lo suficiente estas cosas; puestas en su sitio, nos permiten apreciar mejor el mensaje social y político de una obra que no necesita reinterpretación alguna para adaptarse a eso que llaman "nuevas sensibilidades". ¿Por qué se empeñan algunos en pedir que se cambien los argumentos cuando los originales ya poseen una enorme carga subversiva? Por lo demás, la labor de Evangelatos no fue para echar cohetes: traslación al siglo XX, bailes horteras en la corte ducal y resoluciones que unas veces funcionaban y otras no. Como tantos registas, intentó resolver el problema del jorobado con una venda sin enterarse de que la tiene puesta; lo hizo con relativo éxito, pero algunos momentos claves se quedaron no ya en lo convencional, sino en lo rutinario. 

Aplaudir no se aplaudió mucho. Creo que no fue por disgusto con el resultado, sino por el terrible calor y el cansancio del personal a las doce de la noche, porque noté felicidad entre atenienses y turistas. Lo pasamos bien,




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