Hace algunos días escribí aquí sobre los Conciertos para piano nº 22 y 23 de Mozart en interpretación de Daniel Barenboim y Rafael Kubelik, extraña pareja. Vamos ahora a por las mismas obras en lecturas de Mitsuko Uchida, el pobre de Jeffrey Tate y la English Chamber Orchestra, grabaciones del sello Philips –un poco difusas– realizadas en 1986 que he podido disfrutar en el reprocesado realizado por el sello Esoteric que circula en aguas corsarias.
La dirección del KV 482 solo puede calificarse como magnífica: tan sólida como natural en el trazo, atenta al equilibrio entre lo dionisíaco y lo apolíneo, sonada con una perfecta mezcla de agilidad y músculo, amén de hermosísima sin ceder lo más mínimo al preciosismo. Olvidar esto último es justo lo que se le puede reprochar a Mitsuko Uchida: tan empeñada está en obtener la máxima belleza posible que su sonido resulta en exceso pulido, su fraseo más coqueto de la cuenta, su sentido de los contrastes más bien parcos. ¿Que en el Andante despliega auténtica magia sonora? Cierto es, pero se queda un tanto en la superficie de la música. La orquesta es la ideal para esta música. ¡Qué canto el de las maderas en el tercer movimiento!
La interpretación del Concierto nº 23 se mueve por parecidos senderos, Tate tan dionisíaco como controlado, Uchida apolínea a más no poder. Sin embargo, esta vez la japonesa parece más animada: hay más contrastes, más vida y más riqueza expresiva, aun siempre manteniendo la máxima belleza sonora y buscando el lado más lírico de Mozart. Por descontado, es en el maravilloso Adagio donde la pianista puede dar lo mejor de sí misma: sin buscar en modo alguno cargar las tintas, Uchida repara en la congoja que anida en la música y tiñe de sabor agridulce un fraseo elegante y musical como pocos se han escuchado.
En fin, una interesantísima comparación. Les recomiendo que se tomen un par de horas largas en hacer el ejercicio de escuchar los dos conciertos por ambos binomios de grandes artistas.
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