El próximo jueves arranca en Leipzig el Festival Shostakovich que van a protagonizar Andris Nelsons y la Sinfónica de Boston, y aún no he podido escuchar ni comentar todo lo que este binomio ha ido grabando para Deutsche Grammophon con música del autor de La nariz. Voy ahora a por la Sinfonía nº 13, Babi Yar, un registro de mayo de 2023 que escuchado en el formato Dolby Atmos que ofrece la plataforma Stage + suena increíblemente bien, por todo: naturalidad tímbrica, equilibrio de planos, gama dinámica y relieve de la percusión.
No hay sorpresas, pero se puede y debe matizar. Se trata de una gran interpretación, soberbiamente planificada desde la batuta y tocada de manera insuperable por una Boston Symphony en estado de gracia. No es ya cuestión de que se escuche todo, y que se escuche con tanta potencia como depuración sonora; ni de que se consigan grandes explosiones decibélicas sin merma de la redondez, o de que se atienda a las más delicadas sutilezas tímbricas sin que se pierda de vista el arco global. Se trata, además de todo eso, de pulso bien sostenido, de tensión interna y de concentración.
Dicho esto, la aún reciente grabación de Riccardo Muti con la Sinfónica de Chicago –aquí tienen la discografía que elaboré– es todavía mejor que la de Nelsons: el italiano cargaba más las atmósferas, ponía mejor de relieve la herencia mussorgskiana y ofrecía una carga dramática –léase operística, si se quiere– por completo apabullante. En comparación, esta otra lectura resulta un poquito menos inmediata, no alcanza tantísima temperatura emocional y, muy atenta a la belleza sonora, carece de la sana rusticidad que Muti obtenía de los chicagoers, A cambio, alcanza una enternecedora y muy sincera poesía en el tercer movimiento, el dedicado a las mujeres rusas, como también una alta dosis de desolación el cuarto, Los miedos.
Mathias Goerne es, en principio, una enorme baza a favor de esta versión, pero desdichadamente su voz suena bastante tocada por la edad. No así su arte, siempre sutil y ajeno a narcisismos. Espléndidos los Coros del Conservatorio de Nueva Inglaterra y del Festival de Tanglewood. Venga, le ponemos puntuación: un nueve sobre diez.
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