Continuamos el recorrido por el arte de Santtu-Matias Rouvali con selecciones de los ballets de Tchaikovsky al frente de la formación de la que es titular, la Philharmonia de Londres, justo con la que se presentará próximamente en España. El sello es el de la propia orquesta y las pueden ustedes escuchar en las plataformas de streaming habituales.
Son 42 minutos los que dura la suite de El lago de los cisnes registrada en directo el 3 de noviembre de 2019. La grabación no es muy buena, y tampoco ayuda la acústica del Royal Festival Hall, pero aun así se puede disfrutar plenamente de una notabilísima recreación en una linea muy distinta a la que muchos tenemos en mente, por haber aprfendido a amar esta música con ella: la lectura que del ballet completo realizó Seiji Ozawa con la Sinfónica de Boston. Si el japonés nos ofrecía un Tchaikovsky extremadamente elegante, lírico y refinado, lo que para algunos puede traducirse como "excesivamente occidentalizado", en el que se planteaba como principal objetivo demostrar la belleza de esta música, el finlandés se decanta por una interpretación inflamada en lo expresivo y un punto rústica en lo sonoro: pierde en delectación melódica, sensualidad y magia poética lo que gana en sentido dramático, garra e inmediatez comunicativa. Me gusta bastante así, aunque no me convencen algunas libertades en el célebre vals: los portamenti molestan más que ayudan, y el teatral "parón" por el que opta en un determinado momento no termina de funcionar. Por lo demás, el pulso es excelente –la referida inflamación no conduce al maestro a precipitarse–, y resulta bastante notable, aun más atento a la globalidad que al detalle, el trabajo con una Philharmonia que no parecía encontrarse en su mejor momento.
Más en forma parece estar en la suite –la de toda la vida– de El cascanueces, procedente de un concierto de otoño de 2021, pese a un desajuste notorio en la Danza china que al maestro le cuesta trabajo solventar. ¿Falta de técnica de batuta? A mí me parece que lo que falla es la concentración de los fagotes. La interpretación es globalmente notable. Los parámetros expresivos son los mismos que en El lago de los cines, lo que puede hacer pensar que, como esta obra tan navideña parece pedir un enfoque más naif, las cosas van a funcionar peor. No es así. De hecho, cuando al maestro no le sale bien es al decidir ponerse en plan ensoñado añadiendo al Vals de las flores unos reguladores –que le he escuchado en directo a Lorin Maazel– demasiado preciosistas, sobre todo al contrastar por el fuego enorme (¡qué violonchelos!) con que el joven maestro aborda la página, que llega a concluir con cierta brutalidad. Francamente bien el resto: da gusto escuchar esta música con semejante frescura, electricidad y gozo vital, aunque se deje un tanto de lado lo del cuento de hadas.
Los 33 minutos de La bella durmiente se registraron en 2023. Es la mejor de las tres actuaciones de la orquesta, pero la menos buena por parte del maestro: como pasaba al final de El Cascanueces, el fuego termina conduciendo al exceso. Sobran rigidez y contundencia, se echan de menos sensualidad, ensoñación y vuelo poético, al menos en el Vals que popularizara Walt Disney y en el precioso Pas d'Action del acto I. En contrapartida, otros números brillan por su brillantez, incisividad y elevado sentido teatral. La toma es esta vez muy satisfactoria, quizá por ser la reciente de las comentadas.
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