20 de marzo. Termina el invierno, y en Facebook la plataforma Stage + nos recuerda que son trescientas primaveras exactas dese la publicación de Il cimento dell'armonia e dell'inventione de Vivaldi, es decir, de los conciertos que incluyen Las cuatro estaciones. Buena excusa para ofrecer una brevísima discografía comparada, fruto de absoluta improvisación: parte de este material lo había presentado ya, otra parte estaba inédito y un par de versiones las he escuchado hoy mismo.
¿Por qué solo versiones no historicistas? En absoluto porque crea que estas son preferibles. Ni lo creo así, ni opino lo contrario: para mi gusto, resulta imposible entender todo lo que contiene esta música son un buen puñado de versiones "sin instrumentos originales" y sin otro menos sustancioso de recreaciones "históricamente informadas". Tan solo quiero reivindicar la primera de las maneras en un momento en el que parecen haberse impuesto las fórmulas HIP. Por mucho que se empeñen tirios y troyanos, de las dos maneras es posible hacer un gran Vivaldi. O un mediocre Vivaldi, claro está.
- Ayo/I Musici (Philips, 1954). Esta primera grabación del mítico conjunto italiano no ha envejecido nada bien. La sonoridad del grupo, muy compacta, resulta por completo admirable desde el punto de vista técnico, como lo es también el virtuosismo de un Félix Ayo de tan solo veintiún años de edad, al tiempo que todos se muestran musicales y capaces de destilar tanto sensualidad como intensidad dramática, pero lo cierto es que el fraseo resulta un tanto monocorde, algo rígido, ciertamente poco imaginativo, y todavía no muy atento a las posibilidades onomatopéyicas de esta música, menos aún a los contrastes, quizá porque la visión es ante todo clásica, por no decir contemplativa. Francamente pobre el clave. Lo mejor quizá sea la tensión que consiguen en los movimientos extremos de El Invierno, sobre todo en el primero, y lo peor el fraseo algo romanticoide del violín en el segundo movimiento de este mismo concierto, enfocado con excesiva blandura. Buen sonido monofónico. (6)
- Ayo/I Musici (Philips, 1959). Con tan solo cinco años de diferencia con respecto a la anterior, esta nueva interpretación en sonido ahora estereofónico –de no mucha calidad, ni siquiera en Blu-ray Audio a 192- poco aporta nuevo. Quizá ahora el fraseo sea algo más fluido y la tormenta veraniega esté un poco más lograda, al tiempo que el primer movimiento de El Otoño resulta ahora menos natural, incluso un punto masivo. Y es que los problemas siguen ahí, incluyendo la excesiva dulzura de Ayo en el segundo movimiento de El Invierno. Y es que los problemas de fondo –articulación monocorde y algo blanda, clave tímido, escasez de contrastes– siguen ahí. Definitivamente, esto ha envejecido mal. (7)
- Szeryng/English Chamber Orchestra (Philips, 1969). Dotado de un sonido maravilloso, firmísimo sin poseer especial carne, de afinación impoluta y musicalísimo fraseo, el violinista de origen polaco ejerce doblemente de solista y director en una recreación abiertamente apolínea, mucho antes clásica que barroca, en el que la elegancia, la belleza sonora y –sobre todo– la cantabilidad se ponen muy por encima del sentido de los contrastes que esta música necesita. No es ése, en cualquier caso, el problema de esta interpretación, sino un Verano deslavazado, carente de electricidad, afectado por una flojera generalizada tanto en el violín como de la maravillosa orquesta londinense. Personal, hermosísimo el primer movimiento de El otoño, algo pesadote el conclusivo. A destacar, pese a algún detalle poco convincente, el Largo de El invierno: verdadera poesía. Sensacional la toma. (8)
- Micheluzzi/I Musici (Philips, 1969). Parece mentira que en solo diez años la interpretación de los italianos mejorase de manera tan considerable. Por descontado que permanecen fieles a su concepto eminentemente lírico, basado mucho antes en el carácter evocador de la melodía y en la sensualidad de la tímbrica que en los claroscuros o la variedad expresiva, equilibrado y no muy temperamental, pero ahora los tempi se han aligerado en casi todos los movimientos, la articulación ha perdido rigidez y el sonido del tutti ha adquirido transparencia sin perder belleza ni solidez. El clave de Maria Teresa Garatti se muestra ahora más imaginativo y centrado en el estilo. Micheluzzi, por su parte, hace gala de un sonido hermosísimo y de un fraseo más adecuado que el de Ayo para este repertorio, fraseando con una musicalidad de sobria intensidad, enorme elegancia y hondo lirismo. Puede sorprender el carácter extremadamente sereno y contemplativo del Largo de El Invierno –aquí el tempo es ligeramente más lento–, si bien en el tercer movimiento del mismo concierto, la incisividad en el fraseo y los acentos dramáticos, aun dentro de la sobriedad que caracteriza a toda la interpretación, adquieren la adecuada relevancia. Soberbia la toma para la época. (9)
- Zukerman/English Chamber (CBS, 1972). El violinista israelí deja bien clara su categoría como solista con un sonido bellísimo, firme y afinado como pocos –hay una ligera vacilación al final del segundo movimiento de El verano–, capaz de sortear cualquier reto virtuosístico y de frasear con enorme holgura. Pero lo cierto es que su acercamiento a Vivaldi ha perdido mucho con el paso del tiempo, sobre todo en lo que a la parte orquestal se refiere. El problema no radica tanto en el músculo excesivo con que hace sonar a la English Chamber, sin duda soberbia, ni en la articulación en exceso tradicional, sino en una óptica que quiere ver al barroco desde una óptica más bien cercana al clasicismo, y que por ente aborda con un carácter en exceso noble y apolíneo una música que pide a gritos un acercamiento vivaz y contrastado, lleno de los claroscuros, de la agitación y del sentido teatral propios del estilo. A la dirección del jovencísimo artista –aún le faltaban algunos meses para cumplir los veinticuatro– le faltan imaginación, vivacidad y tensión, al tiempo que le sobra cierta monotonía. Tampoco ayuda precisamente el clave de Philip Ledger, puro años setenta en su coquetería y en sus salidas de tono, imaginativas en el peor de los sentidos. Hay además en este registro un borrón muy considerable, y es el segundo movimiento de El invierno: muy discutible la blandura y el ensimismamiento excesivo de la dirección, y por completo inaceptables los portamentos del violín y las cursiladas del continuo. La toma necesita un nuevo reprocesado, a ser posible rescatando la cuadrafonía original. (7)
- Perlman/Filarmónica de Londres (EMI, 1976). El problema de esta interpretación es en parte estilístico, en parte de inspiración. Estilístico no tanto por la articulación por completo tradicional, a base de vibrato amplio y notas bien ligadas y escasa ornamentación, ni tampoco por lo musculado de la sonoridad –que a mí no me disgusta, pese a que la orquesta sea más grande de lo conveniente–, sino más bien por su tendencia a una expresividad antes romántica que barroca, amén de parca en recursos teatrales, lo que en cualquier caso no impide que haya fuerza en su dirección y atractivas sugerencias atmosféricas en el segundo movimiento de El otoño. De inspiración porque, ni siquiera aceptando sus planteamientos de estilo, consigue Perlman poner de relieve la poesía de los pentagramas, mostrándose a veces intenso y lleno de nervio, a ratos un tanto lineal, y en algún pasaje –arranque del segundo movimiento de El invierno– de una dulzonería inaceptable. Ni siquiera en lo puramente técnico el enorme violinista parece estar a la altura que de él se espera. Nada se dice de quién toca el clave al continuo: su labor es globalmente correcta, e interesante por su originalidad en el cuarto de los conciertos. Toma sonora de calidad escuchada en alta resolución, con robustas frecuencias graves. (7)
- Kremer. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1980). Optando por una articulación mucho más ligera y recortada que la de Perlman, así como de unos tempi más veloces y de una sonoridad considerablemente menos pesada, Abbado ofrece una desconcertante interpretación registrada en Londres en 1980. Resulta significativa la fecha, porque por un lado esta lectura apunta al extraordinario Abbado de los años sesenta y setenta, todo teatralidad, entusiasmo y fuerza expresiva, y por otro al muy mediocre de los ochenta en adelante, con esa muy particular búsqueda de la ligereza tanto sonora como expresiva, materializada en la tendencia a las sonoridades ingrávidas y a la sosería, cuando no a la asepsia. De esta forma, un Otoño magníficamente dirigido se erige como lo más interesante de esta interpretación, mientras que en el resto se muestra irregular alternando momentos muy comprometidos con otros en los que prima la depuración sonora sin sustancia. El clave de Leslie Pearson me ha gustado poco, no por su enorme riqueza en la ornamentación –eso me parece estupendo–, sino por su sensibilidad en exceso coqueta y galante, cuando no trivial. Claro que lo peor de este registro es la actuación de Gidon Kremer, no tanto por su consabida sonoridad ácida y gatuna, con frecuencia desagradable, sino por su absoluta incapacidad para extraer poesía de estas notas. Peor aún: en el segundo movimiento se pone tan cursi y repipi –tampoco Abbado ayuda aquí precisamente– que le entran a uno ganas de apagar el equipo. Muy buen sonido tras su recuperación en alta resolución. (5)
- Carmirelli/I Musici (Philips, 1982). La etapa de Carmirelli fue la cumbre de todo el arte de I Musici, no tanto por su labor como solista –seguramente sus antecesores eran mejores en este sentido– como por su excelencia a la hora de mejorar todavía si cabe (¡increíble depuración sonora!) el trabajo técnico del conjunto y, sobre todo, a la de enriquecer articulación y expresión sin perder personalidad. El tempo vuelve a aligerarse –esta vez en todos los números–, el fraseo es más ágil y las tensiones sonoras están más marcadas, prestando mayor atención a los pliegues expresivos sin dejar llevarse únicamente por la contemplación paisajística ni la luminosidad mediterránea. En este sentido, el violín de Carmirelli no es el más hermoso ni el más ágil pero sí el que ofrece más ricas inflexiones y acentos más lacerantes. Toma sonora de lujo. (9)
- Mutter. Karajan/Filarmónica de Viena (EMI, 1984). El primer movimiento de La primavera deja buen sabor de boca. Karajan parece centrado en la expresión, frasea con agilidad -siempre dentro de un concepto tradicional- y se muestra musicalísimo, obteniendo un sensacional partido de los formidables músicos vieneses y aportando fantasía él mismo al clave junto con el de William Tim Read. Pero llega el Largo y la languidez, la blandura y el amaneramiento se convierten en protagonistas. A partir de ahí, nos encontraremos con una recreación en la que se alternan momentos muy conseguidos, como la tormenta veraniega -Karajan, ideal para el músculo y lo tempestuoso-, todo el Otoño o los movimientos extremos de El invierno, con otros bastante difíciles de soportar. ¿Y la Mutter? Pues todo belleza sonora y virtuosismo, pero a sus veinte añitos de edad no solo no se muestra muy afín con la partitura, sino que se deja llevar por las vacilaciones del maestro y, lo peor de todo, por momentos se muestra francamente desganada: la falta de fuelle en el Allegro non molto de El verano resulta alarmante. (6)
- Mutter. Karajan/Filarmónica de Berlín (BR CMajor, 1987). El maestrissimo y la joven violinista –convertida ya en una diva mundialmente famosa por derecho propio– vuelven sobre la obra tres años después de su grabación en Viena, en esta ocasión con motivo de la inauguración de la sala de cámara de la Philharmonie berlinesa. Los parámetros son los mismos, pero las cosas salen bastante mejor: hay menos devaneo sonoro y, reconozcamos el placer culpable, resulta maravilloso disfrutar en esta partitura el músculo de una orquesta que logra el milagro de frasear con plena agilidad y el violín muy vibrado, pletórico de virtuosismo –hay un par de deslices propios del directo– e increíblemente hermoso de la Mutter. Otra cosa es que ella no termine de destilar la toda la poesía que propone la página, lo que no impide que el resultado sea de altura. La filmación se ve bastante bien después de su trasvase a Blu-ray. Lo que no tiene arreglo es el narcisismo de un Karajan –se trata de su propia productora– que chupa cámara tocando –muy bien, por cierto– uno de los dos claves del continuo. (8)
- Agostini/I Musici (Philips, 1988). Maria Teresa Garatti combina –de manera muy sugerente– órgano y clave al continuo, esperando quizá I Musici que no parezca que, tan solo seis años después de su grabación anterior, están ofreciendo más de lo mismo. Aunque quizá sea menos de lo mismo: Agostini quizá ofrezca un sonido más carnoso y una mayor agilidad que Carmirelli, pero desde el punto de vista expresivo, particularmente en su faceta de director, parece muy inferior al de su predecesora, de tal modo, que, junto con movimientos espléndidos como los dos extremos de El otoño o el tercero de El invierno se advierte una tendencia a limar aristas, a suavizar contrastes y a recrearse en una dulzura por momentos excesiva. No lo hace, pese a algún detalle amanerado en su labor solista que se podía haber ahorrado, a la hora de contemplar la lluvia tras los cristales, aunque en contrapartida los pizzicati del ripieno se encuentra mucho menos diferenciados que en las grabaciones precedentes. Y es que el conjunto tampoco parece, en general, tratado con la extrema depuración sonora de años anteriores; por momentos, incluso, parece un punto apelmazado y con menor brillo, lo que en principio no parece deberse a una toma sonora realizada, nuevamente, en La Chaux-de-Fonds. (8)
- Stern. Zukerman. Mintz. Perlman. Mehta/Filarmónica de Israel (DVD, Huberman, 1983). La dirección, voluntariosa, resulta aburrida y algo fuera de estilo para la fecha, no digamos para hoy. Hay además una tendencia a la dulzonería en los movimientos lentos. Los cuatro solistas alcanzan un buen nivel, sobre todo en lo que al vuelo lírico se refiere, pero el único que se muestra brillante tanto en lo técnico como en lo expresivo es Mintz, cuyo Otoño se eleva por encima del resto de la interpretación. (5)
- Giulio Franzetti. Muti/Solistas de la Orquesta Filarmónica de La Scala (EMI, 1993). El maestro napolitano no se arredra ante el peligro del qué dirán y se atreve, en plena década de los noventa, a hacer unas Cuatro estaciones dirigidas desde el podio y con batuta. Pero tranquilos, la plantilla es pequeña, a la articulación no le falta agilidad, el clave de Robert Kettelson es magnífico y la batuta hace que los músicos de la Scala toquen con entusiasmo y admirable sentido del canto. Tampoco está nada mal el violín, aun lejos de la calidad tímbrica y expresiva de los más grandes que se han acercado a la partitura. El lunar por parte de todos, el Largo de El invierno: se les va la mano en la ensoñación. La toma, realizada en una iglesia de Milán, deja mucho que desear. (8)
- Shaham/Orquesta de Cámara Orpheus (DG, 1993). Resulta difícil explicar cómo es estilísticamente esta interpretación. En realidad, quizá sea más sencillo decir lo que no es. La sonoridad del conjunto y el fraseo nada deben a la tradición romántica, pero tampoco intentan adaptarse a los modos “históricamente informados”: densidad sin pesadez alguna, agilidad alejada del nerviosismo e incisividad sin exceso alguno son la norma. La visión se aleja de la sensualidad, la calidez y el intenso sentido melódico de I Musici, pero tampoco busca los profundos claroscuros dramáticos de algunas lecturas historicistas: las melodías están hermosamente cantadas sin dejarse llevar por la ensoñación ni la voluptuosidad, mientras que la tensión interna y la electricidad alcanzan gran intensidad (¡tremenda la tormenta!) sin tener que recurrir a efectismos. ¿Y los aspectos descriptivos? Pues lo cierto es que Shaham, aun diciendo en las notas del libretillo que son fundamentales, parece querer ofrecer una visión poco descriptiva, más bien abstracta, que subraye como hay muchas genialidades en esta partitura mucho más allá de su fuerza narrativa. Ni que decir tiene que el artista de origen israelí, dotado de una técnica descomunal, está inmenso al violín –solo le pongo reparos, como a tantos, en el segundo movimiento de El invierno y que los Orpheus –Robert Wolinsky alterna entre órgano y clave– son una formación de lujo. (10)
- Sirbu/I Musici (Philips, 1995). En plena ebullición de las nuevas propuestas del historicismo, I Musici no podían permanecer por completo anclados en el pasado. El bajo continuo es sustancialmente renovado y, frente la labor en exceso monocorde de Garatti, se combinan de manera variada Shizuko Noiri al laúd y Francesco Bocarella al clave y al órgano aportando variedad e imaginación. Pero lo más importante es que con Mariana Sirbu, de sonido prieto y fraseo firme, parecen volver la tensión y la luminosidad de antaño en combinación con ideas nuevas y numerosos detalles personales, no siempre acertados: a veces, como ocurre en el primer movimiento de El otoño, están más cerca de lo rebuscado que de lo sanamente creativo. En cualquier caso, eso afecta más a la labor de la solista que al ripieno, que sigue con un discurso más o menos parecido al de antaño y sin recuperar el increíble nivel de sus mejores tiempos. La toma, excelente. (7)
- Chung. St. Luke’s Chamber Ensemble (EMI, 2000). Violinismo de enorme altura el que nos ofrece una Kyung-Wha Chung ya de 52 años, pero de sonido extraordinariamente firme, impecable agilidad y enorme sentido de la tensión dramática, ya que no particularmente sensual ni poética. La dirección, en la línea “tradicional renovada”, es la mar de sensata y vuelve a poner los claroscuros, la teatralidad y el conflicto por encima de los aspectos más descriptivos y pintorescos de esta música, todo ello sin espacio alguno para el narcicismo ni la autocomplacencia. A destacar la recreación de El invierno, carente de dulzonería el movimiento central y de enorme fuerza los otros dos. (9)
- Janine Jansen/Ensemble (Decca, 2004). Armada de un sonido de increíble belleza y de un fraseo de extraordinario vuelo poético, la violinista holandesa lidera un pequeño conjunto de instrumentistas en el que se incluyen su padre Jan –clave y órgano- y su hermano Maarten –violonchelo- para ofrecer una recreación de tempi generalmente rápidos, fraseo ágil y articulación muy marcada –pero no historicista– en la que se apuesta claramente por resaltar los aspectos más tempestuosos de la partitura haciendo gala no solo de un temperamento ardiente a más no poder, sino también de una muy considerable imaginación –las libertades son muy grandes– que provoca sorpresas continuas y contrastes extremos, sin miedo además a recurrir a la aspereza o a la fragmentación del discurso musical, sin llegar a romperlo. Obviamente hay muchos momentos en los que el resultado es discutible, a veces por ir demasiado rápido –Largo de El invierno–, a veces por rozar el amaneramiento –primer movimiento de El otoño, por ejemplo-, pero en general no hay caprichos ni extravagancias, porque las aportaciones están presididas por el pleno conocimiento de la retórica barroca, el buen gusto y, sobre todo, por la sinceridad emocional. La incorporación de la tiorba al continuo resulta muy de agradecer. Sonido excepcional en Blu-ray audio. (9)
- Cho-Liang-Li/Ensemble Sejong (Naxos, 2005). Sorpresa encontrarnos en Naxos con una orquesta soberbia, dirigida –quizá por el imaginativo, pero aun así moderado clave de Anthony Neuman– con sensatez, ortodoxia, equilibrio y exquisito gusto “clásico”, antes que barroco, siempre en una línea no historicista pero ágil y luminosa. Al mismo nivel el violinista: sonido muy bello y temperamento cálido e imaginativo, sin excesos ni arrebatos, aunque con un par de detalles blandengues en (¿lo adivinan?) el Largo de El invierno. Sonido espléndido en Blu-ray audio. (9)
- Chua/Sinfónica de Singapur (Pentatone, 2022). Sin que se pueda hablar en modo alguno de “tercera vía”, esto es, sin que exista intención de seguir parámetros historicistas haciendo uso de instrumentos “modernos”, Chloe Chua tiene claro que está en 2022 y no puede desatender al camino recorrido en la praxis interpretativa de esta obra: su plantilla es de diecisiete músicos –más clave y órgano–, la articulación resulta muy ágil e incisiva, al vibrato se le mantiene muy a raya, la ornamentación es abundante y ese sentido de los contrastes tan imprescindible en el Barroco se encuentra bien presente dentro de una lectura tan cargada de electricidad como alejada del exceso. No, no es una interpretación meramente clásica, equilibrada y galante –a pesar de un clave algo anticuado– como lo son muchas otras de la línea tradicional: esta posee fuerza, electricidad, claroscuros y sentido teatral. Languideces o blanduras, ni una sola (¡qué alivio escuchar despojado de ensoñaciones el segundo movimiento de El invierno!), como tampoco hay lugar para narcisismo: hay creatividad y eso que llaman “atención a los affetti”, desde luego, pero eso no significa hacer el ganso. Todo lo contrario, la señorita Chloe Chua poner su admirable técnica al servicio de ideas llenas de musicalidad. No está mal para una niña que contaba quince años en el momento de la grabación. (9)
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