Como parece que no hay manera de que acabe mi discografía comparada de la Sinfonía nº 6, Patética, de P. I. Tchaikovsky, vaya como adelanto el comentario de tres de los testimonios que existen a cargo del desaparecido Seiji Ozawa, un director que tuvo sus limitaciones pero que permanece justamente como uno de los grandes.
La primera se remonta a 1974: con la Orquesta de París para el sello Philips. Aunque muy pocos años atrás aún hacía gala de una batuta nerviosa y de una brillantez bastante epidérmica, aquí el oriental se muestra ya como un maestro en plena madurez que sabe construir con planificación tan natural como equilibrada, frasear con holgura y obtener el máximo grado de depuración sonora. Ofrece así una Patética que, dentro de una línea “occidentalizada”, y por ende muy alejada de rusticidades, asperezas y vehemencias, sobresale por su perfecta mezcla de elegancia, transparencia y –sobre todo– cantabilidad tchaikovskiana, sobresaliendo un segundo movimiento que sabe ser al mismo tiempo efusivo y vehemente sin perder el equilibrio clásico. El tercero, vistoso sin caer en el estruendo y atentísimo a desmenuzar el tejido orquestal, no termina de aprovechar todas las posibilidades de la música. Irreprochables los dos extremos; dista de alcanzar el grado de contrastes expresivos, tensiones y carácter visionario de los mayores recreadores de esta página, pero es un placer escuchar esta música así, tan hermosa y despojada de retórica sin necesidad de ceder ante la afectación. El productor Vittorio Negri hace milagros con la problemática acústica de la Sala Wagram.
Nos vamos 1986, esta vez con Erato. La verdad es que quedaba un poco raro que, como gran intérprete de Tchaikovsky que había demostrado ser, el maestro oriental no hubiera grabado la Patética con su Sinfónica de Boston. El sello francés se lanza a corregir la ausencia, poniendo a su servicio una toma sonora transparente y de enorme gama dinámica. La interpretación discurre por el mismo sendero de la de París, esto es, el de potenciar los maravillosos valores melódicos de la música por encima de otras consideraciones, así como atender de manera muy especial a la elegancia y a la depuración sonora. Este nuevo acercamiento avanza aún más en ese sentido, se diría incluso que es todavía más bello –Allegro con grazia–, pero pierde en garra dramática –flojo el clímax del primer movimiento– y sigue pinchando en una marcha un tanto trivial.
El tercer registro es videográfico: homenaje de la Filarmónica de Berlín a Herbert von Karajan filmado en la Musikverein vienesa en enero de 2008, editado en DVD por Medici Arts –hay testimonio–paralelo en la capital alemana, dicho sea de paso–. Ozawa coincide con su mentor a la hora de conceder primacía a la belleza sonora, pero lo hace de manera algo distinta: mientras el salzburgués buscaba la ante todo opulencia del sonido, el oriental se centra en la elegancia, el refinamiento y la delicadeza. Nada nuevo, en cualquier caso, salvo que aquí parece más comprometido que en sus grabaciones en audio de la página. Sigue flojeando un poco el primer movimiento, soberanamente expuesto pero sin todo ese nervio y esa garra que demandan las notas. El Allegro con grazia puede que sea el más hermoso de toda la discografía, no así el más emotivo. Soberbia la Marcha, dicha con un gusto exquisito dentro de una línea plenamente ortodoxa. ¿Y el Adagio lamentoso? Pues una maravilla en lo que a planificación se refiere y un perfecto ejemplo de concentración, vuelo melódico y emotividad controlada; la sonoridad robusta y oscura de la soberbia orquesta es una baza a su favor. Impresionantes los graves de la toma si se escucha en la pista DTS.
La conclusión está clara: si quiere usted conocer lo que hacía Ozawa con esta música, acuda directamente a la filmación de 2008, recomendable para toda suerte de melómanos salvo para aquellos que sean mucho más partidarios de un Tchaikovsky “racial”, o al menos expuesto con mayor aspereza tímbrica y más cargado de electricidad. Para ellos están los Markevitch, Mravinsky y Solti, entre otros.
1 comentario:
Otro director de la mal llamada edad de oro del disco compacto en 80 y parte de los 90. Contratos por triplicado con Erato, Phillips y DGG. Que mal se aprovecharon los dividendos grabando discos sin ton ni son. Ahora son carne de cajas que se venden mas baratas en ocasiones que costó un solo Cd antaño.
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