martes, 12 de marzo de 2024

Franz Welser-Möst reapareció en Viena... y yo estuve allí (y II)

Se me quedaba en el tintero el quinto de mis conciertos en la capital de Austria: el segundo programa de Welser-Möst con la Wiener Philharmoniker, que pude escuchar –antes de que se fueran todos a EEUU– el lunes 26 de febrero a las siete y media de la tarde. Programa increíblemente atractivo, como también valiente y original. Primero, la Sinfonía nº 9 de Anton Bruckner. Segundo, sin intermedio ni aplausos, con tan solo unos segundos de pausa entre una obra y la otra, las Tres piezas para orquesta de Alban Berg. Nos mandaba así el director vienés dos mensajes claros. Uno, que eso de que la última sinfonía bruckneriana está perfecta en sus tres movimientos es absolutamente falso. Ahí falta el cuarto, que el autor llevaba ya muy adelantado cuando falleció; aquí escribí sobre ello. Dos, que los atrevimientos de la obra maestra del organista de San Florián conducían de alguna manera al universo expresionista. Y estoy completamente de acuerdo, claro, porque yo mismo así lo dije en la entrada a la que conduce el anterior enlace. El resultado de colocar una página detrás de la otra es estremecedor.

¿Y la versión de la Novena? Solo unos días antes de marchar a Viena tuve la oportunidad de ver dos filmaciones de la obra dirigidas por Frankie en 2022. En este mismo blog las puse a caldo, anticipando que lo que iba a escuchar en Viena no me iba a gustar. Tremendo error por mi parte: la que finalmente le escuché en la Musikverein me pareció mucho, pero muchísimo mejor. Que tener delante a la orquesta más adecuada en todo el orbe para esta obra debió de influir mucho en los resultados parece incuestionable, pero aun así pienso que el mérito mayor es, sencillamente, del propio Welser-Möst. Parecía otro. Sin llegar en modo alguno –eso ya se lo están ustedes imaginando– a las alturas de un Giulini, el maestro se superó a sí mismo con una lectura mucho mejor fraseada, dicha no de manera fragmentaria, sino con un trazo global lógico y firme, que además se mostró ajena tanto a los efectismos como a las frivolidades de dos años atrás y supo ofrecer un aliento lírico y espiritual más intenso, particularmente en un Adagio que volvía a ser lo más conseguido. Pero insisto, los dos primeros esta vez estuvieron bien, y globalmente esa interpretación vienesa no me parece inferior, más bien al contrario, que la notable –solo eso– de Christian Thielemann con la misma orquesta editada por Sony.

En cuanto a las Tres piezas para orquesta de Berg, poco que decir habiendo escuchado el día antes las Variaciones para orquesta de Schönberg a los mismos intérpretes: claridad, pulso firme, coherencia en el discurso y una apreciable riqueza tímbrica que supo conjugar la belleza que caracteriza a la orquesta con las aristas que demanda este repertorio. ¡Bravísimo por el tantas veces mediocre Welser-Möst! Si librarse del cáncer le ha servido al mismo tiempo para desarrollar al máximo sus potencialidades, doble alegría.

Ah, esta vez mi asiento estaba en la última fila del anfiteatro. Una vez más, acústica soberbia, mediocre visibilidad y calor sofocante. Pero esta vez iba preparado. Sobre el último concierto vienés, el de la Filarmónica de Londres, ya escribí en su momento.

 

PD. La foto es del Facebook oficial de la orquesta.

3 comentarios:

Mireia P.B. dijo...

Me alegro mucho de su escasa habilidad como pitoniso.

Observador dijo...

Hola Fernando,

Estoy muy consciente de que el presente blog es de música. Sin embargo, la curiosidad me invade y hace que te pregunte lo siguiente, ¿cuáles son las cinco, diez o más películas -si las hay- a las que tú consideras como verdaderas obras maestras del Séptimo Arte? Muchísimas gracias.

P.S.: sigo esperando la aparición de vuestro libro en Amazon o eBay.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No soy capaz de contestar a eso, Observador, pero prometo enumerar algunas de mis películas favoritas en una próxima entrada.

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