Acaba de terminar la transmisión en directo a través de la Digital Concert Hall del concierto que Daniel Barenboim y la Filarmónica de Berlín han ofrecido esta tarde, así que ya tengo algunas respuestas para las preguntas que planteaba en la última entrada. No todas, como se verá.
En la suite de Pelléas et Mélisande de Fauré no ha aparecido, frente a lo que yo esperaba, el Barenboim altamente espiritualizado de los últimos meses, el de los tempi dilatadísimos y la desmaterialización sonora. Más bien ha sido el Barenboim “de siempre”, pero en su grado más alto de inspiración. El lector ya se imagina por dónde van los tiros: lectura intensísima, plagada de acentos lacerantes y de alto voltaje dramático, pero sin que ello suponga –he ahí lo más difícil, lo que al maestro le costaba en los primeros tiempos de su trayectoria– merma en la sensualidad, en la delectación melódica ni en la plasticidad en el tratamiento de la orquesta, en este caso una gloriosa Filarmónica de Berlín a la que hay que reconocerle una parte importantísima del éxito en los resultados. Mención especial para la flauta de Emmanuel Pahud. Por lo demás, esta es la versión que hasta ahora más me ha gustado de la página, por encima de las otras que conozco y que he tenido la oportunidad de repasar para la ocasión: Ansermet, Dutoit, Ozawa y Mehta.
El Wagner no lo han retransmitido: “Due to legal reasons that arose at short notice, we are unfortunately unable to broadcast the performance of Wagner’s Wesendonck Lieder. We apologise for this”. Según el Facebook de la orquesta –del que he sacado las fotografías, dicho sea de paso–, el problema estaba en Deutsche Grammophon, que tiene los derechos del registro de Elina Garança con Thielemann. Alguien les replicaba que los artistas con semejantes exclusivas no deberían tener cabida en la Filarmónica de Berlín, toda vez que esta tiene a su vez compromiso con los suscriptores de la Digital Concert Hall. En fin.
¿Y la Sinfonía de Cesar Franck? Ya conocen el título de esta entrada, así que saben lo que les voy a decir. No solo ha sido aplastantemente superior a la grabación –he repasado sus dos últimos movimientos esta misma tarde– que el maestro porteño hizo con la Orquesta de París en 1976. No solo es la lectura que más me gusta de cuantas he escuchado, a saber: Furtwängler, Monteux, Klemperer, Beecham, Giulini, Karajan, Celibidache, Bernstein, Kondrashin, Muti, Herreweghe, Prêtre y algunas cuantas tomas radiofónicas. Es que lo que este señor ha hecho hoy me parece una de las cosas más inspiradas, geniales y reveladoras de toda su carrera como director.
Preguntarán ustedes cómo ha sido exactamente. Pues miren, simplificándolo mucho, como la genial de Carlo Maria Giulini con esta misma orquesta de 1986 –hasta hace un rato, mi interpretación favorita de esta obra que adoro–, pero corregida y aumentada. En una palabra, hipergótica. Un horror para quienes entiendan que esta página tiene que resultar ligera, tornasolada y radiante de felicidad. Un prodigio para todos los demás.
En el primer movimiento las cartas quedaban sobre la mesa: tempi lentísimos, brumas por todas partes, trazo de plena flexibilidad, enorme atención al peso expresivo de los silencios y un pathos de intensidad casi insoportable. Bajo la batuta de Barenboim, el sonido de la orquesta mira con descaro hacia el órgano y se carga de una tensión armónica extrema. En cualquier caso, lo decisivo viene de la manera en la que el maestro concibe la arquitectura: un solo trazo con vida propia en el que cada una de las partes –tanto del tejido horizontal como del vertical– solo tiene sentido comprendiendo plenamente su función en el conjunto. Una vez entendido a fondo el desarrollo, se van incorporando aquí y allá los matices (¿libertades o, más bien, necesidades?) que van pareciendo oportunos. Es justo lo que Barenboim ha desarrollado por escrito en su “no tan último” libro, puesto aquí en práctica con magisterio supremo. Y si hay un compositor –aparte de Wagner– en el que el carácter orgánico tiene especial sentido, ese es precisamente Cesar Franck.
En París, Barenboim el Allegretto ni lo olía. Este ha sido sublime, una especie de mezcla entre el Giulini más cantable y el Celibidache más mágico, pero añadiendo una dosis importante de amargor –faltaría más, tratándose de quien se trata– y una cantidad de inflexiones como en ninguna otra lectura se haya escuchado. Los primeros atriles se han mostrado sublimes en lo expresivo, siempre cantando con un sentido de la delicadeza, de la elegancia y de la morbidez que encaja a la perfección con lo que entendemos por “lo francés”. Aspecto este que, por cierto, tampoco le es ajeno ahora al director, que en esta última etapa de su trayectoria (“quinta madurez”, me decía un amigo) conoce la manera de mezclar esos aparentes antónimos que son desgarro dramático y sensualidad lírica.
El Finale resulta de especial exigencia para cualquier batuta: hay que saber plantearlo con unidad no solo arquitectónica, sino también expresiva. Y esto último es lo más difícil, porque no parece claro que todo el movimiento rezume felicidad ni culmine en una coda triunfalista. Barenboim lo intuyó en aquel registro parisino, pero no lo supo materializar de manera convincente. Ahora sí. Giulini vuelve a ser la referencia, y el de Buenos Aires casi, casi se acerca a la acongojante dulzura con que su colega exponía el tema principal y a la carga trágica que conseguía en el último retorno del tema del segundo movimiento. Solo por un poquito, nuestro artista no le alcanza en ninguna de las dos cosas, pero le supera –aunque parezca mentira– en sentido orgánico, en control de las transiciones, en plasticidad sonora, en riqueza de matices y en carácter visionario. Barenboim bucea en lo más profundo del alma humana, extrae todo su dolor al mismo tiempo que sus anhelos, sus momentos de felicidad, sus desaciertos y su búsqueda de lo eterno, lo funde todo con consciencia de que la existencia plena no puede renunciar a ninguno de esos elementos, y llega así –planificación genial mediante– a una coda al mismo tiempo ominosa, radiante, amarga y llena de grandeza. Como la propia vida.
Fotos: Stephan Rabold (Facebook de la Filarmónica de Berlín)
5 comentarios:
He estado siguiendo el concierto también; como lo he hecho en solitario, no he podido ver la manera exacta en que anunciaban que no se iba a escuchar el Wagner, así que me ha sorprendido el concierto de Mozart que han puesto en su lugar. Esto me recuerda a otro de los conciertos más recientes de la orquesta, que incluía la Patética de Tchaikovsky por Klaus Mäkelä, pues la sinfonía al parecer no se ha subido al archivo de los conciertos, (Norman Lebrecht lo achacó a que la versión no había tenido una acogida favorable, pero la Filarmónica de Berlín adujo razones contractuales…).
Me ha gustado mucho el Fauré, pero creo que tengo que escuchar la sinfonía de Franck con más calma. Me ha encantado el final del segundo movimiento y me ha maravillado la coherencia con la que Barenboim ha construido el tercero, muy en la línea de la Segunda de Brahms de Enero. Creo que últimamente Barenboim está pasando por un proceso de “klemperización”, que se puede ver en la pausa con la que se toma ciertos movimientos rápidos y cómo los construye. Pero de entrada, el primer movimiento de la sinfonía de Franck me ha resultado de una lentitud algo artificial, y algo similar me ha ocurrido al comienzo del segundo; de hecho, al entrar la cuerda, me ha parecido notar un ligero tirón de tempo, como si Barenboim se estuviera dando cuenta de eso. Lo dicho; tendré que escucharlo con más calma, me temo…
Muchísimas gracias por los comentarios.
Evidentemente, volveré a escuchar el concierto cuando dentro de unos días lo pongan en 4K.
Obviamente, la lectura de Franck fue muy radical y, por ello, puede causar mucho desconcierto. Ahora bien, en el blog de Norman Lebrecht los lectores están poniendo ese concierto a parir, y eso no me lo explico. O quizá sí: los árboles les impiden ver el bosque.
Estimado paisano,
Muchas gracias por compartir su crítica. Espero poder escuchar el concierto en cuanto decida abonarme al Digital Concert Hall.
Por otra parte, hablando de la "Sinfonía en re menor" de Franck, llevo un tiempo intentando localizar una versión concreta de dicha obra. Se trata de la que dirigió Jean Fournet a la Sinfónica de RTVE allá por el año 1997, y que, tras su preceptiva emisión en 'Los Conciertos de la 2', se pasó nuevamente por Canal Clásico. Si usted estuviese en posesión de dicho vídeo, o pudiese conocer a alguien que lo tuviese, le agradecería me contactase.
Un cordial saludo.
Excelente noticia, Fernando, referida al presente post. DG acaba de lanzar la grabación de Franck. Creo que es la misma a la cual refieres aquí. Fíjate:
https://store.deutschegrammophon.com/p51-i0028948667345/daniel-barenboim/cesar-franck-symphony-d-minor-gabriel-faure-pelleas-et-melisande/index.html?utm_source=multiple+sources&utm_medium=multiple+mediums&utm_campaign=Barenboim+Francl+Faure+-+generic
Sería magnífico, Fernando, que puedas hacer un post al respecto.
Observador, perdone el retraso en contestar. Le agradezco muchísimo la estupenda noticia de este lanzamiento, pero no sé qué más puedo añadir a lo ya dicho sobre el vídeo. Supongo que el CD saldrá de la mezcla de lo mejor de las tres funciones, así que eso será una ventaja, pero también es cierto que el Digital Concert Hall tiene Dolby Atmos.
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