viernes, 25 de agosto de 2017

El Falstaff de Karajan y Gobbi

El redescubrimiento del Falstaff verdiano de Bernstein tras su nuevo reprocesado me ha conducido a volver asimismo a la justamente célebre grabación realizada diez años antes, en junio de 1956 para concretar, por el productor Walter Legge uniendo las fuerzas de su Philharmonia Orchestra y su señora esposa Elisabeth Schwarzkopf con las de Herbert von Karajan y Titto Gobbi. La comparación no deja lugar a dudas: la de Lenny es más recomendable por la genialidad tanto de la batuta y como del protagonista canoro, pero en esta del sello EMI hay cosas extraordinarias.


Es el caso de la Alice de la Schwarzkopf, un prodigio de erotismo, de picardía, de elegancia y de inteligencia. No se puede ser más expresiva y más sutil al mismo tiempo, más lúcida e intencionada. O de la Quickly de Fedora Barbieri, una voz sensacional manejada con tremendo acierto teatral. Tampoco se queda precisamente corto el aún joven Rolando Panerai en la primera de sus grabaciones de Ford, mientras que la jovencísima Anna Moffo –veinticuatro años– compone con una voz que es pura crema una sensualísima, en absoluto ñoña Nanetta. Tampoco está nada mal la Meg de Anne Merriman. Al que sí le ha sentado regular el paso del tiempo es al Fenton de Luigi Alva.

¿Y Gobbi? A todas luces un buen Falstaff, desde luego mucho antes rufián que noble venido a menos, pero la comparación con Fischer-Dieskau deja en evidencia la tosquedad y el carácter lineal de su línea de canto, nada pródiga en matices. En cualquier caso, en el gran monólogo que abre el tercer acto el barítono italiano da buena cuenta de su incuestionable sabiduría teatral, que también se manifiesta en múltiples detalles aquí y allá.

Karajan contaba cuarenta y ocho años a sus espaldas y se hallaba en una fase de transición en su carrera, dejando atrás el nervio, la rigidez y la incisividad toscaniniana para ir en busca del refinamiento, la flexibilidad y la opulencia que le caracterizarían en sus grabaciones para DG. Aquí, por tanto, encontramos un poco de cada cosa, y al tiempo que se reconocen ecos de la manera particularmente agresiva que tenía Toscanini –cuyo Falstaff el de Salzburgo pudo conocer de primera mano ejerciendo como repetidor– de abordar esta obra, bien subrayada por las ácidas maderas de la orquesta de Klemperer, hay también una búsqueda de tempi relativamente sosegados, un indisimulado intento de trabajar con la mayor finura de trazo posible y un alejamiento de los excesos de mordacidad para acercarse a una visión más amable de la obra donde los aspectos melódicos tengan un papel destacado. Haciendo uso de tempi mucho más rápidos, Bernstein llegará más lejos en lo que a teatralidad, sentido del humor e imaginación se refiere, pero Karajan le aventaja a la hora de desmenuzar la partitura y de destilar sensualidad, venturosamente respaldado por una toma estereofónica soberbia para la época.

2 comentarios:

Rafa dijo...

En tiempos de revisionismo lebrechtiano, hay que recordar que Karajan dejó al menos (y por partida doble) las versiones más rutilantes de dos Verdis: "Il Trovatore" y "Otello". "Falstaff" es una ópera rara y difícil (ya Alejo Carpentier se quejaba de que era inencontrable en las tiendas de discos): ¿qué opinas del (primer)"Falstaff" de Solti y su idiosincrático protagonista, Geraint Evans?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

La verdad, Rafa, es que tengo un recuerdo muy borroso de esa grabación. Me gustó especialmente Mirella Freni. Tendría que volver a escucharla. Un saludo.

La Carmen de Callas

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