sábado, 11 de octubre de 2025

Obertura de Oberón, de Weber: discografía comparada

Iba a proseguir el hilo de la entrada anterior comentando el histórico concierto de Barenboim y la Filarmónica de Berlín de la semana pasada, ya disponible en la Digital Concert Hall, pero han sido tantas las versiones que a tal efecto he ido escuchando a lo largo de los últimos días de la obertura de Oberón de Carl Maria von Weber varias veces la del argentino que me decido a presentar los resultados de la audición en forma d discografía comparada.

Antes de proseguir, conviene recordar que esta ópera en tres actos se estrenó en el Covent Garden en 1826, habiendo adquirido su obertura una difusión mucho mayor que la obra lírica en su integridad. No debe extrañar, por ello, que en la lista que comienza a continuación aparezcan la mayoría de los directores de primera fila. Una pena que no exista ningún testimonio de Giulini dirigiéndola.



1. Walter (YouTube, 1931). Morbazo enorme: ver y escuchar al judío Walter dirigiendo en Berlín en 1931. Tengo dudas sobre la orquesta, porque aunque en los comentarios alguien afirma que se trata de la Filarmónica de Berlín, en el rótulo del vídeo reza que Bruno Walter es “Generalmusikdirector”. ¿Vemos quizá a la de la Städtische Oper, actual Deutsche Staatsoper, de la que el maestro era entonces titular? La versión musical, muy briosa y contrastada, no es convence en absoluto por su rapidez y carácter machacón, si bien hay que aplaudir la intención de Walter de remansarse en la sección central; la voluntad le dura poco, por desgracia. (4)



2. Furtwängler/Filarmónica de Viena (EMI, 1950). Producción de Walter Legge realizada en la Musikverein que nos presenta al mejor Furt tardío y “de estudio”, esto es, un dechado de nobleza, de sensualidad, de amplitud melódica y de magia poética en perfecta combinación con el brío y el impulso dramático que la página necesita, todo ello aderezado con el dominio de la agógica (¡qué rubatos!) marca de la casa del inolvidable maestro berlinés. El nuevo reprocesado permite disfrutar sin especiales problemas de la sonoridad de la orquesta. (10)



3.  Böhm/Filarmónica de Viena (Decca, 1951). Aunque puede influir la toma a la que le va haciendo falta un nuevo reprocesado que recoja mejor las dinámicas, da la sensación de que a Karl Böhm la orquesta le suena más claramente vienesa que a Furtwängler, particularmente en una introducción en la que la tímbrica plateada de la cuerda hace maravillas. Por lo demás, otra espléndida lectura "con denominación de origen", bien equilibrada entre elegancia y vigor dramático, irreprochable en el trazo y de gran belleza. Faltan solo la personalidad y la flexibilidad particular de su colega: el de Graz siempre fue un poco adusto. (8)



4. Szell/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1952). La mejor tradición centroeuropea llega a New York de la mano de un Szell de cincuenta y cuatro años que, como siempre, prima la perfección por encima de la emoción, pero que también evidencia irreprochable gusto y buen instinto a la hora de equilibrar los ingredientes expresivos tan distintos entre sí que alberga está página: hermosa y concentrada la introducción, tan brioso como elegante el resto. En cualquier caso, la orquesta no es nada del otro jueves y él mismo, ya con el instrumento increíble que todos asociamos a su arte, alcanzará una mayor inspiración que aquí. La toma es discreta. (7)



5. Toscanini/Sinfónica de la NBC (RCA, 1952). Otro europeo en Nueva York, pero este muchísimo menos cuidadoso y bastante más vulgar. Aunque no siempre, la verdad sea dicha: don Arturo dirige bien la introducción, paladeada con elegancia y atenta a la plasticidad orquestal. El problema llega con la sección rápida: el de Parma se echa a correr de manera desbocada nada que ver con el autocontrol de Szell, convirtiendo la electricidad en verdadera razón de ser y pasando por encima de las posibilidades melódicas de la música. Y lo hace con discutibilísimo gusto, enfatizando de manera grosera los metales y planteando las transiciones con brocha gorda. Ofrece la incuestionable claridad que es marca de la casa, cierto es, pero para eso mejor acudir a lo que el maestro húngaro hizo el mismo año. (5)



6. Sawallisch/Orquesta Philharmonia (EMI, 1958). Sawallisch aún no había cumplido los treinta y cinco cuando se puso a las órdenes de Walter Legge para hacer exactamente eso para lo que el productor discográfico había creado la Philharmonia: alcanzar el mayor nivel de perfección técnica posible. Lo consiguió. Además de eso, el maestro bávaro ofreció una enorme solidez en el trazo concentrado, firme, sin precipitaciones, equilibrio expresivo y bien gusto. La inspiración poética, lástima, se quedó por el camino: él no tenía culpa de que tan solo dos años después vendría Klemperer a demostrar que se podía sacar mucho más partido de la página. La toma es un estéreo correcto para la época que sufre bastante distorsión; una pena que Warner no se haya animado a realizar un nuevo reprocesado de este material. (8)



7. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1960). La relativa relación temática de esta página con El sueño de Mendelssohn se da también en lo interpretativo, porque lo que el genial maestro de Breslau hizo con la partitura mendelssohniana que ilustraba la obra teatral de Shakespeare enlaza en buena medida con la concentración llena de magia feérica de la introducción, con la manera de combinar sonoridades graníticas con la máxima agilidad, transparencia y depuración sonora posibles, con la fuerza interna intensa pero ajena al arrebato pasional y con la poesía al mismo tiempo tremenda cuadratura del círculoelegantísima y severa que despliega en esa obertura de Weber. Le falta, eso sí, ese punto de sensualidad y de humanismo que había conseguido Furtwängler y de los que mucho más tarde harán gala Celibidache y Barenboim. El sonido ha quedado bastante aceptable con la alta definición de 2023, pese a ser un poco lejano. (9)



8. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1960). Podría esperarse que esta lectura se viese perjudicada por las precipitaciones del Bernstein juvenil, pero no: la introducción se encuentra expuesta con sosiego, plasticidad en el tratamiento de la cuerda y magia poética. Luego sí que Lenny de desmelena, pero a pesar del carácter un tanto primario del trazo su inconfundible mezcla de frescura y comunicatividad termina ganando la partida. La toma adolece de una importante distorsión tímbrica, si bien la alta resolución del nuevo reprocesado resulta muy bienvenida. (7)



9. Szell/Orquesta de Cleveland (CBS, 1963). Esta vez con una toma de sonido a la altura de las circunstancias y respaldado por la increíble orquesta que él mismo fue forjando con paciencia, el maestro de Budapest repite y mejora su notabilísimo acercamiento, francamente sólido en el trazo y muy certero en lo expresivo, que solo en comparación con lo que habían hecho un Furtwängler o un Klemperer dejar entrever que hay más literalidad que poesía en los resultados. (8)



10. Kubelik/Sinfónica de la Radio Bávara (DG, 1963). Desde el registro de Furtwängler no se escuchaba una introducción tan inspirada, no ya por su concentración, sino particularmente por su sensualidad, humanismo y magia poética. Una pena que seguidamente al maestro checo se le vaya la mano en lo que a electricidad y energía se refiere: está muy bien que el planteamiento aúne vigor, fuerza y rusticidad bien entendida, aportando igualmente una dosis muy interesante de frescura y desparpajo que se aleja un tanto de lo que habían hecho un Böhm, un Szell o un Klemperer, pero hay más nerviosismo de la cuenta y se echan en falta el autocontrol de los citados maestros. Toma con distorsión: le va haciendo falta un nuevo reprocesado. (7)



11. Szell/Orquesta de Cleveland (Sony, 1970). Aceptable toma en vivo realizada en Tokio para una lectura en la misma línea que la que el maestro y su orquesta realizaron en estudio, sólida y bien trabajada, pero lo cierto es que la inspiración parece algo menos: junto con la energía, el empuje y el entusiasmo están también esa tendencia a los ataques secos y el fraseo enjuto propios de Szell. (7)



12. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1971). Una tos nos hace pensar que la toma, con más soplido de fondo y distorsión de lo esperado, podría ser en directo. Pero no: estamos en la Jesus-Christus-Kirche y el ingeniero es Günter Hermanns. Simplemente, las cosas no se hicieron bien. Y es una pena, porque la interpretación es de altura. Las secciones en piano están dichas con una certera mezcla de sensualidad y depuración sonora, mientras que las extrovertidas son puro brío, opulencia y rotundidad, siempre con la más perfecta planificación. Todo ello, por descontado, dentro de un enfoque marcadamente sinfónico mucho músculo en la sonoridad en el que el deleite en los grandes contrastes dinámicos y una contundencia excesiva juegan en contra. Puro Karajan, en definitiva. (8)



13. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1973). Ante todo, es necesario destacar el soberbio nivel técnico que alcanzan el maestro húngaro y la orquesta a la que había llegado tres años atrás: hay que esperar a que la Filarmónica de Berlín ofrezca sus interpretaciones con Petrenko, Weigle y Barenboim para escuchar algo con tan alto grado de depuración sonora, seguridad, brillantez y belleza. En lo expresivo, sorprende que el por entonces todavía algo nervioso Sir George paladee con semejante concentración la mágica introducción de la obra, trabajando a la cuerda con enorme plasticidad y haciendo un uso muy sutil de los reguladores. Por descontado, el resto es puro Solti sanguíneo y vital, muy apoyado en el ímpetu rítmico y la incisividad de los ataques, brillante en el mejor de los sentidos, pero capaz de sujetar bien las riendas no siempre lo conseguía y de ofrecer matices que eviten caer en la linealidad en la que incurrieron otros directores con parecidos planteamientos. Equilibrada y natural la toma realizada en el Medinah Temple, cortesía del gran Kenneth Wilkinson. (9)



14. Celibidache/Filarmónica de Múnich (EMI, 1985). Va lento el maestro rumano (10:45). Lento y algo parsimonioso, a decir verdad: en 2025 Barenboim le superará en minutaje, pero no dará esa sensación de morosidad. Pero importa poco, porque lo importante es que Celi se decide a plantar cara a la tradición de abordar la página desde una perspectiva eminentemente extrovertida, briosa e incisiva, tratando a la música con un vuelo melódico, una sensualidad y un carácter efusivo que hasta entonces no había sido puesto tan de relieve. Con el resultado tiene mucho que ver el fraseo mórbido, flexible y plenamente orgánico de una batuta que se las sabía todas a la hora de poner matices, otorgar sentido expresivo a los colores, planificar transiciones y atender a la claridad perfecto equilibrio polifónico sin dar la sensación de que esta se encuentra en el punto de mira. Eso sí, la orquesta tiene importantes limitaciones y sus primeros atriles en modo alguno se pueden comparar con los que más adelante lucirá la Filarmónica de Berlín en sus diferentes filmaciones. (10)



15. Norrington/The London Classical Players (EMI, 1988). Pionera propuesta historicista para hacer Weber sin vibrato y con instrumentos originales. A mi entender no hacía ninguna falta, pero también es cierto que Sir Roger conecta bastante bien con el carácter bullicioso y efervescente de esta música, que cuida de manera apreciable la sonoridad, que frasea sin precipitaciones y que presta más atención que otros maestros famosos a esa importante sección lenta central que permite aliviar tensiones y preparar las venideras. Eso sí, la expresividad más bien insulsa de la cuerda y la tendencia a la levedad que eran de esperar están ahí, para disgusto del oyente tradicional, y como a su vez tampoco hay aquí ninguna de esas “gamberradas” que tanto le gusta a la actual kale barroka, esta recreación en su momento presuntamente atrevida se ha quedado un poco en tierra de nadie. (7)



16. Sinopoli/Staatskapelle de Dresde (DG, 1995). Uno de los directores más injustamente tratados por una parte de la crítica y de algunos músicos, ahí están las venenosas declaraciones de Teresa Berganza fue el malogrado Sinopoli, quien aquí ofrece una interpretación de perfecto estilo y considerable inspiración. Sobresale en ella toda la sección introductoria, cierto es que algo pimpante en lo que podemos denominar “marcha élfica”, pero de una sensualidad y belleza rara vez escuchada; las calidades tímbricas de la orquesta sajona tienen mucho que ver, claro está. Por lo demás, cierta tendencia a lo curvilíneo en el fraseo que es marca de la casa y mucho fuego bien controlado. Una mayor atención a la claridad, eso sí, se hubiese agradecido. (8)



17. Barenboim/Filarmónica de Israel (DVD Euroarts, CD Sony, Stage+, 1996). En este concierto por el 60 aniversario de la formación israelí Daniel Barenboim se ocupó únicamente de la obra que abría el programa. Y lo hizo con enorme acierto, hasta el punto de que aportó uno de los mejores registros hasta la fecha. No en lo que se refiere a la ejecución, ciertamente, porque la orquesta no es gran cosa y dista de ofrecer la limpieza y belleza sonora de otras formaciones, pero sí en lo interpretativo: enorme dosis de misterio y sensualidad embriagadora en la introducción, mágicas texturas feéricas más adelante y, ya en el resto de la partitura, un equilibrio perfecto entre músculo y agilidad, pero sobre todo entre fuego y voluptuosidad lírica. Sí, es cierto que en toda la parte extrovertida se echa de menos mayor personalidad, pero lo compensa la atención prestada a la sección lírica intermedia, que paladea con primor. (9)



18. Sinopoli/Staatskapelle de Dresde (Hänssler, 1998). Lo mismo de tres años atrás, solo que esta vez no se trata de una grabación “en estudio” en la Lukaskirche sino otra en directo en la Semperoper. Suena peor, así que resulta prescindible. (8)



19. Haitink/Orquesta del Covent Garden (YouTube, 1999). Esta filmación televisiva de la etapa en que fue titular de la Royal Opera recuérdese: lugar del estreno– es perfecto testimonio de arte justamente calificado de “objetivo” que caracterizaba al maestro holandés: extraordinaria solidez en la construcción, gusto irreprochable y renuncia a dejar una huella personal, bien en forma de creatividad, bien en la voluntad de subrayar unos aspectos por encima del otro. Por eso mismo resulta quizá un poquito lineal, dentro de su considerable nivel. (8)



20. Jansons/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall y Stage+, 2000). Filmación en Tokio, de buen sonido e imagen por debajo de los estándares de hoy día, en la que Mariss Jansons deja constancia de su enorme solvencia y profesionalidad, como también de un gusto irreprochable en el que no hay espacio para las precipitaciones ni los excesos en que incurrían directores mucho más famosos, pero en la que tampoco terminan de aflora la poesía que anida en los pentagramas: todo en su sitio, y ya está. (7)



21. Thielemann/Filarmónica de Viena (DG, 2002). Hay que agradecerle al maestro berlinés que apueste por una lectura amplia de tempi en la que la cantabilidad, y no el carácter trepidante por el que apuesta la mayoría de las batutas, se ponga en primer plano en esta recreación en la que la belleza sonora de los Wiener Philharmoniker es otra baza fundamental. Pero en ella reside, paradójicamente, lo discutible del resultado: a Herr Thielemann le va la marcha en este sentido y se recrea de manera excesivamente narcisista en los mimbres que tiene a su disposición, por no decir que incurre en lo preciosista e incluso en lo relamido. Lástima. (7)



22. Neeme Järvi/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2010). Grata sorpresa la del patriarca de los Järvi, en esta ocasión mucho más que un concertador con oficio. Hay en su lectura sonoridad apropiada, solidez en el trazo y equilibrio expresivo, pero también apreciable musicalidad y buen gusto: las melodías están bien cantadas, el impulso vital se encuentra sólidamente controlado e impera el buen gusto. Eso sí, ni el tratamiento orquestal resulta particularmente refinado ni la poesía alcanza todo su potencial: nunca fue lo suyo. Gloriosos los primeros atriles. (8)



23. Jansons/Filarmónica de Berlín (Blu-ray Euroarts y Digital Concert Hall, 2017). Repetición de la jugada, esta vez una filmación en Pafos, en la hermosísima costa de Chipre. La imagen es ahora superior, el sonido menos bueno. ¿Y la interpretación? Pues a pesar de las soberbias intervenciones de los primeros atriles, más artesanía de primera calidad que arte propiamente dicho. Demasiada competencia discográfica como para prestarle atención al resultado. (7)



24. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2021). Reveladora la comparación de esta lectura del nuevo titular de os Berliner Philharmoniker con la de Neeme Järvi once años anterior: el maestro ruso alcanza una dosis superior de refinamiento, agilidad, transparencia y belleza tímbrica, pero en lo expresivo se muestra mucho menos centrado: los momentos líricos le resultan preciosistas antes que sensuales, mientras que cuando hay que galopar la noble elegancia que exige Weber se ve sustituida por cierta tendencia a lo saltarín, incluso a lo frívolo; eso sí, derrochando electricidad tanto en lo puramente audible como en la gestualidad sobre el podio. Menos mal que ahí están otra vez esos descomunales solistas para poner el listón muy alto. (8)



25. Weigle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2025). Sin salirnos de las filmaciones disponibles en esta plataforma, se diría que la recreación del maestro berlinés gesto sereno, sobrio y atento, sin necesidad de montar el numerito es una combinación de la musicalidad, el equilibrio y el control de Neeme Järvi con la depuración sonora, el virtuosismo y la belleza de un Kirill Petrenko, superando ampliamente a este último en lo que a amplitud melódica, nobleza y vuelo poético se refiere. Solo le falta un poquito más de personalidad e imaginación. Una vez más, es difícil concebir una orquesta mejor y más idónea para la presente partitura; es de justicia aplaudir de manera especial las intervenciones de la trompa de Yun Zeng, que repetirá el prodigio tan solo siete meses más tarde con Barenboim. (9)



26. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2025). Barenboim después de la pandemia. El Barenboim más lento. El menos severo, el menos empeñado en convertir la interpretación musical en un ejercicio de reflexión sobre el dolor. El más abierto a la luz, a la sensualidad, a la delectación melódica. El más conciliador. Y también el más genial posible. Los 9:30 minutos he restado los aplausos de la lectura en Tel Aviv se transforman en 11:17, ahí es nada. Se puede echar de menos el carácter trepidante de entonces, pero la música respira como no lo ha hecho en ninguna otra versión, los increíbles solistas de la orquesta tocan con una musicalidad y desinhibición incomparables, la sensualidad se multiplica sin que en ningún momento se roce el narcisismo, la nobleza más humanística sustituye a la rítmica implacable por la que se decantan la mayoría de los directores, y en toda la sección introductoria se alcanza una magia poética insólita, aunque quizá sea la sección lírica central en la que se realiza un descubrimiento en toda regla: ni una sola de las batutas que hemos visto desfilar, quizá ni siquiera la de Celibidache, llegó a intuir toda la música que aquí había. Por lo demás, Barenboim aporta sutilísimos, casi imperceptibles juegos agógicos y dinámicos que otorgan una sensación de naturalidad, de libertad y de fluidez en el discurso que no se evidencia en esas otras recreaciones antedichas, empezando por la de Karajan. Todo ello servido por una orquesta técnicamente perfecta en el archivo de la plataforma se ha corregido un levísimo roce del portentoso trompa que se presenció en directo, bellísima en su sonoridad y, curiosamente, menos oscura y más tornasolada que en otras ocasiones, como si el maestro quisiera remarcar su pertenencia a la gran tradición germánica e incluso que sonara… pues eso, a su antigua Staatskapelle de Berlín. ¿Quizá tenga algo que ver que esta vez el concertino fuera precisamente Wolfram Brandl, justo el de la citada formación? (10)

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