sábado, 21 de septiembre de 2013

Un Barbero a conocer, por Rockwell Blake

Hacía bastantes años que no veía este Barbero de Sevilla, una filmación televisiva –con molestos fundidos en negro para la publicidad– realizada en 1989 en el Metropolitan de Nueva York que se ha conservado con imagen y sonido bastante decentes, aunque lejos de los estándares de hoy en día. Tras verlo de nuevo, me reafirmo en que su conocimiento es obligado, por una sola pero poderosa razón: Rockwell Blake. No diré que su Almaviva me guste más que el de Flórez, sin duda superior en belleza tímbrica, depuración sonora y sensualidad. Pero se muestra, a despecho de algunos momentos no del todo bien resueltos, magnífico en su línea, ofreciendo un enfoque mucho más viril, arrogante y atrevido que el de su colega; también menos ensoñado, probablemente más en sintonía con el personaje pensado por Rossini, y desde luego con un instrumento vocal mucho más cercano al de baritenor para el que presuntamente fue creado. Fue el norteamericano, además, quien recuperó para los escenarios el dificilísimo “Cessa di più resistere” que aquí canta con segurísima coloratura –impresionante para no ser una voz de la ligereza de la de Flórez– y resultados espectaculares.

En el resto del elenco hay de todo, con “un gran difetto”: la Rosina de Kathleen Battle, estupendamente cantada pero de una cursilería que echa para atrás. Sus abundantes ornamentaciones, al contrario que las de Blake, son una muestra del más trasnochado narcisismo. Leo Nucci, muy sobreactuado, cumple con solvencia en lo vocal pero ahí se queda. Mucho mejor Enzo Dara, que por fortuna canta a Don Bartolo en lugar de declamarlo, y además se desenvuelve con mucha simpatía por la escena; sus excesos cómicos se le pueden personar, porque la dirección escénica parece dar manga ancha a todos. Estupendo en este sentido Ferruccio Furlanetto, que comprende muy bien a Don Basilio y lo canta de manera irreprochable. Mal vocalmente la Berta de Loretta di Franco.

Galvaniza los resultados la notable batuta de Ralf Weikert, algo primaria y no muy refinada ni imaginativa, pero llena de fuerza teatral, cálida, comunicativa, llevada sin precipitaciones, dotada del adecuado sentido del humor y, sobre todo, bien atenta a no convertir a la música del de Pésaro –como empezaban a hacer ya algunos directores en aquellos años, empezando por Abbado– en un cúmulo de sonoridades volátiles, gráciles y amaneradas: este es un Rossini ágil y luminoso pero con su punto de densidad y de tensión sonora. Lo menos bueno quizá sea la obertura, que ya comenté en mi reciente comparativa.

La producción escénica de John Cox es de esas “que no molestan”. O sí: la casa de Don Bartolo es bien fea y parece un reciclaje de El rapto en el serrallo. El peluquín de Nucci es de antología, y para hartarse de reír ver a Rosina cantar la lección de música vestida de Jueves Santo, de negro y con mantilla. Al menos hay buenas intenciones humorísticas (nada que ver con la sobrevalorada producción de José Luis Castro que vimos en Sevilla, tampoco con la pretenciosidad de la de Sagi que estos días se recupera en el Real) y se saca notable provecho del escenario giratorio. Lo dicho: a conocer, por Rockwell Blake. Ahí arriba tienen el final, empezando por su impresionante “Cessa di più”.

2 comentarios:

pastoso dijo...

Otra versión de Blacke muy interesante (es una de mis barberos favoritos) es la de un par de años antes con Luciana Serra editada por Nuova Era. La Serra está estupenda, la dirección de Campanella es muy correcta y el Fígaro de Bruno Pola sin ser brillante no estropea la grabación.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Sabía que existía una grabación de Blake sólo en audio en un sello de no mucha difusión, pero desconocía los datos y no contaba con ninguna referencia interpretativa. Muchas gracias por las dos cosas, pues. Precisamente estoy ahora en el Real, en el intermedio de su Barbero. Qué aburrimiento...

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