La obra se estrenó en San Petersburgo en 1933 con el propio compositor al piano. Se divide en cuatro movimientos, de los cuales los dos últimos forman en realidad una unidad, lo que a la postre nos entrega en la tradicional estructura de rápido-lento-rápido.
1. Allegretto
2. Lento
3. Moderato
4. Allegro con brio
2. Shostakovich, Vaillant. Cluytens/Nacional de la Radio de Francia (EMI, 1958). Sorprende ver que el habitualmente lírico y refinado Cluytens se desenvuelve sin problemas entre las negras sombras y el sarcasmo del autor de La nariz, lo que podría explicarse en parte, en este registro grabado con sonido monofónico, por la presencia del propio compositor al teclado. Este no es el mejor de los pianistas posibles, ni el más ágil ni el de sonido más variado, pero indica con claridad el sendero que hay que seguir: con trazo flexible y matizado, evitando lo trivial, potenciando los aspectos más amargos de la página y no tomando el movimiento final como un desahogo festivo ni como una excusa para epatar al personal con un despliegue de virtuosismo vacuo. Una interpretación que hay que conocer. (9)
3. Previn, Vacchiano. Bernstein/Nueva York (Sony, 1962). Aun en fechas relativamente tempranas, Bernstein manifiesta una perfecta comprensión del universo sonoro del compositor con esta encendida lectura que, sin renunciar a lo que de lúdico y brillante alberga, apuesta por un sentido del humor más bien agrio en los movimientos extremos y por el pathos en un Lento paladeado con concentración, hondura y una turbia atmósfera jazzística a la que contribuye el experto trompetista de la orquesta neoyorquina. Al piano se encuentra un André Previn de treinta y tres años, aun inmerso en su etapa hollywoodiense, que anuncia al gran director de la música de Shostakovich en que luego se convertirá. (9)
4. D’Arco, André. Paillard/Orquesta de Cámara Jean-François Paillard (Erato, 1969). Interesante aportación en la que los movimientos extremos, ágiles y camerísticos, por momentos un punto stravisnkianos, contrastan con un Lento de aroma particularmente nocturnal lleno de sugerencias. Maurice André da buena cuenta de su arte, pero Annie d' Arco se muestra despistada en el estilo y ausente en lo expresivo. La toma sonora no convence: excesiva distorsión tímbrica. (7)
5. Ogdon, Wilbraham. Marriner/Academy St. Martin (Decca, 1971). Es de agradecer al joven Marriner y sus soberbios chicos de la Academy su empeño en unas fechas en las que la industria discográfica de Occidente apenas se interesaba por esta obra, pero lo cierto es que el humor elegante, el equilibrio tanto formal como expresivo y el cuidadoso distanciamiento de todo lo que sea pathos intenso que caracterizan el hacer de estos intérpretes no es lo que mejor le sienta a una obar que necesita lanzarse en plancha sobre sus contrastes, sus ironías y sus voluntarias vulgaridades. Los solistas están en la misma línea, solventes a más no poder pero faltos de sintonía con la partitura. (7)
6. Ortiz, Senior. Berglund/Sinfónica de Bornemouth (EMI-Brilliant, 1975). Todo en esta lectura fluye con naturalidad, solvencia y aseada corrección, pero ni la batuta ni la pianista parecen implicarse a fondo en los extremos contrastes expresivos que plantea Shostakovich y, a la postre, el resultado es un tanto plano y descafeinado. A la trompeta de Rodney Senior le falta carácter. (7)
8. Kissin, Sustro. Spikakov/Orquesta de Cámara de San Petersburgo (Yedang, 1988). En esta toma en vivo seis meses posterior de su registro oficial para RCA y sustituyendo a los músicos de Moscú por otros de San Petersburgo quizá más convincentes, los dos artistas repiten y hasta mejoran -Lento más paladeado aun, dirección más entusiasta- sus ya portentosos resultados y ofrecen una lectura que sería modélica de no ser por su problemática toma sonora y por lo mal que lo pasa la trompeta en el final de la obra. (10)
9. Brautigam, Masseurs. Chailly/Concertgebouw (Decca, 1990). El maestro milanés, ideal para el Shostakovich más lúdico y festivo, parece no querer meterse en el fango y opta por una lectura no diríamos que superficial o distanciada, pero sí eminentemente lírica, doliente sin llegar a lo nihilista, quizá un punto melancólica, amén de poco sarcástica en los movimientos extremos. En cualquier caso, fabulosamente dicha. El irregular fortepianista Ronald Brautigam, capaz de pasar de un buen Beethoven a un Haydn poco menos que impresentable, parece compartir a pies juntillas los presupuestos interpretativos de Chailly. Sensacional la toma sonora. (8)
10. Leonskaja, Bordner. Wolff/Orquesta de Cámara de Saint Paul (Teldec, 1991). Una visión reveladora que se aleja de los aspectos lúdicos, irónicos y desenfadados de la pieza para apostar por la esencialidad, la sobriedad y carácter sombrío, con una orquesta que sabe sonar afilada -y con enorme claridad- y un piano que va directamente a la esencia del drama sin dejar a un lado, en el final, unas gotas de humor más negro que juvenil. A destacar un espectral segundo movimiento que mira claramente hacia Shostakovich maduro. Magnífico el trompetista y soberbia la toma sonora. (10)
12. Argerich, Touvron. Faeber/Orquesta de cámara Württemberg de Heilbronn (DG, 1993). Como era de esperar, el pianismo incisivo, nervioso, fiero y un punto percutivo de la pianista argentina le sienta de maravilla a esta partitura, particularmente a los movimientos extremos, lo que no significa que en los centrales, ya que no mucho vuelo lírico, despliegue una buena dosis de dramatismo. Por desgracia la orquesta, grabada muy en segundo plano, es de calidad muy discreta, resulta demasiado pequeña y no está del todo bien dirigida. Soberbio Guy Touvron. (7)
13. Rudy, Ole Edvard Antonsen. Jansons/Filarmónica de Berlín (EMI, 1994). Notable alto para esta interpretación magníficamente ejecutada -portentosa la cuerda grave de la orquesta berlinesa- y muy sincera en lo expresivo, además de bien paladeada en un segundo movimiento muy lento y concentrado. Solo le falta una vuelta de tuerca más en tensión interna y una mayor atención a los pliegues expresivos, pues a veces suena más romántica que expresionista: se echan de menos trazos más caricaturescos. (8)
15. Andsnes, Harderberger. Paavo Järvi/Birmingham (EMI, 1997). Más motivado que en otras ocasiones, el maestro estonio inyecta una tremenda dosis de estilo, fuerza y sinceridad, que no tanto de pathos o profundidad, a esta interpretación en vivo en la que los dos movimientos extremos, arrolladores, quedan claramente por encima de una sección central un tanto descafeinada. Andsnes, también más motivado antes por los aspectos circenses de la obra que por los trágicos, realiza una muy buena labor que palidece junto a la de un sensacional Hakan Harderberger. (9)
16. Bronfman, Stevans. Salonen/Filarmónica de Los Ángeles (Sony, 1999). Lo mejor de esta más que notable recreación es el pianismo poderoso y enérgico, pero también capaz de plegarse a sutilezas, de un Bronfman que sabe combinar ironía, lirismo y la más sincera garra dramática fraseando siempre con sentido sin dejarse llevar por el mero virtuosismo. Salonen ofrece un primer movimiento incisivo y algo nervioso para luego volcarse en un Lento paladeado con gran concentración pero no todo lo sugerente que pudiera, descargando en el final una buena dosis de brillantez sin caer en el apresuramiento. Espléndido el trompetista. Lástima que la toma sonora no sea la mejor posible. (8)
18. Hamelin, O’Keeffe. Litton/Sinfónica de la BBC Escocesa (Hyperion, 2003). Haciendo gala de un sonido bastante afilado y de un gran virtuosismo, el canadiense Marc-André Hamelin apuesta por una interpretación particularmente angulosa de los movimientos extremos y fraseada con tanta concentración como hondura dramática en los centrales, todo ello acompañado por un Litton en perfecta sinfonía con el concepto y hasta felizmente creativo en el final, que comprende de manera admirable. El trompetista es magnífico y frasea cargado de intención. (9)
19. Matsuev, Sharaopov. Temirkanov/San Petersburgo (RCA, 2006). Quienes conozcan la trayectoria del director ruso no se deben sorprender de que la labor de Termirkanov sea tan correcta como superficial, pues se limita a leer la partitura dejando escapar toda la mala leche que destilan los pentagramas. Solo en el último movimiento el maestro se anima y, además de revelar algunos detalles nuevos de la orquestación, demuestra verdadera convicción expresiva. A su lado, un Denis Matsuev demuestra a sus treinta y un años ser un extraordinario mecanógrafo. (6)
20. Argerich, Nakariakov. Vedernikov/Orquesta de la Suiza Italiana (EMI, 2006). La pianista argentina repite y mejora, con más y muy inteligentes matices pero con el mismo nervio e incisividad, su espléndida recreación realizada años atrás para DG, aunque de nuevo acompañada por una orquesta demasiado pequeña y un director muy solvente pero no a la altura de su talento. El trompetista se muestra jazzístico en el segundo movimiento y con bastante retranca en el último. La toma de sonido es mucho mejor que la realizada por el sello amarillo. (8)
24. Melnikov, Berwaerts. Currentzis/Orquesta de Cámara Mahler (Harmonia Mundi, 2010). Pese al apasionamiento -siempre controlado- de Currentzis, quien aquí marca la pauta es un Melnikov comprometido e imaginativo que exhibe enorme riqueza sonora y conceptual, matizando con sutileza sin perder nunca de vista la arquitectura global y ofreciendo una buena dosis de rebeldía en la sección central del segundo movimiento, que se encuentra dirigido de modo muy lento y concentrado y ofrece alguna pausa de peso sorprendente. El movimiento final está desgranado con rapidez y sin todo el sarcasmo posible. Excelente el trompetista. (9)
2 comentarios:
Hay más de una que no conozco, estoy ansioso por solucionarlo. Gracias.
Varias de las comentadas las he conseguido a través de Spotify. Eso sí, antes de escucharlas las he pasado a CD para ponerlas en el equipo: valorar una interpretación a través de los altavoces del ordenador es pecado mortal. Saludos.
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