Otra comparativa al hilo de la recuperación del vídeo de Daniel Barenboim en Berlin de 1991: las Tres piezas para orquesta de Alban Berg. Adoro esta música desde hace muchos años, pero hasta ahora no me había metido a fondo en ella. No ha sido fácil: la mayoría de las versiones, gran parte de las cuales ya conocía, he tenido que volver a escucharlas una, dos y hasta tres veces.
Para mí, ha sido un verdadero redescubrimiento. ¿Y qué he descubierto? Pues algo tan obvio como ignorado por demasiados melómanos: que esta música son muchas cosas a la vez, que es impresionismo pero que también mira hacia atrás en el tiempo, hacia los lados y hacia adelante, y que por ende resulta imprescindible escuchar interpretaciones muy distintas entre sí para entrenarse de qué va el asunto. Pero claro, para ello lo primero que hay que echarle es un poquito de voluntad y dejarse de prejuicios. Con decirles a ustedes que hace años, después de una función en el Maestranza, el actual presidente de la Asociación de Amigos del Teatro Villamarta me dijo que toda la música de Lulu era auténtica basura.... Por no hablar de esos críticos de la propia Sevilla que se mueven en el mismo nivel de intelectual, como ese inefable Carlos Tarín que escribió más o menos literalmente que Pedro Halffter debería dejar de llevar al escenario hispalense esas cosas raras –iba precisamente por Lulu y los Schreker, Zemlinsky y tal– y poner más zarzuela... Así están las cosas.
1. Rosbaud/Sinfónica de la SWR
(Praga Digitals, 1957). La discreta toma monofónica no permite valorar
correctamente una realización que se intuye de alto nivel. Los tempi son más
rápidos de la cuenta, cierto es, y por ende se desaprovechan ciertas
posibilidades de la partitura, pero la música se encuentra en permanente
ebullición sin que por ello resulte –como ocurrirá con otros maestros– en
exceso aparatosa. La tímbrica es la adecuada, y cada una de las frases de los
diferentes bloques sonoros que van interviniendo parecen tener vida propia.
Solo queda por ver –la tecnología ahí es limitación insalvable– hasta qué punto
logró claridad este gran maestro que se dejó la piel defendiendo lo que en su
momento fue música de vanguardia. (9)
2. Craft/Sinfónica de Columbia
(CBS, 1960?). Editada en 1961, esta grabación tenía un interés eminentemente
pedagógico: explicar a los melómanos norteamericanos cómo era esta música. Y lo
hizo Robert Craft aportando inmediatez, comunicatividad y crispación, Nada de
domesticar la partitura para hacerla más digerible. Demostró también una enorme
atención a la claridad, esta última bien puesta de relieve gracias a una toma
que, tras el nuevo reprocesado en alta definición, ha demostrado ser de
considerable calidad para la época. El problema es que va tan rápido que
muchas, muchísimas posibilidades expresivas de la partitura se las pasa por
alto. Además, las transiciones se encuentran realizadas con trazo grueso, a los
clímax se llega por acumulación de decibelios y el misterio brilla por su
ausencia. Tampoco es que Craft pudiera contar precisamente con grandes
referencias fonográficas que le permitieran indagar mucho en la obra: estaba
solo ante el peligro y, como se ha dicho antes, su objetivo era enseñar más que
hacer poesía. Misión cumplida. (6)
3. Rosbaud/Orquesta del Concertgebouw (YouTube, 1962). No sé si existe una fuente oficial de la que procede este audio tomado en vivo, pero lo cierto es que suena peor que el registro oficial de Rosbaud de 1957. Así las cosas, la única aportación del testimonio es la enorme calidad que aporta la formación holandesa (¡los metales cortan como cuchillos!) a la algo unilateral, pero a todas luces formidable, labor del maestro de Graz. (9)
4. Dorati/Sinfónica de Londres
(Mercury, 1962). El maestro de Budapest se enfrenta al mismo reto que Robert
Craft, pero cuenta con una orquesta superior -a la que realiza considerables
demandas- y demuestra bastante más técnica e instinto a la hora de planificar
el tejido sinfónico, al tiempo que coincide con él en la voluntad de no limar
asperezas sin tener por ello necesidad de caer en grandes visceralidades o en
excesos: su recreación se encuentra más que centrada en lo expresivo. Otra cosa
es que, en comparación con lo que ha venido después, se echen de menos tanto
las atmósferas más o menos malsanas como el lirismo –sí, lirismo, aunque sea
expresionista– que, como más tarde demostrarán otras batutas, también anidan en
esta partitura. La reciente recuperación de la toma a 192 kHz hace justicia a
la fama de la serie Living Presence. (8)
5. Boulez/Sinfónica de la BBC
(CBS, 1967). Boulez es el que es, un músico en el que el análisis distanciado
prima sobre otras consideraciones, pero en esta recreación, sin renunciar en
modo alguno a sus maneras, se implica en la música para ofrecer una recreación
que no es en absoluto lírica, sensual ni seductora; tampoco rabiosamente
expresionista, pero sí tensa e implacable, inquietante cuando debe, cargada de
malos presagios y –eso por descontado– de un refinamiento sonoro sin igual. Ni
que decir tiene que un esfuerzo intelectual semejante pide lo mismo a un oyente
al que no se realiza concesión alguna. Toma sonora con soplido de fondo y
distorsión tímbrica, pero más “carnosa” que la posterior de los mismos
intérpretes. (9)
6. Abbado/Sinfónica de Londres
(DG, 1970). Sin alcanzar los niveles de análisis y refinamiento de un Boulez,
el joven Abbado nos ofrece una interpretación de una inmediatez y expresividad
extraordinarias, netamente expresionista en la sonoridad y en el discurso
horizontal, pero no por ello deja de apuntar claramente, en determinadas
frases, las deudas tanto con el pasado romántico como con el mundo del
impresionismo, revelándonos así hasta qué punto esta música se aleja del mero
ejercicio intelectual y conectando, en cierto modo, con el universo sarcástico,
grotesco y voluntariamente vulgar del Mahler más atrevido. Eso sí, hay una
cierta tendencia a epatar con la acumulación de decibelio que apunta las
maneras excesivamente exhibicionistas del Abbado posterior. (9)
7. Karajan/Filarmónica de Berlín
(DG, 1972). Dicen que el maestro salzburgués pagó de su bolsillo las
grabaciones que hizo de la Segunda escuela de Viena. Hay que agradecérselo,
porque poner estas músicas en el sello amarillo con el nombre de Karajan en la
portada era una manera de dejar claro a todos los aficionados –no a los
melómanos más exquisitos, que ya estaban muy enterados– que los Schönberg,
Webern y Berg eran ya verdaderos clásicos. Musicalmente se tomó en serio el
asunto y construyó, en el caso de estas Tres piezas, una interpretación que
sabe aunar refinamiento y espectacularidad, rebosante de detalles sugestivos y
dotada de todas las asperezas necesarias –nada de domesticar la partitura–, aunque
también es verdad que los clímax, aun llenos de nervio, suenan antes aparatosos
que verdaderamente dramáticos. En cierto modo, la batuta apunta en excesivas
direcciones sin una idea clara detrás de la obra. La toma, realizada en la
Jesus-Christus Kirche, es correcta sin más, lo que significa que no hace
justicia a las enormes demandas de la obra. Tampoco lo hace en el SACD de
Esoteric. (8)
8. Colin Davis/Sinfónica de la
Radio de Baviera (Philips, 1983). Podría pensarse que Sir Colin exploraría la
vertiente más lírica de esta música, pero no. Todo lo contrario: el maestro
británico se lanza a por una recreación particularmente agitada en la que, más
extraño aún, se echan de menos claridad en los tutti y preparación para los
grandes clímax. también es verdad que la orquesta no está muy allá, y que
tampoco la toma de sonido contribuye precisamente a disfrutar del trabajo
realizado. (7)
9. Boulez/Sinfónica de la BBC
(CBS, 1985). El grandísimo músico francés extrema su postura para ofrecernos
una interpretación versión expresionista, escarpada e implacable a más no poder,
cuya tensión implacable nos conduce a clímax abrumadores aun siempre dentro de
una arquitectura minuciosamente planificada –mucho mejor que Colin Davis, pese
a que el enfoque no es distinto-– y manteniendo una claridad proverbial.
Impresionante el control de la orquesta, a la que hace sonar con un color
adecuadamente virulento. ¿En exceso? No, porque hay coherencia con la visión
adoptada. Otra cosa es que su visión resulte en exceso unilateral: esta música
es más rica en la expresión de lo que aquí parece. La toma sonora ofrece amplia
gama dinámica –para ello se optó sabiamente por un volumen bajísimo–, pero
resulta bastante distanciada, sin mucho relieve y algo áspera en la tímbrica.
Una pena: no hace justicia a la interpretación. (9)
10. Ashkenazy/Sinfónica Alemana de
Berlín (Decca, 1990). La orquesta toca muy bien, Ashkenazy sostiene muy bien el
pulso –sin nerviosismo ni caídas de tensión– y se mueve dentro de un
irreprochable idioma expresionista que sabe no confundir con la acumulación de
decibelios ni la aparatosidad, pero la sensación que desprende esta lectura es
la de estar dicha de pasada y para cubrir el expediente, sin aprovechar apenas
la música y con escasísima inspiración. Toma excepcional, eso sí: ¡cómo suena
el golpe de martillo conclusivo! (7)
11. Abbado/Filarmónica de Viena
(DG, 1992). Veintidós años después de su registro londinense, Abbado sigue
demostrando una considerable afinidad a una música a la que sabe dotar de
colores variados, no necesariamente incisivos, aportando quizá un punto
adicional de sensualidad al tiempo que alcanza picos de tensión que vuelven a
tener muchos nervios y, como en la ocasión anterior, más deseo de epatar que
naturalidad. En cualquier caso, recreación de altura en la que se echa de menos
una mayor claridad de texturas. ¿Culpa de la batuta, que ya por entonces empezó
a dejarse de interesar por esas cosas, o más bien de una toma sonora en la que
los ingenieros del sello amarillo decididamente no supieron estar a la altura?
(8)
12. Gielen/Sinfónica de la SWR
(Hänssler, 1993). La visión de Michael Gielen resulta inevitablemente
expresionista -el gran giro interpretativo en esta página de la mano de
Sinopoli aún está por llegar-, pero venturosamente su batuta no confunde
tensión con decibelio, ni agitación con nerviosismo. El trazo es firme, la
planificación resulta lógica y natural, las texturas se encuentran bien
trabajadas y la música resulta cercana, comunicativa, no un mero ejercicio
intelectual. Ahora bien, ni se alcanza la fuerza que habían conseguido un
Boulez y un Abbado –su primera grabación– ni se aprecia la magia sonora y
expresiva de otros que vendrán después. (8)
13. Metzmacher/Sinfónica de
Bamberg (EMI, 1995). Interesantísimo paso adelante el que da el maestro de
Hannover tomándose las cosas con calma y, sin renunciar en absoluto al
expresionismo de la página, explorando los aspectos más misteriosos y
atmosféricos de la misma. Por desgracia, las cosas no funcionan del todo bien,
en parte por una deficiente planificación de las tensiones, de manera
particular en un tercer movimiento cuyos primeros minutos son de pulso muy
irregular para luego precipitarse en la sección central, en parte por una toma de
sonido en absoluto a la altura de las circunstancias. (7)
14. Barenboim/Filarmónica de
Berlín (Digital Concert Hall, 1997). Con absolutamente asombrosa calidad
de imagen y sonido para la época, se recupera una filmación japonesa –aunque en
la propia Philharmonie de Berlín– en la que Barenboim demuestra no solo una
técnica suprema a la hora de planificar la arquitectura, sino que se revela
como el maestro que, hasta ese momento, más indagaba en el potencial expresivo
de las notas. Pero mucho ojo, que para ello no necesita ofrecer un fraseo
nervioso, una tímbrica particularmente áspera o unos clímax estruendosos. No,
no es ése su camino. Hay potencia, músculo y muchísimo pathos en su propuesta, pero
todo ello se alcanza a través de una concepción muy orgánica del fraseo en la
que una minuciosa planificación de las tensiones y el peso armónico de la polifonía
son fundamentales. Además, en su realización encontramos también una atmósfera
al mismo tiempo turbia y sugerente –se puede pensar en La Valse–, se
aprecian de manera particular las conexiones con el pasado mahleriano y se
indaga en ese misterio por el que ya se interesó Metzmacher en su fallida recreación
para, de esta forma, ir avanzando hacia una nueva manera de entender la
partitura. Eso sí, todo ello desde una óptica abiertamente dramática: Barenboim
tiene muy claro que esta música sale del dolor. La orquesta le suena particularmente
poderosa, densa incluso, sin que ello signifique en modo alguno que la claridad
se encuentre desatendida. (10)
15. Barenboim/Sinfónica de Chicago
(CSO, 1997). Esta toma en vivo –correcta sin más–es posterior en nueve
meses a la interpretación berlinesa de Barenboim. Las he escuchado seguidas y
no aprecio grandes diferencias en su calidad, aunque quizá sí en sus
cualidades: la norteamericana pierde un poco de lirismo, pero a cambio alcanza
algo más de virulencia. Dicho de otra manera: el virtuosismo de los chicagoers
es para no dar crédito, pero los Berliner Philharmoniker resultan más adecuados
para las intenciones expresivas de Barenboim. En cualquier caso, la circulación
de este doble CD es muy limitada, así que el registro queda reservado a los muy
interesados en el arte de Barenboim. (9)
16. Sinopoli/Staatskapelle de
Dresde (Teldec, 1997). Decisiva renovación interpretativa la que realiza el
maestro veneciano: en lugar de subrayar las asperezas expresionistas y cargar
el discurso de electricidad, se dedica a explorar atmósferas antes misteriosas
que opresivas; a indagar en las posibilidades de una tímbrica que también no
necesariamente tiene que ser siempre incisiva; a desplegar un fraseo curvilíneo
y flexible en el que a veces puede haber mucho de sensualidad, incluso de
lirismo; a dejar en evidencia los paralelismos con el mundo impresionista como
también, al mismo tiempo y sin que ello resulta contradicción, en descubrirnos
las conexiones con los sonidos estáticos, abstractos y visionarios de un Anton
Webern. Por eso mismo su visión, sin la inmediatez ni la garra de otras,
resulta tan fascinante: una mirada al mismo tiempo al pasado, al presente y al
futuro. La toma sonora es muy buena, pero se queda algo corta en los grandes
clímax. (9)
17. Gatti/Orquesta del
Concertgebouw (RCO, 2005). Una toma sonora rica en carne –cortesía de la alta
definición– y de amplia gama dinámica, pero también algo confusa, no termina de
hacer justicia a un trabajo técnico que parece globalmente notable por parte de
Gatti. Ya en el plano puramente expresivo, el maestro italiano alcanza gran
nivel en los dos primeros movimientos, que plantea atendiendo de manera
especial a los aspectos más sensuales y oníricos de la música sin descuidar por
ello su vertiente expresionista. Interesa mucho menos el tercero: ahí le pueden
las prisas y la particularmente grotesca sección central de la marcha queda desaprovechada.
(8)
18. Vladimir Jurowski/Filarmónica
de Londres (DVD Ideale, 2007). Cierto es que la orquesta no es comparable a las grandísimas
que han registrado esta obra y que la batuta tampoco presenta una inspiración particular,
pero esta lectura resulta modélica por su manera de sintetizar, con muy buena
factura –la sección más encrespada de la marcha se precipita un poco– y
apreciable convicción expresiva todas las facetas de esta música, con
particular atención a lo que tiene de intensa sin necesidad de meter mucho
ruido. La toma sonora se realizó a un volumen considerablemente bajo para
garantizar la amplia gana dinámica que demanda la partitura; escuchada en 5.1
es excelente. La imagen, por desgracia, deja bastante que desear. (8)
19. Albrecht/Filarmónica de
Estrasburgo (Pentatone, 2008). Nacido en Hannover al igual que Metzmacher, Marc
Albrecht coincide con su paisano en el deseo de combinar lo expresionista de la
escritura –sobre todo en el tercer movimiento– con la vertiente más misteriosa
de la página, dejando a la música respirar y generar atmósferas. Toma nota,
además, de la lección de Sinopoli, recreándose no solo en angulosidades, sino
también en líneas curvas. Le sale mejor que a Metzmacher, pero aun así le
faltan tanto la electricidad de los grandes maestros de la –llamémosla de esta
manera– “línea dura”, como la capacidad de fascinación poética de quienes se
han interesado por los aspectos más líricos de los pentagramas. Buen trabajo de
texturas con una orquesta que se beneficia de la magnífica toma de Pentatone:
el golpe de martillo que cierra la página, sin ser el más tremendo de los que
se hayan escuchado, suena imponente. (8)
20. Rattle/Filarmónica de Berlín
(Digital Concert Hall, Proms 2010). Lectura ante todo vitalista,
comunicativa, de gran inmediatez y fuerza expresiva, rica y con sus adecuadas
aristas en la paleta tímbrica, que alcanza un apreciable punto de equilibrio
entre el pasado y el presente, entre la sensualidad y el desgarro
expresionista. ¿Más atenta al trazo global que al análisis de las texturas? No
es posible decirlo, porque Sir Simon y los suyos juegan contra la problemática
acústica del Royal Albert Hall y, por si fuera poco, se ven perjudicados por
una toma de dinámicas comprimidas. Tampoco la resolución de la imagen es
precisamente buena. Mejor esperar a otra
oportunidad: habrá un par de ellas. (9)
21. Rattle/Filarmónica de Berlín
(Digital Concert Hall, 2011). Nueve meses después del concierto de los Proms,
se repite la jugada en casa con una toma de mucho mayor calidad que, esta vez
sí, permite disfrutar plenamente de la soberbia plasticidad con las que el
maestro trabaja la masa orquestal, a la que hace sonar sensualísima o plagada
de aristas según las circunstancias lo demandan, todo ello dentro de una visión
inmediata, emocionante y muy fácil de disfrutar, como también controladísima y
enormemente depurada. (9)
22. Gatti/Filarmónica de Berlín
(Digital Concert Hall, 2014). Como ha se ha comentado su registro "oficial" con la Concertgebouw, vamos a centrarnos en comparar con lo que suizo el titular de la orquesta al frente de la cual ahora se pone. Con respecto a las versiones de Rattle, se ha
perdido de manera considerable en vida, en comunicatividad y en riqueza
expresiva. También en variedad de colores y en plasticidad del tratamiento orquestal.
En los dos movimientos iniciales se ha ganado, quizá por optar por tempi más
reposados, en atención al peso de los silencios y en sentido del misterio, sin
que la “vida” interna de la música, su capacidad comunicativa, lleguen a
aflorar. En el tercero, como en su grabación holandesa, priman el decibelio y
el trazo grueso. (8)
23. Tilson Thomas/Sinfónica de San
Francisco (SFM, 2015). Otro maestro de técnica soberbia especialmente
cualificado para la música del siglo XX. Y otra gran versión, pues. Esta se
caracteriza por su enorme pálpito vital, su voluptuosidad sonora y su ardor expresivo,
como quizá también por poner de relieve la importancia que el elemento “vulgar”
tiene en esta música. Todo ello se puede decir de otra manera: Tilson Thomas es
quien más explora las decisivas conexiones de la partitura con Gustav Mahler,
mirando mucho antes al pasado inmediato y a los no desdeñables toques
“cinematográficos” de la partitura –así lo reconoce el maestro en el vídeo de
presentación– que a la música del futuro. Como todo ello el norteamericano lo
hace con enorme inmediatez y brillantez bien entendida, los resultados atrapan
de principio a fin, aunque no es menor verdad que un trazo más refinado y un
trabajo más minucioso tanto de texturas como de tensiones se hubiese
agradecido. Toma de sonido con impresionantes frecuencias graves. (9)
24. Rattle/Filarmónica de Berlín
(Digital Concert Hall, 2016). Han pasado cinco años desde la anterior
recreación de Rattle. La orquesta no es exactamente la misma, y él quizá
tampoco: sus tempi relativamente rápidos, su comunicatividad y su atención a
los diferentes pliegues expresivos de la música siguen ahí, pero hay quizá un
trabajo todavía más refinado de timbres y texturas, un sentido aún más
desarrollado de la sensualidad e incluso mayor sentido orgánico en la
arquitectura. ¿Quizá también una ligera tendencia al hedonismo? Incluso podría
ser que se haya perdido algo de esa visceralidad expresionista que consideramos
consustancial a esta música, pero que a la postre no tiene por qué ser el
ingrediente esencial de la misma. Sea como fuere, esta es la interpretación más
comunicativa, más rica en sugerencias y, por qué no decirlo, más emotiva de
todas las escuchadas, amén de una de las más increíblemente bien tocadas. En
definitiva, la que más me gusta. La calidad de imagen es ahora aplastantemente
superior a las anteriores de Rattle, y hay sonido Dolby Atmos, pero no se llega
a la altura asombrosa de la filmación que los japoneses le hicieron a Barenboim.
¡Lástima! (10)
25. Afkam/Sinfónica de la Radio de
Frankfurt (YouTube, 2019). Además de un espléndido dominio del tejido
orquestal, el maestro alemán hace gala de una especial sintonía expresiva con
el universo de Berg en esta interpretación fresca y de enorme inmediatez
expresiva que desprende espontaneidad por los cuatro costados. En este sentido,
no es la lectura en la que más lógica orgánica adquieren cada uno de los breves
segmentos que se van yuxtaponiendo en cada uno de los movimientos; aparecen
algo inconexos, incluso. Tampoco es la más hiriente en su sonoridad -no lo
necesita-, ni se interesa de manera particular por las atmósferas. Pero sí es
una de las que mejor “teatraliza” la música, consiguiendo que las frases
adquieran vida propia, que respiren como si formaran parte de un sprechgesang particularmente
bullicioso en el que varias voces dialogan otra gritando, ora susurrando, a
veces superponiéndose hasta generar la mayor confusión, pero siempre con el
deseo de expresar algo concreto. ¿Es la de Afkam, por tanto, la versión más
operística y menos sinfónica? Sí, podría decirse así. (9)
26. Andrew Davis/Sinfónica de la
BBC (Chandos, 2022). El bueno de Sir Andrew amaba este repertorio -ahí
está su espléndida Lulu-, y eso se nota en esta recreación dicha sin prisas,
atenta a cada frase y cada recoveco, sensible a la atmósfera y al vuelo lírico de
la música, como si hubiese querido sintetizar las aportaciones discográficas de
las últimas décadas. Dicho esto, ni su batuta posee la variedad tímbrica de
otras ni se muestra capaz de planificar esos clímax de tensión llenos de garra
que esta música necesita. Tampoco la orquesta, siendo buenísima, tiene los
primeros atriles de las filarmónicas de Berlín o Viena, esos que son capaces de
convertir cada intervención en una obra de arte. Soberbia la ingeniería del
sello británico. (8)
27. Adès/Filarmónica de Viena (Platoon,
2022). Hacía falta una grabación con los Wiener Philharmoniker cuya tecnología
hiciera justicia a una orquesta a la que esta música en buena medida pertenece.
Y nos llega, con toma esta vez espléndida, de la mano de quien menos uno podía
esperarse, un Thomas Adès que, además de demostrar una técnica colosal
-naturalidad del discurso, claridad, sensibilidad para las texturas-, revela
muchas cosas nuevas profundizando en un aspecto concreto de la propuesta que en
sui momento realizó Sinopoli: encontrar el lirismo de la partitura. Cierto es
que Rattle ya había avanzado en ese sentido, pero el compositor y director londinense
va más allá y nos descubre una poesía de altísimos vuelos que entronca con la
gran tradición vienesa, que tiene incluso su punto de decadentismo –lo había en
la pintura de Klimt, sin ir más lejos– y que nos descubre un Berg mucho menos
rabioso, menos abrumado por las circunstancias, más ensoñado y evocador, al
tiempo que plagado de inquietantes sugerencias. La interpretación hubiera sido
redonda si hubiera alcanzado mayor electricidad en los grandes clímax: aun
fascinante, su visión termina siendo algo unilateral. Y no se entiende bien que
el gran golpe de martillo final no alcance el protagonismo que se merece. (9)
28. Cambreling/Sinfónica de la SWR (SWR Classic, 2022). Se comprende que Sylvain Cambreling caiga mal a mucha gente, no tanto
porque su ex Gerard Mortier le enchufara en todas partes, sino porque como
director resulta de lo más irregular: está el petardo monumental (¡Mozart!),
está el director tan aseado como aburrido y está el director genial. En este
registro de estudio es el tercero el que aparece: sacado petróleo de una
orquesta que no es precisamente de primera, pero que se comporta mejor como
algunas más famosas que aparecen en esta misma lista, el maestro francés otorga
sentido expresivo a cada línea instrumental al tiempo que traza una arquitectura
global irreprochable para ofrecernos una recreación muy poderosa, densa en lo
expresivo, muy cargada en la atmósfera y con un especial olfato para el color.
¿Mirando un poco hacia cierta música francesa? Puede que algo haya de eso, pero
resumiendo mucho yo diría que su lectura se aleja mucho de las de un Boulez y
un Abbado para terminar siendo una especie de síntesis entre Barenboim y Sinopoli.
Interesantísimo. (9)
29. Kirill Petrenko/Filarmónica de
Berlín (Digital Concert Hall, 2023). Mediocre como es en buena parte del
repertorio más tradicional, Kirill nos ofrece una de las más interesantes
interpretaciones de estas Tres piezas para orquesta. Por un lado, porque
es quien mejor consigue la síntesis entre tradición postromántica y
expresionismo sin escorarse hacia ninguno de los dos lados; con la misma
orquesta se ha ido a más en lo que se refiere al sentido del misterio –Karajan–, al carácter doliente de esta música –Barenboim– o a la “seducción”
del oyente –Rattle–, pero ninguna consigue tan ajustado punto de equilibrio.
Por otro, porque es quien realiza el más asombroso trabajo de texturas, el más
rico y acertado en colorido, también el más refinado, sin que ello signifique
perderse en vericuetos ni desatender el trazo global, en todo momento natural y
ajeno a inconvenientes nerviosismos. ¿Qué le falta? Emoción: dentro de su
altísimo nivel, el resultado es algo frío. Justo lo contrario que la de Afkam
arriba comentada, menos virtuosística y calculada, pero más expresiva. Sensacional
imagen 4K y sonido Dolby Atmos. (9)
30. Kirill Petrenko/Filarmónica de
Berlín (Digital Concert Hall, 2023). Tres semanas después de la versión en la
Philharmonie de Berlín, repetición de la jugada en el Suntory Hall de Tokio. La
toma de sonido es no solo superior a la anterior e incluso a la que los
japoneses le realizaron a Barenboim, sino la más perfecta que ha conocido nunca
esta obra. Así las cosas, uno puede disfrutar a tope del soberbio trabajo
técnico por parte de todos los intérpretes, sencillamente el no va más en lo
que a planificación y ejecución se refiere. Quien busque mayor intensidad
expresiva, que acuda a otros maestros. (9)
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