martes, 30 de septiembre de 2025

Tres piezas para orquesta, de Alban Berg: discografía comparada

Otra comparativa al hilo de la recuperación del vídeo de Daniel Barenboim en Berlin de 1991: las Tres piezas para orquesta de Alban Berg. Adoro esta música desde hace muchos años, pero hasta ahora no me había metido a fondo en ella. No ha sido fácil: la mayoría de las versiones, gran parte de las cuales ya conocía, he tenido que volver a escucharlas una, dos y hasta tres veces.

Para mí, ha sido un verdadero redescubrimiento. ¿Y qué he descubierto? Pues algo tan obvio como ignorado por demasiados melómanos: que esta música son muchas cosas a la vez, que es impresionismo pero que también mira hacia atrás en el tiempo, hacia los lados y hacia adelante, y que por ende resulta imprescindible escuchar interpretaciones muy distintas entre sí para entrenarse de qué va el asunto. Pero claro, para ello lo primero que hay que echarle es un poquito de voluntad y dejarse de prejuicios. Con decirles a ustedes que hace años, después de una función en el Maestranza, el actual presidente de la Asociación de Amigos del Teatro Villamarta me dijo que toda la música de Lulu era auténtica basura.... Por no hablar de esos críticos de la propia Sevilla que se mueven en el mismo nivel de intelectual, como ese inefable Carlos Tarín que escribió más o menos literalmente que Pedro Halffter debería dejar de llevar al escenario hispalense esas cosas raras iba precisamente por Lulu y los Schreker, Zemlinsky y tal y poner más zarzuela... Así están las cosas.




1. Rosbaud/Sinfónica de la SWR (Praga Digitals, 1957). La discreta toma monofónica no permite valorar correctamente una realización que se intuye de alto nivel. Los tempi son más rápidos de la cuenta, cierto es, y por ende se desaprovechan ciertas posibilidades de la partitura, pero la música se encuentra en permanente ebullición sin que por ello resulte como ocurrirá con otros maestros en exceso aparatosa. La tímbrica es la adecuada, y cada una de las frases de los diferentes bloques sonoros que van interviniendo parecen tener vida propia. Solo queda por ver la tecnología ahí es limitación insalvable hasta qué punto logró claridad este gran maestro que se dejó la piel defendiendo lo que en su momento fue música de vanguardia. (9)



2. Craft/Sinfónica de Columbia (CBS, 1960?). Editada en 1961, esta grabación tenía un interés eminentemente pedagógico: explicar a los melómanos norteamericanos cómo era esta música. Y lo hizo Robert Craft aportando inmediatez, comunicatividad y crispación, Nada de domesticar la partitura para hacerla más digerible. Demostró también una enorme atención a la claridad, esta última bien puesta de relieve gracias a una toma que, tras el nuevo reprocesado en alta definición, ha demostrado ser de considerable calidad para la época. El problema es que va tan rápido que muchas, muchísimas posibilidades expresivas de la partitura se las pasa por alto. Además, las transiciones se encuentran realizadas con trazo grueso, a los clímax se llega por acumulación de decibelios y el misterio brilla por su ausencia. Tampoco es que Craft pudiera contar precisamente con grandes referencias fonográficas que le permitieran indagar mucho en la obra: estaba solo ante el peligro y, como se ha dicho antes, su objetivo era enseñar más que hacer poesía. Misión cumplida. (6)



3. Rosbaud/Orquesta del Concertgebouw (YouTube, 1962). No sé si existe una fuente oficial de la que procede este audio tomado en vivo, pero lo cierto es que suena peor que el registro oficial de Rosbaud de 1957. Así las cosas, la única aportación del testimonio es la enorme calidad que aporta la formación holandesa (¡los metales cortan como cuchillos!) a la algo unilateral, pero a todas luces formidable, labor del maestro de Graz. (9)



4. Dorati/Sinfónica de Londres (Mercury, 1962). El maestro de Budapest se enfrenta al mismo reto que Robert Craft, pero cuenta con una orquesta superior -a la que realiza considerables demandas- y demuestra bastante más técnica e instinto a la hora de planificar el tejido sinfónico, al tiempo que coincide con él en la voluntad de no limar asperezas sin tener por ello necesidad de caer en grandes visceralidades o en excesos: su recreación se encuentra más que centrada en lo expresivo. Otra cosa es que, en comparación con lo que ha venido después, se echen de menos tanto las atmósferas más o menos malsanas como el lirismo sí, lirismo, aunque sea expresionista que, como más tarde demostrarán otras batutas, también anidan en esta partitura. La reciente recuperación de la toma a 192 kHz hace justicia a la fama de la serie Living Presence. (8)



5. Boulez/Sinfónica de la BBC (CBS, 1967). Boulez es el que es, un músico en el que el análisis distanciado prima sobre otras consideraciones, pero en esta recreación, sin renunciar en modo alguno a sus maneras, se implica en la música para ofrecer una recreación que no es en absoluto lírica, sensual ni seductora; tampoco rabiosamente expresionista, pero sí tensa e implacable, inquietante cuando debe, cargada de malos presagios y eso por descontado de un refinamiento sonoro sin igual. Ni que decir tiene que un esfuerzo intelectual semejante pide lo mismo a un oyente al que no se realiza concesión alguna. Toma sonora con soplido de fondo y distorsión tímbrica, pero más “carnosa” que la posterior de los mismos intérpretes. (9)



6. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1970). Sin alcanzar los niveles de análisis y refinamiento de un Boulez, el joven Abbado nos ofrece una interpretación de una inmediatez y expresividad extraordinarias, netamente expresionista en la sonoridad y en el discurso horizontal, pero no por ello deja de apuntar claramente, en determinadas frases, las deudas tanto con el pasado romántico como con el mundo del impresionismo, revelándonos así hasta qué punto esta música se aleja del mero ejercicio intelectual y conectando, en cierto modo, con el universo sarcástico, grotesco y voluntariamente vulgar del Mahler más atrevido. Eso sí, hay una cierta tendencia a epatar con la acumulación de decibelio que apunta las maneras excesivamente exhibicionistas del Abbado posterior. (9)



7. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1972). Dicen que el maestro salzburgués pagó de su bolsillo las grabaciones que hizo de la Segunda escuela de Viena. Hay que agradecérselo, porque poner estas músicas en el sello amarillo con el nombre de Karajan en la portada era una manera de dejar claro a todos los aficionados no a los melómanos más exquisitos, que ya estaban muy enterados que los Schönberg, Webern y Berg eran ya verdaderos clásicos. Musicalmente se tomó en serio el asunto y construyó, en el caso de estas Tres piezas, una interpretación que sabe aunar refinamiento y espectacularidad, rebosante de detalles sugestivos y dotada de todas las asperezas necesarias nada de domesticar la partitura, aunque también es verdad que los clímax, aun llenos de nervio, suenan antes aparatosos que verdaderamente dramáticos. En cierto modo, la batuta apunta en excesivas direcciones sin una idea clara detrás de la obra. La toma, realizada en la Jesus-Christus Kirche, es correcta sin más, lo que significa que no hace justicia a las enormes demandas de la obra. Tampoco lo hace en el SACD de Esoteric. (8)



8. Colin Davis/Sinfónica de la Radio de Baviera (Philips, 1983). Podría pensarse que Sir Colin exploraría la vertiente más lírica de esta música, pero no. Todo lo contrario: el maestro británico se lanza a por una recreación particularmente agitada en la que, más extraño aún, se echan de menos claridad en los tutti y preparación para los grandes clímax. también es verdad que la orquesta no está muy allá, y que tampoco la toma de sonido contribuye precisamente a disfrutar del trabajo realizado. (7)



9. Boulez/Sinfónica de la BBC (CBS, 1985). El grandísimo músico francés extrema su postura para ofrecernos una interpretación versión expresionista, escarpada e implacable a más no poder, cuya tensión implacable nos conduce a clímax abrumadores aun siempre dentro de una arquitectura minuciosamente planificada mucho mejor que Colin Davis, pese a que el enfoque no es distinto- y manteniendo una claridad proverbial. Impresionante el control de la orquesta, a la que hace sonar con un color adecuadamente virulento. ¿En exceso? No, porque hay coherencia con la visión adoptada. Otra cosa es que su visión resulte en exceso unilateral: esta música es más rica en la expresión de lo que aquí parece. La toma sonora ofrece amplia gama dinámica para ello se optó sabiamente por un volumen bajísimo, pero resulta bastante distanciada, sin mucho relieve y algo áspera en la tímbrica. Una pena: no hace justicia a la interpretación. (9)



10. Ashkenazy/Sinfónica Alemana de Berlín (Decca, 1990). La orquesta toca muy bien, Ashkenazy sostiene muy bien el pulso sin nerviosismo ni caídas de tensión y se mueve dentro de un irreprochable idioma expresionista que sabe no confundir con la acumulación de decibelios ni la aparatosidad, pero la sensación que desprende esta lectura es la de estar dicha de pasada y para cubrir el expediente, sin aprovechar apenas la música y con escasísima inspiración. Toma excepcional, eso sí: ¡cómo suena el golpe de martillo conclusivo! (7)



11. Abbado/Filarmónica de Viena (DG, 1992). Veintidós años después de su registro londinense, Abbado sigue demostrando una considerable afinidad a una música a la que sabe dotar de colores variados, no necesariamente incisivos, aportando quizá un punto adicional de sensualidad al tiempo que alcanza picos de tensión que vuelven a tener muchos nervios y, como en la ocasión anterior, más deseo de epatar que naturalidad. En cualquier caso, recreación de altura en la que se echa de menos una mayor claridad de texturas. ¿Culpa de la batuta, que ya por entonces empezó a dejarse de interesar por esas cosas, o más bien de una toma sonora en la que los ingenieros del sello amarillo decididamente no supieron estar a la altura? (8)



12. Gielen/Sinfónica de la SWR (Hänssler, 1993). La visión de Michael Gielen resulta inevitablemente expresionista -el gran giro interpretativo en esta página de la mano de Sinopoli aún está por llegar-, pero venturosamente su batuta no confunde tensión con decibelio, ni agitación con nerviosismo. El trazo es firme, la planificación resulta lógica y natural, las texturas se encuentran bien trabajadas y la música resulta cercana, comunicativa, no un mero ejercicio intelectual. Ahora bien, ni se alcanza la fuerza que habían conseguido un Boulez y un Abbado su primera grabación ni se aprecia la magia sonora y expresiva de otros que vendrán después. (8)



13. Metzmacher/Sinfónica de Bamberg (EMI, 1995). Interesantísimo paso adelante el que da el maestro de Hannover tomándose las cosas con calma y, sin renunciar en absoluto al expresionismo de la página, explorando los aspectos más misteriosos y atmosféricos de la misma. Por desgracia, las cosas no funcionan del todo bien, en parte por una deficiente planificación de las tensiones, de manera particular en un tercer movimiento cuyos primeros minutos son de pulso muy irregular para luego precipitarse en la sección central, en parte por una toma de sonido en absoluto a la altura de las circunstancias. (7)



14. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 1997). Con absolutamente asombrosa calidad de imagen y sonido para la época, se recupera una filmación japonesa aunque en la propia Philharmonie de Berlín en la que Barenboim demuestra no solo una técnica suprema a la hora de planificar la arquitectura, sino que se revela como el maestro que, hasta ese momento, más indagaba en el potencial expresivo de las notas. Pero mucho ojo, que para ello no necesita ofrecer un fraseo nervioso, una tímbrica particularmente áspera o unos clímax estruendosos. No, no es ése su camino. Hay potencia, músculo y muchísimo pathos en su propuesta, pero todo ello se alcanza a través de una concepción muy orgánica del fraseo en la que una minuciosa planificación de las tensiones y el peso armónico de la polifonía son fundamentales. Además, en su realización encontramos también una atmósfera al mismo tiempo turbia y sugerente se puede pensar en La Valse, se aprecian de manera particular las conexiones con el pasado mahleriano y se indaga en ese misterio por el que ya se interesó Metzmacher en su fallida recreación para, de esta forma, ir avanzando hacia una nueva manera de entender la partitura. Eso sí, todo ello desde una óptica abiertamente dramática: Barenboim tiene muy claro que esta música sale del dolor. La orquesta le suena particularmente poderosa, densa incluso, sin que ello signifique en modo alguno que la claridad se encuentre desatendida. (10)



15. Barenboim/Sinfónica de Chicago (CSO, 1997). Esta toma en vivo correcta sin máses posterior en nueve meses a la interpretación berlinesa de Barenboim. Las he escuchado seguidas y no aprecio grandes diferencias en su calidad, aunque quizá sí en sus cualidades: la norteamericana pierde un poco de lirismo, pero a cambio alcanza algo más de virulencia. Dicho de otra manera: el virtuosismo de los chicagoers es para no dar crédito, pero los Berliner Philharmoniker resultan más adecuados para las intenciones expresivas de Barenboim. En cualquier caso, la circulación de este doble CD es muy limitada, así que el registro queda reservado a los muy interesados en el arte de Barenboim. (9)



16. Sinopoli/Staatskapelle de Dresde (Teldec, 1997). Decisiva renovación interpretativa la que realiza el maestro veneciano: en lugar de subrayar las asperezas expresionistas y cargar el discurso de electricidad, se dedica a explorar atmósferas antes misteriosas que opresivas; a indagar en las posibilidades de una tímbrica que también no necesariamente tiene que ser siempre incisiva; a desplegar un fraseo curvilíneo y flexible en el que a veces puede haber mucho de sensualidad, incluso de lirismo; a dejar en evidencia los paralelismos con el mundo impresionista como también, al mismo tiempo y sin que ello resulta contradicción, en descubrirnos las conexiones con los sonidos estáticos, abstractos y visionarios de un Anton Webern. Por eso mismo su visión, sin la inmediatez ni la garra de otras, resulta tan fascinante: una mirada al mismo tiempo al pasado, al presente y al futuro. La toma sonora es muy buena, pero se queda algo corta en los grandes clímax. (9)



17. Gatti/Orquesta del Concertgebouw (RCO, 2005). Una toma sonora rica en carne cortesía de la alta definición y de amplia gama dinámica, pero también algo confusa, no termina de hacer justicia a un trabajo técnico que parece globalmente notable por parte de Gatti. Ya en el plano puramente expresivo, el maestro italiano alcanza gran nivel en los dos primeros movimientos, que plantea atendiendo de manera especial a los aspectos más sensuales y oníricos de la música sin descuidar por ello su vertiente expresionista. Interesa mucho menos el tercero: ahí le pueden las prisas y la particularmente grotesca sección central de la marcha queda desaprovechada. (8)



18. Vladimir Jurowski/Filarmónica de Londres (DVD Ideale, 2007). Cierto es que la orquesta no es comparable a las grandísimas que han registrado esta obra y que la batuta tampoco presenta una inspiración particular, pero esta lectura resulta modélica por su manera de sintetizar, con muy buena factura la sección más encrespada de la marcha se precipita un poco y apreciable convicción expresiva todas las facetas de esta música, con particular atención a lo que tiene de intensa sin necesidad de meter mucho ruido. La toma sonora se realizó a un volumen considerablemente bajo para garantizar la amplia gana dinámica que demanda la partitura; escuchada en 5.1 es excelente. La imagen, por desgracia, deja bastante que desear. (8)



19. Albrecht/Filarmónica de Estrasburgo (Pentatone, 2008). Nacido en Hannover al igual que Metzmacher, Marc Albrecht coincide con su paisano en el deseo de combinar lo expresionista de la escritura sobre todo en el tercer movimiento con la vertiente más misteriosa de la página, dejando a la música respirar y generar atmósferas. Toma nota, además, de la lección de Sinopoli, recreándose no solo en angulosidades, sino también en líneas curvas. Le sale mejor que a Metzmacher, pero aun así le faltan tanto la electricidad de los grandes maestros de la llamémosla de esta manera “línea dura”, como la capacidad de fascinación poética de quienes se han interesado por los aspectos más líricos de los pentagramas. Buen trabajo de texturas con una orquesta que se beneficia de la magnífica toma de Pentatone: el golpe de martillo que cierra la página, sin ser el más tremendo de los que se hayan escuchado, suena imponente. (8)





20. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, Proms 2010). Lectura ante todo vitalista, comunicativa, de gran inmediatez y fuerza expresiva, rica y con sus adecuadas aristas en la paleta tímbrica, que alcanza un apreciable punto de equilibrio entre el pasado y el presente, entre la sensualidad y el desgarro expresionista. ¿Más atenta al trazo global que al análisis de las texturas? No es posible decirlo, porque Sir Simon y los suyos juegan contra la problemática acústica del Royal Albert Hall y, por si fuera poco, se ven perjudicados por una toma de dinámicas comprimidas. Tampoco la resolución de la imagen es precisamente buena.  Mejor esperar a otra oportunidad: habrá un par de ellas. (9)



21. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2011). Nueve meses después del concierto de los Proms, se repite la jugada en casa con una toma de mucho mayor calidad que, esta vez sí, permite disfrutar plenamente de la soberbia plasticidad con las que el maestro trabaja la masa orquestal, a la que hace sonar sensualísima o plagada de aristas según las circunstancias lo demandan, todo ello dentro de una visión inmediata, emocionante y muy fácil de disfrutar, como también controladísima y enormemente depurada. (9)



22. Gatti/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2014). Como ha se ha comentado su registro "oficial" con la Concertgebouw, vamos a centrarnos en comparar con lo que suizo el titular de la orquesta al frente de la cual ahora se pone. Con respecto a las versiones de Rattle, se ha perdido de manera considerable en vida, en comunicatividad y en riqueza expresiva. También en variedad de colores y en plasticidad del tratamiento orquestal. En los dos movimientos iniciales se ha ganado, quizá por optar por tempi más reposados, en atención al peso de los silencios y en sentido del misterio, sin que la “vida” interna de la música, su capacidad comunicativa, lleguen a aflorar. En el tercero, como en su grabación holandesa, priman el decibelio y el trazo grueso. (8)



23. Tilson Thomas/Sinfónica de San Francisco (SFM, 2015). Otro maestro de técnica soberbia especialmente cualificado para la música del siglo XX. Y otra gran versión, pues. Esta se caracteriza por su enorme pálpito vital, su voluptuosidad sonora y su ardor expresivo, como quizá también por poner de relieve la importancia que el elemento “vulgar” tiene en esta música. Todo ello se puede decir de otra manera: Tilson Thomas es quien más explora las decisivas conexiones de la partitura con Gustav Mahler, mirando mucho antes al pasado inmediato y a los no desdeñables toques “cinematográficos” de la partitura así lo reconoce el maestro en el vídeo de presentación que a la música del futuro. Como todo ello el norteamericano lo hace con enorme inmediatez y brillantez bien entendida, los resultados atrapan de principio a fin, aunque no es menor verdad que un trazo más refinado y un trabajo más minucioso tanto de texturas como de tensiones se hubiese agradecido. Toma de sonido con impresionantes frecuencias graves. (9)



24. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2016). Han pasado cinco años desde la anterior recreación de Rattle. La orquesta no es exactamente la misma, y él quizá tampoco: sus tempi relativamente rápidos, su comunicatividad y su atención a los diferentes pliegues expresivos de la música siguen ahí, pero hay quizá un trabajo todavía más refinado de timbres y texturas, un sentido aún más desarrollado de la sensualidad e incluso mayor sentido orgánico en la arquitectura. ¿Quizá también una ligera tendencia al hedonismo? Incluso podría ser que se haya perdido algo de esa visceralidad expresionista que consideramos consustancial a esta música, pero que a la postre no tiene por qué ser el ingrediente esencial de la misma. Sea como fuere, esta es la interpretación más comunicativa, más rica en sugerencias y, por qué no decirlo, más emotiva de todas las escuchadas, amén de una de las más increíblemente bien tocadas. En definitiva, la que más me gusta. La calidad de imagen es ahora aplastantemente superior a las anteriores de Rattle, y hay sonido Dolby Atmos, pero no se llega a la altura asombrosa de la filmación que los japoneses le hicieron a Barenboim. ¡Lástima! (10)



25. Afkam/Sinfónica de la Radio de Frankfurt (YouTube, 2019). Además de un espléndido dominio del tejido orquestal, el maestro alemán hace gala de una especial sintonía expresiva con el universo de Berg en esta interpretación fresca y de enorme inmediatez expresiva que desprende espontaneidad por los cuatro costados. En este sentido, no es la lectura en la que más lógica orgánica adquieren cada uno de los breves segmentos que se van yuxtaponiendo en cada uno de los movimientos; aparecen algo inconexos, incluso. Tampoco es la más hiriente en su sonoridad -no lo necesita-, ni se interesa de manera particular por las atmósferas. Pero sí es una de las que mejor “teatraliza” la música, consiguiendo que las frases adquieran vida propia, que respiren como si formaran parte de un sprechgesang particularmente bullicioso en el que varias voces dialogan otra gritando, ora susurrando, a veces superponiéndose hasta generar la mayor confusión, pero siempre con el deseo de expresar algo concreto. ¿Es la de Afkam, por tanto, la versión más operística y menos sinfónica? Sí, podría decirse así. (9)



26. Andrew Davis/Sinfónica de la BBC (Chandos, 2022). El bueno de Sir Andrew amaba este repertorio -ahí está su espléndida Lulu-, y eso se nota en esta recreación dicha sin prisas, atenta a cada frase y cada recoveco, sensible a la atmósfera y al vuelo lírico de la música, como si hubiese querido sintetizar las aportaciones discográficas de las últimas décadas. Dicho esto, ni su batuta posee la variedad tímbrica de otras ni se muestra capaz de planificar esos clímax de tensión llenos de garra que esta música necesita. Tampoco la orquesta, siendo buenísima, tiene los primeros atriles de las filarmónicas de Berlín o Viena, esos que son capaces de convertir cada intervención en una obra de arte. Soberbia la ingeniería del sello británico. (8)



27. Adès/Filarmónica de Viena (Platoon, 2022). Hacía falta una grabación con los Wiener Philharmoniker cuya tecnología hiciera justicia a una orquesta a la que esta música en buena medida pertenece. Y nos llega, con toma esta vez espléndida, de la mano de quien menos uno podía esperarse, un Thomas Adès que, además de demostrar una técnica colosal -naturalidad del discurso, claridad, sensibilidad para las texturas-, revela muchas cosas nuevas profundizando en un aspecto concreto de la propuesta que en sui momento realizó Sinopoli: encontrar el lirismo de la partitura. Cierto es que Rattle ya había avanzado en ese sentido, pero el compositor y director londinense va más allá y nos descubre una poesía de altísimos vuelos que entronca con la gran tradición vienesa, que tiene incluso su punto de decadentismo lo había en la pintura de Klimt, sin ir más lejos y que nos descubre un Berg mucho menos rabioso, menos abrumado por las circunstancias, más ensoñado y evocador, al tiempo que plagado de inquietantes sugerencias. La interpretación hubiera sido redonda si hubiera alcanzado mayor electricidad en los grandes clímax: aun fascinante, su visión termina siendo algo unilateral. Y no se entiende bien que el gran golpe de martillo final no alcance el protagonismo que se merece. (9)



28. Cambreling/Sinfónica de la SWR (SWR Classic, 2022). Se comprende que Sylvain Cambreling caiga mal a mucha gente, no tanto porque su ex Gerard Mortier le enchufara en todas partes, sino porque como director resulta de lo más irregular: está el petardo monumental (¡Mozart!), está el director tan aseado como aburrido y está el director genial. En este registro de estudio es el tercero el que aparece: sacado petróleo de una orquesta que no es precisamente de primera, pero que se comporta mejor como algunas más famosas que aparecen en esta misma lista, el maestro francés otorga sentido expresivo a cada línea instrumental al tiempo que traza una arquitectura global irreprochable para ofrecernos una recreación muy poderosa, densa en lo expresivo, muy cargada en la atmósfera y con un especial olfato para el color. ¿Mirando un poco hacia cierta música francesa? Puede que algo haya de eso, pero resumiendo mucho yo diría que su lectura se aleja mucho de las de un Boulez y un Abbado para terminar siendo una especie de síntesis entre Barenboim y Sinopoli. Interesantísimo. (9)



29. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2023). Mediocre como es en buena parte del repertorio más tradicional, Kirill nos ofrece una de las más interesantes interpretaciones de estas Tres piezas para orquesta. Por un lado, porque es quien mejor consigue la síntesis entre tradición postromántica y expresionismo sin escorarse hacia ninguno de los dos lados; con la misma orquesta se ha ido a más en lo que se refiere al sentido del misterio Karajan, al carácter doliente de esta música Barenboim o a la “seducción” del oyente Rattle, pero ninguna consigue tan ajustado punto de equilibrio. Por otro, porque es quien realiza el más asombroso trabajo de texturas, el más rico y acertado en colorido, también el más refinado, sin que ello signifique perderse en vericuetos ni desatender el trazo global, en todo momento natural y ajeno a inconvenientes nerviosismos. ¿Qué le falta? Emoción: dentro de su altísimo nivel, el resultado es algo frío. Justo lo contrario que la de Afkam arriba comentada, menos virtuosística y calculada, pero más expresiva. Sensacional imagen 4K y sonido Dolby Atmos. (9)




30. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2023). Tres semanas después de la versión en la Philharmonie de Berlín, repetición de la jugada en el Suntory Hall de Tokio. La toma de sonido es no solo superior a la anterior e incluso a la que los japoneses le realizaron a Barenboim, sino la más perfecta que ha conocido nunca esta obra. Así las cosas, uno puede disfrutar a tope del soberbio trabajo técnico por parte de todos los intérpretes, sencillamente el no va más en lo que a planificación y ejecución se refiere. Quien busque mayor intensidad expresiva, que acuda a otros maestros. (9)

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