domingo, 28 de septiembre de 2025

Thomas Guggeis debuta con la Filarmónica de Berlín

Este fin de semana ha debutado Thomas Guggeis (Dachau, 1993) al frente de la Filarmónica de Berlín. Realmente la noticia no es exacta, porque el aún joven maestro bávaro ya había dirigido a los metales y la percusión en un concierto del 22 de noviembre de 2020 disponible en la Digital Concert Hall. Ahora lo ha hecho con la orquesta al completo: Así hablaba Zaratustra de Richard Strauss, "Todo un mundo lejano..." de Dutilleux y la Suite nº 2 del Daphnis y Chloé de Ravel. Tenía quien a ustedes se dirige un enorme interés por ver qué pasaba: asistente de Daniel Barenboim, fue él quien se alternó con Christian Thielemann cuando tocó sustituir al de Buenos Aires en el Anillo del Nibelungo destrozado por Tcherniakov, y dicen fuentes bien informadas que lo hizo bastante mejor que quien finalmente consiguió la titularidad de la Staatsoper berlinesa. Por otra parte, Guggeis se presentará el próximo mes de diciembre al frente de la Orquesta de la Fundación Barenboim-Said con un programa integrado por Brahms, Ravel y Shostakovich. Razones más que suficientes para mantener los oídos bien abiertos.

Hay que tener valentía para presentarse con Zaratustra al frente de los Berliner Philharmoniker, porque en seguida vienen los nombres de Kark Böhm y Herbert von Karajan; también, por acercarnos a tiempos muchos más recientes, los de Andris Nelsons y Gustavo Dudamel, todos ellos enormes recreadores de la partitura. A mi entender, Guggeis no ha estado a la altura. La salida del sol resultó nerviosa y sin grandeza. En el siguiente número Luis Gago traduce su título como De los hombres de un mundo ultraterreno le sobró nerviosismo y le faltaron misterio y hondura filosófica. En De la aspiración suprema la cosa empezó a cambiar. Mejor dicho, a amoldarse mejor a las maneras expresivas del maestro, y a partir de ahí toda la interpretación fue una continua alternancia entre pasajes de un apasionamiento, una sinceridad e incluso una rabia abrumadoras con otros en la que la ausencia de concentración era evidente. La orquesta sonó de maravilla no tiene importancia algún desliz de la trompeta–; y lo hizo así gracias no solo a su virtuosismo, sino también al soberbio trabajo de texturas realizado por una batuta atenta tanto al empaste global como al detalle, al tiempo que desinteresada por cualquier suerte de preciosismo o de opulencia desmedida. En fin, intentaré explicarme de otra manera que entenderán los discófilos: entre las dos posibles visiones de la partitura, vamos a llamarla "vienesa" y "berlinesa", Guggeis se decantó por esta última, la más áspera y dramática, pero le faltó control. Y no control de los medios, que eso lo tiene de sobra, sino de sí mismo.

El concierto para violonchelo "Tout un monde lontain..." es una obra maestra, pero no me resulta fácil valorar la interpretación habida cuenta de que solo conozco seis grabaciones de la partitura, empezando por la de Rostropovich en presencia del propio Dutilleux y terminando por la también disponible en la Digital Concert Hall con un sensacional Truls Mork y un notabilísimo Mariss Jansons. Quise repasar antes del concierto la que más me gusta: Anssi Karttunen con Essa-Pekka Salonen (DG, 2011). La de ayer sábado 27 de septiembre creo que ha mantenido el tipo, particularmente por parte de un Thomas Guggeis cuyo temperamento ardiente ha logrado evitar el error de caer en lo meramente impresionista: hay mucho de eso en la escritura, ciertamente, pero también de visceralidad expresionista, circunstancia expuesta por una batuta que, como en el Zaratustra straussiano, motivó de manera manifiesta a los primeros atriles a la hora de mostrarse elocuentes. Maximilian Hornung, de buen sonido y técnica más que suficiente para apechugar con la partitura, no se limitó a leer las notas, sino que la teatralizó de manera superlativa. Me encantaría volver a escuchar el concierto y realizar comparaciones con otros registros, pero no tengo tiempo para ello. Ah, Hornung ofreció de propina una recreación muy personal y apasionada del preludio de la Suite nº 1 de J. S. Bach.

Empezó de manera poco convincente la suite del Daphnis: sensacional tratamiento de las texturas, pero tempo muy rápido y poca magia. Es decir, otra vez mayor atención al discurso vertical que al horizontal por parte de un Guggeis que no parece afín a Ravel. Menos mal que tras este precipitado Amanecer la batuta se remansó y dejó volar con poesía superlativa a un flautista por completo sensacional cuyo nombre no soy capaz de decirles; en la web de la orquesta no está, eso desde luego. La Danse générale estuvo expuesta con tan grandes dosis de virtuosismo y brillantez que el público se lanzó a aplaudir con entusiasmo muy por encima de la media de estos conciertos de abono.

¿Conclusión? Guggeis posee un talento inmenso, pero tiene que madurar en concepto, expresión y autocontrol.

No hay comentarios:

Thomas Guggeis debuta con la Filarmónica de Berlín

Este fin de semana ha debutado Thomas Guggeis (Dachau, 1993) al frente de la Filarmónica de Berlín . Realmente la noticia no es exacta, por...