Suelo traer alguna pasión bachiana por el Domingo de Ramos. Toca este año la que escuché anoche: la Pasión según san Juan por John Eliot Gardiner y sus conjuntos habituales filmada por Deutsche Grammophon el 2 de abril de 2021, Viernes Santo, en el precioso Sheldonian Theatre de Oxford –el del concierto de la Filarmónica de Berlín con Barenboim– y editada por el sello amarillo en CD y Blu-ray. Mejor se van, en cualquier caso, a la versión en la plataforma Stage+, que viene en formato 4K y sale gratis para los suscriptores. Como sabrán los amantes de J. S. Bach, se trata del cuarto testimonio del maestro británico dirigiendo esta obra, después del oficial de Archiv de marzo de 1986, la de su propio sello Soli Deo Gloria de 2003 y de la filmación de los Proms de 2008 disponible en YouTube. Desconozco las primeras, pero en su momento pude ver la tercera: a pesar del admirable evangelista de Mark Padmore, las anotaciones que realicé no son muy positivas.
Y es que tengo a Sir John como un intérprete bachiano bastante irregular. Lo que conozco de su integral de las cantatas me gusta muchísimo, particularmente por la labor del sobrenatural Monteverdi Choir que él creó y manejó con increíble depuración sonora, pero también por la sensatísima y muy musical dirección del maestro, a quien a su vez tengo por el mejor recreador del Oratorio de Navidad. La Pasión según San Mateo no se la he escuchado. En la Misa en si menor ha dado la de cal –Archiv– y la de arena –Soli Deo Gloria–, mientras que sus Conciertos de Brandeburgo me parecen un desacierto. Hay bastante de Toscanini en Gardiner: ímpetu rítmico, energía, incisividad y mucha claridad por un lado, sequedad, fraseo cuadriculado e incluso machaconería por otro.
¿Y esta Pasión que ahora comento? Me ha interesado más que la de los Proms. Puede ser que me haya ido acostumbrando a las maneras bachianas del maestro, o que este –sencillamente– haya profundizado en la obra. Sea como fuere, su profundo conocimiento histórico está ahí. Su arte consumado en la dirección coral se mantiene en plenitud. El coro, que por cierto tanta todo el tiempo sin partitura, se muestra sublime. El relativamente pequeño conjunto instrumental, que toca con gran separación entre sus miembros por aquello de la pandemia, se mueve a muy buen nivel a pesar de algún pasaje más áspero de la cuenta en los violines. Los grandes coros son impresionantes, no solo en lo técnico (¡qué reguladores!) sino también en la expresión, pero a mí son los corales los que me han dejado estupefacto, particularmente el que cierra la obra. Pelos de punta. La cosa flojea en el resto: los músicos parecen tocar con rigidez, sin apenas sensualidad, quizá un tanto cohibidos. ¿Asustados por las maneras agresivas del maestro que tanta mala fama le han dado? Yo creo que el problema se encuentra en el tópico verdadero: frialdad británica, o al menos frialdad de Gardiner. Las comparaciones son tan feas como necesarias: esta misma mañana he escuchado los primeros tres cuartos de hora de la versión de Andrea Marcon con La Cetra disponible asimismo en Stage+ y en ella la música palpita con mucha más intensidad y veracidad que en esta versión de Gardiner.
Los cantantes, como es tradición en Sir John, salen del coro. No me gusta esa opción porque puede haber sustos. En este caso concreto hay que lamentar la primera intervención del contratenor Alexander Chance –hijo de Michael, nada menos–, cuya fea voz no ayuda. Muy bien la soprano Julia Doyle, pese a resultar un poquito aniñada. Peter Davoren no canta las arias de tenor con la técnica más sólida posible, pero sí con exquisito gusto. Aceptable el bajo Alex Ashworth. Quedan los dos más importantes: Nick Pritchard es un estupendo Evangelista y William Thomas un Jesús más que correcto, solo eso.
¿Mi recomendación? Esta música maravillosa se puede escuchar en cualquier momento, más aún un día como hoy, pero si hay que escoger yo iría directamente a por la de Andrea Marcon, que espero terminar mañana mismo. La de Gardiner queda para aquellos que disfruten de manera particular con la partes corales.
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