jueves, 2 de enero de 2025

Algunas grabaciones de la Sinfonía nº 1 de Brahms

La semana pasada estuve planteándome la posibilidad de publicar una discografía comparada de la Sinfonía nº 1 de Brahms. Misión imposible: de las cerca de sesenta grabaciones que llevaba escuchadas, de muchas de las más grandes tengo notas demasiado antiguas como para fiarme de mí mismo. Así que lo que he hecho es escoger catorce grabaciones que no estén entre las más conocidas y, al mismo tiempo, presenten diferentes puntos de vista sobre la genial partitura. No se lo tomen ustedes como una lista de "las mejores", porque no lo es en absoluto. De hecho, faltan algunas de las que más me gustan, como pueden ser la de Solti en Decca o la de Guilini con la Filarmónica de Viena, por no hablar de las de Furtwängler. Solo pretendo hacer ofrecer algunas sugerencias de escucha.

Esperando que el resultado les sea a ustedes de interés, aprovecho para advertirle que estaré varios días sin actualizar el blog. Reciban un cordial saludo.


1. Klemperer/Staatskapelle de Berlín (DG, 1927-28l). Este registro, realizado en estudio entre diciembre de 1927 y junio de 1928, había circulado en CD con un sonido horrendo. El sello amarillo lo rescata en una caja dedicada al 450 aniversario de la orquesta con una calidad sorprendente para tratarse de la época de la que se trata. Y es que estamos nada menos en el Berlín inmediatamente anterior a la Gran Depresión, ese aún se lamía las heridas de la Gran Guerra pero miraba al futuro con confianza sin advertir que el abismo estaba a punto de llegar. Ese mismo de intensísima efervescencia cultural que en lo sinfónico lo mismo escuchaba a un Furtwängler que a un Erich Kleiber, un Bruno Walter o, es el caso, a un Otto Klemperer de cuarenta y dos años. ¿Muy distinto del de la etapa Philharmonia? Sí y no. Por una parte, se muestra lejos tanto de la sonoridad granítica como de la rigurosísima, cerebral arquitectura de sus últimos años: aquí se muestra impetuoso, cargado de electricidad y –lo más sorprendente– flexible en el fraseo, de manera particular en el primer movimiento. Por otro, reconocemos su desinterés por la belleza sonora, su alejamiento de la sensualidad y su tremendo rigor a la hora de controlar a la orquesta y desmenuzar planos sonoros, como también su interés por el lado más sombrío de la música, sin necesidad por ello de acercarse al hiperromanticismo del citado Furtwängler. ¿Concretamos? Movimiento inicial poderoso y dramático, aunque pasando de largo ante la magia de algunos pasajes. Andante sostenuto muy intenso, ya que no amoroso, que se beneficia de la calidad de la cuerda berlinesa; el primer violín no es muy allá. Precipitado y antimusical el tercero, significativamente el que menos bien le saldrá décadas más tardes en su magnífico registro oficial para EMI. Notabilísimo el Finale: sin retórica y directo al grano, aunque quizá el maestro –pecados de juventud de los que quizá se avergonzaría más tarde– se deje lleva por la emoción. Una cosa más ni rastro de los tics de la escuela “históricamente informada” cuando se dedica a recrear las interpretaciones sinfónicas de esta época. ¿No será que, como dice David Hurwitz, algunos nos están engañando desvergonzadamente? (8)


2. Markevitch/Symphony of The Air (DG, 1956). Al frente de una formación neoyorquina que se forma a partir de la disolución de la Sinfónica de la NBC de Toscanini, Don Igor ofrece una recreación que puede hacernos pensar en el maestro de Parma por su sonoridad áspera, intensidad rítmica y vibrante electricidad, pero que se diferencia sustancialmente de aquellas maneras por su mucho más elevada musicalidad, lo que se traduce en una muy superior flexibilidad agógica, un sentido más orgánico del fraseo, un tratamiento más musculado de la masa orquestal y un mucho mayor vuelo melódico. En cualquier caso, el enfoque es abiertamente dramático, ya desde una introducción cataclísmica que conduce a un primer movimiento feroz como pocos. El Andante tiene poco de amoroso y contemplativo: su vertiente agónica se pone en primer plano. Tras un tercer movimiento muy contrastado, Markevitch nos entrega un Finale con más ardor que nobleza. Correcto sonido monofónico. (9)


3. Böhm/Filarmónica de Berlín (DG, 1959). Bastante menos lento y personal que en sus posteriores registros con la Filarmónica de Viena, también más vehemente sin perder por ello su consabida severidad expresiva, el de Graz ofrece una interpretación de irreprochable estilo en la que el músculo de la orquesta berlinesa le acerca de manera muy especial a la tradición centroeuropea sin caer, como sí le ocurrirá a esta con Karajan, en excesivas opulencias ni en superficialidades: tal era el rigor del maestro. Eso sí, aquí todavía le falta ese punto de humanismo y de elevación poética de la que hará gala en los referidos registros. Todavía por esas fechas, hay que reconocerlo, era aún más kapellmeister que gran director, aunque no vamos a regatear la excelencia del movimiento conclusivo, que cuenta con algunos pasajes (“salida del sol entre las nubes” al finalizar la introducción) verdaderamente magistrales. Impresionante sonido para la época en el SACD reprocesado en Japón por Esoteric: si lo pillan "por ahí", ya saben. (8)


4. Karajan/Filarmónica de Viena (Decca, 1959). La idiosincrática sonoridad de la formación vienesa y la magia de la batuta del salzburgués se conjugan para ofrecer una lectura que, aun con la densidad tan particular que exige el mundo brahmsiano, destila una belleza sonora insuperable sin que el maestro, aquí sensato y sincero al cien por cien, caiga en la tentación de la ampulosidad o el amaneramiento. Se puede echar de menos, eso desde luego, un grado más tanto de humanismo como de garra dramática, así como mayor inspiración en algún pasaje determinado –final del primer movimiento– pero a la postre el equilibrio de esta hermosísima y admirablemente ortodoxa recreación termina ganando la partida. La toma sonora es admirable para la época. (9)


5. Bernstein/Filarmónica de Israel (DVD Euroarts, 1973). En esta época Lenny ya había entrado en contacto con la Filarmónica de Viena y, por ende, había empezado a desarrollar su vertiente más lírica, más atenta a la belleza y al sentido de lo apolíneo, pero en gran medida aún se mostraba como el maestro extrovertido e impulsivo, mucho antes espontáneo que reflexivo, de su etapa en Nueva York. Por ende, nos encontramos aquí con un Bernstein “de transición”, asombroso en el tratamiento de la agógica (¡qué técnica la de este hombre!) y mostrando aquí y allá intuiciones poco menos que geniales, pero aún por madurar. Lo mejor se haya en la intensidad épica que alcanzan muchos momentos de los movimientos extremos, cuyos aspectos más góticos le interesan poco, y quizá más aún en un tercero lento y personalísimo. Muy bien imagen y toma sonora. (8)


6. Barenboim/Sinfónica de Chicago (Erato, 1993). En su primera integral de las sinfonías brahmsianas, el de Buenos Aires solo convenció plenamente en esta Primera muy atmosférica, incluso gótica, de sonido denso y oscuro, como también de enorme sensualidad. Siendo antes reflexiva que brillante, relativamente otoñal y más contemplativa de lo esperable en Barenboim, este tampoco descuida precisamente los aspectos más extrovertidos de la partitura, al tiempo que hace gala de no pocos detalles creativos. El primer movimiento comienza con carácter más ominoso que rebelde, y su desarrollo alcanza en el fraseo una tan enorme como sutil flexibilidad que busca la atmósfera y el dramatismo, resolviendo muy bien, a veces con creatividad, el juego de tensiones y las distensiones. Segundo muy sensual, lo mismo que el tercero, paladeado con enorme delectación y poesía, como también con rebeldía. El Finale le resulta fogoso, dionisíaca y entusiasta como pocas veces se ha escuchado, renunciando por completo a los portamentos que aparecerán ligeramente en otras interpretaciones suyas. (9)


7. Mackerras/Scottish Chamber (Telarc, 1997). El pseudohistoricismo filológico aporta detalles tímbricos curiosos pero no siempre convincentes: los metales, por ejemplo, no terminan de empastar. La introducción al primer movimiento resulta mediocre bajo la batuta de Sir Charles, continuando después con tanta corrección como linealidad. Andante equilibrado y hermoso, pero insustancial y con algún portamento fuera de lugar. Tercero precipitado: la música no respira. El Finale sigue en la misma línea de vistosa rutina, estropeado además por numerosos portamentos difíciles de soportar. En conjunto, una versión bien puesta en sonidos, suficientemente enérgica pero muy poco matizada en lo expresivo y, por ende, nada comunicativa. Aburre. (6)


8. Wand/Sinfónica de la NDR (DVD TDK, 1997). Ese muy honesto artesano de la batuta que fue Günter Wand no dio aquí lo mejor de sí. A una introducción precipitada y lineal –compruébenlo ustedes mismos en YouTube– le siguen tres movimientos ortodoxos, cálidos y de sonoridad brahmsiana conseguida, aunque sin particular inspiración. La introducción al Finale se encuentra bien planteada y el resto del movimiento resulta deslavazado, con momentos aislados fascinantes a costa de numerosos cambios de tempo injustificados. La orquesta no es la de hoy: los metales se quedan algo cortos. (7)


9. Gardiner/Orquesta Revolucionaria y Romántica (SDG, 2007). Sir John se propone luchar contra lo que él llama "polución wagneriana", lo que significa enfrentarse a las sonoridades de color oscuro y, sobre todo, al concepto de la transición continua como motor del fraseo, todo ello evitando al mismo tiempo cualquier suerte de exceso más o menos "romántico". El resultado es una interpretación cuadriculada e inflexible, lastrada por una sequedad excesiva y –de alguna manera hay que buscar el impacto– más de un efectismo. Pésima, por rígida y lineal, la introducción. El resto del movimiento resulta tan enérgico como machacón: todo muy externo y sin profundidad alguna. Segundo rapidísimo, aséptico y trufado de portamentos inconvenientes. Tercero nada poético ni evocador; al menos tiene garra, fuerza y energía. Mediocre la introducción al Finale , que no sigue mal pero que termina ofreciendo dos portamenti de horripilante cursilería y un final no solo planteado de cara a la galería, sino también de pésimo gusto. Y es que el británico, tantas veces exquisito recreador de las cantatas bachianas, también puede mostrarse como el más hortera de los directores. (3)


10. Barenboim/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2010).  Esta es la cuarta de las siete grabaciones oficiales de la Primera de Brahms por Barenboim, y una buena muestra de por qué el de Buenos Aires es uno de los más grandes recreadores de la página. Tres razones. Una, un sonido tan bello como idóneo para Brahms, cálido, aterciopelado, oscuro en el color –que no en lo que a la transparencia se refiere– y denso en el peso armónico, en el que la atención a las voces intermedias desempeña un papel fundamental, y en el que no hay rastro ni de opulencia tipo Karajan ni de ingravideces a la manera de Abbado. Dos, el concepto absolutamente orgánico de un fraseo en el que un estudiadísimo, matizadísimo y revelador juego de agógica y dinámica, pleno de naturalidad y alejado de cualquier rebuscamiento, otorga unidad de trazo no ya a cada uno de los movimientos, sino a la obra completa; tensiones y distensiones adquieren la mayor lógica sin necesidad de recurrir a las sacudidas de electricidad en los picos y evitando discontinuidades en los valles. Tres, la plena comprensión de una música a la que, aun admitiendo y hasta pidiendo puntos de vista distintos, le sienta maravillosamente el carácter gótico y otoñal, mas no precisamente escaso de fuerza, por el que opta el maestro. En este sentido, el primer movimiento podría resultar no del todo desgarrador en sus clímax para algunos paladares, pero a cambio aporta interesantísimos hallazgos atmosféricos. El Andante opta por una mezcla entre poesía y meditación, que no por lo ensoñado, beneficiándose de un violín absolutamente sensacional. El tercer movimiento, fraseado con la mayor poesía posible, evita toda frivolidad y resulta menos distendido de lo acostumbrado por albergar una considerable temperatura. Muy densa la introducción al cuarto, en el que la melodía principal no resulta tan noble ni paladeada como con otros maestros; lo sanguíneo y la intensidad emocional –siempre bajo un estricto control de la arquitectura, que es puro clasicismo– se convierten en protagonistas hasta alcanzar una de enorme grandeza sin que se aprecie un ápice de retórica. En fin, que se pueden preferir versiones más escoradas hacia un perfil u otro de la partitura –el propio maestro porteño se moverá en otra dirección en sus siguientes registros–, pero pocas –o ninguna– ofrecen una síntesis tan modélica, idiomática y perfecta como esta. Circula una edición en Blu-ray especial para suscriptores de la Digital Concert Hall: merece la pena. (10)


11. Chailly/Gewandhaus de Leipzig (Decca, 2012). No sé si esa es realmente su intención, pero lo cierto es que el maestro milanés parece tener muy en cuenta que Felix Mendelssohn vivía muy cerquita de donde hoy se alza la Gewandhaus. La formidable orquesta, aun manteniendo su maravillosa sonoridad aterciopelada y europea, suena bajo su batuta con una desacostumbrada levedad. El fraseo procura evitar la flexibilidad agógica, las tensiones se moderan y se evitan los grandes picos de tensión. A Chailly no le interesa el Brahms gótico, ni el que pone en primer plano el desgarro emocional. Tampoco el de los grandes contrastes sonoros. El suyo es un Brahms elegante, poco denso y volcado en la belleza sonora. ¿Convence? Dependerá mucho de los gustos del oyente. A mí el primer movimiento me ha irritado: lineal y sin garra. El segundo me ha parecido hermosísimo, pero no me ha conmovido, y tras un tercero que encuentro dicho de pasada me he aburrido con un Finale que ciertamente alberga electricidad, pero parece dicho un tanto de cara a la galería. Excelente ingeniería sonora en el Blu-ray audio a pesar de la peculiar acústica de la Gewwandhaus. (7)


12. Thielemann/Staatskapelle de Dresde (Blu-ray CMajor, 2013). La introducción resulta bastante insípida. A partir de ahí se desarrolla un buen primer movimiento que sabe sonar adecuadamente brahmsiano y alcanzar el adecuado punto de equilibrio entre dramatismo e introspección, pero que tampoco termina de alcanzar en los clímax la garra dramática de las grandes versiones, viéndose además lastrado por detalles un tanto rebuscados. Más que notable el Andante por su calidez y lirismo un punto otoñal, beneficiándose de los estupendos solistas de la orquesta sajona. El tercero es sin duda magnífico, mientras que el Finale evidencia importantes desequilibrios. Su introducción está bien dicha, pero tras una interminable pausa el tema principal va a encontrarse expuesto con narcisismo; a partir de ahí el nivel sube hasta lo más alto –perfecta mezcla de fuerza, nobleza y músculo bien entendido- para luego Thielemann meter la pata con unos insufribles amaneramientos en la transición hacia la larguísima coda, decididamente efectista. Estupenda toma en DTS surround realizada en Tokio, aunque quizá no tanto como las de Dresde en la misma edición. (8)


13. Dudamel/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall y Medici TV, 2014). El maestro venezolano ha demostrado ser un enorme intérprete de Brahms, muy especialmente por esa particular mezcla que consigue entre sonoridad y fraseo que le entronca con la línea lírica, sensual y amorosa, plena de cantabilidad pero no del todo atenta a los aspectos más escarpados de la música, de un Sanderling o un Giulini. Es quizá por ello por lo que esta Primera, bien grabada en la Waldbühne, flojee en un primer movimiento muy bien expuesto, pero un tanto lineal e inexpresivo. Formidable un Andante maravillosamente paladeado, dicho con ternura y profundidad humanística; en la misma línea el tercero. En el Finale destaca la mezcla de sensualidad y nobleza que, con la ayuda de una cuerda berlinesa aquí especialmente aterciopelada, extrae de su memorable tema; quien busque garra dramática y carácter visionario puede quedar algo defraudado a pesar de la solidez del trazo global y la sinceridad expresiva de que hace gala la batuta. (8)


14. Nelsons/Sinfónica de Boston (BSO, 2016). Orquesta suntuosa y perfecto lenguaje brahmsiano, con su sonoridad oscura y aterciopelada, su fraseo noble y sutilmente flexible, para una interpretación que flojea por un primer movimiento cuya introducción no resulta todo lo dramática que debería, y cuyo desarrollo, aun dicho con garra y enorme comunicatividad, adolece de cierta falta de imaginación, de matices y de personalidad para terminar de convencer; necesita mayores juegos de agógica con los que explorar los pasajes más atmosféricos y los pliegues que se esconden detrás de toda su extroversión, así como más atención al peso de los silencios y mayores juegos de tensión para alcanzar las descargas de electricidad que en los clímax lograban los mayores directores de esta página. El resto es irreprochable, con un segundo movimiento reposado pero no estrictamente otoñal que destila toda la sensualidad humanística brahmsiana teñida de un muy adecuado amargor, un tercero que alterna perfectamente delicadeza con músculo y un Finale –espléndida su introducción– dicho con brillantez sin retórica y empuje admirablemente controlado. (8)

1 comentario:

vicentin dijo...

De alguna manera en Brahms hay dos almas. Una mas lirica y apostando por la belleza sonora, y otra de vena dramatica y "urgente". Por otro lado en la version de Chailly (que admiro) se recuperan algunas patinas de luz entre tanta sombra romantica, como la restauracion de una pintura al oleo antigua.

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