sábado, 16 de noviembre de 2024

La Mahler Chamber y Yuja Wang en Sevilla: se necesita un director

Tras una cancelación en Valencia por culpa de la demoníaca DANA y una actuación en el Teatro Real de Madrid, llegaba a Sevilla la gira de la Mahler Chamber Orchestra con Yuja Wang anunciada como solista y directora. Al final no fue exactamente así: la artista china no dirigió ni el Concierto Dumbarton Oaks de Stravinsky ni Le toumbeau de Copuerin de Ravel, mientras que en el Concierto en sol del francés y la Suite de jazz de Tsfasman se limitó a algunos movimientos de brazos con la misma precisión y validez artística de los que usted y yo podemos hacer delante del equipo mientras escuchamos música. ¿Se echó de menos un director? Muchísimo, aunque no en todo el concierto.

La excepción fue Dumbarton Oaks. Un servidor se había tragado unos días antes cinco versiones seguidas de esta maravillosa obra del periodo neoclásico de Stravinsky. La experiencia fue interesantísima –leer aquí resultado– y me dejó claro que por muy “camerística” y presuntamente impregnada del “espíritu Conciertos de Brandemburgo” que se encuentre la página, un director puede dar visiones tan diversas como enriquecedoras de la escritura: belleza extraordinaria con Colin Davis, diversión con el propio Stravinsky, agresividad con Chailly, sensualidad con Dutoit y una perfecta combinación entre densidad y tensiones contrapuntísticas de la mano de Pierre Boulez, que firma la visión que a mí más me atrae.

Temía que los de la Mahler Chamber se quedase en la trivialidad. Pues no, en absoluto. Acercándose un tanto a la visión grabada por el compositor pero ofreciendo una dosis muy superior de depuración sonora y expresividad, los músicos nos presentaron una interpretación maravillosamente barroca. ¿Barroca en qué sentido? Pues en el de la teatralidad: cada una de las líneas estuvo altamente singularizada en lo expresivo, como si nos encontrásemos ante diferentes personajes dialogando entre sí, aportando cada uno de ellos una opinión que replicaba la del contrario y dotando así a la obra de intensos claroscuros y un alto voltaje expresivo. Nada de hacer la música amable, aunque sí que hubiera mucho de jovialidad, de sentido del humor e incluso de placer en el acto de hacer música. Las tensiones estuvieron bien marcadas –ataques incisivos sin necesidad de caer en el exceso– y la efervescencia conoció control. Desde el punto de vista técnico aquello fue impresionante. ¡Menuda plantilla de instrumentistas! Mis más encendidos aplausos para todos ellos, especialmente para quien parece que realmente dirigía el asunto, el concertino José María Blumenschein, a la sazón primer violín de la Sinfónica de la WDR de Colonia.

Apareció Yuja Wang vestida tal y como era de esperar, con raja hasta la cintura. Los fans no quedarían defraudados. Esta señora fue durante años un lamentable producto del marketing: figura escultural, vestidos de diseño, relojes de lujo y mucho, muchísimo dinero puesto sobre la mesa por Deutsche Grammophon para promocionar a una artista dotada de una agilidad y limpieza digitales absolutamente pasmosas, de un sonido capaz de adelgazarse hasta límites insospechados y de un sentido del ritmo envidiable, pero cortísima en expresividad, tendente al puro mecanicismo y muy interesada en correr lo más posible –aplausos por la vía fácil– a costa de la propia música. Fueron muchos, muchísimos los engañados por semejante fraude, pero ya se sabe lo mucho que gusta al personal la música a base de ligerezas y brillanteces varias. Ya saben, concebir el hecho musical como una experiencia densa y exigente, de esas que hacen pensar, queda fuera de paladares acostumbrados a la trivialidad, particularmente cuando algunos –o muchos– intérpretes de la escuela HIP han acostumbrado los oídos a recibir con entusiasmo detalles delicados, aéreos y gráciles, así como vertiginosas cascadas de notas de deliciosa efervescencia. Yuja Wang no tendrá nada que ver con la escuela historicista, pero es producto de los tiempos que corren.

Dicho esto, la pianista ha mejorado de manera ostensible en los últimos años. Comparen las versiones sueltas de Rachmaninov grabadas con Abbado y Dudamel con el ciclo completo hecho con el maestro venezolano hace poco: siguen detectándose frases mecanográficas aquí y allí, pero ahora el toque es mucho más rico, las dinámicas se encuentran más matizadas, los acentos ofrecen mayor variedad y están más sensatamente puestos.

Pero para que las cosas le salgan bien a Yuja hace falta un director que encauce el asunto. Y es justo lo que le ha venido pasando con la obra que traía a Sevilla, el sublime Concierto en sol de Ravel, que en su momento le pudimos escuchar en estos lares a Alicia de Larrocha con Rafael Frühbeck de Burgos. Como intenté explicar en la discografía comparada, Wang no dio lo mejor de sí misma con Lionel Bringuier en su registro para DG ni en el vídeo con el mismo director, pero luego lo hizo muchísimo mejor bajo la excelente dirección de Klaus Mäkelä. En el Maestranza dirigía –es un decir– ella misma, así que las cosas se quedaron a medio camino. Hubo mucha belleza en su pianismo, como también detalles mágicos –arranque del segundo movimiento–, delicadeza y una buena dosis de desparpajo, agilidad y sabor jazzístico en los movimientos extremos, pero se echó de menos un sonido más poderoso –desde mi asiento en un extremo lateral del teatro a veces no se la escuchaba bien–, un mayor sentido de los contrastes –todo muy bonito, quizá demasiado– y, sobre todo, un vuelo poético más elevado. Tanta ligereza termina hartando. La orquesta parecía otra: hubo imprecisiones –arranque del tercer movimiento– e inseguridades varias, los solistas intervinieron como cohibidos –muy bien el corno inglés en el Adagio– y el conjunto se resintió de falta de unidad. Faltaba, claramente, alguien que tuviera una idea clara de la obra y supiera cómo encauzar a todos para obtenerla. Faltaba un director.

¡Y vaya si faltó en Le tombeau de Couperin! Fue una mediocre interpretación, soberbiamente tocada pero dicha con mucho despiste. Ya sé que hay grandes maestros que se han estrellado contra ella, incluyendo nombres como los de Barenboim o Solti, pero precisamente por eso hacía más falta que nunca alguien que supiera algo sobre el estilo y la expresividad apropiadas para Ravel. Sí, en el Preludio se recrearon con brillantez y mucha limpieza las referencias clavecinísticas, mientras que el Rigaudon conclusivo ofreció contrastes y un sabroso sentido del ritmo, pero la sección central de este último y los otros dos movimientos fueron abiertamente malos por superficiales y asépticos, incluso rutinarios. ¿Dónde están la sensualidad, la ternura, la efusividad ravelianas? Escuchen a Cluytens, Ozawa o Previn. Mejor aún, a Celibidache con la Filarmónica de Múnich. No hay color.

Volvió Yuja Wang –con vestido distinto y todavía más bello que el de la primera parte– para interpretar la Suite de jazz de Alexander Tsfasman (1906-1971). Por nombre y contexto es imposible no pensar en la mal llamada Suite de jazz nº 2 de Shostakovich. Ya saben, frivolidad del realismo socialista y todo eso. Pero la diferencia es sustancial: lo de Dimitri Dmítrievich es pura delicia, esto de Tsfasman más bien una castaña pilonga. Por si fuera poco, Doña Yuja soltó aquello de “¡a correr se ha dicho!”, porque lo que le interesaba es insistir en que ella es la más rápida al oeste de Texas. Así las cosas, la orquesta pasó como una apisonadora ante las posibilidades líricas de partitura, ante su voluptuosidad y decadentismo, y se limitó a ofrecer un colchón de lujo –virtuosismo y limpieza insuperables– para que la Wang, con el ritmo en los huesos y los dedos tan ágiles como siempre, hiciera lo que más le gusta. Bicheen ustedes un poco por las plataformas de streaming y verán como esta partitura, por muy mediocre que sea, se puede hacer mejor.

Dos propinas. La primera –tontamente– no logré identificarla, pero me ayudó un colega: el Danzón nº 2 de Arturo Márquez. Ahí Yuja estuvo maravillosa. De la segunda no tengo ni idea, pero sirvió para ofrecer más de aquello que muchos habían venido buscando: fuegos artificiales.

22 comentarios:

Fouquier de Tinville dijo...

A mi que un artista se presente en bañador o enseñando las cachas o las tetas me parece una falta de respeto. No es que sea una maleducada, sino que necesitaba llamar la atención, y que no se la confundiera con cualquier otra pianista oriental de técnica deslumbrante, que hay y habrá a patadas. Gracias al destape evitó ser otra china al piano para ser la china de la minifalda. No aguanto esas manipulaciones, de mal gusto además, pero en disco estoy dispuesto a pasarlas por alto. Pero como dices, encima la niña es una mecanógrafa. No es una verdadera artista, sino una saltimbanqui de circo, con aires de estrella. La tengo atravesada, qué le vamos a hacer.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Entre usted en un tema espinoso, Fouquier. Si quise citar lo del vestuario es porque resulta inevitable: por voluntad propia de la artista, parte importante del espectáculo que Yuja Wang ofrece es lo que lleva puesto. O lo que no lleva: en el caso sevillano, era obvio qué prenda íntima no llevaba, como también que la diva tenía toda la intención de que nos fijásemos en ese detalle.

¿Una falta de respeto? No lo sé. Una vez escuché una opinión exactamente opuesta, que Maria Joao Pires era irrespetuosa con su público porque siempre vestía de la manera más espartana (léase fea) posible. Y claro, en los tiempos que corren, salir al escenario de manera provocativa puede ser entendido de dos maneras opuestas: ¿vergonzante herencia de la tradición heteropatriarcal que convierte a las mujeres en objeto, o reivindicación por parte de una señora empoderada de su propio cuerpo y de sus posibilidades, sin preocupación alguna del qué dirán, de las convenciones y de la etiqueta, como tampoco del regocijo de buena parte del público de la sala? ¡Y yo qué sé! Quizá tan solo una chica estupenda que quiere lucir palmito.

Dicho esto, soy partidario de que cada uno salga como quiera siempre y cuando haga lo que tiene que hacer, que es música con mayúsculas. Confieso que en el caso de Lorenzo Viotti, otro al que le gusta lucir carne, yo iba con no pocos reparos, pero al final ofreció un gran concierto al frente de la Filarmónica de Viena. En cuanto a Yuja Wang, creo que en la actualidad sí es una gran pianista que ayer tuvo una noche desafortunada. E insisto en lo de “en la actualidad”: ya dije en la entrada que ha mejorado muchísimo. Estoy con usted en que antes valía bien poco.

Mireia P.B. dijo...

La elegante Diana Damrau apareció en el Palau de Barcelona con Jonnas Kaufmman con un conjunto de pendientes y collar que me deslumbraban hasta a mi que estaba en el segundo piso. Reconocí el conjunto ( me entretiene ver las webs de Haute Joilleirie) y no fui la única ya que el crítico musical de la Vanguardia también lo reseñó!
Yo creo que los artistas deben salir al escenario, principalmente, sintiéndose cómodos física y estilisticamente.
Luego está que no puedo evitar criticar el estilo patinadora sobre hielo de Núria Rial, las orquestras bien vestidas y con directores en mangas de camisa y zaparrastrosos( ...arrugados como el del sábado pasado en el.Auditorio).
Luego está la variedad de el "negro" : se ven blondas, pailletes, rajas, escotazos conviviendo con trajes chaqueta, túnicas y rebequitas de las músicos de las Orquestras y en esto me patrece inteligentisimo lo de uniformarlas que hizo la Filarmónica de Viena.
Y aunque es verdad que empieza la música y te olvidas...no siempre es así: Jarrousky , y como él otros, me sale con chaqueta y corbata , para estar cómodo va con la chaqueta abierta...y la corbata, con el movimiento se convierte en un badajo...

Fouquier de Tinville dijo...

Para mí es una cuestión de respeto y de buena educación. Hay que saber estar. No puedes ir a una boda en chándal ni a un entierro en bañador y camiseta. Puedes ir a una boda con un traje feo o a un entierro con el traje sin planchar, pero no intencionadamente disfrazado para llamar la atención. Esto no tiene nada que ver con el heteropatriarcado tampoco, porque se aplica lo mismo a hombres y mujeres. No digo que en cada ocasión haya un uniforme reglamentario y esencialmente diferente para unos y otras, sino que todos tenemos que comportarnos de acuerdo con la ocasión. Me parece mal que esta Wang se presente así en público, como me parecería mal que un director apareciera disfrazado de vaquero porque le da la gana. Obviamente, no siendo un delito, pueden hacerlo, pero no es correcto, ni formal, porque el público va correctamente vestido, más o menos, y porque tus compañeros van de traje o de frac incluso. Es una formalidad mínima, cada día más relajada, que cumplen todos, y si alguien del público fuera hecho un espantajo estaría montando un número conscientemente (si fuera de la orquesta probablemente le darían un toque). ¿Por qué Wang no? ¿Porque es una presunta artista? Pero además, estas libertades que uno se toma después no las permitiría sin reproche en los demás. ¿Aceptaría la señorita Wang que un policía fuera con pañales y un chupete a ponerle una multa, o que un juez considerara un caso planteado por ella disfrazado de gallina Caponata, o que un cirujano la atendiera con atuendo sado-maso? Y ya digo que esto no tiene nada que ver con los sexos. Me parecería lo mismo si el numerito viniera de un señor Wang que apareciera con una camiseta de tirantas y una cadena gorda de oro al cuello, como un mafioso de Scorsese. Liberace iba hecho un cromo, sí, pero el espectáculo era él y sus trajes, y no la música. Esta señora convierte un concierto al que la gente va a escuchar una obra en otra cosa: un vulgar show de modelitos y nalgas, un vulgar espectáculo de variedades. Y sus compañeros ensayando durante horas para hacerlo perfecto.

Javier dijo...

Puede existir algo de inconformismo rupturista en aquellos músicos que salen a tocar desafiando el establecido frac en blanco y negro. Desde los pioneros de la HIP que aparecieron en el escenario con jeans y alpargatas a algunos de los intérpretes actuales que lucen modelos de lo más variopinto. Ni que decir tiene que en los conservatorios se exige a los alumnos camisa blanca , pantalón negro, calzado sobrio y compostura en cualquier audición. Pero sí, desde mi punto de vista, cuanto más negro sea el atuendo mejor que aprecia el instrumento y el rostro del músico. Quizás la mencionada pianista aparezca un día de estos con vestido oscuro cerrado y falda de tablatura hasta el tobillo. Todo es posible.

vicentin dijo...

Al verla me acordé de la cancion de los Estopa...Por la raja de tu falda. Quiza los vestiditos valen mas que ponerle un director que la lleve por el camino correcto, porque 1º al concierto como bien dices le faltó un director, sobre todo en tumba de Couperin y el concierto de Ravel, ella se borró literalmente de las obras orquestales. Y 2º El publico era en su mayoria ajeno a los conciertos al uso pues aplaudieron en el primer movimiento del concierto,. En resumen ella vende una extraña mezcla de Glamour y chopped pork.

Fouquier de Tinville dijo...

Más chopped y menos glamour veo yo.

Javier dijo...

No exageremos. Yuja Wang puede resultar una alegría para los ojos y los oídos de muchos melómanos. Ni mucho menos es una pianista mediocre. Parece preocupada en llegar a un público más amplio en un mundo que en cierto modo tiene un poco de ghetto. Creo que es interesante asomarse a públicos más amplios y si esto sirve para que la gente que no se ha interesado demasiado por la música clásica se interese más, pues bendito sea Dios.

Fouquier de Tinville dijo...

Pues podría llegar a un público más amplio todavía y salir desnuda.

vicentin dijo...

Me recuerda a la Jurado en el videoclip "soy de España", enseñando aqui y alla. Todavia una folklorica o una cantante pop tiene su pase, pero una pianista ... en fin . Imagino que a la vuelta de unos años sus discos estaran en la misma estanteria que las sinfonias de jorge Cafrune (sic)

Javier dijo...

Buena parte de los registros de Wang están hechos cuando todavía era una veinteañera. Pues claro, utiliza atuendos de acuerdo a los gustos de su edad. Todo concierto requiere una puesta en escena y tiene un componente teatral. En los conservatorios cada vez se da más importancia a esto, a tal punto que ya existe una asignatura de puesta en escena donde se aprende a lidiar con el público y a dominar la expresión. No solo se tiene en cuenta lo estrictamente musical en un mundo tan competitivo como son las salas de conciertos. Muchos músicos utilizan esto como elemento diferencial para tratar de marcar su territorio. No parece apropiado rasgarse las vestiduras por ello, ni mucho menos tratar de prohibir la entrada de menores a los conciertos de esta pianista como ya propuso en su día un crítico norteamericano. A veces, los detalles de la expresión son mucho más reveladores que el atuendo , sino revisiten los conciertos para piano de Mozart por Uchida y vean el trance orgásmico en el que parece estar.


Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Creo recordar que Friedrich Gulda dio un concierto en pelotas, para protestar por no sé qué. Pero bueno, Gulda era Gulda: estaba como una cabra.

Nuestra gloria local (sin segundas) Juan Pérez Floristán tiene vídeos en su canal de YouTube tocando desnudo de cintura para arriba. Tiene su gracia así, como vídeos filmados en su casa; dudo muchísimo que eso lo hiciera en el Maestranza.

Sobre el tema Wang, creo que más o menos coincido con Javier. Lo de los atuendos de la música antigua bien que lo recuerdo. A principios de los noventa había grupos británicos (no sé si la moda la empezaron los Sixteen, no estoy seguro) que iban con vestidos monocolor muy chillones. A mí me gustaba, era bello y les daba un toque de distinción.

Por cierto, ¿han visto ustedes la portada del próximo disco de la Wang, la Turangalila con Andris Nelsons? Fíjense bien en la pose concreta y en la expresión del rostro que han escogido los fotógrafos de DG. Y en el liguero de la señorita... Tiene guasa la cosa. Estoy deseando escuchar esa versión completa (ya han sacado un track), que sospecho venderá más que lo habitual en Messiaen por la "presentación del producto".

Fouquier de Tinville dijo...

Espero que Nelsons haya adelgazado y haya dejado sitio en la foto al liguero de la Wang, que sigue en sus veinte añitos parece. Yo también he visto anunciada la grabación y tengo muchísimo interés en ella, porque la obra me encanta y Nelsons es un gran director. Espero que no hayan cometido el error de convertir la grabación en un vehículo para el lucimiento de esta petarda.

Yo soy de otra generación, de cuando los músicos salían uniformados, muchos todavía con frac y algunos con camisas con chorreras (Celibidache). No me pareció mal el traje negro, o cualquier otra puesta en escena que de un toque de distinción, como dice Fernando. Sin embargo, en el Concierto de Año Nuevo, pongamos por caso, la tradición debe tener un peso. Me parece mal que salgan en pantalones vaqueros, y mucho peor en bragas. En cuanto a las patochadas de grabarse desnudos y demás, pues se degradan como artistas en mi opinión. Es como ser premio Nobel de Física, digamos, y posar para una entrevista en pelotas y con poses seductoras: de mal gusto, fuera de lugar, indica -como todo comportamiento público- cosas del "modelo", y ninguna buena, pero claro, con el código penal en la mano la cosa no parece punible.

vicentin dijo...

Esta polemica no es nueva. Muchas cantantes de opera, sometidas a regidores y directores de escena "rompedores", "cool", o pertenecientes a organizaciones de nosecuantas letras, vetaban a determinadas cantantes por tener kilos de mas, o no poderse enfundar determinados trajes imposibles, o hacerles el mamarracho. Entiendo, que no comparto, un todo. Otra cosa es que para tocar el piano o el clavecin tenga que salir un señoro o una señora en bolas, con un traje con raja de falda que le sale del ombligo, o en boxer. Es manifiestamente prescindible.

Iñigo dijo...

Aquel (o aquella) que fue a disfrutar de la música con una artista moderna, con una técnica sublime y una expresividad excelente disfrutaría mucho del concierto. Aquel (o aquella) que fue con prejuicios racistas o machistas (yo conozco a unos cuantos, y aquí también veo... por ejemplo Fouquier, que me da, mucha pena) pues casi que sufriría después de haber pagado un buen dinero. Viva Yuja! Viva el aire fresco a la música clásica.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Lo de siempre: incapaces de percibir las limitaciones de esta señora, salen con el tópico del machismo. Qué fácil hacer descansar la incapacidad propia en presuntos problemas de los otros. Y la Wang, de moderna lo que tiene es la edad.

Iñigo dijo...

No, es verdad, el moderno es usted y Fouquier. Jeje. En fin, yo puse un comentario, pero el escatergori es suyo, y si lo quiere utilizar para atacarme y hablar mis supuestas incapacidades disfrute. Pero eso no cambiará que en la música hay machismo y racismo, y lo dice alguien que no vota precisamente a la izquierda.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pues si tanto machismo hay, no sé cómo nos vuelven locos tantísimas mujeres artistas...

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pues si tanto machismo hay, no sé cómo nos vuelven locos tantísimas mujeres artistas...

Iñigo dijo...

No creo que leyera usted "tanto machismo", dije únicamente machismo. Cuando se habla con alguien que pone en tu boca matices (como ese "mucho" ) que no dijiste para rebatir una opinión, mejor cortar y dejarlo estar. Un saludo

Fouquier de Tinville dijo...

Por cierto, ya ha salido el disco de Nelsons con Yuja Wang en la Turangalila de Messiaen. El sonido es desde luego impresionante, y el color instrumental destaca como en ninguna otra grabación que conozca.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

He escuchado la Turangalila, pero en el coche o con auriculares. Necesito una audición seria para hacerme una idea cabal. Ahora mismo tengo tanto trabajo que no puedo escuchar ni cinco minutos. Lamento no actualizar el blog.

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