jueves, 28 de noviembre de 2024

El Ateneo Rumano, una bellísima sala

Breve entrada para presentarles las bellezas del Ateneo RumanoAteneul Român de Bucarest, una de las más hermosas salas de concierto en las que he estado. Inaugurada en 1888, corresponde a la profunda reforma "a la parisina" que la capital de ese nuevo estado que era Rumanía conoció en las últimas décadas del siglo XIX. Se encuentra por ello a cierta distancia del casco histórico, pero está integrada en el gran nuevo eje urbano de la Calle Victoria, y por ende se sitúa hoy en plena zona turística.

Su tamaño no es grande: seiscientos asientos en el patio de butacas según la Wikipedia, más los palcos. Su esplendor sí lo es, siempre en esa línea ecléctica que caracterizaba este tipo de edificios en el fin de siglo. Me sorprendió la amplitud del gran hall, la cual probablemente se deba a que este ocupa toda la superficie de la propia sala de conciertos, situada en la planta alta. Las escaleras de subida, eso sí, son tan bellas como incómodas. No quiero ni pensar qué podría ocurrir si hubiese que evacuar al público durante algún evento: la sala es una auténtica ratonera.

Llamativa la ausencia de ambigú: solo una barra improvisada en los conciertos más importantes, porque en el recital de música de cámara hube de recurrir a una máquina expendedora. Más sorprendente aún la inexistencia de personal de sala:  unas señoras extremadamente antipáticas me quedo corto con el calificativo recogían los abrigos en la consigna, pero nadie ayudaba a encontrar el asiento. Y eso último era bien difícil, créanme. En cualquier caso, atención al público en consonancia con los precios de las entradas, francamente baratos: poco más de treinta euros me costó escuchar a la Filarmónica George Enescu.

Lo peor de todo era la calefacción, puesta a toda potencia. ¿De verdad nos podemos permitir ese gasto energético los europeos? ¿No nos basta con poner el interior de una sala de conciertos a 21º? Si la gente ya viene preparada para el frío de la calle, bastaría con quitarse el abrigo. Pues no: a sudar se ha dicho. Y luego, contraste térmico brutal al salir. ¡Están locos estos rumanos!

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