Fui a Rumanía con tres objetivos en mente. El primero, ver arte y aprender sobre él. Lo cumplí sobradamente, pero no voy a darles la lata con ello. El segundo, recorrer la capital y tomarle el "pulso histórico". ¿Hasta qué punto han superado el comunismo? A falta de conocer el campo, que entiendo fundamental para comprender la verdadera situación del país, Bucarest me ha parecido una ciudad moderna, dinámica y bastante atractiva, que muy recientemente ha recuperado buena parte del esplendor que conoció hacia 1900 –de la urbe medieval y moderna casi nada queda– gracias a las aportaciones económicas de la Unión Europea. Eso sí, las huellas de las dictaduras –a cual peor– que el país fue sufriendo en el siglo pasado se hacen aún bien patentes, y ahí están los resultados de la primera vuelta de las elecciones que se celebraban el domingo en que volé de vuelta: gran éxito de la ultraderecha prorrusa en un país en el que hasta hace poco la URSS era profundamente detestada.
En tercer lugar, la música. Estuve en dos conciertos de los que les hablaré en próximas entradas. De momento me conformo con informar al lector de dónde puede satisfacer ese vicio de rastrear por las estanterías de discos compactos. Lo cierto es que la cosa resultó menos atractiva de lo que esperaba. Solo encontré dos tiendas interesantes, muy cercanas entre sí y vecinas al Palacio Real, hoy Museo Nacional de Arte. La primera está en la famosa calle Victorei y se llama Magazinul Muzica. Se dedica a los instrumentos musicales, pero tiene una tan pequeña como variada y apreciable colección de discos de clásica. Los precios, en general algo inferiores a los de Amazon. Más elevados son los de la librería Humanitas, que se encuentra justo doblando la esquina en dirección al antedicho museo. Su planta alta es una estrecha galería con una cantidad de compactos bastante considerable –en absoluto espectacular–entre los que merece la pena rebuscar, porque aún se encuentran allí ciertas cosas descatalogadas.
Y ya está. Si algo más hay, lo desconozco. No pude ver mercadillos. Eso sí, advertir que los de Humanitas trasladas sus estanterías al hall del bellísimo Ateneul Roman, la sala de conciertos que se encuentra en la misma zona, cuando se celebran los eventos más atractivos. Yo me encontré los expositores –en la foto– el primer día, cuando acudí al programa sinfónico, pero no en el segundo: como aquí, a la música de cámara va mucha menos gente.
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