lunes, 12 de agosto de 2024

Cuarta de Mahler por Andris Nelsons en Salzburgo

Tras el trauma de la Novena de Gustav Mahler de ayer en directo (reseña), corro a escuchar la Cuarta que Andris Nelsons y la Filarmónica de Viena ofrecieron en la edición del año pasado del mismo Festival de Salzburgo. Relativo chasco, dentro de su alto nivel.

No me han gustado los primeros minutos: el director letón parece apostar por una suerte de "clasicismo vienés", pero esa vía ya la exploró, con enorme éxito, Lorin Maazel en su registro de 1983 (ver discografía comparada). A Nelsons la cosa le queda más bien frivolona. Poco a poco se va centrando e incluso cambia de concepto. El resultado es un primer movimiento lleno de tensiones y de claroscuros, aristado en la tímbrica y revelador en las texturas trabajadísimas–; todo ello sin necesidad de recurrir a una reinterpretación tipo Klemperer, porque también hay encanto, vitalidad más o menos risueña, adecuada flexibilidad en el fraseo y mucha belleza sonora. Lástima que en la transición a la coda haya alguna caída en la cursilería.

Magnífico el Scherzo. De nuevo no le hace falta insistir en lo que de burlesco y sarcástico hay en esta página. Ese componente está ahí, pero bien equilibrado tanto con lo puramente demoníaco increíble el violín de Rainer Honeck como con la fantasmagoría nostálgica. Por lo demás, todo se expone con singular transparencia y enorme intensidad expresiva.

Irregular el Ruhevoll, en el que se alternan momentos de belleza tan grande como superficial, momentos de enorme intensidad dramática y momentos de molesto amaneramiento. ¿Que los portamenti están en la partitura? Pues vale, pero hay directores que lograron sortear todas las trampas de esta música tan sublime como peligrosa, y lo hicieron sin renunciar a la sensualidad tímbrica ni a la delectación melódica. Ni que decir tiene que la Filarmónica de Viena se luce en plenitud, aunque al timbalero magnífico se le va la mano en el primer clímax.

La dirección del cuarto movimiento me ha parecido sensacional, de las mejores que he escuchado. Lo seráfico no queda al margen, pero el maestro evita caer en lo meramente contemplativo e ingenuo: vuelve a haber tensiones marcadas, claroscuros y un sumamente atractivo estudio de texturas. El problema está en la soprano Christiane Karg, que me ha gustado aquí menos que en la versión con Nézet-Séguin y la Filarmónica de Berlín. La voz no es mala, pero en muchas frases el fraseo me resulta en exceso duro para lo que pide su intervención. Solo la última estrofa, dicha con el adecuado punto de sensualidad, me parece notable.

Ojo, que hubo una primera parte en el programa salzburgués: Concierto para violín de Alban Berg, con Augustin Hadelich de solista. Con esta cuarta grabación (¡y van!) a cargo de Andris Nelsons nos situamos en territorio opuesto al de la celebérrima de Zukerman y Boulez que comenté aquí mismo. Dejando de un lado visceralidades expresionistas, el maestro profundiza en una visión que no es ya solo lírica y sensual, sino también abiertamente espiritual, diríase que transfigurada. ¿Berg domesticado? Algo de eso hay, porque la música alberga más cosas que la que aquí se ponen en evidencia, pero su trabajo poniendo de relieve la enorme elevación poética que hay en esta música resulta digno de admiración. En este sentido, la concentración del fraseo, la atención a los silencios, la sutileza de las transiciones, la morbidez en el tratamiento de las texturas y el colorido embriagador que ofrece Nelsons al frente de la que, por razones obvias, es la formación ideal para ofrecer una lectura “vienesa” de la página, no puede calificarse sino de colosal.

El concepto lo sigue a pies juntillas un Augustin Hadelich de sonido particularmente firme, particularmente carnoso y aterciopelado en el centro, que frasea con un gusto exquisito y una enorme atención a los detalles, explorando con atención cada frase e implicándose plenamente en lo expresivo sin que por ello se acerque a los desgarros que, vamos a reconocerlo, son lo que nos gusta en esta página. De propina, una doliente recreación del Andante de la Sonata BWV 1003 bachiana.

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