miércoles, 21 de febrero de 2024

Variaciones para orquesta, de Schönberg: discografía comparada

Las Variaciones para orquesta de Arnold Schönberg, estrenadas nada menos que por Furtwängler, fueron escritas entre 1926 y 1928. O sea, bastante después de las Tres piezas para orquesta de su discípulo Alban Berg, circunstancia que me parece significativa. Verán ustedes, dice la Wikipedia que esta fue su primera composición dodecafónica para gran conjunto instrumental, pero a mí me parece que, al igual que la labor creativa del discípulo hubiera sido absolutamente imposible sin el maestro, esta Op. 30 del maestro se ve en cierto modo influida las pesquisas de su pupilo. Y no es solo "atmósfera malsana vienesa". O quizá sí, y lo mío no sean más que tonterías.

En cualquier caso, la cosa consiste en una introducción, un tema, nueve variaciones breves y un dilatado final. Hay que escuchar la obra muchas veces para empezar a enterarse del asunto. ¿Merece la pena? ¡Ya lo creo! Les invito a hacerlo en compañía de los señores que se relacionan a continuación, con una sola advertencia que es la que hago siempre: ni caso de las puntuaciones del uno al diez. Las pongo porque a la gente le gusta tenerlas ahí para ver las cosas más claras. Tampoco les den mucha importancia a lo que yo diga, excepto a una cosa: ¡anímense y adéntrense en estas fascinantes Variaciones!


1. Mehta/Filarmónica de Los Ángeles (Decca, 1968). Escucho esta grabación, la primera cronológicamente hablando, después de las que vienen a continuación. Es decir, que ya tengo el listón colocado a mucha altura. Y me caigo del asombro. Porque a sus treinta y dos años el señor Mehta demuestra una técnica de batuta descomunal que le permite, al frente de una orquesta que tampoco era la mejor del mundo, realizar un trabajo de auténtico relojero: claridad, refinamiento tímbrico y organización de las tensiones son de primerísimo nivel. Hay además vida, frescura y comunicatividad dentro de una visión que en absoluto es "romántica", pero que tampoco necesita forzar la parte visceral de la partitura. Quizá debería haberlo hecho en algún momento: al final le falta un poco de fuelle. En cualquier caso, grandes aplausos para él y para los de Los Ángeles. ¡Y no digamos para los ingenieros de sonido! (9)

 

2. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1974). A medio camino entre posromanticismo e impresionismo, Don Heriberto plantea una recreación contrastada y comunicativa, aunque sin el sentido del misterio, la variedad expresiva y –por sorprendente que parezca– la depuración sonora que había alcanzado Mehta, y a la que conseguirán otros maestros. Dicho esto, y sin convencerme del todo, hay que escuchar esta recreación. Dice cosas distintas a las otras. (8).

 

3. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1975). Nada que ver con lo de Karajan. Aquí Solti es un auténtico volcán en erupción que ofrece una lectura marcadamente expresionista, visceral y sincera a más no poder, brillante en el mejor de los sentidos, así como altamente comunicativa sin por ello perder de vista el estilo. Más bien al contrario. El milagro es que nada de esto supone nerviosismo, precipitación ni merma en la claridad: tan grande el el virtuosismo de los chicagoers, y tan portentosa la técnica de batuta de Sir Georg, que toda la lectura es un prodigio de transparencia, de colorido –incisivo, sin que falte sensualidad cuando hace falta–, de refinamiento y de claridad. ¿Falta algo? Sentido del misterio. La toma, realizada en el Medinah Temple, es maravillosa para la época. (10)

 

 

4. Boulez/Sinfónica de Chicago (Erato, 1991). Es el autor de Notations quien mejor explica esta obra. Lo hace ofreciendo una lección magistral de arquitectura, transparencia y control de las tensiones, siendo asimismo capaz de descender a detalles de extrema sutileza tímbrica para, a continuación, desplegar enormes dosis de violencia. La diferenciación entre cada una de las variaciones está plenamente conseguida, y el estudio de las dinámicas es admirable. Sólo se echa de menos un más desarrollado sentido del color, así como del sentido del misterio. Su recreación, a la postre, no es la más “emocionante”, pero sí altamente seductora. La orquesta está para ponerle un monumento, aunque no le beneficie una toma que no es superior a la que recogiera su ejecución bajo la batuta de Solti. (9)

 


5. Craft/Orquesta Philharmonia (Naxos, 1998). Sorprende que, mostrándose más bien lírico en otras de sus interpretaciones tardías de este repertorio, Robert Craft se muestre incisivo, vehemente y nervioso como el que más. Pero no divaguemos: aquí hay vida, sentido de los contrastes y trazo cuidadoso. Una pena que se le escape la sensualidad tímbrica que anida en los pentagramas. Buena toma realizada en Abbey Road. (8)

 
6. Nagano/Sinfónica Alemana de Berlín (Harmonia Mundi, 2004). Vuelta a la visión angulosa, incisiva, vehemente y –a la postre– hiperexpresionista de un Solti, pero sin que, por mucho que el trazo sea cuidadoso, se alcance en modo alguno la depuración sonora ni –menos aún– el autocontrol de un Sir George que sabía indagar con más acierto en los pliegues expresivos de la partitura. La toma es de calidad, pero para ser ya del siglo XXI se podía esperar algo más. (8)


7. Barenboim/WEDO (Blu-ray CMajor y CD Decca, 2007). Aunque en principio la tímbrica incisiva y la aproximación visceral del de Buenos Aires pueden recordar a Nagano, creo que el verdadero referente de su aproximación es Pierre Boulez, tanto por la depuración sonora con que plantea las cosas –todo está medido al milímetro– como por su capacidad para diferenciar expresivamente cada una de las variaciones. Tampoco anda lejos de Solti al apartarse de cualquier distanciamiento analítico y “humanizar” lo más posible la página. A veces alcanza un altísimo grado de efervescencia, en otras despliega un colorido rico, sensual y plagado de sugerencias. ¿El sentido del misterio? Aquí lo hay, pero me parece que ni la suya ni ninguna otra batuta, hasta el momento, ha sido capaz de desarrollarlo plenamente. En cuanto a la WEDO, responde entregadísima sin ser el prodigio de Chicago. Una advertencia: el Blu-ray suena, en el formato multicanal, mucho mejor que el CD, pero en él hay que soportar unos aplausos a destiempo que venturosamente han sido eliminados en la edición solo en audio de Decca. (10)

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