domingo, 1 de octubre de 2023

Tchaikovsky: ¿belleza o drama?

A la pregunta planteada en el título de esta entrada, la inmensa mayoría de los melómanos tenemos clara la respuesta: las dos cosas. En la música de este grandísimo compositor que fue Tchaikovsky belleza y drama son dos caras de la misma moneda. No se puede entender su labor creativa sin  una alta dosis de esos dos ingredientes. Sin embargo, puede hacer recreaciones discográficas que potencien en demasía uno de ellos en detrimento del otro. Es el caso de estos dos discos que he escuchado hace un par de días.

El primero es para mí viejo conocido: la Quinta sinfonía de Karajan con la Filarmónica de Viena de mayo de 1984, disponible tanto en DVD Sony como en CD del sello amarillo. Conozco ambos formatos y me quedo con el segundo, dicho sea de paso. Con la complicidad de la orquesta más adecuada para sus propósitos, el de Salzburgo tiene como objetivo destilar la más grande dosis posible de belleza sonora, y hacerlo además con refinamiento y detallismo extremos, sin miedo a la opulencia sinfónica, tratando a la cuerda con una morbidez inigualable y cantando las melodías con una delectación y una sutileza de acentos que nos haga a todos caer de rodillas.

Lo consigue, claro. El resultado es una interpretación lenta, concentrada, melancólica y un tanto otoñal, no exenta de tensión en los clímax, pero sí de sinceridad, de conflictos dramáticos, de garra y de fuerza expresiva. El primer movimiento se queda así en la superficie, el segundo llega a molestar en los momentos en los que el maestro cede a la tentación de la blandura y el amaneramiento, en el tercero se nos atrapa gracias a la mezcla de elegancia contemplativa e intensidad, mientras que en el cuarto el planteamiento meramente épico –coda con las trompetas en primer plano, como era de esperar– ha de resultar insuficiente para quienes buscan un Tchaikovsky con más pliegues expresivos 

El otro disco no lo conocía: la Sexta sinfonía que grabó Riccardo Muti con la Orquesta Philharmonia para EMI en 1979. El napolitano ha sido un músico –sobre todo en los años setenta y ochenta, más tarde no tanto– mucho más interesado por el drama que por la delectación melódica, por la potencia expresiva que por la belleza sonora. De ahí que el primer movimiento de su Patética resulte memorable en su sección central –su arranque es ya fulminante–, porque ahí la electricidad que caracteriza su batuta nos hace llegar los conflictos con especial intensidad, mientras que defrauda en las dos extremas por escasez no de refinamiento, que lo hay, pero sí de sensualidad, ternura y emotividad melódica. Lo mismo ocurre en el Allegro con grazia, si bien aquí –era de esperar– el maestro huele lo inquietante de su Trío. Decidida, tensa y un punto áspera la marcha, no especialmente matizada ni creativa. En el Finale, lógicamente, la garra dramática de Muti se alía con su capacidad de concentración y con el virtuosismo admirable de la orquesta que fue de Klemperer para dejarnos con el corazón en un puño. Toma sonora muy por encima de lo que acostumbraba a ofrecernos EMI por aquellos años.

¿Mis versiones favoritas? Celibidache para la Quinta (EMI), Bernstein con la Filarmónica de Nueva York (DG) para la Sexta, sobre todo por ese Finale que queda para la historia de la interpretación musical.

3 comentarios:

Observador dijo...

A la quinta de Celibidache la encuentro blanda en comparación a la segunda grabación de Mravinski para DG. La sexta de Bernstein me encanta.

Observador dijo...

Hasta la grabación de la quinta vienesa de Karajan para DG me parece más arrolladora y fluida que la de Celibidache. Pero son puntos de vista.

xabierarmendariz88 dijo...

De las tres últimas sinfonías de Tchaikovsky por Celibidache lanzadas al mercado en su día por EMI, sin duda la Quinta es la mejor. Sé que es un topicazo, pero seguramente el espíritu más “bruckneriano”, más “formalista” de esta obra en concreto, le sentaba muy bien a Celibidache. Pero es cierto que incluso en esa sinfonía podemos preferir claramente enfoques más apasionados, más “a tumba abierta”, si se me permite la expresión. Y claro, aquí entrarían Mravinsky en sus dos tomas oficiales, Monteux, Munch…, y también Karajan, aunque por supuesto, no en esa última grabación que comentas. ¡Hay tantas entre las que escoger!... A ver cuándo encuentras tiempo para una discografía comparada…


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