lunes, 18 de septiembre de 2023

¿Shostakovich en el cine? Sobrevalorado

Quienes sigan este blog ya sabrán que tengo a Dimitri Shostakovich como uno de los grandes compositores del siglo XX, y ciertamente uno de mis favoritos. Sin embargo, quiero dejar constancia de una reflexión que hace mucho tiempo vengo masticando, y que de nuevo me ha venido a la mente al escuchar la larga selección de la música que escribió en 1955 para la película El tábano que se incluye en el disco The Dance Album de Riccardo Chailly y la Orquesta de Philadelphia, así como de la lectura de las notas de Andrew Huth en las que se afirma que el ruso "podía componer música de la más alta calidad para los géneros más ligeros del ballet, el cine y la opereta".

Pues va a ser que no. Con todos los respetos, esta partitura para El tábano, como la mayoría de las bandas sonoras que le conozco, alcanza la calidad de una buena banda sonora de un Max Steiner, un Victor Young, un Hugo Friedhofer o un Dimitri Tiomkin, pero ni en de lejos se mueven al nivel de lo mejor de los grandísimos compositores de Hollywood de esa época, que a mi entender son –en este orden y dejando fuera a Korngold, que es ligeramente anterior– Bernard Herrmann, Miklós Rozsa, Franz Waxman y Alfred Newman. No solo en inspiración, ojo, sino también en creatividad.

Solo conozco una banda sonora de Shostakovich que me parece una monumental obra maestra equiparable, esta sí, a sus buenas –también las tiene malas– obras sinfónicas de carácter "serio": el Hamlet de Kozintsev (1964). Lo demás fue alimenticio, con frecuencia muy estimable –El tábano, sin ir más lejos–, pero sin esa calidad suprema que proclaman algunos especialistas. Sobrevalorar su obra le puede terminar perjudicando.

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