miércoles, 12 de julio de 2023

Una tarde en Olimpia

Viernes a las doce y media del mediodía. Me había llevado tres horas subiendo y bajando por la antigua Mistrás, completando la visita de la tarde anterior con las partes más interesantes del conjunto, esta vez bajo un cielo muy luminoso.  El cansancio y la prudencia me aconsejaban poner rumbo a Atenas. Pero no, tomé el coche en dirección contraria. Tenía que ver Olimpia. Tenía que contemplar con mis propios ojos la curva praxiteliana por antonomasia. La única que quizá sea auténtica.

 

Así que nada, a conducir. Primero a Esparta. Luego, la maravillosas autopista. Seguidamente una carretera comarcal hacia el oeste, bellísima pero llena de peligro: los griegos conducen con extrema imprudencia. Carretera de playa luego, hacia el norte. Enrevesados vericuetos entre cañaverales para terminar. ¡Menos mal que los móviles llevan GPS! Llegué a las tres y cuarto. Deliciosa comida primero y en seguida al museo.



¿Qué me esperaba allí? Pues además del Hermes de Praxíteles, el increíble conjunto de los frontones del templo de Zeus que todos estudiamos como ejemplo supremo del "Estilo Severo". Y la Victoria de de Peonio. Y muchas más cosas. Compré la guía y me centré en las piezas más importantes.




Cuando ya hacía menos calor, a las ruinas. Hay que bajar unos minutos a pie. La hora del atardecer las hizo mágicas, porque la piedra coge un color especial.


Desde las cinco y media estuve en ellas, guía en ristre, leyendo casi todo para enterarme de algo. De un poquito. Y me doy cuenta de lo ignorante que soy (¿que somos, en España?) de todo lo referente al mundo clásico griego, al que tantísimo le debemos.

Lo más sorprendente, ver deportistas que se marcaron alguna carrera en el estadio olímpico. Quiero decir, en el olímpico "de verdad". No creo que lo olviden en su vida. Lo más melancólico, ir rodeando las ruinas del templo de Zeus. Aunque hay más, mucho más. Hay que ir con tiempo para verlo todo.



La puesta de sol y la poca abundancia de turistas hicieron el resto. Una visita mágica. Si son intrépidos con la carretera, no se pierdan Olimpia. ¡Pero ojo, que luego hay que hacer el camino de vuelta!

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