Mistrá o Mistrás, muy cerquita de la antigua Esparta, fue la capital de un principado tardomedieval que tuvo una relación desigual con el Imperio Bizantino; en cualquier caso terminó cayendo bajo el Imperio Turco y a lo largo del siglo XVIII fue viviendo su desaparición. Hoy es un inmenso conjunto de ruinas desplegado en la falda de un monte del que solo dos edificios permanecen en activo: la antigua catedral y el Monasterio de Pantanassa, donde siguen viviendo monjas. El resto, ya les digo, ruinas. Maravillosas ruinas.
Sabiendo que se tardaba muchas horas en verla, cogí un hotel en el pueblecito actual que se encuentra abajo, y dividí la visita en dos partes: el jueves 6 por la tarde, bajo la lluvia, hice un recorrido por el 25 por ciento de las ruinas, y ya a la mañana siguiente, con la guía bajo el brazo, fue viendo con atención todo lo que quedaba. El palacio, lástima, estaba cerrado por restauración.
Con lo mucho que me gusta el arte bizantino, disfruté de lo lindo. Y aprendí mucho sobre la evolución de dicho arte, porque este es tardío: en nuestros planes de estudio de secundaria, lástima, solo se toca el de la época de Justiniano. Lo más curioso es comprobar cómo llegan influencias del gótico europeo.
Particularmente interesantes son los frescos, la mayoría del siglo XIV y de una calidad media sobresaliente. Algunos de ellos estaba deseando verlos desde que me los explicaron en la carrera.
En fin, espero que la colección de fotografías que les dejo les anime a ustedes a adentrarse en alguna ocasión en el corazón del Peloponeso. Ah, cuidado con los gatitos: como habrán visto arriba, roban la comida con el mayor descaro.
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