martes, 28 de marzo de 2023

Javier Perianes: Cruce de caminos, clasicismo y desmaterialización

El pasado sábado 25 tuve la suerte de presenciar en el Villamarta el comienzo de la gran gira nacional e internacional que Javier Perianes dedica –en el 100 aniversario de su nacimiento– a la memoria de Alicia de Larrocha, quien precisamente ofreció el último recital de su carrera en el teatro jerezano allá por diciembre de 2003 (aquí escribí algo). Cruce de caminos es el título de un programa que incluye las Variaciones sobre un tema de Schumann op. 20 de Clara Wieck, las Quasi variazioni: Andantino de Clara Wieck op. 14 de Robert Schumann, las Variaciones sobre un tema de Schumann op. 9 de Johannes Brahms y nada menos que las Goyescas de Granados completas –sin El pelele, que oficialmente no forma parte de la serie– en la segunda parte.

Decir Goyescas es decir Alicia. Nunca jamás, absolutamente nadie podrá superar la manera en que aquella inmensa artista tocaba e interpretaba la colección: en sus tres grabaciones, moviéndose desde la inflamación de la de Hispavox hasta el lirismo de la de RCA pasando por el equilibrio de la realizada para Decca, De Larrocha alcanzó una de las más altas cumbres de la literatura para piano llevada al disco. Por eso no tiene sentido seguir el mismo sendero. Javier no solo no la imita: dice cosas nuevas. Es la suya una aproximación menos “racial” y “española”, pero no por ello más “francesa” ni más “impresionista”, aunque podría uno imaginar que el de Nerva se movería por esas vías habida cuenta de su último Debussy. Pero no.

¿Entonces? Esencialidad es la palabra, a la que yo añadiría una muy resbaladiza, pero no menos significativa: espiritualidad. Hay tensiones, claroscuros y emotividad, eso desde luego. En absoluto se trata de una aproximación descafeinada. Simplemente, nuestro artista opta por poner de relieve la mezcla extraordinaria de belleza y poesía que sale de las notas dejando que la música respire por sí misma, cantando con enorme holgura, recreándose en el prodigio puramente formal que el genio catalán va desplegando aquí y allá (¡qué increíble escritura polifónica la del maestro!) sin necesidad de enfatizar colores, cargar atmósferas o llevarnos al borde mismo del abismo, lo que tampoco le impide precisamente desplegar garbo y salero en el Fandango del candil, pongamos por caso. Para entendernos, es de la tercera de las grabaciones de De Larrocha, la más lírica y paladeada, aquella de la que más cerca se sitúa, sin ser –insisto– una actualización de la misma. Ni que decir tiene que estas cosas no las podría conseguir Perianes sin una técnica superlativa, particularmente sin una enorme variedad y sensibilidad en el toque, pero insistir a estas alturas en el virtuosismo del onubense no tiene sentido alguno.

Pareciéndome maravillosa su versión de Goyescas, me parece aún más revelador lo que hizo en la primera parte. Porque estamos ahí hablando de un repertorio que en teoría –solo en teoría– le resulta menos afín, y en el que a la postre ha demostrado no solo estar a la altura, sino ser (¡aquí también!) capaz de decir cosas nuevas. En las obras de Clara y de su señor marido se sitúa muy por encima de los otros –pocos– registros que he podido escuchar por ahí, mientras que en la de Brahms no me gusta menos que el mismísimo Daniel Barenboim en aquella memorable grabación de 1972 que comenté aquí mismo, aunque desde un planteamiento diferenciado: si ambos coinciden en el sentido de la monumentalidad propio del autor del Réquiem alemán y en la necesidad de despojarse de cualquier suerte de frivolidad, el de Buenos Aires se acercaba a la conocida “esquizofrenia” más propia de Schumann que de Brahms, dejándose conducir por el muy dramático y arrebatado temperamento barenboiniano de aquellas fechas, mientras que el artista andaluz alcanza –como en el Granados de la segunda parte, solo que aquí como más claridad aún– una suerte de clasicismo intemporal, elegantísimo y de una concentración sobrenatural en el fraseo.

Esencialidad y espiritualidad, escribí más arriba. Vamos a por un tercer concepto: desmaterialización. Efectivamente, Perianes se encuentra ya en ese estado de madurez plena que es propio de los pianistas de edad muy avanzada, solo que con los espléndidos dedos de los cuarenta y cuatro años que realmente tiene. En el futuro puede pasar de todo.

1 comentario:

Mireia P.B. dijo...

Después de esta reseña...me compraria la entrada para este mismo programa el dia 20 en el Palau...peró no hace falta! Ya tengo una!

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