domingo, 26 de junio de 2022

Thomas Søndergård con la Filarmónica de Berlín

Nunca había escuchado al maestro danés Thomas Søndergård (n. 1969), así que he querido prestar atención al concierto que ofreció el 20 de febrero de 2021, a puerta cerrada, al frente de la Filarmónica de Berlín, disponible en la Digital Concert Hall con espléndido sonido Dolby Atmos. Obras de Prokofiev, Sibelius y Weill en los atriles, dentro de un ciclo preparado por la formación alemana bajo el título Los dorados Años Veinte.

La suite de El amor de las tres naranjas se beneficia del increíble virtuosismo de la Berliner Philharmoniker, tratada por Søndergård con pinceles finos y un muy adecuado punto de equilibrio entre incisividad y sensualidad, ingrediente este último ideal para recrear la escena de amor, francamente bien paladeada. El resto funciona con enorme solidez, pero sin ese último punto de fuerza, rabia y carácter opresivo que se puede extraer de la partitura. Lo más flojo, una marcha sin apenas mala leche ni sentido del humor.

En la Sexta sinfonía de Sibelius el maestro se aleja de lo contemplativo y ensoñado para ofrecer una aproximación vitalista, bien tensada y con garra, firme en el pulso y –como no podía ser menos, tratándose de la orquesta de la que se trata– tocada de manera portentosa y con una sonoridad ideal. Ahora bien, la emotividad poética –insisto, no necesariamente melancólica– que esta música necesita yo no he llegado a percibirla, e incluso en el movimiento conclusivo percibo un exceso de felicidad no del todo conveniente. En cualquier caso, enfoques mucho más despistados se han escuchado a maestros de categoría: ¡escuchen el disparate de Maazel con la Filarmónica de Viena!

Para terminar, suite de Caída y auge de la ciudad de Mahagonny en arreglo de Wilhelm Brückner-Rüggeberg. Me ha gustado bastante: hay sentido del ritmo, incisividad y carácter implacable, como también un sentido de lo “canalla” que quizá podría estar más acentuado. Dicho esto, creo que aquella memorable, genial recreación de Pablo Heras-Casado –el de los buenos tiempos– en el Teatro Real fue todavía más allá.

En definitiva, una orquesta sensacional dirigida con enorme profesionalidad, ya que no con una especial inspiración.

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