jueves, 31 de marzo de 2022

Pierre Boulez dirige Falla

La primera versión completa que escuché de El sombrero de tres picos fue la que grabó Pierre Boulez al frente de la Filarmónica de Nueva York para CBS el 20 de octubre de 1975. De hecho, fue uno de los primeros discos que tuve en formato CD. Me gustaba mucho. Luego fui teniendo la oportunidad de escuchar interpretaciones tan grandes como las de Ansermet, Ozawa, Barenboim y –sobre todo– Frühbeck de Burgos, referencia absoluta esta última. Cuando volví a la del maestro francés en una nueva remasterización, le encontré reparos que la situaron un peldaño por debajo de las citadas.

Pues bien, me he comprado en Super Audio CD que ha editado el sello Dutton Vocalion recuperando el sonido cuadrafónico original, y debo decir que, aunque Frühbeck sigue ahí en la cima, esta que ahora comento ahora no me parece inferior al resto de las citadas.


Lo más interesante es que aquí Boulez es poco Boulez. Mejor dicho, lo es solo para esa claridad portentosa que siempre conseguía. Porque para nada puede hablarse aquí de objetividad o de distanciamiento expresivo. ¡Ni siquiera de falta de estilo! Y es que el compositor de El martillo sin dueño, para sorpresa de todos, nos entrega una interpretación eminentemente teatral, llena de electricidad, de sentido del ritmo e incluso –en algunos contados momentos– de salero, aportando además una considerable dosis de socarronería y de mala leche con la que tiene mucho que ver la sonoridad descarnada con que hace sonar a la orquesta, como también con las indicaciones expresivas que les da a sus solistas.

Tampoco se puede hablar de escasas libertades en la agógica o de parquedad en la imaginación. Antes al contrario, el tantas veces riguroso director se muestra aquí bastante creativo y, a la postre, termina ofreciéndonos una interpretación personal, con cosas nuevas que decir. Que en más de un momento se pueda echar de menos una dosis superior de chispa y de sabor español, como también de sensualidad, de atmósfera y de poesía, le impide alcanzar esa perfección a la que sí había llegado en 1964 el citado maestro burgalés, pero aun así se trata de una versión que se disfruta mucho.

Jan DeGaetani canta bastante bien y se muestra centrada en la expresión, pero su dicción deja que desear. En cuanto a la orquesta, ya va siendo hora de reconocer que Boulez “la metió en vereda”: a partir de su titularidad empieza a sonar mucho mejor que como lo hacía con Leonard Bernstein. No que decir tiene que la depuración sonora que alcanza bajo “la batuta” –ya saben que dirigía sin ella– del maestro francés es extraordinaria.

El trabajo realizado por Dutton es formidable. Otra cosa es que al oyente actual le haga gracia la cuadrafonía que planteaba CBS: los canales traseros no se usan para la reverberación, sino para meter un montón de instrumentos en clara búsqueda de la espectacularidad. Yo a ratos me he irritado y a ratos me lo he pasado bien con tanto “efecto especial”; la claridad, inmejorable. En cualquier caso, a quien no le guste esto no tiene más que poner la capa estéreo: ahora el registro suena muchísimo mejor que antes.

Ah, hay complementos: una tensa, angulosa, stravinskiana y –a la postre– modernísima interpretación del Concierto para clave de Don Manuel –Igor Kipnis, hijo de Alexandre, como solista–, y una fogosísima, dramática lectura de La Péri de Paul Dukas, cuya fanfarria se beneficia muchísimo de la cuadrafonía.

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