sábado, 5 de febrero de 2022

John Williams, el más querido

John Williams, a punto de cumplir los noventa, no solo es el compositor clásico vivo y en activo más escuchado del mundo. Es también el más querido. Quizá también el mejor de todos. Pedantes e insensibles como Norman Lebrecht siguen insistiendo en que su música es mala. Pero directores de tanto talento como Andris Nelsons, Simon Rattle, Fabio Luisi o Christoph Eschenbach –podemos añadir a la lista al gris aunque muy famoso Welser-Möst– han dirigido, grabado y/o filmado su música. Caso aparte es el de Gustavo Dudamel, que no solo es quien le ha interpretado de manera más brillante y entusiasta, sino que en su faceta de compositor le imita abiertamente.

Entre las orquestas, formaciones norteamericanas como la Sinfónica de Chicago, la Filarmónica de Nueva York, la Orquesta de Filadelfia y –lógicamente– la Filarmónica de Los Ángeles le han consagrado monográficos, aunque su orquesta no es otra que la Boston Pops, esto es, la Sinfónica de Boston con otro nombre –la plantilla es exactamente la misma, primeros atriles incluidos– de la que tantos años ha sido titular y con la que tantísimos discos ha grabado, primero para Philips y después para Sony.

En Europa la relación con la London Symphony ha sido larguísima, pues con ella grabó una muy importante cantidad de sus bandas sonoras desde aquellos ya lejanos tiempos de Star Wars y Superman. Lo relevante es que en los últimos años se han venido sumando otras, algunas de primerísima magnitud. Lo hizo hace poco la Filarmónica de Viena y ahora se une la Filarmónica de Berlín.

Precisamente desde ayer viernes está disponible en las plataformas habituales la edición a cargo de Deutsche Grammophon del concierto ofrecido el pasado mes de octubre al frente de la mítica formación alemana. Yo espero que me llegue la edición “de luxe” que contiene la filmación y pistas en Dolby Atmos. Mientras tanto, aprovecho por expresar mi alegría al ver que el compositor que tanto, tantísimo ha contribuido en mi amor a la música –y en el de Dudamel, seguramente también en el de la mayoría de los arriba citados, y sin duda en el de cientos de miles de melómanos– obtenga por fin el reconocimiento que merece. Le pese a quien le pese.

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