viernes, 19 de febrero de 2021

El último Debussy de Solti

Sir Georg Solti grabó su último Debussy al frente de  la Sinfónica de Chicago entre 1990 y 1991, registros en vivo editados por Decca que hasta ahora yo no conocía, pese a lo muchísimo que me gustan las obras contenidas en el compacto: Nocturnos, La Mer y Fauno. Vamos a ello.

Independientemente del asombroso virtuosismo del que hacen gala la batuta, su orquesta y –en no menor medida– el Coro femenino de la CSO bajo la dirección de Margaret Hillis, la recreación de los Trois Nocturnes –enero de 1990– interesa por apartarse de las brumas impresionistas para optar por la efervescencia, los contrastes y la teatralidad, así como por una paleta de colores menos difuminada, más incisiva que de costumbre. En “Nuages” la cosa funciona regular: el misterioso y ambiguo estatismo que hacen tan visionaria esta página se termina perdiendo. También en “Fêtes”, pero aquí es difícil resultarse ante el dinamismo, el fulgor y el carácter sanguíneo que Solti imprime para ofrecer una recreación más festiva que nunca. En “Sirènes”, amén de la excelencia de un trazo que manera con asombroso sentido orgánico tensiones y distensiones, matices dinámicos y texturas –hay pasajes reveladores–, se aprecia un espíritu gozoso, de verdadera plenitud dionisíaca, que arroja nuevas luces sobre la partitura.

En el Preludio a la siesta de un Fauno –octubre de 1990–, el maestro opta por un tempo considerablemente más lento que la de su grabación de 1976 para el mismo sello (9’35 frente a 10’48) sin que se resientan arquitectura horizontal -portentosamente planificada-, claridad en las texturas o atención al detalle, pero el maestro sigue sin “cogerle el punto” a la obra, que traduce con más tensión que emoción, con más brillantez que verdadera magia poética

En La mer –octubre de 1991– no hay novedad con respecto a la grabación realizada por los mismos intérpretes en 1976. Todo se encuentra expuesto con una depuración sonora extrema, trazo absolutamente natural –orgánico y flexible, pero sin preciosismos–, vehemencia controlada y un sentido de la brillantez que no empaña el gusto más exquisito, pero sin terminar de profundizar en los aspectos más misteriosos, léase más modernos, de esta música genial. Lejos de leer entre líneas, Solti va al grano y trata la pieza como una pieza “romántica”, como un gran tríptico teatral en el que los aspectos más vistosos y extrovertidos de la música son los que más se benefician de semejante enfoque. A descubrirse ante la ingeniería de sonido, que optó sabiamente por un volumen bajo para garantizar la máxima gama dinámica (¡cuidado con los vecinos!) y no se empeña en colocar las arpas o algunos instrumentos de percusión en primer plano.

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