miércoles, 17 de febrero de 2021

El milagro de Heliane, en imágenes

Conozco y admiro la música cinematográfica de Erich Wolfgang Korngold (1897-1957) desde hace mucho. A su etapa vienesa llegué más tarde, si bien la ópera El milagro de Heliane, que recibió su estreno allá por 1927 para desaparecer por completo en la época nazi, tuve la suerte de escucharla en cuanto se puso a la venta la primera grabación de la misma, la realizada por Decca en 1992 bajo la batuta de John Mauceri. Ahora el sello Naxos y la plataforma Medici TV lanzan el vídeo de la producción escénica realizada en la Deutsche Oper de Berlín en 2018.

Mi opinión sobre la música viene a ser más o menos la misma de antes: esta es una ópera muy irregular que va claramente de menos a más. En el primer acto las tensiones entre los personajes no están adecuadamente reflejadas por una música que posee todo ese hedonismo, esa riqueza de color y ese decadentismo bien entendido del mundo vienés de entresiglos –esta partitura mira hacia atrás–, pero que vuela corto en inspiración poética; el presunto dúo de amor entre tenor y soprano no funciona en absoluto. Mejor el segundo acto, en el que la protagonista tiene un “aria” de estremecedora belleza (escúchela aquí por Renée Fleming), y magnífico de principio a fin el tercero, mucho más dramático y encrespado, terriblemente exigente en lo que al coro corresponde, para culminar en una escena que mezcla erotismo y elevación –porque de eso va la obra, de la relación entre carne y espíritu– con una poesía equiparable a la de los grandes títulos de la lírica del mismo marco, léase Richard Strauss.


¿Interpretación? De gran calidad. Marc Albrecht dirige de manera formidable, con claridad y con garra, evitando esa tentación del preciosismo que la partitura alberga. Sara Jakubiak posee la voz adecuada y canta con apreciable técnica: Anna Tomowa-Sintow, protagonista de la grabación de Mauceri, me confesó en una firma de autógrafos que encontraba su parte de una dificultad extrema. La soprano berlinesa, por cierto, no tiene reparos en realizar el prolongado desnudo integral que exige el guion.

Brian Jadge sufre en una parte que exige al tenor moverse continuamente en la zona de paso, pero globalmente sale airoso tanto en técnica como en expresión, y además da el tipo físico que requiere su personaje. El malo de la función –el monarca casado con Heliane– le corresponde al bajo-barítono Josef Wagner, quien compensa su canto monocorde con una actuación escénica de impacto. Entre los demás cantantes triunfa la mezzo Okka von der Damerau.

La producción escénica corre a cargo de Christof Loy. Su respeto a la dramaturgia original es grande, pero integrarla en la iconografía de Testigo de cargo –la inolvidable película de Billy Wilder basada en Agatha Christie– y convertir a Heliane en Marlene Dietrich –protagonista del filme– resulta muy inadecuado, entre otras cosas porque un personaje y otro no tienen nada que ver. La dirección de actores es perfecta, eso sí, y la resolución de la difícil escena final –la pareja asciende al más allá– está muy lograda. Bellísima la luminotecnia de Olaf Winter.

Calidad de imagen y sonido son admirables, pero no hay subtítulos en castellano. Aun así, recomiendo calurosamente el visionado.

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