La interpretación es escalofriante. Pero mucho ojo: aunque el fraseo ofrezca una concentración extrema, no es esta una lectura ante todo lenta y fantasmagórica ante todo, sino terriblemente tensa, doliente, rebelde y alejada de toda resignación. Nada hay de blandura ni de quejumbroso, sino todo lo contrario. Los gritos de desesperación del primer violín, Mikhail Kopelman, son estremecedores, lacerantes a más no poder. Ni que decir tiene que la sonoridad del cuarteto no es nada romántica, sino puramente shostakoviana. En fin, toda una experiencia.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
sábado, 2 de noviembre de 2019
Shostakovich tardío para los Difuntos
Para un día tan triste como hoy –más aún con el tiempo que hace aquí en Jerez–, nada mejor que música fúnebre. Yo me he llevado toda la mañana con cuartetos tardíos de Shostakovich. Y ahora les propongo a ustedes escuchar el último de ellos, el nº 15, el de los seis adagios consecutivos. Espectral y mortuorio en grado extremo. Les sugiero este audio que se encuentra en YouTube, el de la grabación de 1979 del Cuarteto Borodin para Melodiya.
La interpretación es escalofriante. Pero mucho ojo: aunque el fraseo ofrezca una concentración extrema, no es esta una lectura ante todo lenta y fantasmagórica ante todo, sino terriblemente tensa, doliente, rebelde y alejada de toda resignación. Nada hay de blandura ni de quejumbroso, sino todo lo contrario. Los gritos de desesperación del primer violín, Mikhail Kopelman, son estremecedores, lacerantes a más no poder. Ni que decir tiene que la sonoridad del cuarteto no es nada romántica, sino puramente shostakoviana. En fin, toda una experiencia.
La interpretación es escalofriante. Pero mucho ojo: aunque el fraseo ofrezca una concentración extrema, no es esta una lectura ante todo lenta y fantasmagórica ante todo, sino terriblemente tensa, doliente, rebelde y alejada de toda resignación. Nada hay de blandura ni de quejumbroso, sino todo lo contrario. Los gritos de desesperación del primer violín, Mikhail Kopelman, son estremecedores, lacerantes a más no poder. Ni que decir tiene que la sonoridad del cuarteto no es nada romántica, sino puramente shostakoviana. En fin, toda una experiencia.
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