Este registro fue el primero que conocí. Hacía muchísimos años que no lo escuchaba, y debo decir que ahora me ha causado una impresión todavía mayor que la de entonces. Ante todo por la sensacional dirección que al frente de la Orquesta de París, de la que por entonces era titular, ofrece un Barenboim interesadísimo por la parte espiritual, religiosa si se quiere, de una partitura que alcanza mucha más profundidad de la que aparenta. También es capaz el maestro de desplegar una sensualidad y un erotismo de la mayor graduación y que, aun sin esa levedad que generalmente asociamos con "lo francés", enlaza perfectamente con lo que esta música necesita. Todo ello lo consigue fraseando con enorme delectación, respirando con verdadero sentido melódico cada una de las frases y atendiendo especialmente a la creación de atmósferas. Claro que también encontramos aquí, cuando llega la parte "operística" de la partitura, al Barenboim más característico, el dramático e inflamado, aunque controlándose a sí mismo gracias a una enorme concentración interior. Tampoco falta brillantez precisamente: la Bacanal resulta arrebatadora sin dejar por ello, como en toda la obra, de trabajar a la orquesta con la máxima depuración sonora.
Plácido Domingo no es el cantante más idiomático posible para el repertorio francés, ni en el rol de Sansón posee esos acentos lacerantes de los que hacía gala Vickers, pero es difícil resistirse ante su hermosísima voz llena de carne, ante su musicalidad extrema y ante su temperamento al mismo tiempo ardiente e introvertido. Su actuación va de menos a más: algo plano en el primer acto, notable en el segundo y portentoso en el tercero, que es en el que puede lucir más ricas inflexiones expresivas: reconozcamos (¡qué le vamos a hacer!) que su parte no es la más inspirada de la partitura.
La de Dalila sí que alcanza la excelsitud, eso por descontado. Espero que me perdonen ustedes que no me entusiasme aquí Elena Obraztsova: su voz es suntuosa y muy adecuada para las exigencias del rol (¡imprescindible no quedarse corta por abajo!), pero su emisión típicamente eslava la veo inconveniente en este papel, su dicción es ininteligible y su conexión con el personaje resulta solo parcial. La suya me parece una mujer voluptuosa pero no del todo sutil ni seductora. No la encuentro lo suficientemente erótica. Sea como fuere, hay mucho que admirar y que disfrutar en su actuación.
Algo parecido me pasa con Renato Bruson: le admiro muchísimo en otros repertorios pero aquí, aun estando muy bien –hay frases sutilísimas–, no me parece que nos ofrezca lo mejor de sí mismo. El Coro de la Orquesta de París me ha parecido formidable, lo mismo que la toma sonora. A la postre, un registro operístico de primera magnitud, muy especialmente por la batuta. Feliz cumpleaños a Don Daniel.
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