Pero el maestro de Budapest –cincuenta y tres años por aquel entonces– se queda bastante corto en sensualidad, en atmósfera y en evocación poética, como también en grandeza cuando llega la coda final. Tampoco la London Symphony era por entonces la formidable máquina que es ahora, ni la batuta posee ese refinamiento y esa depuración sonoras que otros maestros –empezando por Pierre Boulez– han demostrado en tiempos más recientes al acercarse a la misma página; sin ir más lejos, la Danza infernal resulta un poco chapucera. Disco interesante, pero prescindible.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
viernes, 13 de julio de 2018
El Pájaro de Dorati no es para tanto
La interpretación que de El
pájaro de fuego –ballet completo, no la suite– grabara el 7 de junio de 1959
Antal Dorati frente a la Sinfónica de Londres para el sello Mercury, que acabo de escuchar en un SACD de tres
canales que suena estupendamente para la época, goza de un enorme prestigio. Así por ejemplo, es una de las tres grabaciones –las otras las protagonizan
Ansermet, Salonen y Boulez– que Santiago Martín califica de referenciales en su
monografía sobre Igor Stravinsky publicada dentro de las Guías Scherzo.
A mí me ha parecido que, siendo muy buena, no hay para tanto. Cierto es
que la interpretación, de tempi rápidos y fraseo muy ágil, posee una frescura,
un nervio y una incisividad que la hacen muy atractiva y, mirando hacia el
futuro mucho antes que al pasado de la música rusa al que esta partitura tanto
debe, anticipa el mundo efercescente, anguloso y gamberro de Petrushka. Incluso podría decirse que, en determinados momentos, estamos escuchando pre-ecos de Le Sacre.
Pero el maestro de Budapest –cincuenta y tres años por aquel entonces– se queda bastante corto en sensualidad, en atmósfera y en evocación poética, como también en grandeza cuando llega la coda final. Tampoco la London Symphony era por entonces la formidable máquina que es ahora, ni la batuta posee ese refinamiento y esa depuración sonoras que otros maestros –empezando por Pierre Boulez– han demostrado en tiempos más recientes al acercarse a la misma página; sin ir más lejos, la Danza infernal resulta un poco chapucera. Disco interesante, pero prescindible.
Pero el maestro de Budapest –cincuenta y tres años por aquel entonces– se queda bastante corto en sensualidad, en atmósfera y en evocación poética, como también en grandeza cuando llega la coda final. Tampoco la London Symphony era por entonces la formidable máquina que es ahora, ni la batuta posee ese refinamiento y esa depuración sonoras que otros maestros –empezando por Pierre Boulez– han demostrado en tiempos más recientes al acercarse a la misma página; sin ir más lejos, la Danza infernal resulta un poco chapucera. Disco interesante, pero prescindible.
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