El primer editorial es uno de los más feroces ataques al defenestrado Gerard Mortier que he visto en la prensa. ¿Que el autor del texto tiene mucha razón en buena parte de las cosas que dice? Desde luego. Lo que no me ha parecido afortunado es la dureza del tono y el tremendo ninguneo hacia la figura del gestor belga, maximizando lo peor de su gestión en el Teatro Real madrileño y minimizando sus aciertos. De acuerdo en que este es un señor pagadísimo de sí mismo, que ha abusado del erario público y que ha tomado decisiones artísticas abiertamente desafortunadas, pero también es una persona inteligente y arriesgada que ha aportado muchas cosas positivas a la ópera en Madrid; limitándonos a los resultados artísticos de sus producciones –que no es lo único a valorar, porque también hay que tener en cuenta aspectos como elección de repertorio, proyección internacional o rentabilidad a largo plazo, entre otros muchos-, no parece que la etapa Mortier vaya a ser inferior a la de su predecesor Antonio Moral; el fundador de Scherzo no ha callado ante la prensa, dicho sea de paso, su deseo de haber seguido al frente del teatro madrileño, aunque a mi entender donde mejor está es en el Centro Nacional de Difusión Musical, en el que desarrolla un trabajo absolutamente extraordinario. Volviendo a Mortier, no tengo duda de que su legado más importante se verá con claridad conforme van pasando los años, aunque parte de él (por ejemplo, la apreciable mejora del nivel de los cuerpos estables del teatro) puede perderse con un Joan Matabosch que a mí, en principio, me hace muy poca gracia como sucesor.
En cuanto a Ritmo –revista en la que, por cierto, Matabosch colaboró hace tiempo escribiendo críticas de los espectáculos del Liceo–, su editorial es una última vuelta de tuerca a un asunto que debería haber quedado atrás hace tiempo, aunque haya vuelto a cobrar relieve por el cierre de Diverdi y Harmonia Mundi Ibérica: las distribuidoras echan el cerrojo, las grandes superficies reducen brutalmente el espacio dedicado a la venta de discos en soporte físico, empuja con fuerza la difusión de contenidos a través de la red… y la gente se dedica a piratear impunemente CD y DVD. ¡Venga ya, hombre, otra vez con esa historia! Miren ustedes: el personal se compra los discos que puede, y los que no puede, que cada vez son más porque los sueldos menguan y menguan sin parar, se los busca “por ahí”. Si de pronto las compañías encontraran la manera de impedir que se piratease, poco iba a subir su cifra de ventas.
Porque el melómano no puede, por ejemplo, pagar los 46 euros que en España pide Ferysa (la distribuidora que pertenece al dueño de Ritmo) por un Blu-ray con sesenta y cinco minutos de Bruckner por Daniel Barenboim, salvo que esa sea su única compra de música al mes. Y, sobre todo, porque en los últimos años se ha incrementado espectacularmente la cantidad de conciertos, recitales y óperas disponible de manera legal y gratuita en la red, hasta el punto de que hoy tenemos mucho más material audiovisual a nuestra disposición que antes. Ya no es necesario comprar el compacto que sacan los grandes o pequeños sellos discográficos para conocer una buena interpretación de tal sinfonía, de tal ballet o incluso de tal pieza más o menos infrecuente. Vaya este maravilloso vídeo del canal de YouTube Avro Klassik como botón de muestra.
El futuro es el gratis total para el consumidor, o quizá la realización de pagos modestos (pienso en Spotify, en la Digital Concert Hall y en Medici.tv) para tener a cambio una gran cantidad de material disponible en la red. Cierto es que la tecnología no está del todo aún preparada –los televisores ya van adquiriendo de un modo u otro conexión a la red sin solucionar los problemas del ancho de banda y la compresión dinámica–, pero ese es el camino. Los artistas no podrán exigir los carísimos derechos de reproducción que percibieron en la edad dorada del compacto (oh, qué pena) y las discográficas dejarán de llenarse los bolsillos reeditando material que lleva lustros amortizados.
Los artistas más listos serán los que sepan colocar mejor –o sea, con más premura y mayor calidad audiovisual– su mercancía, esto es, los que logren convertirse en los más reproducidos y/o descargados. Ya hay por ahí orquestas, directores y solistas que lo están haciendo de manera inteligente; obviamente no van a ganar el pastón de antes, pero les seguirá entrando un dinero que vendrá a través del patrocinio, de la publicidad y de otras vías alternativas, además de soportes nuevos como los Blu-ray video y audio, o con las descargas en HD. Y a partir de ahora los músicos de renombre no serán los escogidos por las casas discográficas –con acierto o sin él, porque mucho mediocre se hartó de grabar discos en los años ochenta y noventa–, sino aquellos que encuentren mayor respaldo del público.
No, la reproducción doméstica de música clásica no ha muerto: está más viva que nunca. Simplemente está sufriendo su mayor proceso de metamorfosis desde que se inventó el sonido grabado. Ya no va a depender de los empresarios que se empeñan en aferrarse a un modelo al que, por suerte o por desgracia, para lo bueno y para lo malo, le queda poquísimo tiempo de vida. Al futuro no se llega clamando al cielo por la situación del mercado e invocando el furor divino contra quienes osan descargarse contenidos de aquí y de allá. No se llega dando marcha atrás, sino caminando hacia adelante a través de un sendero aún por explorar. Todo lo demás es perder el tiempo.
8 comentarios:
Yo también estoy bastante convencido de que la piratería no es exactamente el problema al que se están enfrentando las discográficas. Quizá todo lo que pueda aportar sobre la crisis de las discográficas, los derechos de autor y la SGAE está contenido en el libro Copia este libro del abogado David Bravo, especializado temas legales relacionados con los derechos de autor. Al final de la entrada de la Wikipedia podéis encontrar enlaces para obtener este libro (gratis, puesto que es copyleft). Merece la pena leerlo, no sólo por lo buenos ratos que pasas leyéndolo, sino por los datos que aporta que deja en evidencia la gestión tanto de las empresas como del gobierno, además de tocar tangencialmente problemas como la manipulación informativa de los medios de comunicación.
Un saludo.
Creo que son tres asuntos aunque ligados: La demanda de música clásica grabada, la oferta y la distribución de la misma.
Realmente no sé la cantidad de demanda. Presumo que ha aumentado, en personas y en consumo medio, pero no significativamente, en parte impulsada por la información, por el mismo incremento de oferta y por los menores costos de su adquisición. Lo que debe haber aumentado es el consumo medio de cada uno. En cualquier caso el dato sería el nº de discos clásicos de cada uno. ¿30? ¿40? No creo que el consumidor medio sea un coleccionista compulsivo. Otro factor a tener en cuenta es el índice de repetición de las audiciones de la misma obra, la extensión del repertorio o por versiones por los melómanos. Igual resulta que influye mucho en la demanda. No tengo que explicar que no tengo la menor idea de las cantidades de todo esto.
Antes de empezar con la oferta hay que citar tres fenómenos técnicos que la han revolucionado: la mayor facilidad para grabar en directo (por mejores músicos y por más bajos costes de producción), el mucho menor coste de fabricación y la facilidad de obtener copias, de la red, amigos, etc., de los originales
La oferta en origen ha aumentado. Por número de obras disponibles y por número de intérpretes que graban. (Seguramente por los medios técnicos de grabación y por la mucho mejor calidad técnica de los actuales intérpretes. Y por supervivencia, como luego cito). Y subyace en ello el menor costo que ese mayor stock podría suponer.
¿Cómo llega esa oferta al melómano? Pues por Internet, Youtube, ofertas editoriales, amigos para duplicar y por compra. Y en la compra ya hay dos ofertas: Discos baratos, casi el mismo esfuerzo que copiarlos, y discos caros. No es extraño que las distribuidoras vayan para abajo. Las editoriales venderán directamente, al consumidor final o a grandes superficies, o por la red.
En todo ello ya está explicada la simplificación del canal de distribución, eliminando distribuidores, y el poco recorrido que les queda a los editores de discos. Por una parte ya lo hacen: grabaciones en directo, intensificación de la promoción de artistas contemporáneos, jóvenes y guapos e incluso talentosos, Para mantener los ingresos intentan cobrar, poco, por Internet o lanzan series de costo muy reducido. Tener discos, ahora, está al alcance de casi cualquiera. Y el mayor costo lo deberán compensar con otras ventajas que compensen el trabajo de copiar: presentación, textos, fotos, etc.
Los artistas por su parte se lanzan a sellos propios y a grabar como sea. Eso no creo que les reporte mucho dinero aunque sí la posibilidad de obtener más conciertos en vivo. Y estos conciertos son los que mantendrán a los artistas, y las subvenciones al nivel actual de acomodaticia demanda, ya que los derechos de grabación ya no lo serán. A los músicos de élite se les han acabado los ingresos súper extras por grabar.
Espero que intensifiquen los alicientes para que los jóvenes vayan más a los conciertos y varias veces al año. Que no sean siempre los mismos. Porque la oferta de ocio actual es inmensa y las necesidades “espirituales” en decadencia. Y nuestro tiempo de vida, muy limitado.
Muchas gracias a los dos por las aportaciones.
Yo no tengo mucho más que decir, salvo que el disco "físico" me gusta mucho, lo seguiré coleccionando y lamentaré que las tiendas sigan en plan menguante, pero que al mismo tiempo entiendo que ese mundo está finalizando. Cuanto antes artistas, discográficas y distribuidores lo entiendan tanbién, antes cogerán sitio en el nuevo organigrama de creación y distribución musical. Y el que da primero, da dos veces...
Así intento mantener en forma mi cabeza.
¿Qué me va a decir?¡Con mis discos "físicos" absolutamente devaluados y lo que me ha costado reunirlos!
Pero nadie me quita lo bailado.
Este artículo en El País abunda en la misma dirección sobre la (no) culpabilidad de la piratería y sobre el futuro del disco.
http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2013/10/04/actualidad/1380880922_622660.html
He empezado a leer "Copia este libro" y realmente no he podido pasar de la página 12. A mi parecer está lleno de trampas lógicas, mentales e ideológicas.
El artículo del País también se las trae.
Por ejemplo dice:
"Los ingresos por las ventas digitales, servicios de suscripción, transmisión y actuaciones en directo compensan la disminución de los ingresos por las venta de CD"
Cierto. Pero podía haber dicho "los ingresos... podían haber sido mayores.." O "esos canales de venta no son sustitutivos de la venta de CD y los CD copiados no entran en ninguna de esas categorías"
El ejemplo de la ópera me recuerda a una controversia respecto a la Filarmónica de Viena. No sé qué se ha metido en la cabeza de la gente que la cultura, especializada, es gratis. La normal es más barata que ir al fútbol.
Es muy cómodo cuando uno copia defender su licitud. Pero cuando un artista o un creador quiere cobrar por su trabajo está en su derecho. Stravinsky cobraba por su trabajo y vivía muy bien del mismo. Se lo merecía. Y su trabajo aún no era de dominio público que es la limitación a ese derecho. Y si quiere lo regala o lo cobra alto. Eso de la representación de la boda. Es que querían regalarla. Porque querían que fuera público. Es su opción. No porque no pudieran cobrarla.
Obviamente si se copiara menos los derechos serían mayores.
Más madera:
http://blogs.elpais.com/planeta-manrique/2013/10/ser-musico-hoy-es-la-peor-opcion-profesional-posible.html
Lamento no haberle podido echarun ojo a "copia este libro".
En cuanto al artículo de El País, "Ser músico hoy es la peor opción profesional posible", me temo que su título se puede aplicar a la mayoría de las profesiones; todos (o casi todos, porque la excepción son quienes ya sabemos) estamos bastante más jodidos que antes en nuestros respectivos trabajos, y muchos directamente sin trabajo.
Por lo demás, el contenido del artículo me ha parecido de enorme interés. Por si acaso, debo apuntar que yo no soy de los que ven un optimismta "mundo feliz del todo gratis en el futuro". Creo que vamos a perder en muchos aspectos y vamos a ganar en otros. Artistas y discográficas tienen que espabilar para adaptarse al nuevo modelo, ese es el mensaje.
Por otra parte, no tengo nada claro que ahora los repertorios minoritarios del clásico y los grupos jóvenes tengan más difícil que antes difundir su arte. Otra cosa es vivir de él, claro, pero ahí volvemos a lo que decía más arriba: jodidos estamos todos.
Por cierto, la Sinfónica de Chicago ya se está poniendo las pilas no solo en audio, que ahí ya lleva tiempo, sino también en vídeo:
http://flvargasmachuca.blogspot.com.es/2013/10/sus-majestades-se-encuentran-aqui.html
Un saludo.
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