lunes, 30 de septiembre de 2013

War Requiem de Britten por Bychkov y la OCNE

Una fecha que tengo grabada a fuego en mi vida de melómano es la del 8 de octubre de 1992. Sevilla, Teatro de la Maestranza, durante las celebraciones de la Exposición Universal. Primera vez en mi vida que escuchaba el War Requiem: en directo y con un director campanillas para la monumental partitura, Mstislav Rostropovich, él y su esposa (Galina Vihnnevskaya, destinataria original de la parte de soprano) íntimos amigos de la pareja Britten-Pears. La orquesta era la Royal Philharmonic, acompañada de la Sociedad Coral de Bilbao. Tenor de lujo: Robert Tear. Me emocioné muchísimo durante la interpretación, hasta el punto de que se me llegaron a saltar las lágrimas. Luego, en la firma de autógrafos, el mítico violonchelista y director me confesó que había llorado mientras dirigía. Desde entonces siento fascinación por esta obra, una fascinación que admito va más allá de lo musical: me identifico por completo con el mensaje radicalmente pacifista expuesto por el compositor británico a través de los textos en inglés de Wilfred Owen interpolados en la misa de difuntos.

Bychkov

Pese a mi admiración, solo había tenido la ocasión de escuchar la obra una vez más en directo: Proms londinenses de 1997 bajo la batuta de Sir Andrew Davis. Por eso he me he acercado con ilusión este fin de semana a Madrid para asistir a la inauguración de la variada, inteligente y muy lujosa temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España, después de escucharme un montón de grabaciones de la obra con las que espero colgar en este blog una discografía comparada. Estuve en dos de las funciones: en la del sábado 28 estuve sentado en segunda fila de patio de butacas, al lado de la orquesta de cámara y del tenor y el barítono que van asociados a ella, mientras que para la del domingo 29 me saqué entrada en segundo de anfiteatro, donde como bien podía imaginar se escuchaba mucho mejor a la “orquesta grande", al coro ya la soprano que canta con ellos –colocada aquí junto al órgano–, si bien los textos de Owen a cargo de los dos solistas masculinos quedaban un poco desdibujados y la escolanía, que tiene que escucharse bien lejos, me quedaba demasiado cerca. Mereció la pena combinar los dos puntos de vista, porque la percepción de la obra resulta muy distinta, si bien en lo interpretativo mi opinión fue en los dos casos la misma: resultados magníficos desde el punto de vista técnico pero a medio camino en lo expresivo.

No sé si será porque Semyon Bychkov posee una técnica extraordinaria o quizá también debido al riguroso sistema de ensayos previos con su asistente Paul Weigold, pero lo cierto es que las fuerzas congregadas para la ocasión sonaron en esta obra tan complicada muy por encima de la media de como lo suelen hacer, y me refiero no solo a los conjuntos de la OCNE sino también al Coro de la RTVE invitado para la ocasión; estuvo también formidable la Escolanía de Segovia de la Fundación Don Juan de Borbón, dirigida durante el concierto por Joan Cabero, titular del Coro Nacional de España. Felicitaciones para los participantes, porque tocaron y cantaron –con algún desliz instrumental sin importancia el sábado– de manera formidable, controlados todos ellos de manera irreprochable por una batuta que supo equilibrar planos sonoros, aclarar el tejido polifónico, matizar sutilmente las dinámicas y ofrecer pasajes de enorme belleza sonora; los pianísimos, asombrosos.

Expresivamente lo de Bychkov me ha interesado menos, no tanto porque su concepto de la obra sea más impresionista que expresionista (ya era así con el propio Britten) y porque preste mucha más atención a la sensualidad tímbrica y a la belleza melódica que a las aristas, sino porque se quedó muy corto en tensión interna, en garra dramática (¡fundamental!) y en convicción. También es verdad que no cometió el maestro ruso ningún disparate de esos que de vez en cuando nos regala (horripilante la Sinfonía Leningrado hace años la esta misma orquesta y en el mismo auditorio), pero pienso que una interpretación más bien descafeinada no es lo que la militancia de los pentagramas exige. Afortunadamente donde mejor estuvo Bychkov fue en lo más tremendo de la partitura, el escalofriante y genial “Libera me” conclusivo.

Sabina Cvilak

Muy correcta, solo eso, la pareja de cantantes masculinos, nada especial desde el punto de vista meramente vocal –ni por materia prima ni por técnica-, pero ambos eran británicos y, por ende, se mostraron perfectos en el estilo, amén de muy voluntariosos en la expresión. Concretando un poco, el tenor Timothy Robinson anduvo algo escaso de volumen y corto por arriba –muy mal el remate del Agnus Dei–, pero ofreció algunas frases muy bellas, mientras que el veterano barítono David Wilson-Johnson (en Madrid le recuerdan por el Merlín de Albéniz de hace años) llegó a emocionar hondamente en su decisiva intervención en el “Libera me”. La orquesta de cámara que los respaldaba, salida de la ONE y sin otro director que el propio Bychkov –en Sevilla Rostropovich sí fue acompañado por un joven maestro cuyo nombre no se nos hizo saber–, funcionó con apreciable calidad técnica y refinada musicalidad.

Soberbia, finalmente, la joven Sabina Cvilak, que lució un instrumento de lírica pura maravillosamente esmaltado y supo no caer en los “excesos veristas” que a veces se escuchan en su parte; como en su grabación con Gianandrea Noseda de hace un par de años, evidenció algunas tiranteces en la zona más alta de la tesitura, pero aun así supo brillar con luz propia en una partitura en la que la soprano suele pasar desapercibida.

En resumen, una interpretación que en absoluto puede competir con las grandes del mundo discográfico (Giulini, Hickox, el propio Britten) pero que fue servida con enorme dignidad, debe llenar de orgullo a cuantos participaron en ella y marca un hito dentro de la trayectoria de la OCNE. Ojalá pudiese quien firma estas líneas acudir más a Madrid durante este curso para disfrutar de su apetitosa temporada. ¿Llenarán los de la capital el Auditorio Nacional o se seguirán viendo los huecos de ayer domingo?

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