viernes, 16 de enero de 2009

Solti, el Maestro

Tres DVDs con filmaciones de los años setenta realizadas por Unitel con Solti al frente de la Sinfónica de Chicago más un DVD adicional con un concierto al frente de la Filarmónica de Viena en 1995 conforman el contenido de esta caja presentada por Decca a un precio ridículo en homenaje al inolvidable maestro húngaro. La edición lleva ya bastante tiempo circulando por ahí, pero como este blog no está pensado para comentar novedades sino para servir de cuaderno de notas, ahí van mis apreciaciones.


Rossini. Es válido como testigo de la excepcional técnica de batuta de Sir Georg, que desmenuza de manera prodigiosa el entramado orquestal ayudado por el virtuosismo de la formación norteamericana, pero su falta de sintonía con Rossini es evidente: faltan chispa, elegancia, luminosidad y, en definitiva, verbo italiano. Las oberturas de La italiana en Argel y La scala di seta son particularmente flojas. Magnífica, por el contrario, la de El asedio de Corinto. Regular El barbero de Sevilla, Semiramide y La gazza ladra.

Mendelssohn. De 1976 data esta filmación de las dos últimas sinfonías, que luego Solti volvió a grabar en digital para CD. Esta Escocesa electrizante, tempestuosa y llena de tensión dramática, por momentos algo excesiva, salió mejor. La Italiana, por el contrario, pierde frente a la grabación posterior por sus dos movimientos centrales, más bien rígidos y faltos de vuelo lírico; pese a todo, los extremos maravillan por su fuerza, su brillantez y -sobre todo- su claridad. El Concierto para violín, ya de 1979, está muy bien paladeado por la batuta, que se decanta por una óptica eminentemente reflexiva y se beneficia del maravilloso sonido y del lirismo de altos vuelos de Kyung Wha Chung.

Bruckner. De la Sexta ofrece una versión épica, brillante y extrovertida, pero nada nerviosa ni tendente a la retórica, sino perfectamente construida y atenta el vuelo lírico. La claridad polifónica es admirable, lo mismo que las sonoridades organísticas y la brillantez orquestal. El primer movimiento resulta particularmente impresionante, mientras que en el segundo la batuta de Sir Georg aporta un regusto amargo muy interesante. La Séptima está filmada en Londres, correspondiendo a los Proms de 1978. Tal vez el maestro no termina de ahondar espiritualmente en el trasfondo de esta música, pero es difícil resistirse ante semejante ejecución orquestal y, sobre todo, ante una perfecta planificación horizontal y vertical de la arquitectura, siempre dentro de un punto de vista expresivo que consigue un excepcional equilibrio entre la brillantez propia de Solti y la serenidad y concentración mas poéticas.

Wagner. Sin ser Solti el wagneriano el más profundo ni reflexivo, la brillantez orquestal libre de opulencia o amaneramientos está garantizada. Por eso mismo impresiona la obertura de El Holandés errante, aunque a ratos resulte un punto cuadriculada y no posea un especial vuelo lírico. En la de Tannhäuser Solti comienza algo frío, o al menos poco místico, pero poco a poco se va centrando; la sección central está llena de fuerza y brillantez, y el último tercio alcanza una grandiosidad admirable. En la de Maestros Cantores ofrece una increíble realización técnica, por arquitectura y claridad, para una interpretación llena de fuego y pasión, como también de sentido del humor y de brillantez; alucinante las maderas en la sección cómica. Lo menos bueno son las dos páginas de Tristán, una peculiar interpretación, muy lírica y meditativa, también bastante siniestra, que carece de un último punto de fuego y pasión visionarios.

Strauss. Tratándose de la presunta especialidad de Solti, sorprende que aquí se encuentre el garbanzo negro de la colección: una mediocre interpretación de los Cuatro últimos lieder donde tanto el maestro como la otras veces portentosa Lucia Popp están completamente descentrados en lo expresivo. De Muerte y transfiguración ofrece una interpretación realizada de un solo trazo, rutilante en la opulencia orquestal y sincera a más no poder, resultando especialmente desgarrada y rebelde en sus clímax, poco místicos pero sí llenos de grandeza espiritual. No menos portentoso el Till: quizá su versión en estudio tuviera más chispa y fogosidad, pero es imposible tocar mejor y con más claridad esta página, ni obtener una tímbrica más variada e incisiva, ni mejorar el estilo.

Concierto en Viena. Siendo de 1995 nos podríamos encontrar con el Solti adentrado en la rutina expresiva -que no técnica- de sus últimos años. Por fortuna en la suite de Háry János ofrece toda la fuerza, claridad e incisividad esperables, sabiendo ser brillante y lírico al mismo tiempo, aun sin alcanzar toda la inspiración a la que podría llegar. Maravillosas las Danzas folclóricas rumanas, como no podía ser menos en el mayor especialista en Bartók. Estupenda recreación de Introducción y Scherzo de Leó Weiner, y tremenda -otra especialidad de la casa- la Marcha húngara de Berlioz. ¿Y la Séptima de Beethoven? Desde luego no se trata de una recreación filosófica, sino más bien de un acercamiento teatral en la línea habitual de Solti, lleno de fuerza y electricidad y cuidando mucho la transparencia y belleza sonoras. El segundo movimiento -como siempre en el desaparecido maestro- es más bien rápido pero no por ello superficial, pues alcanza la misma fuerza dramática que el resto de la versión. De propina, casi media hora de ensayos con la maravillosa Filarmónica de Viena.

En suma: imprescindible recopilación donde puede apreciarse lo mejor y lo menos bueno de quien ha sido una de las mejores batutas de la segunda mitad del siglo XX.

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