viernes, 2 de diciembre de 2011

Carl Philipp Emanuel Bach en Phoenix Edition

Teniendo detrás a su señor padre, muy cerca -nuestro artista era dieciocho años mayor- a Haydn y delante a Mozart, se comprende que Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788) no haya tenido mucha suerte a la hora de encontrar su lugar en la historia de la música, toda vez que su creación no alcanza la inigualable excelsitud de estos tres genios. Sin embargo su obra no es solo francamente buena, a veces más que eso, sino que sin ella resulta imposible comprender cómo se evoluciona en Centroeuropa desde el primero de los compositores citados a los dos últimos, es decir, desde el pleno Barroco hasta el Clasicismo vienés pasando por los dos movimientos en los que el quinto hijo de Johann Sebastian va a destacar, el llamado “estilo galante” y el “Sturm und Drang”.

CPE Bach Sinfonias Haechen

De todo ello da buena cuenta la edición de doce discos que con excelente toma sonora -no tanto en las obras vocales- grabó en los años ochenta el sello Capriccio y que ahora recupera en serie media, agrupados en ocho volúmenes, Phoenix Edition. El más interesante quizá sea el que contiene las sinfonías, tanto las escritas para orquesta “completa” como las que son para cuerdas, pues en ellas encontramos bien fundidas la galantería digamos “rococó” de la época con los claroscuros y hasta el patetismo “Sturm und Drang” que el artista sabe exponer haciendo uso de un atrevimiento, una imaginación y un sentido teatral impagables. Eso sí, hay que advertir que las interpretaciones que ofrece la Orquesta de Cámara Carl Philipp Emanuel Bach, de instrumentos “tradicionales”, acentúan el primero de los ingredientes frente al segundo, a lo que no son ajenas ni la dirección elegantísima, ágil, poética y transparente de Hartmut Haenchen (maestro al que tenemos en el Teatro Real dirigiendo la Lady Macbeth de Shostakovich, dicho sea de paso) como el clave ornamentadísimo y extremadamente coqueto de Michael-Christfreed Winkler al continuo. Por eso mismo, siendo espléndidas estas interpretaciones, me permito sugerir la audición complementaria del registro de las Seis sinfonías para cuerdas realizado por Trevor Pinnock en 1979, sin la sensualidad ni el vuelo lírico de las que comentamos pero mucho más teatrales.

Los cinco conciertos para flauta reciben una muy buena lectura por parte de Eckart Haupt, quien posee una línea serena, flexible y muy musical, respirando con naturalidad y mostrando una agilidad nada entregada al mero virtuosismo. Tanto él como Haenchen aciertan además al atender al vuelo poético de esta música -incluso al dramatismo del impresionante largo del Wq 168/H- sin dejar de ofrecer la elegancia y delicadeza debidas.

CPE Bach Conciertos organo Haechen

El director alemán vuelve a convencer en los dos bellos conciertos para órgano -asombroso el Adagio sostenuto del Wq 35 H 446- con una dirección tradicional, fluida, elegante, luminosa y con chispa, nada nerviosa ni trivial. Junto a él, y sentado frente a un espléndido instrumento, tenemos a un Roland Münch de gran agilidad y notable imaginación a la hora de manejar los registros.

Los dos conciertos para oboe son bien diferentes entre sí, muy amable el Wq 164 y de una acongojante melancolía el Wq 165. De ellos se encargan el Neues Bachisches Collegium Musicum Leipzig -también de instrumentos “modernos”- y el director Max Pommer, quien aborda la música del autor con menos agilidad, incisividad y frescura que su colega Haenchem, pero con mayor concentración, apreciable hondura y buen olfato para mirar al futuro. Burkhard Glaetzner tiene alguna limitación técnica pero hace respirar la música con naturalidad y gran lirismo, si bien donde se luce por completo -admirable la cadenza de su primer movimiento- es en el concierto de Johann Christian Bach que completa la duración del disco.

Pasamos a la música de cámara con una selección de la importantísima obra para teclado del autor a cargo de Linda Nicholson, quien haciendo uso de un clave original de 1767 de atractivo sonido arcaizante, apuesta de modo decidido por los aspectos más concentrados, introspectivos y hasta dramáticos de la obra bachiana. Una opción digna del mayor elogio, si bien su estilo se nos antoja en exceso “tradicional”, sin toda la flexibilidad y fantasía apetecibles; por eso mismo vuelvo a recomendar una comparación, en este caso con el disco que registró en 1987, con obras distintas a las aquí presentadas, el gran Andreas Staier usando no solo el clave, sino también un fortepiano para las páginas más tardías.

CPE Bach Sonatas Nicholson

En las sonatas para flauta nos volvemos a encontrar con Eckart Haupt, quien nos ofrece una acertada selección que nos permite comparar los múltiples rostros expresivos de la creación bachiana. Las interpretaciones, de amplio aliento melódico aunque quizá un punto sosas, se ven acompañadas por el notable clavecinista Armin Thalheim, un punto más coqueto de la cuenta y algo anticuado.

Los cuatro últimos discos nos ofrecen una selección de cantatas y obras corales, sobresaliendo -por su extensión, pues su música no es necesariamente mejor que la de las otras páginas- el oratorio La Resurrección y la Ascensión de Jesús. No nos encontramos ante las obras más personales de su autor, si bien hay momentos llenos de belleza y podemos trazar conexiones con la labor de su padre -eso por descontado-, con el tentador universo operístico del momento y con lo que vendrá después de la mano de Haydn, siendo asimismo muy interesante constatar, particularmente en los textos, la evolución hacia una nueva espiritualidad de corte digamos “ilustrada”. Las interpretaciones, estas sí, se realizan con instrumentos originales, aunque por desgracia Das Kleine Konzert es una agrupación desigual -francamente mediocre el fagot- que no siempre está a la altura de las circunstancias. Bastante mejor están los Rheinische Kantorei, todos ellos dirigidos con sensatez, estilo y buen gusto por un Hermann Max que, salvando algún pasaje algo pimpante y cierta falta de claridad achacable en parte a la toma sonora, convencerá sin problemas a los detractores del historicismo. El equipo de solistas resulta desequilibrado. Lo mejor, un espléndido Christoph Prégardien en el citado oratorio. No lo hace mal el bajo Gotthold Schwarz, que cuenta con arias muy hermosas. Lo más flojo, las sopranos Barbara Schlick y Martina Lins, esta última muy aniñada. Aun así, nos encontramos ante discos recomendables que lo serían aun más si se hubieran incluido, además de los originales en alemán, traducciones de los textos cantados.

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Artículo publicado en el número de noviembre de 2011 de la revista Ritmo.

C.P.E. BACH: Sinfonías.
Orquesta de Cámara Carl Philipp Emanuel Bach. Dir: Hartmut Haenchen.
Phoenix Edition, 443
2 CDs. 103’28’’
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Ferysa
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C.P.E. BACH: Los cinco conciertos para flauta.
Eckart Haupt, flauta. Orquesta de Cámara Carl Philipp Emanuel Bach. Dir: Hartmut Haenchen.
Phoenix Edition, 446
2 CDs. 114’58’’
DDD
Ferysa
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C.P.E. BACH: Los dos conciertos para oboe. J.C. BACH: Concierto para oboe.
Burkhard Glaetzner, oboe. Neues Bachisches Collegium Musicum Leipzig. Dir: Max Pommer.
Phoenix Edition, 449
2 CDs. 69’36’’
DDD
Ferysa
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C.P.E. BACH: Los dos conciertos para órgano. Preludio en Re mayor. Fantasía y fuga en Do menor. Roland Münch, órgano. Orquesta de Cámara Carl Philipp Emanuel Bach. Dir: Hartmut Haenchen.
Phoenix Edition, 450
52’31’’
DDD
Ferysa
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C.P.E. BACH: Tres sonatas para teclado. Piezas pequeñas y fáciles para teclado.
Linda Nicholson, clave.
Phoenix Edition, 451
63’06’’
DDD
Ferysa
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C.P.E. BACH: Selección de sonatas para flauta.
Eckart Haupt, flauta. Siegfried Pank, viola da gamba. Armin Thalheim, clave.
Phoenix Edition, 452
48’37’’
DDD
Ferysa
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C.P.E. BACH: Obras vocales. Klopstocks Morgengesang am Schöpfungsfeste. Auf, schicke dich rechet feierlich. Anbetung dem Erbarmer. Heilig. Gnädig und barmherzig ist der Herr. Wer ist so würdig als du. Der Herr lebet.
Solistas. Rheinische Kantorei. Das Kleine Konzert. Dir: Hermann Max.
Phoenix Edition, 453
2 CDs. 125’33’’
DDD
Ferysa
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C.P.E. BACH: La Resurrección y la Ascensión de Jesús. Cantata “Gott hat den Herrn auferwecket”.
Solistas. Rheinische Kantorei. Das Kleine Konzert. Dir: Hermann Max.
Phoenix Edition, 456
2 CDs. 99’06’’
DDD
Ferysa
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jueves, 1 de diciembre de 2011

El punto, la coma y el bochorno

Como la Orquesta Nacional de España ha decidido ajustar sus finanzas relegando las notas al programa a un PDF que se ha de descargar a través de internet –en sala solo entregan un díptico con un resumen del texto y los datos esenciales-, he acudido a la red para prepararme el concierto que espero ver el próximo domingo: los Don Quijote de Strauss, Gerhard y Falla bajo la dirección de Josep Pons. Tras la lectura no puedo menos que escribir una líneas acerca de la vergüenza ajena que he sentido. ¿Podría alguien explicarle a Doña Begoña Lolo, Catedrática de Musicología de la UAM y directora de los trabajos Cervantes y el Quijote en la música. Estudios sobre la recepción de un mito (2007) y Visiones del Quijote en la música del siglo XX (2010), por favor, la diferencia entre el punto y la coma en el idioma castellano? ¿Podría alguien enseñarle a redactar con un mínimo de corrección? ¿Podría el personal de la OCNE, concretamente el señor Eduardo Villar, coordinador de publicaciones, revisar los textos antes de convertirlos en un PDF para que no parezcan escritos por uno de mis alumnos de enseñanza secundaria? Sí, ya sé que a todos se nos escapa de vez en cuando alguna falta, pero lo de estas notas -tengan paciencia para leerlas completas si no me creen- va mucho más allá de lo anecdótico para llegar a lo absolutamente bochornoso. Y es que a veces hay que exclamar ¡ya está bien!

Descarga de las notas: enlace.

martes, 29 de noviembre de 2011

Lady Macbeth de Shostakovich en versión Kusej

La producción de Lady Macbeth de Mtsensk que se presenta este sábado en el Teatro Real -allí espero estar- la preparó Martin Kusej para la Ópera de Holanda y fue filmada por las cámaras de Opus Arte los días 25 y 28 de junio de 2006 en el Het Muziektheater de Ámsterdam. Se trata de una propuesta llena de sexo más o menos explícito. De sexo, incluso de genitalidad pura, pero no de erotismo: todo aquí es seco, escabroso, desagradable. Los calzoncillos cagados del borracho en la fiesta -recuerdan a los de Divine de Cosas de hembras, pero aquí sin gracia ninguna- no son sino una muestra de todo un desfile de fea ropa interior, carnes flácidas y sudorosas, suciedad abundante -el suelo del escenario se encuentra cubierto de barro- y una mezcla de sangre y semen que se intuye más que se ve, aunque el asesinato de Zinovy (la aguja del zapato clavada en el ojo) sea bastante explícito.

Lady Macbeth Kusej Jansons

Una puesta en escena voluntariamente incómoda, pues, que se aparta del tono con frecuencia caricaturesco de la algo desigual partitura de Shostakovich para incidir en los aspectos más escabrosos de una historia por completo vigente: la de una mujer antes víctima que verdugo, presa -la jaula de cristal de los primeros actos lo deja bien claro- en un mundo de hombres a cual más machista, mediocre y repugnante. Que algunos detalles no estén bien resueltos (hay alguna contradicción aislada entre lo que se ve y lo que se dice) no invalida una propuesta escénica que puede no ser la que mejor rime con la música, pero sí la que más nos hace pensar al tiempo que pasamos un mal rato.

Musicalmente el nivel en este doble DVD es alto. No podría ser menos teniendo en el foso a la que es probablemente una de las dos mejores orquestas de Europa, la del Concertgebouw, instrumento tan musical como flexible con el que su titular Mariss Jansons ofrece un trabajo de artesanía de la mejor calidad. ¿Artesanía? Sí: todo está en su sitio, expuesto con meridiana claridad, en perfecta sintonía con el estilo y dejando a un lado cualquier tipo de devaneo sonoro, pero falta ese grado de implicación última -de tensión sonora, visceralidad y desgarro- que encontramos por ejemplo en la filmación del mismo año en el Covent Garden (aún no en DVD) bajo la batuta de ese músico a todas luces más interesantes que es Antonio Pappano. Lástima.

El elenco holandés es muy parecido al que escucharemos en Madrid, incluso en los papeles más breves, con la importante excepción de Sergei: en el Real escucharemos a Michael König, mientras que en Ámsterdam vemos a un Cristopher Ventris que no solo realiza una irreprochable labor en lo vocal -ya lo hizo en una filmación anterior, la del Liceu-, sino que ofrece un físico grasiento, peludo y -pese a todo- no exento de cierto atractivo facial que hace que dé verdadero miedo verle en ropa interior. Claro que quien se lleva el gato al agua es Eva-Maria Westbroek, inmensa en su recreación de Katerina Ismailova no ya por su voz de muchísimos quilates y por una técnica de enorme solidez, sino por su perfecta comprensión del personaje tanto desde el punto de vista vocal como desde el escénico; las cámaras no tiene reparo a la hora de mostrarnos que en algún momento llora de verdad. También le ayudan su físico -carnes mórbidas, tetas generosas- y un maquillaje que acentúa su vulgaridad y hasta ordinariez. El resultado es prodigioso y el público de Ámsterdam así lo sabe ver con unas ovaciones que dejan aturdida a la maravillosa soprano holandesa. Si en Madrid se mueve en el mismo nivel vocal, estaremos ante una de las más portentosas recreaciones de un personaje operístico que se hayan presenciado en el Real en los últimos años.

El resto del elenco –ya les digo, casi al completo el mismo que veremos aquí- ofrece un alto nivel medio, destacando el vocalmente impecable y adecuadamente irónico inspector de policía de Nikita Storojev. Vladimir Vaneev convence en lo escénico, pues su Boris -el suegro de la protagonista- no puede ser más repulsivo, pero vocalmente no anda muy allá; en los dos aspectos le supera, con mucho, el inmenso John Tomlinson que tuvo Pappano (junto a Westbroek y Ventris, vaya suerte) en su citada recreación londinense. A destacar la valiente labor de Carole Wilson, que no solo tiene que mostrar sus pechos al personal sino dejar que se los magreen todos los miembros del coro masculino. Y un hallazgo la concepción particularmente alienada de Sonyetka, espléndidamente recreada por Lani Poulson, en el último acto.

No hay mucho más que decir: DVD imprescindible -imagen y sonido espléndidos, subtítulos en castellano, extenso documental complementario- y cita obligada en el Teatro Real para todos aquellos que piensen que la ópera es más, muchísimo más, que una serie de cantantes compitiendo a ver quién tiene más fiato y mejores agudos.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Jerez, en su línea

Lo he dicho muchas veces: el mundillo de la crítica musical de Jerez de la Frontera avergüenza desde hace años por su descarado peloteo hacia la figura de Francisco López, antiguo director del Teatro Villamarta y actual cabeza de la Fundación homónima. El pasado viernes 25 se estrenó una nueva producción realizada por él mismo de Sor Angelica (¡en versión con piano, cuando lo mejor de la portentosa partitura está en la orquesta!) combinada con varias canciones de Brahms. Pues bien, miren ustedes lo que escribe Nicolás Montoya en la prensa oficial del régimen, es decir, el Diario de Jerez (el texto completo lo pueden leer aquí):

“Si Puccini levantara la cabeza y observara, casi un siglo después, lo que un director de escena andaluz hacía con su obra, le estrecharía en un abrazo tal que hasta los ángeles del cielo se estremecerían. Claro, que enfrascados como están en Italia con los desmanes de un tal Berlusconi, ni la Scala ni la Fenice se han percatado del lujo de cabeza creadora que desde hace años anda por estas tierras. Mejor para nosotros. (…)

A nivel escénico, la genialidad del dueto formado por Francisco López y Jesús Ruiz se volvió a disfrutar en un escenario. Luces y sombras, blancos y negros, ambiente intimista, tonalidades como protagonistas y un vestuario que reflejaba en todo momento las intenciones de sus protagonistas. Quizás el espectáculo visual se enriqueció en gran parte debido a la maravilla de creación lumínica que, como siempre, nos tiene acostumbrados, y que en este caso además consiguió llenar de sentimientos y de emociones los momentos cruciales de la producción. La esmerada ocupación de espacios, a pesar de algunas indecisiones, los movimientos en escena en segundos planos, la capacidad de mover como unidades visuales a los participantes y la enorme carga de intenciones en todas las creaciones de personajes, fueron impactantes. Todo el ambiente conseguido rezumaba un trabajo milimétrico, y en esta ocasión, aforando calles en líneas verticales cruzadas en busca de lo trascendente, con un escenario abierto y limpio en aras de lo inmaculado, y con la grandiosidad de un ciclorama que a nivel audiovisual impactaba y conseguía hacer latir en pocos metros las entrañas más divinas de lo humano.”

Sobre el espectáculo en sí mismo no puedo hablar, porque no estuve. A mí me han dicho que fue un muermo pedantorro e infumable, pero no dudo que al autor del artículo le haya gustado mucho. Pero una cosa es eso y otra muy distinta el tono ditirámbico utilizado. ¿Sabe el tal Montoya lo que es un genio de la escena? ¿Ha visto mucha ópera por ahí? ¿Ha oído hablar de Strehler, de Ponnelle, de Chéreau, de Wernicke, de Carsen o de Kupfer, por ejemplo? A Francisco López le he visto bastantes producciones en Jerez, algunas que me gustan mucho, otras que me gustan lo suficiente y otras que me gustan poco o nada. No me parece un mal director. Puede que algo rancio y previsible, eso sí, pero no malo. Ahora bien, de ahí a la genialidad, la que por ejemplo he visto recientemente en el Pelléas de Robert Wilson (enlace) o en el Gran Macabro de La Fura (enlace), me parece a mí que media un abismo.

Me hace particular gracia eso de que en La Scala no se han enterado del presunto genio del director de escena cordobés. ¿Cuántas producciones le han ofrecido a este señor por ahí fuera, en teatros más de andar por casa? Lo único que yo le conozco es su magnífico trabajo sobre El loco para el Ballet Nacional de España. Al margen de eso, su obra en los últimos lustros se limita casi en exclusiva a las producciones que ha realizado para las dos instituciones de las que ha sido rector, el Gran Teatro de Córdoba y el Teatro Vilamarta de Jerez, en las que por cierto fue contratado en la figura de gestor y no en la de director escénico; otra cosa es que una vez ocupado el cargo bien que haya procurado estar presente en todas las temporadas y, obviamente, intercambiar sus realizaciones con las de otros teatros en los que también sus gestores se invitan a sí mismos a ofrecer sus servicios como artista, desde Curro Carreres en Murcia hasta Giancarlo del Monaco en Tenerife (enlace).

Además, ¿no era el Villamarta un teatro comprometido con los jóvenes artistas? Con la cantidad de directores de escena noveles que hay en España esperando una oportunidad para ofrecer -por el precio que sea- algunas de sus propuestas, no deja de sorprender que la inmensa mayoría de sus producciones propias hayan corrido a cargo de López, quien además escoge los títulos que a él le parece sin tener en cuenta que pueden ser repetidos: es el caso de este Puccini, pero también obras como Elixir, Don Giovanni o Carmen se habían visto ya en el teatro jerezano antes de que este señor decidiera ofrecer una producción firmada por él mismo y repetirla cada cierto tiempo. El resultado es que determinados títulos han sido visto en Jerez una buena cantidad de veces desde la reapertura del teatro mientras que otros muy importantes siguen durmiendo el sueño de los justos. Buena manera de educar al público.

Lo que sí hay que reconocerle es su capacidad para despertar adhesiones incondicionales, sobre todo en el mundo de la prensa. Justo como su colega Del Monaco, curiosamente. En Jerez ya hace tiempo que los chicos de La Arcadia (enlace) empezaron a funcionar como guardia pretoriana de López y sus allegados, así como del Coro del Villamarta y de cantantes de la localidad como Ismael Jordi (otra suerte han corrido artistas como Ángel Hortas, caído en desgracia ante López y por ende en el punto de mira de  los arcadios). Desde que el anterior director del Diario de Jerez empezó a hacer giras junto a su esposa -miembro del coro- y a compartir experiencias con la dirección del teatro, todo quedó atado y bien atado. Nadie queda ya en Jerez que se atreva a levantar la voz. Todo son aplausos, aplausos y aplausos. Prietas las filas: el pensamiento crítico está desterrado. Los graves problemas presupuestarios que atraviesa el Villamarta ofrecen la excusa perfecta para considerar la disidencia como alta traición. Mientras tanto, al tiempo que algunos se autoimponen la medalla de “verdaderos amantes de la lírica”, las sesiones que ofrecen los martes en los Cines Ábaco siguen teniendo una media de asistencia de tres personas. En las últimas semanas se han visto la Carmen de Barenboim, la Adriana de Kaufmann y Gheorghiu y una Tosca por los mismos cantantes dirigida por Pappano. Mañana repiten Puritani con Flórez. ¿Qué se apuestan a que no va nadie?

viernes, 25 de noviembre de 2011

Sakamoto aburre en Barcelona

La primera vez que oí hablar de Ryuichi Sakamoto fue hacia 1987 en Radio 3, más concretamente en el programa de Ana Mª Vega Toscano “Despierta”. Por aquel entonces yo me estaba entusiasmando con la música de cine y el artista japonés se había hecho famoso con su partitura para Bienvenido Mr. Lawrence, en la que asimismo realizaba un inolvidable papel de “malo malísimo”, como recuerdo que decía la presentadora. Por las mismas fechas alcanzó enorme prestigio gracias a su óscar (compartido con David Byrne y Cong Su) por El último emperador, que José Luis Pérez de Arteaga emitió completa en “El mundo de la fonografía” y yo grabé religiosamente para escuchar una y otra vez (recurrir a la casete era el único sistema que teníamos los estudiantes para conocer la música que nos apetecía sin gastarnos toda la paga de nuestros padres). A partir de ahí le perdí la pista a Sakamoto casi por completo: una bellísima partitura para Cumbres borrascosas, otra sin particular interés para Tacones lejanos y poco más. Por eso me ha hecho ilusión verle por primera vez en directo el pasado viernes 18 de noviembre aprovechando mi viaje para El Gran Macabro. Me ha merecido la pena por ser mi primera visita a esa cueva maravillosa (y también cueva de ladrones) que es el Palau de la Música de Barcelona, pero no por el concierto en sí mismo.

Sakamoto España 2011

En realidad saqué la misma impresión que de Philips Glass cuando le escuché no hace mucho en Úbeda (enlace): si realiza música comercial/cinematográfica/melódica los resultados son espléndidos, pero cuando se pone en plan serio la pretenciosidad le hace dormir a las ovejas. Buena parte del recital -me perdí la primera pieza debido a un agotador viaje en coche de siete horas- consistió en un soporífero minimalismo a base de ostinati en violín y violonchelo salpicado por acordes suspendidos del piano, obviamente con el propio Sakamoto sentado en la banqueta. Judy Kang y el chelista brasileño Jacques Morelenbaum –veterano colaborador del japonés- realizaron un digno trabajo en sus respectivos instrumentos, pero no lograron soslayar el carácter insustancial de la propuesta. Además, la fusión entre Debussy y la sensibilidad japonesa ya la hizo antes –y mucho mejor- Totu Takemitsu. La aparición del tema de Mr. Lawrence fue acogida con aplausos con un público manifiestamente aburrido, pero la blandura de la interpretación terminó defraudando. La cosa se animó con la música escrita para Almodóvar y con 1919, una de las piezas de su desigual álbum 1996 que –estando escrito para la misma formación de cámara- sirvieron de base a este recital que dejó tristemente de lado el mejor Sakamoto para ofrecernos su vertiente más pretenciosa. Entre las propinas hubo un guiño al público catalán con El Cant dels Ocells, pero El último emperador no hizo acto de presencia. La verdad, se hubiera agradecido.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Gran Macabro, pero que muy grande

Solo una vez en mi vida había estado en el Gran Teatre del Liceu. Fue en 1999, para ver El caso Makropulos protagonizado por Anja Silja –ya gastada vocalmente pero artista excepcional- en la espléndida producción de Nikolaus Lehnhoff procedente de Glyndebourne. He vuelto ahora –viaje agotador, carísima entrada de butaca de patio- con la ocasión del estreno en España de Le Grand Macabre, la divertidísima y genial “anti-antiópera” (sic) de György Ligeti, en la aplaudida propuesta de Alex Ollé, Valentina Carrasco y los chicos de La Fura dels Baus. Me ha merecido la pena: independientemente del carácter excepcional del acontecimiento y las escasas posibilidades de volverla a escuchar en directo en esta España afectada por un brutal giro conservador, los resultados de la interpretación me han parecido notables en lo musical y sensacionales en lo escénico. Vamos por partes.

Pese a no contar precisamente con una orquesta de primera fila, me pareció muy digno el trabajo de foso realizado por el todavía titular del Liceu, Michael Boder, sobre todo por su buen hacer a la hora de concertar –la partitura es de extrema dificultad- y por poseer ese desarrollado sentido de las texturas que demanda la música de Ligeti. El problema son las comparaciones, tanto con el portentoso análisis tímbrico, rítmico y armónico de Esa-Pekka Salonen en su grabación discográfica realizada para Sony en 1998 como –sobre todo- con el despliegue de fuerza, tensión sonora y desgarro expresionista ofrecido por el veterano Zoltán Peskó en la Ópera de Roma en 2009, precisamente con la misma producción de la Fura, que ustedes pueden escuchar en trasmisión radiofónica disponible en Internet (enlace).

Vocalmente la obra es imposible, porque como buena ópera expresionista (pensemos en Elektra o Lulu) se exigen tesituras extremas e intervalos desmesurados para llevar al límite las tensiones sonoras y emocionales. Que las voces tímbricamente sean atractivas es aquí lo de menos. Por eso mismo sobresalió el Piet inmenso de un Chris Merrit todo lo “acabado” que se quiera para el repertorio belcantista que le hizo famoso, pero perfecto dominador de una técnica que le permite proyectar su voz de manera admirable, hacer alardes de fiato y desenvolverse en la franja aguda; por si fuera poco se descubrió como un actor soberbio, sin pudor alguno además para caricaturizarse o hacer alarde de su grasa abdominal.

Bastante menos bien estuvo Werner Van Mechelen en el rol titular: en el registro grave se quedó muy corto, como también en personalidad. Floja, vocalmente inadecuada y con escasa proyección al menos hacia el patio de butacas, Ning Liang como la detestable Mescalina. Eché de menos a la estupenda Jard van Nes de la citada grabación de Salonen. En ésta ya estaba presente Frode Olsen, quien en el Liceu se ha vuelto a desenvolver con gran dignidad como Astradamors. Fantástico, como no podía ser menos, el Go-Go de Brian Asawa. Los demás realizaron un muy solvente trabajo, pero quien puso la guinda fue una sensacional Barbara Hannigan en el doble rol de Venus y Gepopo. Si tienen tiempo vean el siguiente vídeo donde la soprano canadiense se dirige a sí misma (!) en sus increíblemente diabólicas arias de coloratura haciendo gala de portentosa agilidad vocal y singularísima presencia escénica.

En cuanto a la Fura, debo advertir que no siempre me convence lo que hacen en el campo operístico: me gustaron mucho Anillo y Mahagonny, y también me interesaron La condenación de Fausto y El martirio de San Sebastián, pero sus Troyanos los considero flojos y su Flauta Mágica absolutamente deleznable. Este Ligeti me ha parecido, con diferencia, su mejor trabajo. Más aún: la tengo por una de las mejores producciones que he visto en mi vida de cualquier título operístico. Y no crean que su fuerza se basa fundamentalmente en la gigantesca muñeca diseñada por Alfons Flores que gira, se abre y recibe proyecciones. Ni tampoco en la recurrencia a determinadas señas de identidad fureras, como la presencia de personajes colgando del techo (¿podía imaginar Chris Merrit que un día iba a cantar balanceándose a muchos metros del suelo?) o un claro gusto por lo escatológico. Ni siquiera en las morcillas de Madonna y Michael Jackson. No: además todo eso y más, hay detrás un maravilloso trabajo lleno de inventiva que toma a Ligeti no como excusa sino como base, y que se sirve de la tecnología para ayudar a la acción y no para epatar al personal.

Una lectura atenta de las acotaciones escénicas y de las diversas declaraciones del compositor nos permiten además comprobar que Alex Ollé y Valentina Carrasco no se han tomado ninguna libertad gratuita, sino que han realizado sus aportaciones muy atentos a las intenciones originales del compositor y sin traicionar en modo alguno su espíritu. No conformes con eso, han sido además capaces de materializar algunos de los imposibles pedidos por el libreto, como la aparición de personajes flotando en el espacio o la disminución progresiva de tamaño de Nekrotzar al final de la función. Y todo ello, atención, ofreciendo una soberbia dirección de actores –cosa que no siempre ocurre en los trabajos fureros- en la que todos y cada uno de los cantantes realizan un trabajo irreprochable, sobresaliendo en este sentido –ya lo dijimos arriba- un impagable Chris Merrit.

¿El respetable? Estuve la noche del estreno, la del sábado 26. Se combinaba el público burgués de la tercera edad con gente que sabía a lo que venía y alternatas varios. Algunos abonados habían dejado butacas vacías no haciendo acto de presencia, pero no percibí deserciones en el entreacto. Hubo risas cuando los personajes salían de una vagina gigante, momento en el que en la Ópera de Roma –en el audio antes referido- se escuchan gritos de escándalo. No pocos salieron corriendo en Barcelona nada más terminar la función. Se aplaudió con especial entusiasmo a Barbara Hannigan y Chris Merrit, pero fueron los de La Fura los recibidos con mayor calor, pese a que una persona aislada, en el lateral izquierdo, los abucheó con saña. Para mí, una función memorable. Ah, excelente el libreto editado por el Liceu, pese a que el texto original se ofrecía en alemán y no en inglés, que es la lengua en que se ha visto esta producción.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Boris en Valencia: la vigencia de un libreto

Quiso la casualidad (volvía de un viaje a Barcelona: ya les hablaré del Gran Macabro) que asistiera al Boris Godunov que anda presentando el Palau de Les Arts la noche de ayer 20-N, es decir, la de las elecciones generales españolas. Viendo la entronización del protagonista, creyéndose su propio discurso lleno de hipocresía y bien respaldado por su corte de aduladores, no pude menos que pensar en el José Luis Rodríguez Zapatero de hace ocho años, el de “os prometo que no cambiaré”. Al final de la obra -se ofreció la versión original de 1869 con el añadido de la escena del bosque de Kromy- el pueblo, con la esperanza de conseguir un cambio a mejor y guiado por los charlatanes de turno -Varlaam y Misaíl-, aclamaba como nuevo zar al falso Dimitri, un personaje embustero y mediocre que ha llegado hasta ahí porque convergen en torno a él los intereses de los poderes fácticos. Y entonces pensé en Mariano Rajoy y en el baño de multitudes que previsiblemente se iba a dar -y de hecho se dio- una hora después en el balcón de la calle Génova. Y qué decirles del manipulador Shúyski, auténtico gobernante en la sombra poniendo y derribando zares en función de su conveniencia… Dejando a un lado la excelsitud de la partitura, el libreto de Boris sigue por completo vigente.

Boris Konchalovski

Pero a lo que vamos: fue una muy buena función de la obra maestra de Modest Mussorgsky. Quedó lejos del milagro conseguido por el Liceu de Barcelona en 2004 (enlace), pero el nivel medio fue alto, homogéneo y muy difícil de superar globalmente, entre otras cosas por la contrastada calidad de las fuerzas estables de Les Arts: la orquesta rindió a su nivel habitual, mientras que el coro, pese a mostrarse algo chillón durante el prólogo, realizó un trabajo digno de la mayor admiración (comparen ustedes con cualquier registro en CD o DVD y saquen sus conclusiones, por favor).

Canceló Omer Meir Wellber la función de ayer y tuvo que sustituirle a última hora su asistente Carlo Goldstein. Hubo desencuentros entre foso y escena, pero no se le debe reprochar nada: bastante mérito es ya lidiar con una partitura así sin previo aviso. Como concepto tampoco debemos decir mucho, porque no sabemos qué se debía al titular y qué a su reemplazante; puedo añadir, en todo caso, que la orquesta sonó poderosa pero excesiva, que se desplegó una buena dosis de energía y que el fraseo adoleció de exceso de nervio. Insisto de todas formas en que bajo estas circunstancias solo caben elogios hacia la batuta. La orquesta así lo supo ver agradeciendo su labor durante los aplausos.

Me gustó mucho Orlín Anastassov: aun siendo evidente que su voz -espléndida- no es la más adecuada para el rol titular y que su juventud le impide de momento llegar a la madurez de los realmente grandes, el bajo búlgaro ofreció una recreación de línea hermosísima y una enorme sinceridad expresiva. En la escena de la coronación anduvo algo cortito. En el final, espléndido.

Nivel medio notable en el resto, siendo de muy destacar la Xenia de Ilona Mataradze. Sin llegar a su enorme altura, fueron muy buenos el Pimen de Alexánder Morozov, el Grigori/falso Dimitri de Nikolai Schukoff, el Varlaam -impresionante voz- de Vladímir Matorin y el demente de Andréi Zorin. Más que digno el niño Iván Khudyakov como Fiódor y muy correcto Arnold Bezuyen como Shúyski, este último sustituyendo en las dos últimas funciones a otro tenor que estuvo horroroso según las siempre fiables crónicas de Maac y Atticus. En la que a mí me tocó, por fortuna, el recambio logró un admirable equilibrio vocal y redondeó un elenco que -insisto- no es fácil de superar.

Correcta, digna, sensata y muy honesta, dentro de una línea naturalista, la propuesta escénica del cineasta Andréi Konchalovski, aunque solo eso. Algunas buenas ideas (el maquillaje que evidenciaba las torturas infringidas a Pimen, el maltrato hacia Fiódor por parte de Shúyski y los boyardos) no terminaban de disimular lo convencional de los movimientos de masas y una concepción global que rozaba lo rancio. Me gustó el vestuario de Carla Teti, sobre todo por mantenerse alejada de la peligrosa tentación de lo hortera, decepcionándome sin embargo la iluminación realizada por Vinizio Cheli y el propio Konchalovski. Sobria a más no poder –y sorteando el ridículo que implicaría emular fastos imperiales con escaso presupuesto- la escenografía de Graziano Gregori. Por si a alguien le interesa, la producción está editada en DVD bajo la dirección de Gianandrea Nosea y con un elenco parecido. A ella corresponde el clip de Youtube que he incluido.

Muy en resumen, un optimista inicio de temporada para Les Arts. Aunque yo me quedé con las palabras del loco, a mi entender de rabiosa actualidad:

“¡Brotad, brotad, lágrimas amargas!
¡Llora, llora, alma creyente!
Pronto vendrá el enemigo
y la oscuridad caerá.
Negra oscuridad,
tinieblas insondables.
¡Ay, ay de Rusia!
¡Llora, pueblo ruso, pueblo hambriento!”

Esto existe

Haciendo una comparativa de la Sinfonía Renana descubro que esto existe. La he escuchado de inmediato: es hermosísima. No hace falta decir m...