martes, 30 de diciembre de 2025

Valses y polcas de los Strauss por Karajan, cosecha de 1966

Si no me fallan las cuentas, Herbert von Karajan grabó seis discos de valses y polcas de la dinastía Strauss con la Filarmónica de Berlín. Repito: con Berlín, sin incluir los que hizo con la Philharmonia y con la Filarmónica de Viena. Con los alemanes, insisto, hizo primero uno en 1966 y luego otro en 1969 para Deutsche Grammphon, en los setenta repitió para EMI y ya en los ochenta volvió al sello amarillo con tres discos con sonido digital. Comento el primero de ellos, que te tenido la oportunidad de volver a escuchar en un audio mejorado que procede de un SACD japonés: la percusión suena muy bien para una grabación de diciembre de 1966.

Son muy buenas interpretaciones, claro está. Sonadas de maravilla, con opulencia y un carácter marcadamente sinfónico, como también capaces de los más exquisitos detalles. Elegantes siempre. Dichas con elegancia, amplia cantabilidad y a veces una robustez que tiene que ver no tanto con la personalidad del maestro como con la de la orquesta, bien distinta a la Filarmónica de Viena. No hay problemas con el dominio del rubato. Dicho esto, corresponde concretar.

Demasiado seria la versión de El Danubio azul. Poca chispa, excesiva severidad y sonoridad por momentos cercana a otro Strauss: Richard. Hay momentos algo "militaristas" fuera de tiesto. Mucho mejor el Vals del Emperador, opulento en el buen sentido al tiempo que increíblemente bien clarificado: hay detalles que yo jamás he percibido así de bien.

La Annen Polca resulta algo pesadota, sin mucha gracia. Marcha Radetzky rápida, en absoluto pensada para tocar las palmas. Por momentos, un poco más militarista de la cuenta, aunque si tenemos en cuenta el verdadero origen de la pieza quizá no deberíamos poner este reparo.

Desigual la obertura de El Murciélago: el vals suena precipitado, inclusi linea, perdiéndose unidad en la página. Una delicia la Trish-Trash Polca, que da paso a un Vals del Delirio que se abre de con aires mefistofélicos y continúa destilando las mejores esencias vienesas: Karajan se las arregla para moderar la "pesadez berlinesa".

Sí que vuelven los aires germánicos en la obertura de El Barón Gitano, pero eso aquí no es problema: suena poderosa y robusta, como debe ser. Notable el Perpetuum Mobile, sin ser el más alegre de los que se hayan escuchado. En fin, un disco para amantes del arte de Karajan, entre los que me encuentro.

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