Suelo traer por Navidad una grabación de El cascanueces de Tchaikovsky. Toca esta vez la que grabó Michael Tilson Thomas al frente de la soberbia Philharmonia Orchestra el 25 de mayo de 1985 para CBS, hoy disponible tan solo en un doble CD de Newton Classics: la cesión de los derechos ha impedido a Sony publicarla en la reciente caja dedicada al gravemente enfermo maestro norteamericano. A mí la compra me ha merecido la pena, porque el precio es barato, pero hay que hacer una advertencia: el disco uno es sensacional, el segundo decepcionante.
El primer acto es uno de los mejores que quien a ustedes se dirige haya escuchado, un verdadero ciclón de entusiasmo, brillantez bien entendida y sentido del humor. No necesita Tilson Thomas hacer una reinterpretación a lo Mravinski –su justamente mítica selección de esta mitad inicial de la obra– o a lo Barenboim –tan discutible y personal como reveladora filmación del ballet completo–, porque su visión no es dramática, sino eminentemente festiva. Se limita, sencillamente, a inyectar fuerza y convicción al tiempo que mantiene a raya todo lo que tenga que ver con la blandura o lo decorativo. Sí que hay espacio para la ternura y la sensualidad, como también para el refinamiento en la exposición, pero una sana rusticidad y un cierto espíritu gamberro terminan imponiéndose.
El problema empieza con el bosque de pinos y el vals de los copos de nieve. La razón es obvia: hasta ese momento la batuta se ha movido de maravilla con una partitura que pide teatralidad ante todo, pero en ese momento la música cambia, volviéndose mucho menos narrativa y más abstracta, digamos que más propiamente "sinfónica", de tal modo que los tempi rápidos, el carácter bullicioso y la vehemencia de la batuta pasan de ser una ventaja a convertirse en un lastre. Y así se desarrolla un segundo acto marcado por las prisas y la relativa falta de inspiración. Hay por medio, claro está, un admirable trabajo de la orquesta –sensacional trompeta en la Danza italiana–, tremendo sentido del ritmo y un admirable alejamiento de lo empalagoso o preciosista, pero quien conozca y ame esta música enseguida se dará cuenta de lo muy desaprovechada que están las notas. Desigual segundo acto, pues, alcanzando su punto más bajo precisamente en dos piezas fundamentales: el Vals de las flores y el Paso a dos que viene a continuación.
Total, un doble CD que recomiendo vivamente para ver todo lo que puede dar de sí el primer acto, pero que no aconsejo a quienes busquen una sola grabación de la obra. En CD y dentro de una línea más equilibrada, Previn con la Royal Philharmonic sigue siendo la primera opción. Para la suite tradicional, Rostropopvich con la Filarmónica de Berlín, faltaría más. ¡Feliz Navidad!


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