lunes, 22 de septiembre de 2025

Réquiem de Verdi por Karajan en Milán y en Berlín

La plataforma Stage + ha rescatado con calidad de imagen soberbia, pero también con un sonido ligeramente desincronizado, la filmación que en 1967 realizó Henri-Georges Clouzot de Herbert von Karajan en una de sus importantes, aunque irregulares en el tiempo, colaboraciones con el Teatro alla Scala: el Réquiem de Verdi. Se nota mucho que no está en Berlín, porque este es otro Karajan. ¿Más italiano? Yo diría que más Toscanini: sonoridad áspera influye una toma muy corta en graves, sequedad en los ataques, rigidez en el fraseo, particular interés por la claridad, escaso vuelo melódico y nula espiritualidad. Están ahí, ciertamente, la obsesión del maestro por los grandes contrastes dinámicos y, por descontado, su virtuosismo técnico –gran rendimiento de una orquesta y coros no muy allá–, pero la huella del de Parma resulta evidente, cosa por otra parte inevitable habida cuenta de que este concierto se ofrecía como homenaje a los diez años de su fallecimiento. Esta música necesita este enfoque teatral, pero también muchas otras cosas que aquí no están. 


Cuarteto solista de ensueño, o casi: Luciano Pavarotti aún no gordo y sin barba comienza algo despistado, pero luego ofrece un Ingemisco de gran clase en el que puede lucir su inigualable registro agudo. Nicolai Ghiaurov, que ya se mostraba imponente en la grabación de Giulini, deslumbra con su poderoso instrumento y su canto lleno de autoridad. Fiorenza Cosotto ofrece canto verdiano del bueno, pero la pobre pasa un tanto desapercibida –la culpa es de la partitura– junto a una Leontyne Price que posee una de las mejores voces de soprano que se hayan escuchado, una emisión de enorme solidez, un legato precioso y, sobre todo, una expresividad fuera de serie: se ha escuchado esta parte con mayor belleza Caballé, también con mayor refinamiento y atención al detalle, pero no con semejante intensidad dramática. La filmación es buena, pese a algunos defectos propios de la época y a la voluntad del cineasta de centrarse en un Karajan en el colmo del narcisismo. ¡La de horas que se debió de llevar en la peluquería para lucir un pelo encrespado y revuelto en el que hasta el último cabello se encuentra perfectamente estudiado!


Merece la pena comparar con la grabación realizada por el propio maestro salzburgués con la Berliner Philharmoniker en 1972. Claro, este es ya el Karajan típico de su era de Berlín, y ocurre lo que era de esperar. La orquesta suena verdaderamente catedralicia, con una cuerda musculosa de timbre aterciopelado, maderas sensuales y metales segurísimos que saben mostrarse –cuadratura del círculo– al mismo tiempo brillantes y empastados. Los fortísimos resultan atronadores sin que se pierda claridad, los pianísimos parecen imposibles. El fraseo es de una cantabilidad asombrosa. La fuerza dramática de los clímax, impotente. Pero el maestro, volcado en el puro sonido, no solo sigue sin creerse la obra, sino que se suelta la melena más que en La Scala: contrastes dinámicos exagerados, ridículos detalles enfáticos en el fraseo, caídas en la blandura –Ingemisco–, religiosidad “gótica” de cara a la galería, teatralidad artificiosa… Y en medio de todo ello, detalles expresivos de enorme clase y muchísima magia sonora made in Karajan.

Magnífica Mirella Freni, no solo por un instrumento que es pura crema y un fraseo para derretirse, sino también por su arte. Estupenda Christa Ludwig. Bien Carlo Cosutta, lo que no es poco. Nicolai Ghiaurov se muestra menos monolítico que en las anteriores ocasiones, pero la voz comienza a estar algo cansada. Muy bien los Wiener Singverein. La toma se realizó en la Jesus-Christus-Kirche con bastante acierto: equilibrada y de buena gama dinámica. Merece la pena escuchar el espectáculo, por lo bueno y por lo menos bueno.

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